Casado se reivindica ante un PP que se entrega a Feijóo para combatir la amenaza de Vox

Sevilla —
1 de abril de 2022 22:42 h

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Si realmente somos el olvido que seremos y “el polvo elemental que nos ignora”, como escribió Hector Abad Faciolince, Pablo Casado es ya mucho menos que un vago recuerdo para el PP. La gratitud es algo que nunca cotizó mucho en política y el XX Congreso Nacional que los populares celebran en Sevilla ha dado buena prueba de ello. Un cónclave, sin contenido ideológico ni estratégico, que discurrió entre la euforia por entronizar a Alberto Núñez Feijóó, el desprecio por quien ha sido el presidente del partido los últimos tres años y el temor por que el tercer gallego que coge las riendas de las siglas fracase en el intento. Vox sigue siendo, aunque se evite la mención explícita, el nombre que envenena los sueños de la familia popular. “Alberto es nuestro último tiro”, lamentaba un veterano popular apartado de la primera línea.

A ninguno de los asistentes llegó a sangrarle el corazón, como dijo Manuel Fraga el día que decidió cambiar las siglas de Alianza Popular en la primera refundación de la derecha española, pero todos se entregaron en cuerpo y alma al aún presidente de la Xunta para que salve al PP de la “crisis existencial” por la que atraviesa el partido. Las lealtades, ya se sabe, son de quita y pon, y los mismos que adulaban en vida al “difunto” hoy aplauden con idéntico entusiasmo a quien este domingo van a coronar y debe decidir sus destinos políticos. Con todo, Ayuso, que no renuncia a marcar espacio propio y defender su concepto de “libertad”, sigue siendo la “reina del selfie” y la única que se atreve a poner deberes a quien este domingo asumirá las riendas de un partido y está llamado a enderezar una nave que, más allá del fervor por el cambio, sigue a la deriva. 

Y es que la ultraderecha fue un día el hermano pequeño e inquieto que convivía dentro del PP, pero hoy es un partido con marca propia y vuelo alto que ha llegado para quedarse y amenazar la hegemonía popular. Feijóo, que con el nombramiento de Elías Bendodo como coordinador genera consolida el eje Galicia-Andalucía frente a Madrid, no lo tiene fácil, si bien no le faltan apoyos internos. Tiene, eso sí, a todos en vilo por su hermetismo respecto a la designación de los próximos vicesecretarios generales. Nadie le pondrá un pero por ello y tampoco porque haya metido a la plana mayor del PP gallego al completo en el Comité Ejecutivo –el presidente provincial del PP de A Coruña, Diego Calvo; el de Ourense, Manuel Baltar; el de Pontevedra y vicepresidente primero de la Xunta, Alfonso Rueda; y la presidenta provincial del PP de Lugo, Elena Candia–. Y aún así tiene a todos en primer tiempo de saludo.

Hasta los ex presidentes del Gobierno José María Aznar y Mariano Rajoy salieron al rescate, después de años de tiranteces entre ellos y con la dirección nacional saliente, en un momento en el que lo que está en juego es la supervivencia de las siglas. Unidad, unidad, unidad… Repitieron sin cesar. El primero lo hizo por videoconferencia –fue baja presencial por causa del COVID– y tras recordar el congreso de Sevilla de hace 32 años que lo coronó a él, igual que lo hará este domingo con Feijóo. Consciente de que lo que se decide es el futuro del partido, pidió espacio para “reflexionar y resistir”. Advirtió: “No podemos fallar”, antes de sentencias que la de Feijóo es una apuesta “irreversible”

“Cuando la política muestra su lado más duro, tenemos que recordar y agradecer los esfuerzos de otros. Tenemos que seguir dejando atrás los errores, pero no a las personas”, afirmó para poner en valor el trabajo del que todavía es presidente del partido, Pablo Casado, por haber hecho frente “al Gobierno más radical” en democracia. “Con su renuncia [añadió], ha dado paso a esto. Donde quiera que esté, gracias, Pablo por tu esfuerzo”. Estaba, no en el cielo ni en el infierno, sino en el mismo Palacio de Congresos donde se proyectó en pantalla gigante el discurso de Aznar y hasta el famoso vídeo en el que Fraga rompió la carta de dimisión preventiva de su sucesor con un sonoro “Ni tutelas, ni tu tías”. Un error de la organización lo mantuvo, sin embargo, lejos del plenario, en compañía de Feijóo, hasta que acabó de hablar el ex presidente. “Cosas de estar en funciones”, ironizó el presidente saliente nada más subir al estrado.

Mariano Rajoy también pidió cohesión interna, agradeció la entrega de Pablo Casado, pero no escatimó una crítica contra Pedro Sánchez por tener “desbocada” la inflación y gestionar mal la pandemia mientras que Casado hizo un discurso muy ideológico y reivindicó su propio legado. “Una alternativa fiable y creíble” -dijo de sí mismo- y que, en sus propias palabras, deja a Feijóo “a las puertas de La Moncloa”. Acompañado de su esposa y del incondicional Pablo Montesinos, su llegada al Palacio de Congresos no tuvo comparación con el entusiasta recibimiento que los militantes regalaron a Ayuso, pero tampoco con el de Rajoy, más suelto y disperso que nunca, que parecía resarcirse también de una salida amarga y un olvido temprano. 

“Me reafirmo en que todo ha merecido la pena y cualquier cicatriz es la huella del esfuerzo que conlleva trabajar para los españoles”, proclamó el aún presidente del PP, que llegó al cargo “en un congreso democrático” y se empeñó en irse del mismo modo. “Poniendo mi mandato a vuestra disposición”. Luego, tras anunciar que dejará su escaño en el Congreso de los Diputados y “toda responsabilidad del partido” aunque Feijóo le había ofrecido colaborar con él, defendió en contra de las acusaciones de sus correligionarios, que le acusan de haber purgado a sus críticos, que intentó “dar a cada uno su sitio” porque “todos eran necesarios”. No parecía pensar lo mismo la ex presidenta del PP de Valencia, que horas antes se presentaba a un periodista con la siguiente frase: “Hola, soy Isabel Bonig y a mí me cortaron la cabeza Casado y García Egea”.

La lista de damnificados por la anterior dirección es infinita y todos pululaban por el congreso entre el júbilo por la coronación de Feijóo y la inquietud contenida por su futuro inmediato. Casado ya es sólo un mal recuerdo, una página pretérita que, más que pasar, muchos desearían poder incluso arrancar de la historia del partido. La entrega al próximo líder la explicitaron, uno tras otro, todos los presidentes autonómicos, al exhibir con entusiasmo confianza plena en sus “recetas” económicas, aunque estén por descubrir, y en ignorar a un Casado, del que sólo se acordaron el dirigente de Ceuta, Juan Vivas, y el aún presidente en funciones de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. Unidad, unidad, unidad… Volvió a reiterar un coro en el que sólo desentonó Isabel Díaz Ayuso, al recordar enfática: “Aquí no hemos venido a ganar un congreso, sino para ganar unas elecciones”.

Antes, el aún presidente de la Xunta, en velado reproche a la anterior dirección, reivindicó lo “bueno” que es “dar voz” a los presidentes autonómicos del partido, al tiempo que remarcó la relevancia de “tener un discurso único para toda España”. ¿Ayuso, de nuevo? La madrileña fue la única que mencionó el tsunami orgánico que acabó con la salida de Casado para decir que el de Sevilla era un cónclave que se celebraba tras “una crisis que nunca debió existir”. De su participación y responsabilidad en ella, nada dijo, por supuesto, pero sí quiso poner deberes a todos los presentes porque lo que le espera “es tal” que el partido no puede distraerse “con cuestiones menores”. Incluso se atrevió a decir al nuevo líder del PP que debe incorporar “a los mejores” en los puestos y le pidió para ello “imaginación, coraje y solvencia”. “No somos burócratas socialistas”, apostilló antes de cargar, en su línea, contra el Gobierno de Pedro Sánchez, al que llamó “sectario e incompetente” y afeó que esté apoyado en lo que para ella son “golpistas y terroristas”. 

Ayuso se desplaza por la vida creyéndose la única alternativa a Sánchez, al que dedicó más tiempo en su intervención que a cualquier otro asunto. “Que se aparten si no saben, que dejen de hacer tanto daño si no entienden”, dijo en alusión a los socialistas en contraste con un PP que ella dibujó como “el partido del pueblo, de la clase media, de la infancia, de los mayores, de la integración y la vocación hispanoamericana”. Ahí es nada.

Lo dicho: que si algo quedó claro en la primera jornada de este cónclave de coronación fue que el nombre que envenena los sueños de los populares sigue siendo Vox y el de los de Ayuso, Pedro Sánchez.