Feminista, negociadora y cada vez más cercana a Pedro Sánchez, Carmen Calvo repite como vicepresidenta del Gobierno, aunque en esta legislatura deja la cartera de Igualdad para dirigir la vicepresidencia primera, desde la que tendrá que encauzar cuestiones como la nueva relación con Cataluña.
Es solo uno de los grandes desafíos del Ejecutivo a nivel político teniendo en cuenta, sobre todo, la inminente puesta en marcha de una mesa de negociación entre el Gobierno central y el de Cataluña.
Calvo será, por tanto, la representante del Gobierno en asuntos clave, como ya lo fue con la negociación, en nombre del PSOE, de la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña o en las negociaciones con Podemos y ERC para sumar apoyos a la investidura de Sánchez.
Su gestión fue también crucial para la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco y lo seguirá siendo en eventuales nuevas exhumaciones ya que, según lo avanzado hoy por Moncloa, tendrá competencias en Memoria Histórica.
Su nuevo puesto como número dos del Ejecutivo revela la confianza que Sánchez deposita en ella, una de las que primero se decantó por el ahora presidente en las primarias socialistas, momento desde el que ha ido ganando peso hasta convertirse en una de sus más fieles colaboradoras.
Calvo (Cabra, Córdoba, 7 de junio de 1957), doctorada en Derecho Constitucional, concurrió por primera vez a las elecciones autonómicas andaluzas en 1996, cuando aún no tenía carné de socialista.
A partir de ahí comenzó a labrarse una trayectoria política, primero como Consejera de Cultura y Deportes del Gobierno andaluz presidido por Manuel Chaves (1996-2004) y luego como ministra de Cultura (2004-2007) con José Luis Rodríguez Zapatero.
En 2007 se convirtió en vicepresidenta segunda del Congreso de los Diputados y, tras revalidar su escaño en 2008, presidió la comisión de Igualdad de la Cámara Baja.
También se encarga de la secretaría de Igualdad del PSOE desde 2017, un año antes de asumir estas competencias como ministra responsable de esta materia en el primer Gobierno de Sánchez, cargo que contabilizó con el de vicepresidenta del Gobierno.
Durante toda su trayectoria profesional se ha posicionado como feminista y, en una entrevista con EFE, presumía de tener conciencia feminista desde la niñez y aseguraba que la lucha por los derechos de la mujer ha dado una parte importante de sentido a su vida.
Abolicionista y absolutamente contraria a los vientres de alquiler, Calvo ha denunciado de forma reiterada cómo “el machismo criminal no da tregua” y cómo las mujeres, que son más de la mitad de la población del planeta, pagan un “dramático peaje” por el mero hecho de ser mujeres.
Sin embargo, el bloqueo político y la brevedad de su mandato han limitado su acción en materia de Igualdad: su hito más importante fue el real decreto para devolver las competencias a los ayuntamientos en materia de violencia machista; permitir que los menores puedan recibir asistencia psicológica con el permiso de un único progenitor; y agilizar la acreditación de las víctimas sin necesidad de sentencia judicial para que éstas reciban ayudas.
Calvo ha defendido una y otra vez que los derechos de las mujeres son derechos humanos y que la lucha por la igualdad ha de ser el “epicentro” de cualquier democracia, por lo que toda la sociedad debe implicarse en una suerte de Fuenteovejuna, “todos a una”.
Pese a lamentar que las mujeres tengan que pagar precios especiales por su libertad sexual y su seguridad, durante el año y medio que ha sido ministra de Igualdad no se ha podido reformar el Código Penal para tipificar como violación toda penetración sexual sin consentimiento.
Tampoco ha podido avanzar para incluir la perspectiva de género en un articulado específico de la Constitución, con especial énfasis a “la protección de las mujeres contra la violencia machista”, deseo que manifestó cuando fue nombrada.
A lo largo de su mandato no se ha impulsado una ley contra la trata con fines de explotación sexual, ni una ley de igualdad en el trabajo para acabar con la brecha y la desigualdad laboral. Y también ha quedado pendiente la puesta en marcha de gran parte del Pacto de Estado contra la Violencia de Género.
Asuntos, todos ellos, que tendrá que abordar su sucesora, la hasta ahora portavoz parlamentaria de Podemos, Irene Montero.
“Queda mucho por hacer” porque “estamos luchando con lo más ancestral de la vida, que es la división sexual discriminatoria entre hombres y mujeres”, considera Calvo.