Una vez formado el nuevo Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos, los principales líderes territoriales del Partido Popular quieren que su formación política actúe con moderación y abandone la deriva extremista protagonizada por su líder, Pablo Casado, desde la última noche electoral en la que el PP mejoró el resultado del 28A –el peor de su historia–, sin lograr en cambio llegar a la Moncloa.
El objetivo de la mayoría de los barones es que se construya una alternativa centrada que pueda ganar a la izquierda las próximas elecciones generales, recuperando para sus siglas a aquellos votantes fugados a Vox y Ciudadanos e incluso a socialistas “descontentos”.
Algunos de esos líderes autonómicos aprovecharon este lunes la celebración de la Junta Directiva Nacional del PP –máximo órgano entre congresos– en Madrid para reivindicar esa centralidad ante Casado. Pero tal y como hizo durante la bronca sesión de investidura de principios de mes, el líder de los populares decidía desoír los llamamientos a la moderación, volvía a recurrir al insulto y a la descalificación contra el nuevo Ejecutivo y acusaba a la “propaganda” del PSOE de querer trasladar una imagen “radical” de su partido.
Los barones decidieron realizar sus reivindicaciones internas ante los medios y no cara a cara ante el propio Casado. Según explicaron fuentes de la dirección nacional del PP ninguno de ellos pidió la palabra durante la Junta Directiva, que se celebró a puerta cerrada y en la que intervinieron el presidente del partido, el secretario general, Teodoro García Egea, y dos vicesecretarios que anunciaron su salida, los exministros de Rajoy Isabel García Tejerina y Rafael Catalá, que empezarán a trabajar en la empresa privada.
“Con firmeza y sentido de Estado”
Justo antes de entrar a la reunión, Feijóo recalcaba que en estos momentos en los que el “extremismo se ha apoderado de la política en España” y está “instalado en el Consejo de Ministros”, se necesita “firmeza y sentido de Estado”. “Estoy convencido de que el PP, que es un partido de Estado, va a ejercer la oposición con firmeza y sentido de Estado porque el sentido de Estado se ha perdido, ya no existe lamentablemente en el PSOE actual ni en el Consejo de Ministros”, apuntaba.
Sus apelaciones a la moderación tienen una explicación, según reconocen miembros de la dirección del PP. Galicia celebrará elecciones autonómicas este año y, para revalidar su mayoría absoluta, Feijóo necesita “ensanchar el electorado” hacia el centro y a la izquierda. Aunque Vox y Ciudadanos no hayan logrado representación por Galicia, el líder gallego y otros dirigentes del PP temen que la división de la derecha en tres reste votos a los populares y dificulte la revalidación de la victoria en uno de sus feudos tradicionales.
El presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, indicaba, por su parte, que la “hoja de ruta” de su partido como principal partido de la oposición debe basarse “en la moderación” pero también en la “contundencia y el compromiso con la libertad”. “Seremos más importantes que nunca y los garantes y defensores de que el Gobierno respete el interés general”, subrayaba, a las puertas de la sede nacional del partido.
Frente a la ruptura total con el PSOE que defiende Casado, tanto el líder del PP en Extremadura, Antonio Monago, como la de la Comunidad Valenciana, Isabel Bonig, defendían el diálogo con el nuevo Ejecutivo. Monago abogaba por alcanzar acuerdos con el Gobierno “para lo que sea esencial para el país”, si bien insistía en que su partido tiene que hacer “oposición y ser vigilante desde el minuto uno”. “La mano tiene que estar tendida para los grandes asuntos del Estado”, zanjaba Monago, que reconocía al Ejecutivo como “legítimo desde el punto de vista del derecho”.
La judicialización de la política
En el mismo tono conciliador, Bonig defendía al PP como “un partido responsable” que “tendrá que dejar” un margen de 100 días al nuevo Gobierno para valorar su gestión, si bien reconocía que no le gustan algunos de los nombramientos de Pedro Sánchez. Pero la máxima líder del PP en la Comunidad Valenciana insistía en que su partido será “leal” al Gobierno “cuando tenga que ser leal y firme y contundente cuando tenga que serlo”. Frente a los 100 días que reclama la dirigente valenciana, Casado se apresuró a pedir la dimisión de Sánchez la misma noche de las elecciones.
El presidente del PP cree y reivindica la bronca estrategia de oposición defendida por él las últimas semanas, que le llevó a utilizar la sesión de investidura de Sánchez de los días 4, 5 y 7 de enero para crispar el clima político insultando al nuevo presidente –al que llamó “sociópata”, “presidente fake” o “mentiroso”– y acusándolo de formar un Gobierno “en contra de la Constitución” compuesto por “independentistas, comunistas y batasunos”.
El líder del PP mantiene su plan para seguir judicializando la política y de recurrir ante los tribunales cualquier decisión del nuevo Gobierno que no le guste. El último paso en ese camino será el recurso ante el Tribunal Supremo contra la designación de la exministra Dolores Delgado como fiscal general del Estado anunciado este mismo lunes por Casado en rueda de prensa, al considerar que el Ejecutivo “ataca” la separación de poderes.
Para el presidente de los populares los insultos y la oposición sin tregua que se ha planteado contra Sánchez no tienen por qué interpretarse como una radicalización del PP. Es más, Casado culpaba este lunes a la “propaganda generosamente subvencionada” de la izquierda de querer difundir su nuevo viraje a la derecha: “Se trata de hacernos el retrato de la derecha dura, crispadora, desagradable, instalada en el 'no es no' (curiosa paradoja), incapaz de digerir que es la izquierda la que gobierna”.
Del “respeto” al insulto
A renglón seguido, volvía a llamar “ultra” al nuevo Gobierno. “Es ultra porque ha rebasado líneas que no se pueden rebasar. Porque ultra es quien atenta contra la legalidad, la igualdad, la tolerancia, la propiedad privada, el libre mercado, la libertad individual y de prensa, y todo eso es lo que anunciaron que quieren revisar los partidos que votaron a Sánchez. Ese Gobierno y sus antenas pretenden encubrir su propia deriva radical diciendo que no es que él se haya movido a la extrema izquierda, sino que nosotros nos movemos hacia la derecha”, lamentaba.
Quienes acusan al PP de “crispar”, añadía Casado, quieren que el PP “se rinda a este Gobierno radical. Pero no lo haremos”, advertía. “Nosotros nunca vamos a contribuir a la espiral de división y de enfrentamientos que una vez más la izquierda quiere desencadenar. Pero nos vamos a oponer a ella y la vamos a denunciar con la intensidad que en cada momento se necesite. No podemos renunciar a nada de lo que nos corresponde como oposición para defender eficazmente los intereses de los españoles”, señalaba, aventurando que no tiene intención de cambiar de estrategia.
En la misma frase, Casado se presentaba como adalid del respeto y descalificaba a quienes apoyan al Gobierno: “Yo procuro respetar a todo el mundo. También a los que piensan que Sánchez lo hará bien. Pero con todo respeto a esos ingenuos, dejen que los realistas vayamos preparando la alternativa”, advertía.
“Yo no voy a liderar un PP ni desestabilizador ni bronco ni que pierda de vista sus obligaciones institucionales y de Estado ni que haga escraches a nadie ni que llame asesino a nadie, como hacían con nosotros. Pero no voy a liderar un PP ingenuo ni incauto, porque las consecuencias de eso las pagarían los españoles. Voy a defender un PP firme y en su sitio, un PP centrado en las cuestiones esenciales para España, un PP propositivo y realista”, remachaba.
Un “único” PP
Pese a mostrarse contrario a los escraches y a los insultos de “asesino”, Casado obvia que miembros del PP como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, asistieron a la manifestación contra el Gobierno durante la sesión de investidura que llegó a cercar el Congreso. O que mientras durante el pleno del primer fin de semana del año intervino la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, desde la bancada popular le gritaron “¡asesinos!”.
Ante la diferencia de discursos entre los sectores moderados del PP representados por los barones y los más radicales del grupo aznarista del que forman parte la portavoz del partido en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, y otros de los dirigentes más cercanos a Casado, el líder de los populares se veía obligado a hacer una llamada a cerrar filas entorno a su presidencia.
Según él, “no hay un Partido Popular duro ni un Partido Popular blando. Hay un único Partido Popular. Pretender explicar la historia del Partido Popular dividiéndonos entre duros y blandos es como intentar explicarla dividiéndonos entre altos y bajos o entre rubios y morenos. Se pretende crear la idea de que el problema del PP se expresa en una tensión entre radicalidad y moderación, entre halcones y palomas. Pero yo no estoy de acuerdo. No solo porque no me reconozca en ninguno de esos dos perfiles sino porque ese es un debate falso”, zanjaba.