Después de sacar partido de las víctimas del terrorismo, el Partido Popular ha pasado a exprimir a los enfermos de ELA. Algo se podrá sacar de ellos. El motivo importa poco, pero el de esta ocasión cuenta con amplias dosis de diversión. Y qué puede haber más entretenido y que obsesione tanto a los políticos como la televisión. Eso era todo lo que necesitaba el miércoles en el Congreso Alberto Núñez Feijóo –admitámoslo, no es una estrella del humor– para cargar contra el fichaje de David Broncano por TVE.
“Entre el programa que quiere llevar a las noches de TVE más los pinganillos que han traído a este Parlamento, se financiaba la ley ELA y sobraba dinero”, dijo Feijóo en un debate supuestamente centrado en la política exterior. Si parece un exceso demagógico que serviría para descalificar cualquier gasto decidido por cualquier Gobierno o empresa pública, no crean que fue un desliz o un chiste improvisado.
Al PP, el símil le pareció fantástico. Isabel Díaz Ayuso lo repitió en la sesión de control del jueves de la Asamblea de Madrid: “Sólo con el contrato de Broncano en TVE se podría haber pagado el sueldo a 400 médicos durante un año o el tratamiento de 600 pacientes de ELA”.
Imagina lo que se podría pagar con los 1.200 millones que su Gobierno perdonó a los ciudadanos más ricos con la bonificación en el Impuesto de Patrimonio.
Ayuso se ha metido en la pelea en su calidad de ‘community manager’ de la derecha que consigue arrastrar un montón de comentarios. Su intervención nos permite recordar otro gasto mucho mayor con una rentabilidad social que aún está en el aire. El hospital fantasma Zendal, la gran obra faraónica de Ayuso, costó cerca de 200 millones de euros y tuvo en 2022 sólo tres ingresos de pacientes al día de media. Ha estado permanentemente infrautilizado desde su construcción.
El chiste malo hay que hacerlo al revés. ¿Cuántos programas televisivos de humor se podrían hacer con lo que ha costado un Zendal vacío?
Lógicamente, la discusión tiene mucho de absurdo. Comparas todo el gasto que se dedique a cosas que te parecen prescindibles o negativas y ya tienes razones para escandalizarte. Hay mucha gente de izquierda a la que le gustaría disolver el Ejército y dedicar el dinero a contratar a personas que no vayan de uniforme, médicos, maestros, ese tipo de gente. Eso no quiere decir que vaya a ocurrir, pero al menos da para un tuit lleno de rabia y frustración.
No menos ridículo es pensar que los programas de entretenimiento de TVE tendrían que cumplir tres requisitos: costar muy poco dinero, hacerse únicamente con personal fijo de la casa y disfrutar de un gran éxito de audiencia. No hay que ser un derrotista para pensar que las tres cosas al mismo tiempo no parecen posibles. Pero, como todo español alberga en su interior un entrenador de fútbol y un director de programas de televisión, es inevitable que haya muchas opiniones al respecto.
Lo peor de todo lo que ha rodeado al fichaje de Broncano no está en su futuro programa ni en su coste, sino en lo que ha revelado del funcionamiento de RTVE. Una presidenta interina como Elena Sánchez enfrentada a la cúpula directiva de la cadena. Una votación en la que Sánchez no vota a favor de la programación que antes apoyó. Una jornada de los cuchillos largos que acaba con el cese de la presidenta y del director de Contenidos, José Pablo López, enfrentados a muerte. Votaciones sucesivas en el Consejo de Administración, cuyos miembros fueron elegidos por los partidos políticos, condicionadas por rencillas personales o bloques ideológicos. Total falta de transparencia, porque nadie explica en público su voto. La expresidenta cesada continúa siendo consejera, pero ya no se molesta en participar en las votaciones. No parece la mejor forma de gestionar una empresa pública de 6.600 trabajadores.
Si alguien hubiera diseñado desde fuera una campaña para cargarse el prestigio de RTVE, no podría haberlo hecho mejor.
El contrato aprobado incluye dos temporadas para cuatro programas semanales con un coste anual de 14 millones, lo que vendrían a ser algo más de 80.000 euros cada uno. Si durante cuatro meses seguidos tras el fin de la primera temporada no se alcanzan los datos de audiencia exigidos (7,5%), el programa podrá cancelarse. Es un coste alto, pero inferior a la serie que se emite ahora en esa franja y al de 'El hormiguero' con el que competirá directamente.
Ahí es donde reside una parte del escándalo, al menos el originado en el escenario político. El PP lo considera un ataque al programa que presenta Pablo Motos en Antena 3, que lleva años dominando su franja (tuvo una media del 16,7% en la temporada que acabó en el verano de 2023). Motos ha ido introduciendo contenidos políticos con la elección de los entrevistados y una tertulia política. A partir de la pandemia, lanzó críticas al Gobierno por su gestión de la emergencia. Su entrevista a Pedro Sánchez en la campaña de julio fue un gran duelo del que no salió muy bien parado.
Como todo programa de éxito en el que se habla de todo, se le supone una influencia política y social que probablemente no tenga o se exagere.
Cuando eres el líder de la parrilla televisiva en el horario de máxima audiencia, es habitual que en las demás cadenas se ingenien alternativas para competir contra él. Tendría que ser casi un motivo de orgullo. No es lo que ocurrió hace una semana en 'El hormiguero', donde Pablo Motos dijo sentirse incómodo con el asunto. Fueron los tertulianos los que estuvieron encantados de denunciar una supuesta campaña contra el programa.
En primer lugar, uno de ellos, Juan del Val, dijo que creía que iban contra ellos. Tampoco estaba seguro y no quería lanzarse a la piscina: “Porque dicen, y yo no lo creo, eh, pero dicen que de Moncloa han llamado a TVE para hacer un programa o no sé qué”. Unos minutos después, ya lo tenía más claro y estaba braceando furiosamente en el agua: “El problema es que Moncloa quiera acabar con Pablo Motos” y que tiene la intención de “hacerle daño a este programa”.
Ya habían aparecido titulares según los cuales Moncloa presionó por todos los medios posibles para que TVE firmara el contrato con Broncano y convertirlo en el antiMotos. Tendría algo de sentido si el primero se hubiera hecho famoso por sus contenidos políticos, lo que no es cierto.
Una vez confirmado el fichaje, llegó la reacción furiosa de gente que afirma no representar al PP. “Es una obscena injerencia del Gobierno en la televisión pública”, ha dicho Carlos Herrera en la COPE. El objetivo sería “convertir a TVE en un altavoz del sanchismo”. Lo mismo piensa Francisco Marhuenda: “No parece que despilfarrar millones de euros de fondos públicos en un programa de entretenimiento para favorecer políticamente al líder del PSOE entre dentro del concepto de servicio público”.
Desde luego, ninguno de los dos llamó obsceno ni contrario al servicio público al cambio legislativo que impuso Díaz Ayuso para controlar la radiotelevisión autonómica de Madrid y poner fin a su etapa de gestión no partidista. De entrada, se acabaron las preguntas incómodas en las entrevistas a la presidenta.
El comentario de Herrera es particularmente divertido, ya que él también tuvo un programa en TVE en 2017, por tanto financiado con fondos públicos. Cada entrega costaba 330.000 euros. Se estrenó con un 10,2% de share y fue cayendo hasta el 3,9%, cuando lo fulminaron. En El Mundo, escribieron sobre su estilo: “En el mismo plató conviven el chascarrillo chusco con olor a fritanga con la tecnología led de colores sin que medie el más mínimo amago de sentido común”. Por ese precio, se deduce que se gastaron todo el dinero en la tecnología led y mucho menos en la fritanga.
Siempre está pendiente que los responsables de TVE expliquen con claridad cómo debe competir la cadena pública con las televisiones privadas. No debe hacer lo que sea para luchar por la audiencia, pero tampoco puede renunciar por completo a ella si eso supone tener una audiencia tan baja que sea irrelevante. En ese caso, ¿cómo se justifica gastarse centenares de millones anuales en una televisión que ve muy poca gente? Queda muy elegante decir que TVE debería apostar por la cultura hasta que las audiencias marginales te devuelven a la realidad. Lo fácil es decir que debe quedarse en un hipotético término medio que es como no decir nada.
En cuanto a lo que se podría hacer con el presupuesto del nuevo programa, es difícil superar el cálculo que ha hecho un escritor: “Con el sueldo de Broncano, se podrían comprar 933.644 Satisfyer”. Qué demonios, eso haría feliz a mucha gente.