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ENTREVISTA
Vicepresidenta primera del Gobierno

Carmen Calvo: “Ojalá Madrid no sea la capital de Europa que gobierne la ultraderecha”

La vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo.
1 de mayo de 2021 21:30 h

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“La Sanidad no mejora porque no te encuentres con tu ex por la calle”. Carmen Calvo (Cabra, Córdoba, 1957) se muestra muy crítica con la gestión de Isabel Díaz Ayuso y con su campaña electoral. “La oposición ha utilizado políticamente la pandemia”, asegura la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de la Presidencia. “La situación esperpéntica en la que Ayuso ha metido a Madrid es de ida y vuelta, independientemente del resultado del martes”, augura.

La también responsable de Igualdad del PSOE avanza en esta entrevista conjunta de infoLibre y elDiario.es que la ley trans “avanza más de lo que parece”. Ha mantenido varias reuniones recientes con la ministra de Igualdad, Irene Montero, para desatascarla. El texto divide al Gobierno y al propio movimiento feminista y ella insiste en “pisar sobre seguro” y evitar todo riesgo de inconstitucionalidad con garantías que sugiere pero no concreta. Es tajante en rechazar una Ley de la Corona, exhibe sintonía con Yolanda Díaz, nueva vicepresidenta tercera y reconoce que desde que ha estado en el Gobierno no ha tenido vacaciones. “No sé qué es desconectar”, dice sin quejarse.

¿El 4M solo se vota para elegir un gobierno de Madrid o el resultado tendrá repercusiones en el tablero nacional?

Claramente es Madrid. Lo dijo Casado cuando se produjeron las elecciones catalanas. ¿Que las repercusiones de todo lo que ocurra ahora mismo en la política son bastante transversales? Obvio, porque estamos en una situación muy complicada que nos ha traído la pandemia.

Si la derecha logra una victoria en Madrid tan amplia como la que auguran las encuestas, ¿será una derrota del Gobierno?

No, no lo podemos ver así de ninguna de las maneras. Entre otras razones porque la líder del PP en Madrid ha estado durante un año utilizando la pandemia en una especie de inmensa precampaña. Sabíamos que en cualquier momento adelantaría las elecciones. Como Gobierno hemos tenido una oposición que ha utilizado la pandemia políticamente. A la vista está que han mantenido una posición, su contraria, la intermedia y vuelta a la inicial. En ese sentido, el Gobierno está en su sitio, en terminar de sacar al país de la pandemia y los problemas económicos y sociales. Ante cualquier propuesta, el Gobierno de Madrid decía “no” de entrada y lo contrario. Y la semana siguiente, si se proponía lo contrario, era lo contrario también.

¿Cómo calificaría a Vox: derecha extrema, extrema derecha, ultraderecha, fascismo?

Es claramente el rostro del franquismo redivivo con todas y cada una de las características del fascismo en términos españoles. Todo son palabras vacuas, como las que utilizaba el franquismo cuando nos decía que éramos una unidad de destino en lo universal. Algunos nos volvíamos locos hasta con el mapa para ver cuál era nuestro sitio en el aislamiento de la dictadura. Si se les escucha, no dejan de ser esa mano larga del franquismo, que es la característica particular del fascismo en nuestro país. Vox es un epifenómeno del franquismo que no acaba de entender que esto es una democracia.

¿Y qué hay que hacer con ese franquismo? En esta campaña se comenzó debatiendo con Vox en Telemadrid, en la SER y después, anulando los debates con Vox. ¿Deben los demás partidos a partir de ahora acudir a debates donde esté Vox o no?

Lo que hay que hacer es identificarlos y no blanquearlos. Las democracias tienen que albergar todas las ideas que respetan la democracia. Porque no, no todas las ideas son respetables. Respetables son todas las personas, sostengan las ideas que sostengan; pero las ideas que no contribuyen al sostenimiento de la democracia no pueden ser respetables.

Vox apareció como fenómeno desgajado del PP, pero ha evolucionado a la radicalidad más extrema. Hay que identificarlos claramente: Abascal era militante del PP. Y no podemos blanquearlos, como si los planteamientos que hacen se pudieran asumir con normalidad. Ahí es donde tenemos que estar bastante atentos. Decían que este era un Gobierno ilegítimo. Eso es inaceptable. Si crees que el Gobierno es ilegítimo, ya no estás defendiendo la democracia.

¿Y qué responde a quienes igualan a Vox con Unidas Podemos y dicen que son las dos caras de una misma moneda de extremismo o populismo?

Eso es un planteamiento absolutamente inconsistente y aprovechado, es la equidistancia para reposicionarse uno mismo. Esto lo dice el PP para ubicarse en un centro en el que no está. Ojalá. Recuerde que 'gobierno ilegítimo' lo decía el señor Casado. A Vox le costó poco recoger eso y decir después que el gobierno era ilegal, criminal y todo lo que hemos oído.

La campaña madrileña ha estado marcada por las amenazas. ¿Usted es partidaria de ponerlas en el centro del debate o de no hablar mucho de ellas? ¿Ha recibido amenazas?

Soy partidaria de tomarlas en serio. Nadie, en ningún momento de la Historia, está a salvo de la tragedia que es que se puedan materializar. Este país ha tenido que enfrentarse a un golpe de Estado contra la democracia, a ETA, a violencia en su historia política... No se puede despreciar que a alguien le manden balas o le digan: “Te queda nada para darte dos taponazos”.

Dicho esto, que las amenazas emborronen por completo la campaña electoral no es una buena manera de contribuir al funcionamiento de la democracia.

¿La crispación es la nueva normalidad? ¿Ha venido para quedarse o es un ciclo?

La política española ha sido siempre, tradicionalmente, muy dura. A mí algunos líderes europeos me lo han apuntado. Es un elemento de la política española que la aleja mucho de la gente. La ciudadanía en general acepta la discrepancia pero se aleja cuando la tensión sube porque le parece inasumible.

A mí no me pone nunca en crisis la gente que no piensa como yo. La escucho, a veces me motiva para cambiar de opinión. A la gente le encanta debatir: eutanasia, sí o no; aborto, sí o no; territorio, sí o no; independentismo, a favor o en contra. Lo que la gente no aguanta es el formato, la manera.

En esta campaña se ha planteado la posibilidad de un cordón sanitario a Vox. La propia candidata del PP ha dicho que si tan poco les gusta Vox a los demás, que la apoyen para que no dependa de la ultraderecha. ¿Estaría a favor de evitar la influencia de Vox facilitando un gobierno de Ayuso si la izquierda no gana las elecciones?

Eso es un truco de la señora Ayuso del que ella misma te saca diez minutos después, cuando dice que Vox no es el fin del mundo y que va a gobernar con ellos. Así que a mí la señora Ayuso no me va a llevar a ningún truco. Ella sabrá lo que tiene que hacer y ojalá Madrid no sea la capital de Europa que gobierne la ultraderecha española.

Hay quien habla de que la izquierda tiene parte de responsabilidad en el auge de líderes nacional populistas: la propia Ayuso o el propio Vox. ¿Repetiría usted hoy que Vox es un partido con sentido de Estado?

Todo esto está completamente sacado de quicio. Yo no formo parte de la izquierda masoquista que se tiene que flagelar porque siga habiendo fascistas o populistas que articulan la política de una manera absolutamente inconsistente y frívola. Esos no estuvieron en la Transición, no construyeron el Estado de Bienestar. Han estado agazapados como ultraderecha en el Partido Popular. Yo no me puedo hacer cargo de eso, en absoluto, y no tengo la culpa de que al PP se le haya descontrolado Vox.

Pero ¿que la campaña electoral haya versado fundamentalmente en Madrid sobre las alternativas entre libertad o comunismo y entre fascismo y democracia no ha ayudado a que el gobierno de Ayuso se escape de su gestión, empezando por las residencias de ancianos?

¿Quién decide que la campaña va de socialismo o libertad? ¿Quién decide que toda la campaña va a ser que me voy a tomar unas cañas en Madrid? ¿Quién decide que toda la campaña va a ser “véngase usted a Madrid, que vivimos a la madrileña”? Frente a eso, nosotros dijimos “un gobierno en serio”. Y después de las amenazas tienes que decir “esto igual ya va de democracia''. Y llevamos razón cuando lo decimos. Porque cuando alguien decide que gobernar Madrid es toda esta sarta de disparates extravagantes, no te queda más remedio que decir que eso está debilitando ya al propio sistema. A ver si se va a creer la gente de verdad que porque no te encuentres a tu ex por una calle, porque Madrid es muy grande, va a mejorar la calidad de la Sanidad.

¿Para usted qué es la libertad y qué le parece esa definición de libertad que está haciendo el Partido Popular en Madrid?

Para mí la libertad es responsabilidad, como dijo Bertrand Russell. Cuanto más te haces responsable de lo que eres, de lo que haces y de cómo vives, más libre eres. Quien no asume su responsabilidad no puede ser libre, porque depende de todos los demás para echarles las culpas, para decirles “soy así porque tú me obligas a que lo sea”. Esa es la libertad en singular del Partido Popular, la de las élites a las que ellos sirven. La libertad hay que conjugarla en plural, porque se trata de las libertades de todos. Y ese plural te lleva obligatoriamente a la igualdad.

¿Cómo explica que en un escenario tan polarizado por parte de la derecha, Ciudadanos, que no está en el mismo discurso que Vox o que Ayuso en Madrid, esté afrontando el riesgo muy serio de un hundimiento?

No entendió su primera debacle electoral ni la analizó. No entendió que había llegado para colocarse en el centro. En vez de eso, apoyó al PP. Si el primer mensaje que te manda la ciudadanía es un desplome, tienes que pensar que el sitio en el que estabas no era el adecuado.

¿Qué ha ganado y qué ha perdido el Gobierno con la salida de Pablo Iglesias del Consejo de Ministros?

No ha perdido nada, porque la coalición es lo importante.

¿Y, con el cambio, la coalición va a mejorar, va a empeorar, va a seguir igual?

Yo me guío por lo que dice la vicepresidenta tercera, que ha sido nítida: “Me voy a encargar intensamente de que la coalición siga funcionando porque es nuestra obligación”. Ahí la vicepresidenta Díaz ha dado un nivel de liderazgo importante. España ahora mismo necesita estabilidad política: terminar esta legislatura, que nos conduzca al 2023, con el rubicón de los fondos, para preparar los otros tres años, porque a partir del 2026 hay que devolver la deuda. Eso es lo que hace alguien que tiene empaque político.

Luego está esa cosa menos enjundiosa de cómo nos llevamos. Pero yo nunca me he llevado mal con el vicepresidente Iglesias. Nunca.

¿Y qué tal se entiende con Yolanda Díaz?

Tengo una relación magnífica con ella. Es una mujer muy trabajadora y a mí me gusta mucho la gente muy trabajadora. A pesar de que llegan estos tiempos un poco superficiales, creo que al final la política es trabajar mucho, muchas horas, con mucho compromiso para que las cosas funcionen. Hemos tenido alguna conversación muy interesante, de reconocernos mutuamente. Cuando dejemos los cargos, contaré algunas cosas que a la gente le gustarán.

Cuando el Gobierno decretó el estado de alarma, dijo que solo se podían restringir derechos fundamentales por esa vía. Ahora, sin una nueva normativa, dice que las comunidades tienen todas las herramientas para imponer restricciones. ¿Con qué nos quedamos?

Con las dos cosas, porque son no solamente verdad, sino coherentes. Para decirle a un país entero “mañana a las seis de la mañana no puedes ni salir de tu casa ni bajar abajo, salvo que seas bombera, médica”, solo podíamos acudir al artículo 116 de la Constitución. Como bien dijo incluso el Consejo de Estado, no había otra alternativa. Pero un año después estamos en otras coordenadas distintas. De datos, de inmunización, de avance, de las vacunas, incluso de haber comprendido lo que nos ha tocado vivir.

Pero muchas comunidades consideran necesario el toque de queda, por ejemplo. ¿Cómo se hace eso sin estado de alarma?

Necesitamos decisiones puntuales según el territorio. La legislación sanitaria que tiene España puede afrontarlo. No solamente porque no requiere de un confinamiento general de todos los españoles sino porque además también tenemos unos tribunales que, salvo excepciones, han entendido a esas autoridades cuando han pedido puntualmente autorización para tomar una decisión que limita derechos.

Resulta chocante que quienes nos dijeron que no teníamos que decretar la alarma nos digan ahora que hay que mantenerla no sé cuánto tiempo. Que quienes votaron en contra con peores datos que los que tenemos ahora nos digan que el día 10 votarían a favor. No es creíble.

Pero midiendo al Gobierno por sus propias declaraciones, ¿un toque de queda es posible sin el estado de alarma?

Los gobiernos autonómicos, con la legislación sanitaria de nuestro país en la mano, comunicando a la autoridad pertinente y pidiéndole permiso para determinadas situaciones, lo pueden hacer.

Por ejemplo el toque de queda o un cierre perimetral.

Pueden decir “necesito cerrar perimetralmente”. Recuerdo que antes del estado de alarma se perimetró Igualada. A mí me llamó el vicepresidente Aragonès a las doce de la noche. Le respondí que teníamos que reaccionar. Y ambos decidimos que había que cerrar Igualada sin decreto de alarma. La autoridad correspondiente entendió automáticamente que se había desatado un nivel de contagio tremendo.

La oposición ha utilizado la pandemia para hacer política. Cuando teníamos descontrolada la pandemia, no había que decretar la alarma y ahora que la vamos controlando lentamente hay que mantenerla. Y se puede decretar la alarma de un territorio, lo puede pedir un presidente o una presidenta autonómica.

¿Que no se prorrogue tiene algo que ver con la dificultad de conseguir apoyos?

En absoluto.

¿Y con las elecciones en Madrid?

No, no, en absoluto. El Gobierno no ha jugado a hacer política con este asunto en ningún momento. Y me pasaría dos horas dando pruebas de esto: jurídicas, políticas y parlamentarias. El único líder europeo que pisaba cada quince días la Cámara para rendir cuentas era el presidente Sánchez. El Partido Popular ha insistido mucho en hacer modificaciones legales. Las dos que yo le he visto han transgredido la Constitución. Son las de Castilla y León y Galicia.

¿Temen que la alianza entre ERC y Junts en Catalunya impida a ERC seguir siendo uno de los socios prioritarios del Gobierno en el Congreso?

No. Por dos razones: porque todo apunta a un gobierno de ERC, que le ha ganado a Junts –esto es un dato histórico, vamos a ver cómo evoluciona esta situación–. Y ERC, salvo excepciones de coyuntura en Catalunya, es un partido que está al alimón de las políticas de izquierda que nosotros hacemos. ERC es un partido de izquierdas. Hay dificultades, la política actual las tiene entre otras razones porque las sociedades libres desarrollan complejidad y diversidad que hacen también compleja a la política. Por eso resulta tan poco aceptable y tan infantil que alguien pretenda reducir la política “a la madrileña” y a tomarte cervezas. Por eso resulta insultante que alguien en el siglo XXI pretenda decirte esto para hacer política.

Se va a dar la contradicción de que el candidato más votado en Catalunya fue el exministro de Sanidad, Salvador Illa, y que la candidata más votada en Madrid va a ser probablemente Isabel Díaz Ayuso. En ambos casos, en gran medida, por la gestión que han hecho ambos candidatos de la pandemia, aunque sea opuesta. ¿Es un síntoma de la ruptura en España que haya dos maneras tan diferentes de evaluar cómo se ha gestionado la crisis sanitaria?

La victoria electoral de mi partido en Catalunya ha sido el hartazgo y la reflexión de Catalunya después de la situación de insolvencia, de desesperanza y de caos en la que la ha metido el independentismo. A Madrid le pasará igual cuando esto pase.

¿Más adelante tendrá factura?

Sí. La situación esperpéntica, donde el liderazgo de Ayuso con el marchamo del PP ya ha metido a Madrid –independientemente del resultado del día 4–, es de ida y vuelta, con toda seguridad.

¿Es partidaria de conceder el indulto a los presos del procés?

Estamos pendientes de los expedientes. El indulto está reglado, no es tan aleatorio como pudiera parecer y no se puede decidir de manera libérrima. Según el último ranking de la Universidad de Gotemburgo, de 179 países somos la decimotercera mejor democracia del mundo. Nuestro país es riguroso y lo es por cosas como esta. Siendo un derecho de gracia del Gobierno para hacerlo, el indulto es un proceso muy minucioso. Y habrá que estudiar caso por caso.

No será una decisión general sino que dependerá de cada persona.

Caso a caso. Hay [personas] que han huido de la Justicia hasta la consellera [Meritxell] Serret, que ha tomado un camino radicalmente distinto. Queremos escuchar los argumentos de todos los órganos a los que hay que consultar a la hora de tomar una decisión. Estos indultos no tienen ritmo político.

Pero algún ritmo tienen que tener. ¿Cuándo llegarán al Consejo de Ministros?

El último movimiento ha sido el del Tribunal de Cuentas. Todo eso llega al Ministerio de Justicia, que revisa todo el expediente para enviarlo a la Comisión General y, de ahí, al Consejo de Ministros.

Otro tema que parece que no avanza es la ley trans. ¿Qué requisitos deberían presentar las personas trans en el Registro Civil para poder cambiar de sexo legalmente?

Avanza más de lo que parece. La ministra de Igualdad y yo nos hemos encerrado a trabajar en un par de ocasiones, la última vez no hace ni dos semanas. Está bastante bien encarrilado. Seguramente va a haber una sola ley con un capítulo específico dedicado a los derechos de las personas trans en cumplimiento del acuerdo de Gobierno. Teniendo a la ultraderecha colocada, la mejor manera de proteger el avance de estos derechos es no dar muchas batallas sino una bien dada. Lo importante son los derechos que se van a reconocer, no si están en una ley, en tres o en cinco, algo que no tiene mucha importancia a efectos prácticos.

Tenemos que hacer la ley en el marco de los derechos reconocidos en nuestro sistema constitucional. Si no, sería inconstitucional. Y esta ley seguramente acabará [recurrida] en el Tribunal Constitucional, como han acabado todas. No me gustaría, por lo menos bajo mi modesta responsabilidad, que dentro de un año y medio o de dos hubiera una sentencia del Tribunal Constitucional que hiciera retrotraer algún avance, ventaja o derecho de los colectivos LGTBI y de las personas trans. Quiero pisar sobre seguro y por eso hablo de calidad normativa y seguridad jurídica.

¿Se puede crear el derecho a la autodeterminación de género?

En materia de derechos fundamentales, [son] los que tiene la Constitución reconocidos, a menos que se reforme. En ese marco llegaremos al máximo posible de protección de los derechos. Toda mi vida he considerado que la persona tiene la palabra sobre su identidad. Toda mi vida he estado en la lucha LGTBI. Creo que fui el primer cargo de rango ministerial de toda Europa que estuvo con la bandera del orgullo y con la bandera trans en las calles con mi compañero Pedro Zerolo. Como creo en esto profundamente, llegaremos al máximo. Pero esa ley nace junto al resto de las leyes de nuestro país y tiene que operar con ellas.

¿Cabe la autodeterminación de género reconocida legalmente?

Creo obviamente en el concepto.

¿Y en los efectos jurídicos?

También, claro, pero hay que moverse en el espectro de los derechos fundamentales de la Constitución española. También en lo que han hecho otros países avanzados en esta materia, como Portugal o Bélgica. Todos incluyen algún tipo de elemento para garantizar la estabilidad del paso que se da, la reversibilidad –si se tiene que dar– y la seguridad para la identidad de la persona. Porque hay distintas experiencias. El Reino Unido ha dado marcha atrás en una parte de esa materia, avanzando en una dirección y luego retrocediendo.

¿Habla de plazos de reflexión, de testigos de la identidad de género?

Digo en general que todos los ordenamientos jurídicos que han regulado el avance de los derechos de las personas trans han pisado sobre seguro. El tránsito lo hace una persona pero nos afecta a todos los demás. Porque el género existe y las leyes de género están ahí.

¿Dónde está el debate exactamente entre la ministra Montero y usted?

Hay una parte que tiene que ver con el Ministerio de Justicia, no el de la Presidencia, en cuanto al Registro Civil. Si es que hasta para casarse hay que llevar un testigo. Estos nuevos derechos tienen que ir por los mismos caminos que otros. Por ejemplo, incluyendo un documento que acredite que se quiere a otra persona [en el caso del matrimonio] o que alguien se ha muerto [en caso de defunción]. No vale con decir: “Alguien ha muerto”. Habrá que llevar un documento que lo acredite o testigos que digan que no han visto a esa persona en 20 años. Es así como funciona la seguridad jurídica en todos los países del mundo.

Nunca ha habido ninguna objeción a hacer la ley. El interés del Gobierno es que estos derechos avancen con los parámetros de otros países y ofreciendo seguridad, por ejemplo a los menores que tienen 16 o 17 años, que podrán hacer lo que consideren oportuno sin otro tipo de interferencia. Igual que lo dijimos para el aborto y nos costó una pelea con la derecha. ¿Cómo se puede obligar a una chica de 17 años a que sea madre porque quiera su padre? ¿Qué locura es esta? ¿Cómo le puedes decir a un chico de 17 años que se siente en otro género que no es en el que se le ubica que tiene que pedir permiso a nadie? Tenemos que proteger los derechos de los menores y su valor superior está por encima de nosotros a la hora de tomar decisiones.

El otro día el presidente Zapatero dijo que le pesaba no haber dado más pasos en su mandato para abolir la prostitución. ¿Qué margen hay para hacerlo?

Deberíamos darnos todos los márgenes. Si alguien sigue pensando que la prostitución es un trabajo y no una esclavitud, está agrediendo literalmente los derechos humanos de todas las mujeres del mundo. Es un atentado gravísimo a la integridad física y moral. Tu propia sexualidad no puede ser objeto de mercancía. Desde esa posición de derechos humanos es desde la que hay que operar. Esta cuestión corresponde al Ministerio de Igualdad, de otro partido político, pero yo ya he dicho que el PSOE está preparado. Somos abolicionistas.

Si por usted fuera, mañana se podría presentar la ley.

Mañana. Desde que lo anuncié como partido, se me han acercado portavoces de otros grupos parlamentarios y de escaños unipersonales a decir que están dispuestos.

¿Es Unidas Podemos quien no quiere?

No, no. En nuestro acuerdo de gobierno hay una ley contra la trata y la prostitución. España tiene un particular problema de trata y prostitución. Tenemos el doble de burdeles que Alemania con la mitad de la población. Nos lo tenemos que mirar. Somos el tercer país del mundo en trata con fines de explotación sexual, lugar de destino o de tránsito. No tiene que ver con la libertad sexual, algo que se podría pensar hace 30 años, cuando España salía de una dictadura, sino con el consumo, que además es muy importante en la gente joven. Es decir, no es una cuestión de inercia sino de decisión. Y España tiene que decidir.

La prostitución es un fenómeno básicamente femenino porque hay un modelo de sexualidad patriarcal en el que nosotras somos cosificadas y mercantilizadas, pero que no se nos olvide que la hay también contra menores y contra los varones. La prostitución va contra los derechos humanos. La prueba del algodón es siempre la misma: ¿quiénes están prostituidas? ¿Las ricas y cultas? No, las pobres, extranjeras o inmigrantes. Antes de la crisis de 2008, en torno al 80% de la prostitución en nuestro país era de mujeres españolas pobres, vulnerables y marginadas. Después, con las últimas estadísticas que hay, de 2014 o 2015, la proporción se había invertido. Pone los pelos de punta y muestra que estamos ante la miseria, la marginación o el tráfico. Me resulta intelectualmente doloroso escuchar a los que dicen que tiene que ver con la libertad. Porque cuando hablas con ellas, lo que te dicen es que quieren salir de la prostitución y que lo que les ha pasado a ellas no les pase a nadie más. “Que esto no le pase a mi hija. ¡Que no le pase a mi hija!”. A los que dicen que la prostitución es una profesión siempre les digo que apunten a sus hijos al máster para que sean una buena prostituta o prostituto. En seguida dicen: “Los míos, no”.

¿Por qué han descartado la reforma del Poder Judicial que presentaron en el Parlamento hace unos meses?

Es ver el capítulo 15 cuando el problema está en el capítulo 1. El jueves le volvieron a recordar a Casado que lo que tiene que hacer España es renovar el Consejo. El PP todavía no ha explicado por qué no lo hace y se ha embarcado en una estrategia antiespañola en Europa. El Gobierno se ha armado de argumentos y paciencia para llegar a un acuerdo. Las únicas noticias que tenemos de la politización de la Justicia están en el PP.

Pero ustedes han cambiado de posición y retirado la reforma.

Es insólito que un partido de la importancia, responsabilidad y envergadura del PP decida que no cumple la Constitución. Lo es tanto que te extrañas. Ya que no aceptan al Gobierno, primero te das tres meses para abordarlo. Luego otros tres. Luego... asumes como Gobierno que no puedes sostener esa situación y decides regular las funciones del órgano, como están reguladas las de los otros poderes del Estado. La agitación es insólita, propia de quien no entiende que el origen de todos los poderes está en la potestad legislativa del Congreso de los Diputados, de donde sale todo lo demás, incluida la Constitución. No están entendiendo cuál es el origen de la democracia, su tronco último, primigenio y definitivo que son los 350 diputados y diputadas. Y a ellos sólo los puede enmendar el Tribunal Constitucional. Más vale que esta situación se acabe cuanto antes porque es un disparate detrás de otro.

¿En qué situación están las relaciones Iglesia-Estado? ¿Pagará la Iglesia el IBI por los edificios no religiosos?

Estamos avanzando en dos comisiones, una sobre responsabilidades fiscales. La Iglesia católica tiene claro que tiene que contribuir de la misma manera que la Conferencia Episcopal Italiana, que en 2012 decidió que no debía tener ningún privilegio sobre impuestos. Pero es evidente que, como Gobierno, tenemos posiciones diferentes [a las de la Iglesia]. Con la eutanasia ha quedado muy claro.

¿Han hecho todo lo que podían en cuanto a las inmatriculaciones? Su programa de gobierno es muy explícito.

El programa y cualquier posición están sometidos al Estado de Derecho. La Iglesia inmatriculó porque había una ley del PP que se lo permitió. Lo hicieron al amparo de la ley. Y [recuperar los bienes] no se puede hacer retroactivamente. Salvo que en los tribunales tú tengas un título mejor, las titularidades se reconocen. Retroactivamente no se puede decir que todos los bienes inmatriculados quedan al margen de la titularidad de la Iglesia católica. No lo puedes hacer porque son derechos adquiridos. Se puede pleitear y que los tribunales decidan qué títulos acreditan la propiedad. El Gobierno ha cumplido con la transparencia para que se conozca qué bienes han sido inmatriculados. Además, algunos bienes dejarán de ser de la Iglesia porque ella misma reconoce que ha habido extralimitaciones en propiedades no afectas al culto o la educación.

¿Habrá ley de la Corona?

No. Lo he dicho en muchas ocasiones.

¿Por qué?

Porque la Corona está regulada en la Constitución. Vamos a hacer alguna propuesta que  permita que esta monarquía parlamentaria del rey Felipe se adecue a los parámetros de exigencia ética de una sociedad como la nuestra, que ha evolucionado tras 42 años.

Pero dentro del autogobierno de la Casa Real. Antes hablaba de la autonomía de los 350 diputados. ¿Por qué no hacer una ley que ponga algunas cuestiones negro sobre blanco?

Porque no hace falta. Puede que sí algunas normas jurídicas, pero no una ley. Y el monarca está más que dispuesto a serlo en unos parámetros diferentes. Ha dado prueba de ello. Y el trabajo conjunto entre el Gobierno y el Rey es impecable, no dejaré de decirlo.

¿Volverá a España el rey emérito?

Hay polémicas enrevesadas sin necesidad. El rey emérito no está imputado en nada. La Justicia española está trabajando a través de nuestro Ministerio Fiscal y en cuestiones fuera de nuestro país. El rey ha hecho una regularización fiscal y no está inmerso en ninguna causa que permita decir que está huido. Por carta, que su hijo decidió que conocieran todos los españoles, dijo que creía que había un debate sobre su figura y que quería ayudar a la institución. No tiene funciones públicas, no vive de los recursos públicos. Tiene el staff que tiene Puigdemont.

Pero el staff de Puigdemont no lo paga Patrimonio Nacional.

Pero el sueldo de Puigdemont está en los Presupuestos de este país. El rey Juan Carlos es un ex jefe del Estado igual que tenemos expresidentes del Gobierno que tienen un apoyo de recursos públicos en forma de personal, salario o pensión. Esto no debe llamar a la alarma. Está fuera del trabajo institucional, de la agenda o de una partida específica. Está fuera de todo.

Es decir que le da igual que vuelva o no.

Podrá volver cuando él considere que lo que decía en su carta va en una u otra dirección.

Preguntas de sí o no. En el último Consejo de Ministros de Pablo Iglesias le dijo que él tenía su número por si necesitaba algo. ¿Han hablado desde entonces?

Es el líder de Unidas Podemos. Le mandé un mensaje cuando vi lo de las balas. ¡Qué cosa más tremenda que tengamos que vivir esto! A mí no me inquieta la gente que no piensa como yo y por eso es bueno que sigamos teniendo los teléfonos. A menos que se produzca un relevo en su partido, puedo comentar con él algunas cuestiones.

¿Hablaría de “niñas”, “niños” y “niñes”, o de “todes”, como hace la ministra Montero?

No, no. Niños y niñas. Y ya me cuesta la vida el lenguaje inclusivo, en el que tengo una particular batalla. ¡Yo no acepto los principios queer!

¿Sigue activo su chat con políticos catalanes?

Ahí está. La semana pasada hablé con el presidente Aragonès.

¿Le gustaría que Juan Espadas fuese el próximo presidente de la Junta de Andalucía?

En Andalucía manda Vox, como hemos visto claramente esta semana con lo que ha aceptado el presidente Moreno Bonilla en relación a los impuestos. La federación andaluza del PSOE tiene tanta responsabilidad que tenemos que estar preparados rápido, hacer unas primarias y que salga una persona que tenga toda la potencia de la federación y el resto del PSOE. Repito: Vox entra por Andalucía. Parece que se nos ha olvidado.

Hablábamos de Juan Espadas.

Juan ha dicho que se quiere presentar y yo añado una cosa: Juan no es cualquiera, es el alcalde de Sevilla, la capital andaluza. No es alguien anónimo o que esté empezando. El PSOE tiene una enorme responsabilidad: hacer su trabajo.

¿Me pondría un ejemplo de su vida a la madrileña?

[Resopla]. Mi vida a la madrileña empieza por eme pero es Moncloa, porque estoy prácticamente siempre aquí. Me río un poco, porque los andaluces somos alegremente serios, que diría el padre de Dalí. Si todo lo que hay que hacer en Madrid es no encontrarte a tu ex para tomarte una caña porque es muy grande, igual me gusta mucho Madrid, pero voy a seguir siendo de Cabra [Córdoba].

El 9 de mayo se levanta el estado de alarma. ¿Ha empezado a pensar dónde pasará sus vacaciones?

Con ir a mi casa, a mi verdadera casa, en Cabra, ya me conformo. Hace prácticamente tres años que no voy. Este Gobierno no ha tenido vacaciones nunca. A nosotros nos lo han puesto todo tan difícil, complejo, agrio y duro que no recuerdo tener vacaciones. Mi sitio es difícil, para mí y para todos los que han pasado por la vicepresidencia política. Pero lo que me ha tocado a mí, sin parangón. No sé qué es escaparse un viernes y volver un miércoles. No sé qué es desconectar. Con poder ir este verano 10 días a Cabra y que el teléfono suene menos, ya me doy con un canto en los dientes. Viajar tendrá que ser cuando no esté aquí.

He notado, por ejemplo en el supermercado, que hay gente, que nos vota o no, que nos mira con compasión o ternura: “Lo que están ustedes pasando…” Que cuando te ven sin maquillar te dicen que tienes mala cara y se preocupan. O que en la peluquería, con los pelos así, te preguntan si tienes 10 minutos para hacerte un masajito. “Dámelo, dámelo”, respondo. Me gusta esa línea humana del ciudadano que no sólo te exige o te controla sino que te pregunta cómo estás.

¿Y qué responde?

Cansada, pero bien. Segura. Tranquila. Sé lo que tengo que hacer.

Entrevista completa a Carmen Calvo

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