Andalucía busca una zona templada para la política
No es una pose y tampoco una treta. Hay voluntad y hay determinación por ambas partes. Salir de la M-30 de la política tiene estas cosas: se relaja la trinchera; la inflamación baja; los políticos hablan y hasta puede que se entiendan. Andalucía va a probarse como ejemplo. Juan Manuel Moreno Bonilla y Juan Espadas, los protagonistas.
El presidente andaluz y el líder del PSOE exploran ya, de forma serena y discreta, la posibilidad de un acuerdo en materia presupuestaria, lo que convertiría a Vox -de cuyos votos depende el gobierno regional- en pura anécdota y daría una lección de política con mayúsculas en un momento en el que los cualitativos demandan acuerdos y los ciudadanos se declaran fatigados de tanta crispación y tanto reduccionismo.
Hablamos del presupuesto más expansivo de la historia de Andalucía y de dos líderes cuyos perfiles representan lo más alejado del exabrupto habitual en la actual esfera pública. La iniciativa partió del socialista Juan Espadas y, aunque Moreno la recibió en principio escéptico porque atisbó en ella un intento del jefe de la oposición de buscar protagonismo, ahora en conversación con elDiario.es admite que tiene “buenas sensaciones” y hará lo posible por resolver los escollos que separan a ambos partidos y, en su opinión, “no son insalvables”.
El presidente andaluz tiene claro que los socialistas no apoyarán las cuentas públicas, pero sí que hay posibilidades ciertas de que con su abstención el presupuesto salga adelante sin contar con los votos de la derecha radical, que pueda gobernar ya hasta final de mandato sin depender de VOX y de paso proyectar una imagen de transversalidad que le permita ensanchar su espacio electoral.
“Sin duda [explica Moreno Bonilla] sería un salto cualitativo, además de un win-win para el PP, para el PSOE, para las cuentas públicas, para la sociedad y para Andalucía. Esto, además de contribuir a rebajar la tensión política y social en un espeso ambiente de polarización absoluta. ”Queremos y podemos entendernos. Si hay un momento que justifica el acuerdo es éste“. Moreno no es Pablo Casado. De hecho es de los barones más alejados y también mas críticos con la estrategia que sigue la dirección nacional de los populares y su emulación de buena parte del discurso de la derecha más radical.
Cambio de guión para un discurso distinto
Los argumentos de Espadas para defender su apuesta por el acuerdo no son muy distintos a los del presidente de la Junta, si bien añade que, en su opinión, la estrategia de la izquierda de situar permanentemente en el foco a Vox y apelar al miedo a que el partido de Abascal pueda gobernar con el PP ha dejado de surtir efecto en el electorado. “Vox está consolidado [explica] y en algunos territorios como Andalucía las encuestas le dan incluso una ligera subida respecto a las últimas elecciones. Al final, les damos el protagonismo que buscan. Ellos se mueven como pez en el agua en el marco de la bronca y la crispación. Y esto se da de bruces con los sondeos que arrojan una demanda mayoritaria para que haya acuerdos, reactivación económica y expectativas de futuro”.
El líder de los socialistas andaluces defiende que ante “un escenario tan monótono en el que la oposición al uso ya no les sirve a los ciudadanos”, su apuesta es la de un cambio de guión para la construcción de un discurso político distinto. Y es en ese marco en el que considera que unos presupuestos son un instrumento, de gobierno sí, pero “sobre todo de la estabilidad que demandan los andaluces”.
Ambos coinciden en que las cuentas públicas andaluzas para 2022 serán las más expansivas de la historia de la Autonomía, con ayuda de los fondos europeos y una inversión en sanidad y educación del 7% y el 5% del PIB respectivamente que no debieran ser pasto del barrizal de la polarización, sino de acuerdos en materia de servicios públicos, ayuntamientos y reactivación económica.
Espadas tiene un guión, discurso y relato para una oposición constructiva al estilo de la que impulsó Zapatero en el último mandato de Aznar y de la que salieron dos grandes pactos de Estado y, además, no está dispuesto a hacer de los presupuestos un elemento de combate político. Y esto pese a haber recibido algunas críticas internas en el socialismo andaluz. Ferraz le ha dado carta blanca. De hecho, Pedro Sánchez le ha hecho saber que le gusta la letra y la música de su intento y que no ceje en el empeño. En el fondo sabe que un acuerdo entre el PSOE y el PP en Andalucía dejaría en mal lugar a Casado y su estrategia de bloqueo y del “no porque no”.
La operación, de salir adelante, “cambiaría el tablero regional, desteatralizaría la escena pública y haría de la política algo habitable”, insiste un Espadas, consciente como el presidente de la Junta, de las dificultades que entraña. La primera, el “ataque de celos” de Ciudadanos, socio de gobierno de Moreno Bonilla. Basta con repasar la airada reacción del vicepresidente Juan Marín, que prefiere una prórroga presupuestaria en un momento en el que Andalucía como el resto de autonomías contará con más recursos que nunca y dice no fiarse de las intenciones de Espadas. No en vano, los de Arrimadas pretenden ocupar solos ese espacio de centralidad que busca el socialista y que, sin embargo, quedó desacreditado hace tiempo por su vinculación con el PP.
Nadie espera un apoyo del PSOE a las cuentas públicas, pero sí una abstención a cambio de cuatro o cinco asuntos nucleares para la socialdemocracia, como más recursos para los ayuntamientos rurales, la equiparación salarial en las categorías médicas, la igualdad o la dependencia. De este modo, ya no serían unos presupuestos condicionados por la ultraderecha, sino por el PSOE. Y si para ello, el PP tiene que sacar del presupuesto, y llevar a un decreto tal y como hará la próxima semana, su anunciada rebaja de impuestos, nadie, piensan, podrá decir a Moreno que ha renunciado a su programa ni a Espadas, que apoya medidas propias del liberalismo. De hecho, el líder del socialismo andaluz y alcalde de Sevilla tiene en su curriculum haber pactado con la oposición siete presupuestos municipales, incluyendo uno con el PP, que se abstuvo en las cuentas de la capital hispalense hace dos años.
Todo con tal de arrinconar a Vox hasta la irrelevancia parlamentaria, algo que, por otra parte, se hace con normalidad en otros países de Europa, desde España se aplaude y el PP a nivel nacional y en comunidades como Madrid no contempla en ningún caso. En Francia, hasta una fracción de la extrema izquierda pidió el voto en las presidenciales de 2002 para el neogaullista Jacques Chirac con tal de derrotar en la segunda vuelta a Jean-Marie Le Pen, candidato del Frente Nacional. En Alemania, Merkel rehusó pactar con los ultras y se apoyó en la socialdemocracia para una gran coalición. En Suecia, seis partidos tradicionales suecos de izquierdas y derechas alcanzaron hace seis años un acuerdo en el que se comprometían, por ejemplo, a no votar contra el presupuesto que presentase el Gobierno. Y en Bélgica, el Vlaams Belang (Interés Flamenco), que llegó a obtener en Flandes el 18,65% de los sufragios, también es un apestado. Andalucía ahora está dispuesta a seguir por la senda europea.
El salto, como dice el presidente andaluz, “sería cualitativo”, un pacto histórico e innovador que levantaría ampollas, seguro, en la agitada derecha española.
21