CRÓNICA

Las armas que necesita Ucrania y la diplomacia que necesita la guerra

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Europa no necesita “más armas ni más tanques”, dice la ministra Ione Belarra. Europa quizá no, pero Ucrania sí y de forma urgente. Es lo que piensa la vicepresidenta Yolanda Díaz, que dijo el mismo día que “el Gobierno de España en su conjunto está ayudando en cuanto puede al pueblo ucraniano y no dejará de hacerlo”. Seguirá con esa actitud porque “los pueblos tienen derecho a la legítima defensa”, dijo. La discrepancia se produjo un día después de la visita de Pedro Sánchez a Ucrania y el anuncio de que un buque militar español traslada 200 toneladas de material militar cuyo último destino es el país invadido por Rusia.

Unidas Podemos celebró el viernes en Madrid una conferencia por la paz a la que invitó a representantes de la izquierda europea con la intención de insistir en que no se puede abandonar la vía diplomática para encontrar un fin al conflicto bélico. Sólo se habla de guerra en Europa en estos momentos, aunque no hay que olvidar que eso es así porque un país europeo ha visto asaltadas sus fronteras y bombardeadas sus ciudades por otro país que cuenta con uno de los mayores ejércitos del mundo. Ocurrió a menor escala en Ucrania en 2014 y antes en Georgia, pero la guerra actual es diferente por masiva y por los daños terribles que está sufriendo la población civil.

Los países europeos tienen ante sí distintas opciones políticas, militares y económicas, pero los ucranianos se enfrentan a un único dilema, resistir o rendirse, y la segunda alternativa pondrá fin a sus días como Estado independiente.

Una guerra no termina sólo por pedirlo. Para conseguirlo, hay que saber quién y por qué la inició. Belarra y otros oradores adjudicaron toda la responsabilidad al Gobierno de Vladímir Putin sin matices ni ambigüedades. Es “una invasión ilegítima e ilegal”, dijo la secretaria general de Podemos. Al mismo tiempo, los participantes lamentaron que las iniciativas diplomáticas hayan sido escasas o inexistentes. Lo cierto es que varios dirigentes europeos –Emmanuel Macron, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y el canciller austriaco– han estado en contacto con Putin sin que haya servido de nada.

El secretario general de la ONU ha enviado esta semana cartas a Putin y al presidente ucraniano Zelenski para reunirse con ellos en sus capitales. El martes estará en Moscú. Llama la atención que António Guterres se haya mostrado tan poco activo en estos casi dos meses de guerra. También ha pedido una tregua de cuatro días durante la Pascua ortodoxa. Según Zelenski, Moscú la ha rechazado.

La apuesta de Sánchez es completa. No se ganan elecciones por asuntos de política exterior, ni siquiera en EEUU, y desde luego en España tampoco. Pero el presidente ha decidido que no gana nada con estar en el vagón de cola de la UE en relación a la ayuda a Ucrania. De ahí la visita a Kiev y su reunión con Zelenski. En el plano simbólico, es un claro gesto de solidaridad. Ucrania necesita algo más que eso.

“Cuando algunos líderes me preguntan qué armas necesito, tengo que calmarme porque ya se lo dije la semana anterior”, dijo Zelenski hace unos días en una entrevista. “Es como el día de la marmota. Me siento como Bill Murray”. Por eso, Sánchez no se presentó en Kiev con las manos vacías. El buque español con las armas ya había partido y los ucranianos lo sabían.

Belarra no hizo ninguna mención crítica a ese envío de material militar. Como miembro del Gobierno, difícilmente se lo podía permitir. Sí mostró su rechazo en términos generales a la apuesta por la confrontación con Rusia en el campo de batalla, que en el caso de los países europeos pasa por continuar armando a Ucrania. “Hemos escuchado demasiado en los últimos dos meses que la guerra sólo se para con más guerra. Eso no es cierto”. Afirmó que la única alternativa a la vía diplomática es “una internacionalización del conflicto entre potencias nucleares de consecuencias imprevisibles”.

Ese no es un desenlace inevitable, pero nadie puede descartarlo por completo. De momento, EEUU ya se ha negado a imponer una zona de exclusión aérea o el envío de tropas de la OTAN que han pedido algunos congresistas norteamericanos. Lo ha hecho precisamente para impedir un enfrentamiento directo con Rusia.

Ante una guerra, el cómo es tan importante como el qué. No sirve de mucho reclamar una salida diplomática si no se explica antes cómo llevarla a cabo, en especial cuando las posiciones de cada bando son incompatibles y las posibilidades de presionar a Putin son muy escasas a corto plazo. Ya se han aprobado toda una serie de sanciones económicas contra Rusia de intensidad sin precedentes. Su mayor impacto será a largo plazo y en cualquier caso no han alterado lo más mínimo la conducta del Gobierno ruso.

Belarra marcó como objetivos más urgentes “lograr un alto el fuego inmediato y parar los pies a Putin”. Ahora son dos metas incompatibles entre sí. Rusia no va a aceptar ninguna tregua sin haber alcanzado antes los objetivos que se marcó antes de iniciar la invasión. Ha comenzado en estos días la operación para ocupar toda la franja oriental de Ucrania y poder conectarla con el avance conseguido en el sur hasta Crimea.

Nunca hay que dejar de hablar de la paz, mucho menos durante una guerra. No parece que Putin se vaya a conmover por una movilización masiva contra la guerra en Europa cuando detiene en la calle a los pocos rusos que se atreven a salir con una simple hoja de papel en la mano para protestar contra la invasión. Poner fin a los envíos de armamento con destino a Ucrania sólo haría más fácil la victoria completa de Rusia y probablemente la partición del país. La destrucción de Mariúpol y Járkov da una idea de lo que puede suceder en esa nación si se queda sin capacidad de responder a las armas rusas.

Tampoco aportan mucho más que peleas internas los que desprecian a los pacifistas, como hizo el viernes la ministra de Defensa. “Ojalá la señora Belarra pueda convencer a Putin de que pare esta masacre en Ucrania”, dijo Margarita Robles. A esa burla no le tocará responder a Yolanda Díaz, sino Sánchez, si no quiere que se extienda el fuego amigo en el Gobierno que preside.