Andalucía reabre el ciclo electoral con una cita que tendrá una importante lectura nacional. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se miden por primera vez en las urnas en el tradicional feudo del socialismo, que no tiene ninguna expectativa de recuperar la Junta y pelea reeditar al menos el resultado de 2018, mientras que el PP ha hecho una campaña impulsado por las encuestas con expectativas de rozar la mayoría absoluta que le permita zafarse de Vox dentro del Gobierno ante la hecatombe de Ciudadanos. Ese sería el peor escenario para el PSOE, que ha visto en las últimas encuestas trasvase de voto socialista al PP. Pero los comicios andaluces no solo se servirán como termómetro del desgaste de Sánchez, que consiguió mantener el tipo en Castilla y León, sino que son el primer test para Yolanda Díaz, que en esta ocasión se ha implicado en la campaña, aunque la izquierda se presenta dividida en las candidaturas de Por Andalucía y Adelante, que lidera Teresa Rodríguez.
El Partido Popular llega al 19J con síntomas de que tiene más que perder que ganar en la cita con las urnas ante las expectativas creadas. Nadie duda que Juanma Moreno ganará, y por mucho, el domingo. Pero este análisis ya lo hacían los estrategas de Pablo Casado en la sede nacional de la calle Génova de Madrid antes de la llegada de Alberto Núñez Feijóo. Si la victoria no está en duda, ¿qué se juega el PP? Si asume la normalidad de gobernar con la ultraderecha.
Ni Moreno ni Feijóo han rechazado expresamente una coalición con Vox. Ambos han dicho que no la quieren, que esperan no necesitarla. Pero en ningún momento han renunciado a hacer vicepresidenta a Macarena Olona. Al contrario: han dejado la responsabilidad en manos de los andaluces, primero, y de los demás partidos, después. Como si pactar con quien relaciona educación sexual y pederastia fuera un fenómeno natural del que el PP no puede abstraerse. La estrategia de Moreno ha pasado en buena medida por pedir voto socialista desencantado para “parar a Vox”. “No es solo un cambio de gobierno, es un cambio de mentalidad de Andalucía”, expresó en el cierre de campaña sobre la nueva etapa que se abrió en Andalucía en 2018 con su llegada a la Junta.
El primer test electoral del PP de Feijóo puede así terminar con un muy buen resultado en las urnas que torpedee, sin embargo, sus intentos de poner distancia con la ultraderecha y situarse como un partido ajeno al histrionismo, después de que el gallego se desligara del pacto de Alfonso Fernández Mañueco con Vox en Castilla y León. Sabedores del problema, tanto Moreno como Feijóo se han empeñado en los últimos días en reclamar a la izquierda una abstención tras señalar como “lo peor” a Vox, pero sin renunciar a ellos.
La tensión es consecuencia del giro de la estrategia de Vox después de aceptar quedarse fuera del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. El presidente del partido lo dejó claro en uno de sus actos: “No sé si sacaremos 30 escaños como dicen algunas encuestas o 15 como dicen otras. Saquemos lo que saquemos, va a ser decisivo para el cambio”. Una frase que esconde otro mensaje: las expectativas de Vox ya no son las que eran hace apenas un mes. De creerse capaces de alcanzar la segunda posición, la candidatura de Olona ha pasado a conformarse con ser imprescindibles en la investidura de Moreno.
Preocupación en un PSOE sin expectativas
Frente a los ánimos de un PP disparado en los sondeos, un PSOE sin expectativas ha tratado de rebelarse contra las encuestas y también contra la estrategia del PP de pedir el voto útil para no depender de la extrema derecha. “Los socialistas somos gente que no somos tontos y si somos de izquierdas, votaremos a la izquierda para que gobierne la izquierda. No vamos a votar a la derecha para encontrarnos políticas de derecha”, expresó el candidato, Juan Espadas, horas antes de que se cerrara la campaña en una entrevista en TVE en la que preparó el terreno para el día después al asegurar que su proyecto ha tenido poco tiempo para consolidarse –un 20% de los votantes socialistas no le conocen, según el CIS– y que se quedará al frente pase lo que pase: “Soy un corredor de fondo”. A lo que se niegan tanto en San Vicente como en Ferraz es a darle la abstención a Moreno Bonilla para que no dependa de Vox y recuerdan a Feijóo que ya tuvo una oferta de hacer un 'cordón sanitario' a la extrema derecha tras los comicios en Castilla y León y lo “desoyó”.
La campaña del PSOE ha tratado de hacer énfasis en la gestión del Gobierno, con un amplio despliegue de ministros y dirigentes socialistas –aunque la presencia de Sánchez ha sido menor que en otras citas electorales con tan solo tres actos de campaña–. No obstante, no logran capitalizar la actuación desde Moncloa, según dibujan las encuestas. Espadas ha reivindicado los años de socialismo en la Junta, incluso a los expresidentes proscritos Manuel Chaves y José Antonio Griñán después de que lo hiciera José Luis Rodríguez Zapatero en un mitin, y ha centrado sus mensajes en el desmontaje de los servicios públicas en Andalucía, especialmente en el deterioro de la sanidad pública. Pero en las filas socialistas reconocen que el PP ya no genera miedo en el que ha sido su granero de votos desde la restauración de la democracia. “Ahora que hay algunos que dicen no diferenciar entre la izquierda y la derecha y nos dicen que diferenciemos entre dos derechas, hay que decirles que la verdad el 19 de junio no es elegir entre una derecha que sonríe y una derecha que grita, la verdad es que hay que elegir entre un gobierno de derechas o un gobierno de izquierdas; un gobierno que apuesta por la sanidad o un gobierno que no apuesta por la sanidad; un gobierno que apuesta por la solidaridad o un gobierno que recorta y aumenta la desigualdad”, exclamó Sánchez en el último mitin en Sevilla.
Y es que nada parece pasar factura a un PP catapultado en todos los sondeos y la preocupación va apoderándose del PSOE ante los síntomas de cambio de ciclo que se vislumbran a menos de un año de las municipales y autonómicas. Andalucía afecta en buena medida a la psicología del socialismo que espera algún tipo de revulsivo por parte de Sánchez, que por ahora está centrado en la cumbre de la OTAN de finales de junio y en el Debate del Estado de la Nación como hitos más próximos. En Moncloa creen, además, que las elecciones se producen en medio de una tormenta perfecta en la que las consecuencias de la guerra empiezan a tener consecuencias en los bolsillos de los ciudadanos –como advirtió Sánchez y también las autoridades europeas desde casi el primer día de la invasión rusa de Ucrania–, pero confían en que los problemas económicos sean temporales y comience el despegue de cara a 2023.
El primer test de Yolanda Díaz
A la izquierda del PSOE la pugna está entre la coalición Por Andalucía –que integra a Podemos, IU, Más País, Equo, Alianza Verde e Iniciativa del Pueblo Andaluz– y Adelante Andalucía, la marca que lidera Teresa Rodríguez. El promedio de todas las encuestas publicadas auguran que, separadas, ambas candidaturas obtendrán menos escaños que los 17 que lograron en 2018, antes de la ruptura del sector de Anticapitalistas. La crisis ha afectado también a la formación de Por Andalucía, marcada por los reproches entre Podemos e IU.
Andalucía ha sido testigo de un conflicto que realmente dirime el peso de los diferentes actores a nivel estatal. Por Andalucía confía en la ventaja de ser la candidatura apoyada por la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Su presencia en tres mítines, junto a Ione Belarra, Alberto Garzón e Íñigo Errejón, han insuflado moral a las bases, pero está por ver si la movilización militante se traduce en votos. La candidata, Inma Nieto, aseguró en el último acto, arropada por Alberto Garzón e Irene Montero, que en los últimos días había notado una mejora en las expectativas: “Tenemos en la mano que efectivamente haya un bloque de progreso en Andalucía mayoritario frente a las derechas”.
Por Andalucía es el primer ensayo del futuro proyecto que pueda encabezar Díaz para las generales de 2023, y que empezará a configurarse el 8 de julio en Madrid en el primer acto de ‘Sumar’. El resultado de la coalición supondrá el primer termómetro del apoyo electoral a Díaz, que ha optado por reclamar voto socialista.
El largo fin de Ciudadanos
Si el espacio confederal pugna por mantener el pulso estatal, Ciudadanos se juega en las urnas su supervivencia. Un reto harto difícil, a tenor de las encuestas. El candidato, Juan Marín, ha prometido que si el partido sobrevive por la mínima abandonará la política. Sería el segundo batacazo en apenas unos meses, tras la debacle de Castilla y León, y enviaría un claro mensaje a la líder estatal, Inés Arrimadas. “Lo habéis hecho de puta madre”, les dijo Marín a los suyos en la despedida de la campaña.
En Ciudadanos confían en los indecisos y se postulan como la garantía de que el PP no gobernará con Vox. Pero en campaña, los de Arrimadas han abrazado la política identitaria de la extrema derecha. Fue la propia presidenta del partido la que anunció una propuesta para quitar el término “nacionalidades” de la Constitución. Un apelativo que se aplica a Andalucía, que obtuvo su autonomía por el mismo proceso que Catalunya, Euskadi o Galicia. Una estrategia arriesgada ante un futuro más que incierto, informa Carmen Moraga.