El líder de la trama Gürtel, Francisco Correa, aún no ha agotado su periplo judicial, tras casi 15 años envuelto en problemas con la Justicia. Las penas que acumula no se extinguirán hasta 2031, en el mejor de los casos. Es, por tanto, un hombre acostumbrado a los juzgados, al que no perturbó los nervios presentarse de nuevo en la Audiencia Nacional este martes, esta vez para declarar por su papel en la adjudicación del ‘stand’ de la Comunidad Valenciana en Fitur en 2009 y otros contratos menores a Orange Market, empresa de la red. Correa llegó a la sede judicial, situada en un polígono industrial en San Fernando de Henares, con el abrigo en la manga, a pesar del frío intenso de la mañana. Dentro lo esperaban sus antiguos socios, Pablo Crespo y Álvaro Pérez, ‘el Bigotes’, también acusados pero que, al contrario que Correa, no disponían de un permiso penitenciario estos días para acudir por su propio pie.
Las largas condenas pesan y los tres principales encausados de la Gürtel hace tiempo que han cambiado de estrategia y se brindan a colaborar con la Fiscalía. A lo máximo que aspiran es a que sus sentencias no se alarguen en exceso en las causas que les resten y a cierta benevolencia con los beneficios penitenciarios. No sonríen para las cámaras. Se diferencian en esto de Francisco Camps, expresidente de la Generalitat y repetidamente absuelto en los procesos judiciales que desde hace 14 años lo han venido cercando. La Fiscalía pide para él una pena de dos años y seis meses de cárcel por prevaricación y fraude a la administración, pero el exlíder valenciano sigue siendo inocente, hasta que se demuestre lo contrario. Cuando aparece en la sede judicial, a escasos minutos del arranque, se acerca risueño y bien trajeado a las cámaras.
—Buenos días. ¿Quieren algo de mí esta mañana?
Camps pasa a repetir, como hizo recientemente en una comparecencia pública, que la Fiscalía Anticorrupción se ha “cebado” con él y lo ha perseguido “constantemente” sin que los tribunales lo hayan condenado, circunstancia que es “para hacérselo mirar”, en su opinión. Se despide, entra en el edificio y sube a la primera planta, donde la veintena de acusados y otros tantos abogados esperan a que dé comienzo la sesión. De pie junto a una columna, charla con sus acompañantes a dos metros de Correa, al que ve de espaldas.
Camps dice en el exterior que no le preocupa lo que pueda declarar Álvaro Pérez, quien lo llamaba “amiguito del alma” en una célebre conversación navideña interceptada por la Policía. “No, si es que qué más da […] Hay que tomárselo con mucha paciencia y tranquilidad”. Pero dentro, cuando responden Correa, primero, y después Pablo Crespo, niega ocasionalmente con la cabeza, incluso musita alguna frase de contrariedad. “Es de coña”, llega a decir. Son vacilaciones mínimas; la mayor parte del tiempo atiende en silencio, inmóvil en el asiento.
Verse sin mirarse
El interrogatorio de Correa se extiende y el acusado insiste, cuando la fiscal le pregunta por algún detalle que no le viene a la mente, en que si no responde es porque no se acuerda, no porque no quiera colaborar. Cuando termina, agradece repetidamente que le permitiesen venir al juicio sin grilletes, haciendo uso de sus días de permiso penitenciario. El magistrado da 15 minutos de receso. Los acusados y los abogados salen, Correa va al servicio. Al volver, pasa al lado de Camps, pero no lo mira.
Tras el descanso, empieza Pablo Crespo, serio, con una declaración de intenciones: “Pretendo conducirme con nobleza”. Crespo repasa con la fiscal facturas y anotaciones manuscritas en sus libretas. Varias veces insiste en que los detalles precisos de lo sucedido en la Comunidad Valenciana los recordará mejor Álvaro Pérez, quien tenía una “relación estrecha” con Camps y al que ‘el Bigotes’ “de forma cariñosa llamaba 'el curita'”. Pasadas las 15 horas, el presidente repara en que varios de los abogados tienen billete de vuelta a Valencia este mismo martes. Pérez todavía no ha intervenido. La sesión se suspende hasta el día 13. Camps es de los primeros en salir. Según algunos testigos, espera a Correa en la puerta y esta vez las miradas sí se cruzan. “Eres un hijo de puta”, le dice. De acuerdo con su entorno, recoge Europa Press, el tono ha sido más moderado, ha usado otras palabras: “Me estás arruinando la vida”.
Al parecer, Camps se ha molestado con la declaración de Correa, que ha confesado los hechos previo acuerdo con la Fiscalía. Correa ha asegurado que conoció a Camps en la boda de la hija del expresidente del Gobierno José María Aznar y que coincidió con él “dos o tres veces”. Correa ha ido un poco más allá y ha señalado al irritado expresidente valenciano como la persona que introdujo a Gürtel en la Comunidad Valenciana. Pero lo que le ha espinado especialmente, prosiguen esos testigos, es un chascarrillo de Correa. “Si me dan el tercer grado, vengo”, ha bromeado el líder de la Gürtel cuando el presidente del tribunal le ha recordado que podía renunciar a su derecho a la última palabra para no volver a las sesiones.
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