Benito Mussolini murió colgado a manos de los partisanos. Adolf Hitler se suicidó en su búnker antes de que le pudiesen detener las tropas soviéticas. Pero Francisco Franco murió en la cama y fue enterrado en un mausoleo construido por mano de obra republicana y esclava. Y su sombra llega hasta hoy, 43 años después de su muerte, con una nueva celebración de su obra en el Valle de los Caídos.
En Portugal, se inaugurará en el próximo abril –no por casualidad, coincidiendo con el 45 aniversario de la Revolución de los Claveles– un museo en recuerdo a los que lucharon contra la dictadura de Salazar; Grecia tiene su símbolo de lucha contra la dictadura, el torpedero que simboliza la resistencia a los coroneles; Albania abrió un museo dedicado al espionaje de la dictadura de Enver Hoxha; y el museo del genocidio camboyano es conocido en medio mundo... Pero España tiene el Valle de los Caídos y el 20N.
El historiador británico Paul Preston, hispanista y biógrafo de Franco califica la situación española como “anomalía en Europa”, al mantener un “lugar de peregrinaje para su dictador”. Preston calcula que de los más de 250.000 visitantes anuales del Valle, muchos son devotos de Franco y creen que “fue un benefactor para España. En Austria y Alemania no se encuentran monumentos a Hitler; ni en Italia, a Mussolini”.
No obstante, el cuerpo del dictador italiano yace en una cripta familiar en el cementerio de su localidad natal, Predappio, donde se congregan de tanto en tanto seguidores suyos.
El mausoleo del Valle contiene restos de casi 34.000 personas, de los bandos franquista y republicano. Franco calculó que el monumento estaría construido en cinco años, pero se tardó 18, y lo levantaron casi 20.000 trabajadores, muchos de ellos prisioneros políticos y de guerra.
Mientras el Valle de los Caídos se estaba construyendo, generales nazis afrontaban los juicios de Núremberg. Los lugartenientes de Hitler afrontaban la justicia, mientras que en España los torturadores franquistas aún están en la calle en virtud de la ley de amnistía. En Alemania no hubo seguimiento al régimen nazi, mientras que en España Franco legó en el rey Juan Carlos la jefatura del Estado. En Alemania existe un museo del Holocausto; en España, el Valle de los Caídos.
España nunca fue liberada, ni se constituyó, como otros muchos países europeos, sobre la victoria del fascismo. España no fue parte de esos ejes sobre los que se construyó Europa tras la Segunda Guerra Mundial: la lucha contra el fascismo y el Estado del Bienestar pactado entre socialdemócratas y democristianos frente al modelo soviético y estadounidense.
La evolución española fue opuesta: al margen de las cifras de muertes en la Guerra Civil –se calcula que las tropas franquistas ejecutaron a 200.000 personas, cuatro veces más que las republicanas–, Preston cifra en The Spanish Holocoust que unos 20.000 republicanos fueron asesinados tras la guerra, mientras miles morían en prisión o en campos de concentración.
La Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, no obstante, calcula que hay 140.000 cuerpos de víctimas del franquismo en fosas comunes o sin identificar.
Jaime Alonso, vicepresidente de la Fundación Francisco Franco, explicaba a Politico: “Puedes compara a Franco con De Gaulle o Churchill. Puedes compararlo con Napoleon, sin ninguna duda. O con Cromwell en Inglaterra o Kemal Atatürk en Turquía, con todos aquellos que han preservado la nación de ser destruida”.
La anomalía española ha hecho que en lugar de perseguir los crímenes del franquismo, una ley de amnistía permite que torturadores como Billy el Niño se paseen por las calles; y que se facilite que la Fundación Franco, una organización dedicada a la loa y exaltación del dictador y su dictadura siga abierta en 2018.
La Fundación Francisco Franco, que incluso ha recibido dinero público, ha sido señalada recientemente en el Parlamento Europeo –a instancias de Podemos y BNG, a través del GUE y Verdes/EFA–, que ha pedido su prohibición –como la del resto de organizaciones profascistas– por extensión, al ser una entidad que exalta una dictadura.
La resolución del Parlamento Europeo sobre la violencia neofascista señala a organizaciones, partidos y asociaciones españolas, con el voto en contra del PP, que votaron a favor del texto consensuado, pero en contra de las enmiendas sobre la Fundación, el Valle y Hogar Social, que se han incorporado posteriormente. El Parlamento, en su texto, pedía al Gobierno español que acabe con la herencia simbólica del franquismo y que prohíba a entidades como la Fundación Francisco Franco por su exaltación del dictador.