Podría haber pasado a la historia como el perjuro –así le llamó el búnker–; pero el harakiri de las Cortes franquistas en 1976 vino a absolverle del juramento a los Principios Fundamentales del Régimen que hizo en 1969 y de la promesa de mantener el legado que pronunció tras la muerte del dictador. Podría haber pasado a la historia como el demiurgo de la Transición, como los escribas de la Corte relataron al elegir a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Podría haber pasado a la historia como el salvador de la democracia, por su intervención a altas horas de la noche desmarcándose de un 23F que ya parecía agonizar. Pero, en un país que durante décadas se declaró más juancarlista que monárquico, Juan Carlos, como tantos Borbones antes que él, será recordado por tener dinero en Suiza para escatimar impuestos al Estado cuya jefatura desempeñaba, por borbonear en la vida política y económica, por las comisiones de dictaduras árabes y, en su caso particular, por matar elefantes. Y también por abdicar en 2014 rodeado de los escándalos en favor de su hijo, Felipe VI.
Acaba de conocerse que la Fiscalía suiza está siguiendo la pista de una supuesta donación de 100 millones de dólares recibida por el rey Juan Carlos I de su homólogo en Arabia Saudí, Abdullah bin Adbul Aziz Al Saud, según informaba el diario suizo Tribuna de Ginebra. Este “obsequio”, tal y como lo describen los investigadores suizos, se habría depositado en una cuenta abierta en el banco privado Mirabaud a nombre de la fundación Lucum, cuyo único beneficiario sería el rey emérito.
Siempre según este diario, Juan Carlos I retiró dinero durante varios años de esa cuenta y, en 2012, regaló los 65 millones de euros que quedaban a su expareja Corinna Larsen a través de otro banco suizo con sede en las Bahamas. También habría cedido otro millón a una ciudadana suiza con la que habría mantenido una relación. Ambas donaciones habrían tenido lugar en pleno escándalo por su viaje de caza en Botsuana con Larsen, cuando el banco le urgió a sacar los fondos de la entidad por una cuestión de “reputación”. Según el abogado de Corinna, dicha donación habría sido “un regalo” de Juan Carlos.
100 millones de dólares. Un rey saudí. Y Juan Carlos. Tres sospechosos habituales recurrentes en la vida del ex jefe del Estado. Como relata Rebeca Quintans en Juan Carlos I, biografía sin silencios (Akal, 2015), “la familia real con la que ha mantenido una afición más larga y fructífera Juan Carlos es la de Arabia Saudí. [...] La confraternidad de Juan Carlos fue especialmente próxima con el rey Fahd bin Abdelaziz al-Saud, ya desde que éste era príncipe heredero y hasta su muerte siendo monarca en 2005. A él debía Juan Carlos multitud de favores constantes y sonantes, como los 100 millones de dólares que le prestó durante la Transición y que el Borbón nunca entendió que tenía que devolver, o el regalo de su segundo yate Fortuna, en 1979”.
No es la primera vez que el nombre Juan Carlos aparece vinculado a una cuenta en Suiza. Ni siquiera es la primera vez que un Borbón figura con una cuenta en Suiza. Su padre, Juan de Borbón, que había renunciado a sus derechos dinásticos y tenía grabada en la memoria el exilio en Estoril sin corte ni corona, legó a su hijo Juan Carlos 375 millones de pesetas en una cuenta suiza.
Según reveló el diario El Mundo, el conde de Barcelona dejó a sus hijos bienes y fondos por un valor de 1.100 millones de pesetas tras su muerte, el 1 de abril de 1993. La mayor parte de ese patrimonio se encontraba en tres cuentas en Suiza, dos en Lausanne y una en Ginebra. En ellas había fondos depositados por un valor de 728,75 millones de pesetas, que al cambio actual, y aplicando el IPC de estos últimos 20 años, serían unos 7,85 millones de euros. A esa cantidad se sumaría un patrimonio inmobiliario cercano a los 350 millones de pesetas, entre el que destacan el chalet familiar de Puerta de Hierro en Madrid, un edificio en la Gran Vía de la capital y un apartamento en la ciudad portuguesa de Estoril.
Tal y como afirmaba El Mundo, el grueso de las cantidades depositados en las cuentas suizas de Juan de Borbón acabó en manos del rey. En concreto, unos 375 millones de pesetas. Juan Carlos de Borbón los recibió a través de tres cheques que fueron ingresados el 21 de octubre de 1993, momento en el que se procedió al reparto de la herencia, en la cuenta 10.031 de Sogenal –Société Générale Alsacienne de Banque–, de Ginebra.
Buena parte de los fondos que recibió el rey procedían de una de las cuentas de Lausanne denominada en el testamento “cuenta de usufructo”. Esta cuenta, de la Société de Banques Suisse, fue parcialmente vaciada, pero siguió abierta con un saldo de 24 millones de pesetas. Los albaceas recomendaron al rey y sus hermanas, que recibieron 172 y 131 millones cada una, que no repatriaran la fortuna para no levantar sospechas sobre el patrimonio del conde de Barcelona, de quien siempre se dijo que no contaba con importantes bienes.
Patrimonio oculto
Juan de Borbón no ha sido el único con cuentas en Suiza. La familia de su primo Alfonso de Borbón –tío de Juan Carlos–, también, como se detalla en su testamento: una tía del rey Juan Carlos, su primo e infante de España Carlos de Borbón y dos de sus hijos mantenían bienes opacos al fisco español hasta 2012. El dinero procede de cuentas en Suiza y una parte tiene su origen en la herencia de María Cristina de Borbón-Parma, fallecida en 2009: los Borbón-Dos Sicilias ocupan el primer puesto de la línea de sucesión de la Corona española tras los descendientes del rey Juan Carlos.
Alfonso de Borbón –uno de los catorce nietos legítimos de Alfonso XII– murió en 1964 y dejó en herencia 90 millones de pesetas: el equivalente hoy a 17 millones de euros, descontada la inflación.
Alicia de Borbón Parma, esposa de Alfonso de Borbón, y su hijo, Carlos de Borbón-Dos Sicilias –infantes reales– y dos primos del rey Felipe VI –Pedro de Borbón-Dos Sicilias y su hermana Cristina de Borbón-Dos Sicilias– regularizaron, en 2012, 4.000.816 euros procedentes de cuentas en el banco suizo Lombard Odier gracias a la amnistía fiscal que planteó entonces el Gobierno de Mariano Rajoy. En total, esta rama de la saga de los Borbones pagó 73.437 euros en impuestos por hacer aflorar ese dinero escondido en un sucursal de Ginebra. La cuota abonada en la Declaración Tributaria Especial representa el 1,84% de los fondos que guardaban esas cuentas secretas.
El patrimonio oculto de los Borbones fue destapado con 'Los Papeles de la Castellana', una investigación conjunta de las redacciones de eldiario.es, La Marea y Diagonal a partir de una documentación remitida al buzón seguro filtrala.org. Varios despachos de asesoría tributaria ubicados en La Castellana, el distrito financiero de Madrid, manejaban expedientes en los que constan estas operaciones y ponen al descubierto las fórmulas que distintas empresas y fortunas españolas han utilizado para ocultar su patrimonio en el extranjero.
En el caso de la saga de los Borbón-Dos Sicilias, parte de los fondos que guardaban en una sucursal bancaria de Ginebra procedía de la herencia de María Cristina de Borbón-Parma Habsburgo, tía del rey emérito Juan Carlos, fallecida en Viena en 2009.
Inés de Borbón, hermana de Carlos de Borbón, prima de Juan Carlos, también cobró en bancos suizos dos herencias valoradas en 6 millones de euros. Imputada por blanqueo en la trama Púnica, ocultó al juez el detalle de sus cuentas: “En casa nos enseñaron a no hablar de dinero”, ha afirmado. Los investigadores tienen pruebas de que parte del dinero que entregaba a Inés de Borbón un ejecutivo de una entidad de Ginebra procedía de la trama de Granados y Marjaliza.
Con este familiar serían cinco los miembros conocidos de los Borbón que se han acogido a la amnistía fiscal.
Juan Carlos y su hermana Pilar
La biografía del rey Juan Carlos camina en paralelo al manejo de dinero que su hermana, Pilar de Borbón, almacenó de manera opaca a través de una sociedad offshore registrada como “Delantera Financiera”, según datos que obtuvieron laSexta y El Confidencial junto con el Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ): Pilar de Borbón accede a la presidencia de la empresa en agosto de 1974, cuando el dictador Francisco Franco estaba ingresado por una flebitis y por primera vez el rey Juan Carlos tomaba las riendas de la Jefatura del Estado de forma provisional. La sociedad se cerró apenas cinco días después de la proclamación del rey Felipe.
Pero hay más casualidades que relacionan la biografía del rey Juan Carlos con la sociedad que su hermana tuvo en Panamá. El 21 de octubre de 1993, cuando el rey Juan Carlos recibe los 375 millones de pesetas procedentes de la fortuna que su padre había guardado en una cuenta en Suiza, Pilar de Borbón –que también heredó– y su marido, Luis Gómez-Acebo, abandonan la presidencia y la secretaría de la entidad para dejar en manos del despacho de abogados Gómez-Acebo y Pombo la intermediación de la sociedad.
Se trataba de hacer más opaca aún la dirección de la compañía offshore. eldiario.es preguntó en Zarzuela si la sociedad panameña ha servido para guardar dinero del rey Juan Carlos. Como única respuesta la Casa Real ofreció un silencio que justifican al afirmar que “el caso no afecta a ningún miembro de la familia real”. La medida de la fortuna del rey Juan Carlos ha estado tradicionalmente rodeada de opacidad. El diario New York Times calculó que los bienes del monarca ascendían a 2.300 millones de dólares, sin que sea posible realizar una comprobación de esa cifra con información pública. Zarzuela publica con regularidad los salarios de los miembros de la familia real pero no da información alguna sobre los bienes y depósitos que poseen.