Cuando el 7 de julio arrancaba oficialmente la campaña electoral buena parte del PSOE había conseguido salir del estado catatónico en que los resultados del 28M sumieron a su dirigencia. El desánimo y la frustración empezaban a tornar en esperanza después de que el presidente del Gobierno lograse diluir el pesimismo de su tropa entre el éxito de su entrevista con Pablo Motos en 'El Hormiguero'. Antes había estado en Onda Cero y después pasó por el programa de Ana Rosa, la Cadena Ser, Infolibre o la Sexta en una ofensiva mediática que coincidió con los primeros acuerdos de gobierno alcanzados entre PP y Vox en ayuntamientos y comunidades autónomas.
Los socialistas percibían que, a diferencia de la campaña de las municipales y autonómicas, esta vez el viento les era favorable con la visualización de una ultraderecha que arrastraba a Feijóo a su marco ideológico en todos y cada uno de los territorios donde cerraban alianzas de gobierno.
Todo cambió el lunes de esta semana cuando el candidato del PP desarmó a Sánchez en el único cara a cara que habrá en esta campaña, porque Feijóo se ha negado a que haya más. A la ofensiva, con una catarata de datos falsos y un repaso a todos los mantras y bulos utilizados por las derechas en esta legislatura, Feijóo salió del plató de Atresmedia, su grupo audiovisual de referencia, con la seguridad de haber quebrado la línea ascendente que el PSOE empezaba a anotar en todas las encuestas y de haber dejado KO a un presidente que no supo reaccionar a tanta virulencia dialéctica. Así fue. El candidato de la derecha logró transmitir la sensación de que dominaba el plató con una estrategia claramente avasalladora, aunque no elevara a la audiencia una sola propuesta. Sánchez se mostró en todo momento a la defensiva y, su contrario, a la ofensiva y desbordado. “Por primera vez dio la sensación de que el presidente no se creía lo que decía mientras que su oponente apabulló aún con una retahíla de mentiras”, admite un miembro de la dirección socialista.
El caso es que la demoscopia impulsó, tras el cara a cara, a un PP que ya roza la mayoría absoluta con la suma de Vox (en unos sondeos) y la excede holgadamente (en otros). Y el PSOE, ausente por otra parte en esta campaña, cuyo peso lleva sólo el presidente con la activa implicación del expresidente Zapatero, vuelve a entrar en modo depresión.
La campaña se adentra así en su recta final con un PP pegado a Vox, y no sólo en los territorios, porque Feijóo, que ha pasado de tomar distancia de la ultraderecha a consumar el matrimonio con los de Abascal, mantiene los guiños a su socio de bloque, consciente de que necesitará sus votos para ser presidente de Gobierno.
Por eso el candidato del PP se negó, en el cara a cara con Sánchez, a condenar el infame grito “¡Que te vote Txapote!”. Por eso rechazó la invitación expresa de la periodista Ana Pastor para que se dirigiera a las víctimas de la violencia machista ante el negacionismo que practican sus potenciales socios. Por eso se niega a reconocer a las víctimas de la dictadura franquista y habla de “personas que han muerto en la guerra de los dos bandos”. Por eso dice que la memoria democrática no forma parte de sus prioridades. Y por eso ahonda en sus dudas sobre la empresa pública Correos y la gestión del voto por correo al más puro estilo 'trumpista'.
Pescar en el caladero de Vox le aleja de la centralidad
Su estrategia en la última semana de campaña, y así seguirá durante la próxima, pasa por pescar en el caladero electoral de la ultraderecha con el objetivo de sumar una mayoría amplia que obligue a Abascal a rebajar el precio a su investidura. El pacto con Vox es la única posibilidad de que Feijóo llegue a la Moncloa porque, a pesar de la euforia que destilan los de la calle Génova, no hay un solo análisis demoscópico que otorgue al PP los 176 escaños que requiere la mayoría absoluta. Y todos los trabajos desvelan una altísima fidelidad en el voto a Vox, por encima del 80%. Aún así, Feijóo tratará de seducir al votante de los nostálgicos del franquismo al tiempo que se presenta como una opción moderada y centrista que gobernará sin apoyarse en los extremos en una exótica demostración de que en política sí se puede soplar y sorber al mismo tiempo.
Es más, en la calle Génova se congratulan de que con los pactos sellados en los distintos territorios con Vox Feijóo pueda sacar partido en tanto en cuanto puede articular un discurso en torno al voto útil y dirigirse al electorado “para pedirle que si no quiere una España condicionada por la ultraderecha, vote al PP para gobernar en solitario”. La estrategia le dio resultado a Juanma Moreno Bonilla en Andalucía con la ultraderecha que entonces representaba Macarena Olona y a ese mismo escenario aspira Feijóo y no descartan los populares. “Si Juanma [Moreno] dobló el número de diputados, no está escrito que no pueda hacerlo Feijóo”, aseguran.
Pedro Sánchez, por su parte, echará el resto en el debate a tres, con Yolanda Díaz y Abascal, que tendrá lugar el próximo miércoles y en el que Feijóo se ha negado a participar. Los tracking diarios que manejan los socialistas reflejan una ligera subida del PSOE, que habría contenido el trasvase de voto al PP, que llegó a estar en el 9%. En Ferraz interpretan que esta circunstancia se debe en buena medida a que durante el cara a cara Feijóo se limitó a cuidar “su flanco derecho” con sus guiños a Vox y descuidó el voto de la centralidad, que bascula a derecha e izquierda según la coyuntura. Pero también al resultado del debate a siete del jueves entre los portavoces parlamentarios donde se vio “una España plural y diversa más allá de lo que transmite la derecha política y mediática madrileña” y en el que el papel desempañado por el socialista Patxi López sacó por el transcurso de dos horas a la dirigencia de la frustración que sintieron con el cara a cara entre Sánchez y Feijóo.
En el cuartel general de los socialistas destacan también que el PSOE, aún no siendo primera fuerza, no obtendría menos votos que en 2019 y que, siendo conscientes de las dificultades, “que son mayores aún con el discretísimo resultado que las encuestas otorgan a Sumar, Sánchez saldrá esta semana a pedir la máxima movilización, a pelear hasta el último voto y a convencer a la izquierda de que hay partido”. Se verá el próximo domingo.