CRÓNICA

Los barones del PSOE se organizan para evitar veleidades y convulsiones orgánicas tras el resultado del 23J

Esther Palomera

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Secretario general del PSOE de Madrid, diputado autonómico, portavoz socialista en la Asamblea de Madrid, presidente del Grupo Parlamentario Socialista y tras la próxima constitución de las Cortes Generales, senador por designación autonómica. Con ustedes, Juan Lobato. El líder de los socialistas madrileños relega su labor de oposición en el Parlamento regional, donde su partido no consiguió siquiera recuperar la segunda posición del tablero en el 28M, y se instala en la Cámara Alta. Dicen los suyos que lo hace en busca de foco para el post 23J. No es el único. Todos los secretarios generales del PSOE piensan en posibles escenarios orgánicos en el PSOE para después de las elecciones generales y todos han empezado a tomar posiciones, a la espera de lo que arrojen las urnas.

El caso de Lobato es único porque nunca hubo un secretario general en el socialismo madrileño que acumulara tanto cargo público y que, tras perder unas elecciones autonómicas con tanta contundencia, navegara por las procelosas aguas del socialismo con pretensiones más allá del perímetro madrileño. Cuentan que el que fuera alcalde de Soto del Real y sucediera a Ángel Gabilondo como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid se ve con volumen suficiente para ser un referente de la política nacional y que busca visibilidad. No será por el respaldo electoral ni porque el socialismo no tenga trabajo por delante ante el huracán Ayuso. 

Su aportación al socialismo madrileño en términos electorales entre las elecciones de 2021 y las de 2023 han sido exactamente 1.674 votos en toda la región. En 2019, con Gabilondo como candidato del PSOE, la marca sumó 884.218 votos, un 27,30% y 37 escaños en un parlamento en el que aún estaban Podemos y Ciudadanos. En 2023, con Lobato al frente de la candidatura, el resultado fue de 614.296 papeletas, un 18,17% y 27 escaños. Y esto aún después de que Podemos desapareciera del mapa electoral y se quedara sin representación. Ciudadanos ya había desaparecido en 2021.

Si el foco se pone sobre la ciudad de Madrid, Lobato se quedó el pasado mayo en 268.090 papeletas frente a las 419.04 que Gabilondo sumó en Madrid capital en 2019. Dicho de otro modo: perdió 150.974 votos. Reyes Maroto, una candidata para la Alcaldía a priori desconocida y cuya elección por parte del presidente del Gobierno fue cuestionada por el propio equipo Lobato, subió de 224.074 a 274.564, es decir 50.490 votos y se impuso a Lobato también en la ciudad de Madrid. En su entorno, la lectura se quedó tras el 28M en que había subido cuatro escaños respecto a 2021, pese a que no logró arrebatar a Más Madrid, que mantuvo la segunda posición, el liderato de la oposición. El caso es que ahora abandona parcialmente la oposición en la Comunidad de Madrid y deja el camino expedito de la izquierda en la Asamblea madrileña a Mónica García, que sí se queda en Madrid y ha delegado en Carla Antonelli la representación madrileña de su marca en el Senado. 

Malestar en Ferraz con el líder de Madrid

Pese a sus pretensiones, que en el socialismo madrileño creen que “están muy por encima de sus posibilidades reales”, lo cierto es que la acumulación de cargos de Lobato ha caído como una bomba de relojería en la sempiterna convulsa federación, pero también en la dirección federal. De hecho, el secretario general del PSOE de Madrid tomó la decisión de erigirse en senador por designación autonómica en contra del criterio de la secretaría de Organización y después de que su responsable, Santos Cerdán, se lo desaconsejó explícitamente. La decisión ha destapado otra vez la caja de los truenos y ya hay quien apuesta por que el futuro orgánico de Lobato en Madrid no llegará a 2027. Se verá en el próximo Congreso regional, que llegará después del federal, como en el resto de territorios.

Lobato no es el único secretario general en todo caso que desembarcará en los próximos meses en el Senado. Por motivos diferentes, pero también lo harán el valenciano Ximo Puig, el aragonés Javier Lambán y es probable que también lo haga el extremeño Guillermo Fernández Vara, que no tomará la decisión hasta la noche del 23J. Puig y Lambán, que han anunciado ya su decisión de abandonar la primera línea política en sus respectivos territorios tras perder el poder institucional, adquirirán también la condición de senadores por designación autonómica. Y allí permanecerán, como mínimo, hasta que se despeje el futuro orgánico del PSOE tras el 23J en caso de derrota de Pedro Sánchez. 

Los tres, a diferencia de Lobato, han sido presidentes autonómicos hasta el 28 de mayo y los tres son partidarios de intentar, con su presencia y su trabajo, imprimir al Senado la condición de auténtica Cámara territorial para la que fue concebida. Pero a nadie se le escapa tampoco que su decisión tiene una lectura interna dentro del PSOE, que tendrá que afrontar cambios en sus estructuras orgánicas territoriales el próximo otoño en prácticamente todos los territorios, excepto en Castilla-La Mancha, donde Page mantiene la mayoría absoluta; en Navarra, donde seguirá María Chivite, y en Catalunya, donde la continuidad de Illa al frente del PSC –que tiene otros tiempos y otros estatutos por ser un partido jurídicamente distinto al PSOE– está más que garantizada. Todos se han conjurado para que, pase lo que pase, el socialismo no se abra en canal tras las elecciones generales.

La situación en el resto de territorios es de incertidumbre hasta que se despeje el resultado del 23J y se conozcan los planes orgánicos de Pedro Sánchez. No será lo mismo una posible derrota sin paliativos a un escenario en el que la marca se mantenga en los siete millones de votos que sumó hace cuatro años y sobrepase el umbral de los 100 escaños. Un escenario u otro determinará si esa misma noche el PSOE decidirá, no sólo sobre la continuidad de Pedro Sánchez al frente de la secretaría general, sino también si el partido estará dirigido por una gestora o si habrá un congreso extraordinario. 

Todo está en el aire, menos la voluntad de los barones que perdieron el poder institucional tras el 28M a estar presentes y muy vigilantes en Madrid para que el partido no entre en convulsión ni en una guerra fratricida y que todo se haga sin veleidades, de forma ordenada y en la medida de lo posible consensuada. De eso, y de erigirse también en referentes del modelo territorial, va el desembarco de los barones socialistas en el Senado, y no de que ninguno esté pensando en que el futuro del socialismo pase por ellos, pero tampoco por quien como Lobato se ve dispuesto a todo o ya tenga esbozados los cambios y hasta quién puede y quién no ser el relevo. El primero que de un paso al frente sin esperar a los tiempos corre el riesgo de no participar siquiera en la carrera. Y haberlos, haylos.