“Alberto Garzón es uno de los dirigentes más preparados y en estos momentos está solo, como un campeón”

Julio Anguita (Fuengirola, 1941) afirma que “nunca” tirará la toalla. Hace ya 15 años que dejó la dirección de Izquierda Unida, pero desde entonces no ha dejado de hacer política. Siempre crítico, con la libertad añadida que le da no ocupar ningún cargo, se encuentra presentando un libro, Atraco a la memoria (Akal), en el que conversa con el historiador Juan Andrade.

Confiesa haber “asistido con dolor que no se haya podido cuajar algo mucho más fuerte”, en relación a que Podemos e IU vayan separados a las elecciones: “Malditas siglas que impiden que haya unidad. Las siglas no son dioses ni altares y lo vamos a aprender con dolor la noche del 20 de diciembre”.

¿Cómo ve el momento político actual, a seis semanas de las elecciones?

Todo lo que está ocurriendo ahora tiene su origen, ligado por azar, en los 12 años y 10 meses en los que estuve en esto [al frente del PCE e IU]. En esa época, la década prodigiosa, ocurrieron la serie de acontecimientos que hoy han cuajado: la primera crisis de la deuda de Latinoamérica, la caída del muro de Berlín, la Unión Soviética, la guerra de Afganistán, el proceso de deconstrucción de Europa. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué solución hay? Yo doy una visión basada en la experiencia, no mía, porque me vanaglorio de haber tenido un equipo dirigente conmigo, equipo de gobierno. Yo no tuve asesores, he tenido compañeros de la dirección conmigo, con los cuales a veces he perdido votaciones. Para mí, la terminología asesores de imagen no existe, nunca la he querido ni la quiero.

En esa época, se empezó a gestar el desastre que tenemos ahora. Y cuando se ve por qué ha sido, hay que dar una salida. Esa salida es a través de lo que denomino discurso profético. Para mí un discurso profético, como dijo Spinoza, es el que genera su propio pueblo, un mensaje claro, pero que señala dónde está el problema. Y, a partir de ahí, cómo van en cascada los demás problemas.

¿Cuál es el problema para usted, entonces?

Que veo cómo los dirigentes políticos no los señalan, porque están en el regate y el gambeteo: la Unión Europea, el euro y la deuda. Siguiendo a Sun Tzu, en El arte de la guerra, esos son los enemigos. El enemigo hay que designarlo, describirlo y definirlo. Pero, a partir de ahí, no significa que uno se lance enseguida. Está ahí, y ahora se prepara la manera de combatirlo. Eso falta en la política española. Todo el mundo habla de lo mal que estamos, pero no se señala dónde están las causas, en la medida en que también los poderes españoles han perdido soberanía de acuerdo con esa política económica. 

Este discurso significa que hemos perdido la guerra. ¿Quiénes? Los herederos de las cuatro internacionales obreras y los hijos de la Ilustración, la razón y las luces. ¿Aceptamos? No acepto: pues vamos a volver a combatir. Pues entonces olvidaros de los partidos tal y como los conocéis, de los instrumentos de mediación política. Si queremos la guerra, hay que aplicar otra estrategia, otra táctica, otro instrumento.

¿Cuál?

Por ejemplo, del PCE, y lo tengo escrito porque no hablo de lo que no he escrito, llevo diciendo que los partidos comunistas como los que hemos conocido no tienen razón de ser. Pero sí el ideario comunista. Ese para mí es intocable, es el hilo rojo. Ahora mismo el PCE reduplica las reuniones de IU. Está ahí, hace documentos, pero se guardan. En julio, tanto el secretario general como otros dirigentes venían de Iberoamérica diciendo que habían hablado con partidos comunistas y que les estaban diciendo lo que yo digo y que intenté en 2007: ir a una reflexión de cómo el ideario comunista puede traspasar esta necesidad. Para mí, el partido es un movimiento con una fuerte carga ideológica no dogmática que se organiza para el pensamiento y la acción. Pero no acción como tal partido concurriendo a elecciones, sino trabajando con sus militantes, en el “piensa y actúa”. Eso es muy difícil.

Y creo que los demás, también. El PSOE necesita eso si quiere incidir. Salvo que los partidos se conformen con ser máquinas electorales y concurrir cada cuatro años a ver cómo participan en un poder cada vez más gregario, porque el poder ya lo tiene la banca. Eso es muy fácil de decir, pero no hay otra salida. El 15M y otros fenómenos que han aparecido son atisbos de por dónde puede ir la nueva frontera.

Habla del 15M, el PCE, IU, el PSOE... ¿Y Podemos?

No voy a hablar nada de cuestión electoral, porque sería utilizado por unos contra otros y no es mi intención. Hace un año y pico, y no digo que haya periclitado, vi en Podemos la capacidad de abrir una brecha en el muro del bipartidismo. Entonces, teoricé desde el Frente Cívico lo siguiente: estos van a abrir la brecha, no van a tener fuerzas suficientes para aguantar la brecha porque son nuevos y débiles orgánicamente hablando. Entonces, organicémonos los demás, pongámonos detrás de ellos y vamos a empujarlos y ayudarles, y entremos todos. Primaron otros criterios muy clásicos. Eso fue hace un año y medio cuando yo lo vi. Parecía que se rompía el bipartito, pero al no encontrar la respuesta sólida in crescendo porque cuando convocan elecciones aquí todo el mundo pierde el norte, el sur, el este y el oeste, pues se ha ido fortaleciendo. Y ya ha aparecido Ciudadanos, que viene a restañar la posible brecha.

¿Cómo ve a Alberto Garzón, el candidato de IU-Unidad Popular a la presidencia del Gobierno?

Es uno de los dirigentes más preparados, asombrosamente preparado para su juventud y que en estos momentos está solo, como un campeón, recorriéndose el país. Y a mí eso me produce una admiración tremenda, pero una especie de congoja, la aparente soledad que tiene.

¿Sigue apoyándole?

Yo apoyo el proyecto. Cuando observé lo que proponía Garzón en su momento, ahora estamos en campaña electoral eterna, la famosa reestructuración de IU, el debate serio, qué queremos hacer... Y en estos momentos está metido entre hoz y coz en la campaña electoral. Después del 20D hablaré, hasta ahora no quiero: o asumimos el reto o cerramos por inventario.

Usted dijo en enero en una entrevista con eldiario.es que “la historia le había dado Pablo Iglesias una oportunidad”. ¿Cree que la está aprovechando?“la historia le había dado Pablo Iglesias una oportunidad”

No puedo contestar a eso. Yo le contesto a eso el día 21. Me comprometo. He tenido que sufrir en mis carnes que los ejércitos de unos y de otros me utilicen sacando frases de contexto, de unos contra otros, y no quiero ser material de proyectil en esto. No quiero. Sí digo que en aquella fecha lo dije. Entonces teoricé aquello de la brecha. ¿Se ha cumplido? Hablaremos después del 20 de diciembre.

Ya se empieza a hablar sobre la reconstrucción de esos espacios después de las elecciones.

La teoría de los espacios no la comparto. Porque me recuerda a una tienda. Mi espacio es todo el espacio. Son espacios electorales regidos por el parámetro único de las elecciones. El gran cuestionamiento es dónde está el enemigo, y hasta que no lleguemos a convenir quién es el enemigo y mandemos las baterías y la organización y el discurso... Un discurso profético que le diga a nuestro pueblo la verdad, aunque a nuestro pueblo no le guste. En esto digo una frase de Largo Caballero: “A los trabajadores hay que decirles la verdad aunque no les guste”. Porque el pueblo lo agradece. Refundar, replantear, pero desde la verdad, aunque duela. El discurso de Churchill, “prometo sangre, sudor y lágrimas”, es el perfecto discurso profético. El Manifiesto comunista lo es. El único que le puede hacer sombra y rivalizar con el fascismo. Porque no olvidemos que el fascismo es un movimiento de masas...

Incluso revolucionario.

Sí, señor, si lo que usted está diciendo lo digo yo... me dicen, “este tío se ha vendido”. Estamos en un país... En un país de beatos políticos... Claro. Y entonces, de pronto, el fascismo señala el enemigo, real o supuesto. Habla de patria, de vida colectiva, de sentimientos, de valores... Un discurso profético, o si se quiere el falso discurso profético. Pues yo creo que hay que hacerlo, pero para eso hay que tener mucha grandeza.

Cuando usted habla del enemigo, el euro, recuerda a cuando usted hablaba de Maastricht, que no conecta en lo inmediato con el electorado. ¿Usted se siente como entonces? ¿Que no cala?

Va a ser muy difícil, porque están todos los obstáculos del mundo para que pueda calar. Esta sociedad de consumo, a veces consumo de tres al cuarto, de hedonismo prêt à porter, se ha instalado en la modorra, en el miedo a pensar. No quiere saber nada, aunque ve cómo avanza la pobreza. Es difícil, porque en otros momentos las poblaciones han respondido. Van a responder al fascismo de la comodidad: vótame que yo funciono. Pero sabemos que es muy difícil. Claro, para eso necesitan ver a una serie de personalidades de la política, la cultura y el pensamiento ir al unísono en definir el discurso profético. Utilizando los medios usuales y alternativos, en las cátedras, en los escenarios públicos, como se crearon los Intelectuales por la República, pero más amplio.

Pero lo veo difícil, porque hay miedo a perder diputados. ¿Por qué? Diputados, ingresos... Sin un gesto de grandeza en el que nos la juguemos. Ha llegado el momento de jugársela, como se han jugado tantas cosas que han prosperado después. Esto yo lo digo ahora, y me dicen lo de siempre, mesiánico, visionario. Al contrario, creo que soy una persona muy ligada a lo real y concreto, pero planteo cómo podemos salir. Yo ahora mismo, o eso después del 20D, o el asco.

¿Es optimista?

Soy un optimista histórico, pero en lo inmediato soy el más pesimista. Schopenhauer a mi lado es un jolgorista. Pero soy optimista desde la voluntad, porque desde la razón no puedo ser.

¿Va a tirar la toalla?

Nunca. Es mi vida. No pienso venir a Madrid, tener un cargo. Pero nunca. Es parte de mi vida. Muchas veces hay gente que no lo entiende. yo vivo de mi salario de profesor, porque iba para profesor de Historia pero se me cruzó la alcaldía y entré en otra dimensión.