Casado y Feijóo chocan por el rumbo que debe tomar el PP tras el 12J
Tras la contundente victoria de Alberto Núñez Feijóo en las elecciones gallegas del pasado domingo –en las que revalidó su cuarta mayoría absoluta con más escaños que nunca–, y la también rotunda derrota que registró la gran apuesta de Pablo Casado en Euskadi, la coalición PP+Cs –que pasó de los nueve representantes que consiguió en 2016, cuando los populares concurrieron en solitario, a cinco–, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular celebrado este miércoles en Madrid evidenció el enfrentamiento interno que mantienen el presidente de la Xunta de Galicia y el líder del PP sobre el rumbo que debe adoptar la formación conservadora a nivel nacional para tratar de volver a ser una opción de gobierno y recuperar la Moncloa en los próximos años.
Reforzado por los resultados del 12J, Feijóo considera que el PP solo podrá volver al poder en España si recupera la “moderación” que perdió tras el triunfo de Casado en las primarias de 2018. Esa es la receta que, según él y otros barones territoriales, le permitió arrasar en las urnas el domingo. El líder nacional de los populares considera, en cambio, que no es necesario ningún giro al centro y, sin hacer un ápice de autocrítica por el resultado en Euskadi de su apuesta personal encabezada por Carlos Iturgaiz, rechazaba este miércoles cualquier cambio de estrategia.
“Nadie nos tiene que llevar a la moderación porque siempre hemos estado en ella”, sostenía Casado durante su intervención ante el Comité Ejecutivo, que reunió a la dirección del PP con los barones y demás dirigentes territoriales del partido. El líder popular sostenía ese argumento pese al giro de la derecha que emprendió nada más llegar a la presidencia del partido y después de mantener durante meses un durísimo discurso lleno de descalificaciones contra el Gobierno progresista y su presidente, Pedro Sánchez, al que llegó a llamar “traidor” o “felón” por su política de diálogo en Catalunya.
Casado, que desde 2018 se ha rodeado de dirigentes del ala más derechista del PP –el llamado aznarismo por su cercanía al expresidente del Gobierno José María Aznar, padrino político del actual presidente de los populares–, endureció aún más sus mensajes durante la pandemia, al asegurar que el Ejecutivo “miente” sobre las cifras de la pandemia, acusándole de haber provocado contagios de forma premeditada por animar a la participación de las marchas del 8M, o responsabilizándolo directamente de los fallecidos por la COVID-19.
“Nadie nos debe apartar del combate contra la radicalidad de algunos”, remarcaba el presidente de los populares durante su discurso de este miércoles, reivindicando su estrategia. “No entiendo que pueda ser objeto de crítica defender 'demasiado' la libertad de los españoles; ni ser excesivamente exigente en la defensa de su empleo o de su bienestar. Ni debemos callar ante lo que vemos y lo que todo el mundo sabe que va a ocurrir si el Gobierno no cambia el paso y los planes”, apuntaba.
“El viejo anzuelo de la izquierda”
“No mordamos el viejo anzuelo que siempre lanza la izquierda sobre la supuesta crispación que tan solo es la sombra de sus actos, el eco de sus insultos y el reflejo de su propaganda. Del dóberman al pásalo, ya les tenemos demasiado calados”, sentenciaba. A su juicio, “lo más curioso es que los que pretenden recetar carnets de centrismo son los que pactan con los populistas, los comunistas y los independentistas en el Gobierno más radical de la historia”.
Tras las constantes llamadas a la moderación realizadas desde el 12J por barones como Feijóo, el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, o el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández-Mañueco, el líder del PP reafirmaba que la senda adoptada por su dirección es la correcta. “Resulta que ahora tenemos que hacer oposición como si gobernáramos con mayoría absoluta”, ironizaba. “Esperamos recuperarla pronto, pero para ello tendremos que hacer una oposición firme y responsable, moderada en el tono y contundente en el contenido. Para eso nos pagan y sin esa labor la democracia estaría incompleta, pues un país sin oposición sería una nación totalitaria”.
Pese a la debacle en Euskadi, plaza en la que Casado apostó todo al fulminar al ya exlíder del PP vasco, Alfonso Alonso, de un perfil más moderado, para imponer la coalición con Ciudadanos y colocar a Iturgaiz, del ala aznarista, el presidente de los populares no quiere asumir ningún tipo de responsabilidad. Si el lunes, en su primera aparición tras el 12J, aseguró que la victoria del PNV y el crecimiento de EH Bildu se debe a que “algo estará haciendo mal la sociedad española”, este miércoles señalaba que “convendría recordar a los 150.000 vascos que han tenido que exiliarse, que emigrar por culpa del zarpazo del terrorismo. Convendría preguntarse a quién votarían si se les diera el derecho a hacerlo”, señalaba, insinuando que apoyarían al PP.
Lejos de la autocrítica, Casado considera que “el repliegue del constitucionalismo es consecuencia de la deriva a favor del nacionalismo del PSOE iniciada ya en tiempos de Eguiguren y Zapatero con Otegi, y que ha desembocado en la legitimación de Bildu como socio de investidura y de pacto de leyes fundamentales”. Es decir, la culpa de que el PP haya perdido casi la mitad de sus votantes de hace tres años es, para Casado, en exclusiva de la izquierda.
Pese a la contundente derrota, Casado mantiene su idea de colocar a Iturgaiz al frente del PP vasco, ahora presidido por Amaya Fernández, de un perfil más moderado, como su antecesor, Alfonso Alonso, y muy crítica con el resultado logrado el 12J incluso este miércoles, antes de entrar en el Comité Ejecutivo en Génova 13. Iturgaiz es, para el líder del PP, “un gigante moral y uno de los políticos más queridos y admirados del Partido Popular y de la política española”. Por eso le hizo un encargo para que tome las riendas de la formación en Euskadi: “Había que hacer pie para reconstruir el constitucionalismo en Euskadi y eso es lo que vamos a hacer a partir de ahora”.
El enfrentamiento con Álvarez de Toledo
Unos minutos antes, Feijóo había intervenido en el Comité Ejecutivo, según algunos de los asistentes, con un tono menos soberbio que el de Casado, pese a su refuerzo en las elecciones del domingo. El presidente gallego reclamó “moderación” y “centralidad”, además de pedir a la dirección nacional de su partido evitar las “descalificaciones”. Entre los dirigentes que le escuchaban con atención estaba la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, a quien Feijóo nunca quiso como el principal rostro del partido en el Parlamento y a la que caracteriza precisamente un bronco discurso que incendia los plenos del Congreso. Paradójicamente, la parlamentaria se mantuvo desaparecida durante toda la campaña del 12J.
Este miércoles a primera hora, preguntado por la labor de Álvarez de Toledo en una entrevista en la Cadena Ser, Feijóo señalaba lo siguiente: “Es muy difícil hacer de portavoz en el Congreso, en este Congreso donde hay tanto ruido y tan poca política. Es muy difícil expresar pensamientos y propuestas e ideas cuando lo que hay son tantas descalificaciones, tanto insulto y tanta mediocridad. Por tanto a veces uno entra en esa mediocridad y en esa descalificación y automáticamente se crea un problema en torno a un portavoz”.
El presidente gallego lanzó un claro mensaje a la dirección de su partido antes de entrar en la reunión del Comité Ejecutivo, a la que siguió la tradicional comida de Casado con los barones: “El PP tiene un gran futuro y si seguimos insistiendo en nuestros principios, siendo un partido centrado, un partido templado y un partido que es capaz de aglutinar a diez millones de españoles, es el mejor servicio que le podemos hacer a España y a los españoles”.
Sin mencionar directamente los acuerdos logrados por el PP con Vox y el acercamiento de la dirección de Casado a algunos de los postulados de la extrema derecha, Feijóo consideraba que su triunfo en Galicia evidencia que por la vía de la moderación se le dice “no a la política frívola, del tuit y populista de los dos extremos”. Sostiene el presidente gallego que para que su partido regrese a la Moncloa, el PP tiene que ser un “partido de Estado”. “Nosotros no vamos a cambiar nuestros principios por las modas, que pueden durar unos meses e incluso unos años”, remachaba.
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