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El asesinato de Federico García Lorca en los dos ABC de la Guerra Civil

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La llamada “gloriosa cruzada de liberación” fue una sucesión interminable de crímenes de guerra, seguida de otra inacabable de crímenes de paz. A las matanzas en Andalucía y Badajoz de las primeras semanas de la Guerra Civil le acompaña el asesinato del poeta Federico García Lorca, el 18 de agosto de 1936, a los 38 años, cuando ya era uno de los grandes escritores españoles del siglo. Por la significación nacional e internacional de su figura fue un baldón perpetuo para los golpistas y sus cómplices mediáticos, que se resistieron a reconocer el asesinato hasta que el jefe de la banda, el dictador Francisco Franco, estaba a punto de emprender el largo viaje.

Durante la Guerra Civil hubo dos ABC, el republicano de Madrid, incautado por el gobierno a los dos días del golpe del 18 de julio, y el de Sevilla, en poder de su propietario, Juan Ignacio Luca de Tena, significado cabecilla de la trama civil golpista.

ABC apareció como semanario en Madrid el 1 de enero de 1903 –con el subtítulo Crónica Universal Ilustrada y cuyo primer número anunciaba su intención de convertirse en diario–, fue bisemanario desde el 16 de junio de ese año y se consolidó como diario desde el 1 de junio de 1905. Fue fundado por Torcuato Luca de Tena, de una familia de la burguesía industrial de Sevilla, quien ya había fundado el semanario Blanco y Negro en 1891. Ambas publicaciones supusieron una modernización radical de la prensa española y trasladaron a este país los modelos de prensa popular –de ahí, el absurdo nombre de ABC para un periódico– e industrializada que triunfaban en el mundo occidental y que Luca de Tena conocía bien debido a sus frecuentes viajes al extranjero por los negocios familiares y bancarios a los que se dedicaba.

ABC se asemejaba a una edición diaria del semanario Blanco y Negro, con su reducido formato tipo revista –incluso con grapa; de ahí el sobrenombre de ‘El Tebeo’– y un contenido que anunciaba el nuevo subtítulo del periódico, “diario ilustrado”, desde que en 1920 comenzó a utilizar el huecograbado en la edición dominical y diariamente desde 1926, arropando un pliego en tipografía que se abría con una segunda portadilla con las principales noticias de actualidad. El éxito de los medios de Prensa Española, la empresa editora, fue inmediato y las nuevas tecnologías de transmisión y los transportes le permitieron a Luca de Tena clonar el periódico madrileño en la patria chica familiar y el 12 de octubre de 1929 apareció el ABC de Sevilla, en el marco de la Exposición Universal, que, aunque autónomo y atento a la vida local y regional, publicaba las mismas páginas de huecograbado y muchas de las de información del ABC madrileño.

ABC, que ya había sido cerrado 25 días en mayo de 1931 y tres días en noviembre por ataques a la República y 80 en agosto de 1932 por su defensa del golpe de estado del general Sanjurjo en virtud de la ley de Defensa de la República (1931), fue ocupado por los Comités Obreros de la Federación Gráfica Española de UGT el 19 de julio. Ya se sabía que el director, Juan Ignacio Luca de Tena, hijo del fundador, había cooperado activamente en la preparación del sangriento golpe militar. En el reparto partidario que se hizo de los medios incautados –los diarios de la jerarquía eclesiástica Ya, El Debate y El Siglo Futuro, diario extremista y antisemita del carlismo–, ABC le tocó a Unión Republicana como órgano de expresión del partido de Azaña en el gobierno.

El 25 de julio de 1936 se publicó el primer número del ABC republicano en Madrid y el 31 de julio cambió el subtítulo Diario ilustrado por el de Diario Republicano de Izquierdas. El comité de ocupación lo explicó en la primera edición del diario incautado: “Los obreros que trabajaban en la empresa Prensa Española, editora de ABC, no podían consentir que el que había sido uno de los más importantes elementos en la organización de ese crimen continuase ni un momento más prestando apoyo, aunque sólo fuese con su complicidad, a los generales insurgentes. Por eso la medida de aplicación más urgente era incautarse de todos los poderosos elementos de Prensa Española y cambiarles el signo”.

La vieja técnica de las fake news

Lo que hoy se llaman fake news o posverdades, que parecen una cosa muy moderna, son las informaciones falsas de toda la vida, las mentiras, de soltera.

Fue una práctica constante desde el 15 de abril de 1931, utilizada tanto por la prensa de derechas como por las tramas militares y civiles empeñadas en la desestabilización de la joven II República Española. El general Sanjurjo, entonces director de la Guardia Civil, hizo creer a la opinión pública que en Badajoz había “un ḥarka de rifeños”, tras los sucesos de Castilblanco, el 31 de diciembre de 1931. La dotación del cuartelillo de la Guardia Civil había matado a un campesino y herido a otros dos en una huelga contra los terratenientes que desobedecían la legislación laboral republicana y la masa contestó linchando a palos a cuatro guardiaciviles. Sanjurjo extendió las mentiras de que los guardias habían sido mutilados y las mujeres del pueblo bailaron sobre los cadáveres.

También en la masacre de Casas Viejas, Cádiz, donde un intento anarquista de levantamiento campesino, del 10 al 12 de enero de 1933, concluyó con el asesinato a sangre fría de 19 hombres, dos mujeres y un niño y la muerte de tres guardiaciviles por las fuerzas de la Guardia Civil y de Asalto al mando del capitán Manuel Rojas. Éste había recibido órdenes del director general de Seguridad, Arturo Menéndez, de abrir fuego “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”.

En el juicio –condenado a 21 años por 14 homicidios– dijo haber recibido órdenes de Manuel Azaña, presidente del Consejo de Ministros, de “ni heridos ni prisioneros, los tiros, a la barriga”, que se demostró falsa, a pesar del testimonio del comandante Bartolomé Barba que corroboraba la mentira. Este sujeto acababa de ser uno de los fundadores de la organización clandestina militar derechista y antirrepublicana Unión Militar Española (UME), que tendría una participación decisiva en la preparación del golpe de estado de julio de 1936. No obstante haberse demostrado la mentira de la supuesta orden de Azaña, tanto por la investigación, la comisión parlamentaria y la indagación judicial, fue una pieza de propaganda repetida sin parar hasta el final de la dictadura.

En su estudio “Desinformación contra la República: el ABC como colaborador y agitador del golpe de estado de 1936”, la periodista Lucía Noguerales analiza el contenido de piezas periodísticas significativas publicadas en el diario monárquico entre el 6 de febrero y el 19 de julio de 1936. Y su conclusión, con numerosos ejemplos, es clara: “ABC publicaba información falsa, no contrastada, magnificada o incompleta con el objetivo de apoyar a los sectores monárquicos, que se hallaban conspirando desde el momento de la proclamación de la República. Su intención era movilizar al ejército, demostrar a la sociedad que el ambiente socio-político había derivado hacia la violencia y, de esta manera, justificar la intervención militar para enderezar la situación boicoteando todo intento democratizador en España”.

Fake news al servicio de estrategias como “demonización del oponente, difusión del mito de la revolución comunista [que había pasado de tener un diputado de 473 en las elecciones de 1933 a 17 en las de 1936...], alteración del orden público, exaltación de la violencia, apelación al fraude político, alusión a la inconstitucionalidad de la República e incitación a la rebelión contra el Gobierno para la realización y justificación del golpe de Estado franquista de julio de 1936”. Las categorías más repetidas en el ABC pregolpista (y pro) son la “exaltación de la violencia” (32,76%), la “incitación a la rebelión contra el gobierno” (28,16%) y la “demonización del oponente” (15,52%).

Muchas de las expresiones de “noticias, editoriales, artículos de opinión, propaganda electoral y discursos políticos publicados” tienen paralelismo actual: así, por ejemplo, el llamamiento a la acción a “los buenos españoles” –“No es necesario para ello [dejar ”a España salva“] más que una cosa: que quieran los buenos españoles que sea así”– de entonces no difiere de la “gente de bien” del Feijóo ni del “el que pueda hacer, que haga” del Aznar de hoy.

En resumen: “El ABC, lejos de cumplir con la ética periodística de difundir información veraz, publicaba información falsificada”. “(...) el diario monárquico llevó a cabo una campaña de difamación, publicó información falsa o no contrastada, y omitió información relevante para movilizar a la opinión pública y justificar, así, un golpe de Estado que ya estaba planeado por los monárquicos desde el inicio de la República”. Prácticas que no eran exclusivas de la prensa de derechas, “pero ésta contaba con una ventaja importante y sustancial sobre la de izquierdas: tenía solidez y contaba con un respaldo económico, poderoso y táctico”.

La intencionalidad del periódico queda clara en dos informaciones que compara Noguerales: la relativa a las elecciones generales del 16 de febrero 17 de febrero de 1936, que celebraba la “tranquilidad absoluta” con que se habían celebrado: “Ni huelga, ni agresiones, ni escándalos. Todo el mundo votó como quiso, con absoluta libertad. Señálese este importante detalle en honor de los españoles, porque lo mismo que en Madrid ocurrió en toda España. Y la del 20 de febrero, cuando ya se conocía el triunfo del Frente Popular. ”Hay desde ayer un Gobierno de izquierdas (…) Ha venido en esta forma irregular, sin haber legitimado aún su título, por la irrevocable dimisión del Gobierno Portela“, por tanto, ”inconstitucional“. También nos suena.

El asesinato de García Lorca en los dos ABC

La primera noticia del asesinato de Federico García Lorca (en la madrugada del 18 de agosto de 1936, aunque el certificado de defunción lo datara en la del 19) en las páginas del ABC de Madrid apareció en la edición del 1 de septiembre en un suelto en las páginas de información deportiva, teatral y cinematográfica que, junto a los anuncios por palabras, nunca faltaron en la edición madrileña del diario. Bajo el ladillo “de provincias” se hacía eco de una noticia de la agencia Febus que recogía el rumor que circulaba en Guadix (Granada) y había sido publicado por el Diario de Albacete acerca de “el posible fusilamiento del gran poeta Federico García Lorca, por orden del coronel Cascajo”.

La noticia textual de Febus decía: “Albacete, 31 [de agosto]. Recogemos del Diario de Albacete la siguiente información: «Guadix. Rumores procedentes del frente cordobés, que no han sido hasta la fecha desmentidos, hablan del posible fusilamiento del gran poeta Federico García Lorca, por orden del general [sic] Cascajo»”, (¿Ha sido fusilado el poeta García Lorca?, La Vanguardia, 1 de septiembre de 1936).

El coronel Ciriaco Cascajo, comandante militar de Córdoba, no había tenido nada que ver en el asesinato de García Lorca como le atribuían las confusas noticias del principio. Cascajo era un militar africanista que, al mando del Regimiento de Artillería Pesada núm. 1, había sumado Córdoba al alzamiento sin grandes resistencias y que ya era conocido por su ferocidad en la represión. El republicano Guillermo Cabanellas de Torres –hijo del general Miguel Cabanellas, uno de los líderes del golpe de Estado–, que lo conoció bien antes de exiliarse a Paraguay en 1937, duda de su salud mental en su libro La guerra de los mil días: nacimiento, vida y muerte de la II República española (1973) y lo describe como “(...) hábil y sanguinario en la represión, pero tímido, vacilante y falto de condiciones militares para la guerra (...) Desde la primera hora sumerge a Córdoba en un baño de sangre que habría de durar largos días e interminables noches. El suyo es un raro problema de clínica mental”.

Hasta el 8 de septiembre no hubo más noticias sobre Lorca en el ABC madrileño. Ese día, en primera página de tipografía (la 7): “Se confirma el asesinato de García Lorca”. Se hacía eco de la crónica del corresponsal en Guadix de El Liberal de Murcia, quien recogía el testimonio de un socialista huido de Granada que no dejaba lugar a dudas por haber sido amigo del poeta y del alcalde socialista Manuel Fernández Montesinos, cuñado de Federico, quien había sido fusilado en vísperas del asesinato de Lorca. La crónica se completaba con un editorial en el que el ABC republicano expresaba su “incredulidad” ante “la barbarie” y “el odio”; el “dolor” que producía y “la certeza que sabremos vengarle”.

El día 10, La Barraca, la organización teatral fundada por García Lorca y Eduardo Ugarte en 1933 en el marco de las Misiones Pedagógicas, condenaba el asesinato, al que ya daban por cierto “ante la insistencia de los rumores”. Y comenzaban a llegar protestas del extranjero.

El 13, ABC entrevista al “camarada ministro” Jesús Hernández, comunista en la cartera de Instrucción Pública, quien expresaba el pesar del gobierno por el asesinato, cometido “por hordas de moros y aventureros que pisotean Granada”. Hacía un llamamiento a “¡que la intelectualidad universal tenga en cuenta ese horrendo crimen!” y anunciaba un homenaje que “el gobierno de la República dedicará al infortunado escritor”.

ABC recogió en los días siguientes la ola de protestas de toda la España republicana, de todo el mundo, de asociaciones de todo tipo y de personajes como Jacinto Benavente. El premio Nobel de Literatura de 1922, a quien la propaganda de Burgos había dado como fusilado en Madrid, se hallaba refugiado en Valencia desde el principio de la guerra y desde allí envió una carta para hacer contar su “adhesión a la de condena de la Sociedad de Autores contra la muerte de García Lorca”, que, por estar en Valencia, no había podido firmar.

Y hasta el día 23 ABC no cayó en la cuenta de que el Ideal de Granada del día 20 había consignado el nombre de García Lorca en la lista alfabética de “los fusilados en el día de ayer [en realidad, anteayer]” (Otra confirmación del asesinato de García Lorca, ABC, 23 de agosto de 1936).

La edición del ABC de Sevilla no informó nunca del fusilamiento de García Lorca. La única mención fue un cínico comentario de Manuel Sánchez del Arco, conocido periodista sevillano, con motivo de los desmentidos que hacía el ABC de Madrid, con hechos, declaraciones o fotografías, de las acusaciones periódicas del ABC franquista sobre asesinatos de figuras literarias de ideologías derechistas. El ABC republicano llevó a su portada la fotografía de los hermanos Joaquín y Serafín Álvarez Quintero y sus declaraciones en el interior de seguir vivos y con salud en Madrid, tras anunciar el ABC de Sevilla su asesinato, provocando la consiguiente y profunda consternación en la sociedad sevillana, patria chica de los populares comediógrafos de Utrera. Y ante la publicación en ABC de Madrid de la carta de Jacinto Benavente, a quien también habían dado por asesinado, desde Valencia sumándose a la protesta de la Sociedad de Autores por la muerte de García Lorca, Sánchez del Arco la puso en duda y aprovechó para referirse al poeta asesinado:

Insertan [“un periódico rojo”] una supuesta carta de D. Jacinto Benavente, que dicen que está en Valencia. La insertan como habilidad en torno a la muerte de García Lorca. Paz a este muerto.

“En torno a Benavente advertimos un propósito de desorientar. Ojalá viva. Sería estúpido entablar polémica sobre esto. Poco ha de vivir quien no averigüe y compruebe la verdad. Lo que desde luego afirmamos es que la carta no parece de D. Jacinto. O está muy nervioso el autor de Santa Rusia, que es la obra que ahora recuerdan únicamente los periódicos rojos cuando para hacer ruido entremezclan los nombres de García Lorca –¡paz a su alma!–, [sic, por y] Benavente –¡gloria a él si está vivo, y gloria a su memoria si cayó!–” (Se hace justicia, ABC, Sevilla, 27 de septiembre de 1936).

En ABC de Sevilla, sólo se encuentran otras cuatro menciones del poeta fusilado hasta el 1 de abril de 1939, tres de ellas anecdóticas sobre su obra y una cuarta para dar cuenta de que el Pen Club reunido en París había rehusado pronunciarse contra el asesinato, una propuesta de Corpus Barga y otros dos autores españoles. La indiferencia del Pen Club por la suerte de García Lorca en esa reunión produjo una agria polémica en el seno de la organización internacional de escritores. El 13 de octubre, el escritor británico H. G. Wells, presidente del Pen Club de Londres, informó a la prensa que a su telegrama a las autoridades franquistas, en el que decía “(...) desea con ansiedad noticias de su distinguido colega Federico García Lorca y apreciará grandemente la cortesía de una respuesta”, había recibido una escueta contestación de Espinosa, “coronel gobernador de Granada”, en los siguientes términos: “Ignoro lugar hállase D. Federico García Lorca” (Al ilustre Wells le responden los facciosos que ignoran dónde está García Lorca, ABC, 14 de octubre de 1936). La edición de Sevilla no informó de la carta de Wells ni de la respuesta de Espinosa (Tampoco es extraño: el 92% de las informaciones aparecidas en el ABC franquista procedían de la Deutsches Nachrichtenbüro, la Agencia Alemana de Noticias del nazismo...).

El periodista tinerfeño José María Benítez Toledo, que firmaba Juan de Aguirre, lamentaba la desidia internacional e intuía con lucidez el precio que iban a pagar: “Lo que no quisieron aprender las democracias en nuestro drama tendrán que empezar a comprenderlo en el suyo” (Inglaterra, Francia y el fascismo, ABC, 25 de junio de 1937.

Como fusilamiento, la edición sevillana de ABC no mencionó la muerte de García Lorca hasta el 19 de octubre de 1976 –con la salvedad de unas declaraciones de Franco al diario mexicano La Prensa en noviembre de 1937 que reprodujo ABC de Sevilla en enero de 1938, en las que a la pregunta sobre el fusilamiento de Lorca, Franco contestó: “Ese escritor murió mezclado con los revoltosos. Son los accidentes naturales de la guerra (...) Queda dicho que no hemos fusilado a ningún poeta” (ABC de Sevilla, 6 de enero de 1938)–. Más diligentes, la primera mención del asesinato en el ABC de Madrid desde que fue recuperado por los Luca de Tena al final de la guerra civil, data del 21 de septiembre de 1975, treinta y ocho años después del crimen y con un Franco haciendo las maletas para embarcarse en su última singladura, la del río Lete.

Un viejo y partidario adagio periodístico madrileño sostenía que una noticia no lo es “hasta que aparece en ABC”, ya se ve que con desprecio de la realidad. El asesinato de Federico García Lorca fue noticia para el mundo entero aunque no lo fuera para el ABC. Para Federico García Lorca lo fue incluso seis antes de su asesinato, que intuyó en el poema Fábula y rueda de tres amigos (en Poeta en Nueva York, escrito en 1930 y publicado en México y Estados Unidos en 1940):

Cuando se hundieron las formas puras

bajo el cri cri de las margaritas,

comprendí que me habían asesinado.

Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,

abrieron los toneles y los armarios,

destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.

Ya no me encontraron.

¿No me encontraron?

No. No me encontraron.

Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,

y que el mar recordó ¡de pronto!

los nombres de todos sus ahogados.