Los barones del PP presionan a Casado para un giro al centro tras el triunfo de Feijóo y con la vista puesta en las catalanas
Las elecciones del 12J han supuesto un duro golpe para la estrategia del líder del Partido Popular, Pablo Casado. Los comicios confrontaban los dos modelos políticos en liza dentro del partido desde las primarias de 2018: el perfil moderado del presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la reelección, Alberto Núñez Feijóo, y el más derechista que defiende Casado, que se expuso de lleno para las elecciones vascas imponiendo la coalición con Ciudadanos y un candidato propio, Carlos Iturgaiz, vinculado al sector cercano al expresidente del Gobierno José María Aznar, padrino político del actual líder del PP. El domingo las urnas dieron una contundente victoria a Feijóo, que reforzó su mayoría absoluta –la cuarta consecutiva– y derrotaron a la coalición PP+Cs en Euskadi, la gran apuesta de Casado, que perdió cuatro de los nueve escaños que lograron los populares en 2016, cuando se presentaron en solitario.
La lectura interna de la noche electoral realizada por los principales barones del PP es que la fórmula que les permite ganar elecciones es la de una propuesta moderada como la que trata de representar Feijóo. Durante toda la campaña, el presidente gallego escondió las siglas de su propio partido y se presentó como un candidato independiente de las consignas de Casado, cuya estrategia de los últimos meses ha estado marcada por un giro a la derecha y el discurso bronco y crispado contra el Gobierno.
El 12J supone así un claro triunfo de los dirigentes más centristas del PP como la vicepresidenta del Congreso Ana Pastor, a la que en plena precampaña Casado colocó como principal rostro visible del partido en la negociación con el Ejecutivo para la reconstrucción tras la pandemia, y a la que se pudo ver haciendo campaña por Feijóo en Galicia. Los derrotados en las urnas son, en cambio, los dirigentes más escorados a la derecha que fueron grandes apuestas de Casado, como la portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo –impulsora del acuerdo con Ciudadanos que ha estado desaparecida durante toda la campaña– o el secretario general, Teodoro García Egea, enfrentados a su vez por diferencias principalmente estratégicas.
En este escenario dibujado por el resultado del 12J, los barones ya han comenzado a presionar a la dirección nacional de su partido –con la que se reunirán el miércoles en el Comité Ejecutivo previsto en Génova 13– para que la apuesta por la moderación sea la que triunfe internamente de cara a la próxima cita con las urnas, las elecciones catalanas adelantadas por el president de la Generalitat, Quim Torra, que se celebrarán en los próximos meses pero que aún no tienen una fecha concreta.
Nada más conocerse los primeros datos del escrutinio de los comicios gallegos y vascos de este domingo, los dirigentes territoriales con más peso interno se apresuraron a destacar ese perfil moderado de Feijóo, el claro vencedor de la noche. “Galicia gana con Feijóo. Su experiencia, equilibrio y moderación son el mejor aliado para afrontar con seguridad un futuro exigente”, advertía el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, en un mensaje en su perfil personal de Twitter. “Esta noche ganan todos los gallegos, gana la centralidad, la experiencia y la eficacia en la gestión. Hacer bien las cosas, pensando en mejorar la vida de las personas, siempre da resultado”, destacaba, por su parte, el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco.
Este lunes de resaca electoral, Feijóo reivindicaba también su independencia respecto a la dirección nacional del PP. “Galicia votó lo que le dio la gana. Los gallegos no queremos ni tutelas ni tutías”, aseguraba, parafraseando al histórico presidente gallego y fundador del PP, Manuel Fraga, que utilizaba esa misma expresión para reivindicar su autonomía orgánica y una voz propia, con un marcado acento galleguista, dentro de su propio Partido Popular. Pero ante los eternos rumores sobre su posible irrupción en la política estatal en los próximos años, que podría estar ahora más que justificada por su histórica victoria en las urnas, Feijóo insistía en que prevé cumplir su “contrato” y estar al frente de la Xunta hasta 2024. “Haré todo lo que esté en mi mano, desde ahora hasta el final de la legislatura, para que millones de gallegos se vuelvan a reconciliar con la política útil”.
Pese al perfil propio que trata de mantener Feijóo en todo momento, la dirección nacional del PP intenta desde la noche electoral atribuirse la victoria en Galicia –el domingo, García Egea habló del “modelo Casado-Feijóo”– con el objetivo de legitimar el liderazgo de Casado, fuertemente dañado por el revés que sufrió su principal apuesta: la coalición con Ciudadanos en Euskadi. Casado, que no hizo mención al resultado de su partido en el País Vasco este lunes, durante un homenaje a Miguel Ángel Blanco –centrado en denunciar el crecimiento de EH Bildu– y su equipo huyen también de la autocrítica, justifican la fuerte caída en las elecciones vascas en un “contexto complejo” e insisten en repetir la alianza con el partido de Inés Arrimadas también en Catalunya, pese al riesgo de que el PP catalán acabe desdibujado en una coalición que, a diferencia del caso vasco –donde el PP sí tenía previa representación parlamentaria–, estaría liderada por la formación que se dice “liberal”, que fue la primera fuerza en las últimas elecciones autonómicas.
Unión del “constitucionalismo” frente al auge de los “separatistas”
Ciudadanos también apuesta por la alianza con el PP en Catalunya por el temor a que los “nacionalistas” y “separatistas” –el PNV y EH Bildu fueron los claros vencedores en Euskadi y el BNG logró el 'sorpasso' al PSOE en Galicia, situándose como segunda fuerza– sigan creciendo en el conjunto del Estado. Además, Arrimadas es consciente de que ya no se volverá a repetir su histórica victoria de diciembre de 2017. De momento, sin embargo, fuentes del partido que se dice “liberal” prefieren no dar nada por seguro y dejan la puerta entreabierta a la posibilidad de concurrir con el PP a esos comicios catalanes.
“En Catalunya todavía no hay elecciones convocadas, pero nosotros vamos a trabajar y a poner sobre la mesa todas las fórmulas posibles para que ningún voto constitucionalista se pierda o vaya a la basura”, aseguraba este lunes en rueda de prensa la portavoz de Ciudadanos, Melisa Rodríguez. “Viendo los resultados que ha sacado el nacionalismo, tenemos menos dudas que nunca de que el constitucionalismo tiene que ir unido en aquellos territorios donde sea necesario”, abundó, por su parte, el secretario de Organización de Ciudadanos, Borja González, mostrándose más proclive a la idea.
Pese al mal resultado que cosechó la coalición PP+Cs en Euskadi –una alianza a la que siempre se opuso el exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera–, el partido de Arrimadas no ha disimulado su satisfacción por haber logrado entrar por primera vez en el Parlamento vasco al menos con un diputado por Álava. Este lunes, Melisa Rodríguez calificaba la obtención de ese escaño como un hecho “histórico” y ponía en valor la presencia de su partido en esas listas conjuntas en un territorio que siempre les ha sido hostil, algo que a su juicio ha demostrado que era “bueno” para las dos formaciones “constitucionalistas” porque juntas “sumaban”.
Al igual que hizo la noche anterior el candidato Carlos Iturgaiz, la portavoz nacional de Ciudadanos optaba por obviar el batacazo y destacaba que los resultados en Euskadi fueron al final “mejores” de lo que les daban muchas encuestas. La dirección nacional de Ciudadanos no lo reconoce públicamente pero la sustitución de Alfonso Alonso por un perfil tan duro como el de Iturgaiz nunca les pareció buena idea. Sin embargo, acataron la decisión de Casado, conscientes de que el pacto firmado les beneficiaba y les aseguraba en el peor de los casos al menos un diputado, como así ha sido.
En Galicia, los de Arrimadas, que aspiraban a un escaño por Pontevedra, reconocen la derrota sin paliativos dado que hasta Vox les ha triplicado en votos. Ese mal resultado lo achacan a que se presentaban con una nueva candidata sin apenas rodaje y con escaso conocimiento por parte del electorado. Pero, sobre todo, al fracaso de una alianza similar a la de Euskadi con Feijóo, que se negó a abrirles las listas en su feudo, al argumentar que en Galicia el centro derecha ya estaba agrupado en el PP.
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