El cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, considerado cabeza del sector ultraconservador que discute algunas decisiones del papa Francisco, ha sido enviado a la isla de Guam, en el Pacífico occidental, para ocuparse de las acusaciones contra el arzobispo por abusos sexuales a menores.
El viaje de Burke a esta pequeña isla, a más de 12.000 kilómetros de Roma, no responde a ningún tipo de decisión reciente del Vaticano, sino a que el pasado 5 de octubre se constituyó el Tribunal de Primera Instancia encargado de investigar este presunto caso de abusos cometido en la isla de Guam, y el presidente de dicho tribunal es el cardenal, aclararon fuentes vaticanas.
Como juez presidente de dicho tribunal, el cardenal Burke tiene el mandato de la Congregación para la Doctrina de la Fe de tomar testimonio a los acusados y a las supuestas víctimas, explicó el Vaticano.
Burke deberá permanecer en la isla el tiempo necesario para que interrogar a los testigos y recoger todas las informaciones necesarias para elaborar su fascículo y después entregarlo a la Congregación de la Doctrina de la Fe.
El caso sobre el que indagará el cardenal es el del arzobispo de Guan, Anthony S. Apuron, de 71 años, y al que tres hombres le acusan de haber abusado sexualmente de ellos cuando eran monaguillos en los años 70, también la madre de una cuarta víctima, que ya ha muerto, acusa al arzobispo de estos cargos.
El arzobispo, que aún no ha sido imputado por la justicia civil, ha rechazado estas acusaciones.
El papa ya intervino hace seis meses cuando designó al arzobispo Savio Hon Tai-Fai como “administrador apostólico” en Guam ante la situación creada por las acusaciones.
La noticia del viaje de Burke a esta isla del Pacífico ha tenido una mayor trascendencia debido a que el cardenal estadounidense ha protagonizado dos episodios de contestación al pontífice.
Burke es uno de los cuatro purpurados firmantes de la carta en la que se exigía al pontífice que resolviese cinco “dudas” sobre la exhortación apostólica post-sinodal “Amoris laetitia”, sobre todo relativas a la posibilidad de que los sacerdotes puedan acceder a dar la comunión a los divorciados vueltos a casar y que resultan en pecado por cometer “adulterio”.
A ello se suma el enrevesado caso de la Orden de Malta de la que Burke es “patrono” o representante del papa, y que ha terminado con la intervención de Francisco, quien pidió la dimisión del gran maestro, Matthew Festing, y el nombramiento de un delegado pontificio, una especie de observador.