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El pasado verano, cuando el bloqueo en la formación del Gobierno comenzaba a hacerse irreversible, la dirección del Partido Popular fiaba su hipotética victoria en unas futuras elecciones generales a tres condiciones: que se disipara el miedo a Vox entre los votantes de la derecha, que surgiera un tercer partido en la izquierda como Más País que dividiera el voto progresista y la desmovilización del electorado por el hastío con la parálisis política.
Al final de la breve campaña del 10N, el equipo de Pablo Casado considera que la irrupción de Más País y las encuestas publicadas apuntan a que al menos se cumplirán las dos primeras condiciones. En Génova ven más cerca la posibilidad de lograr la Moncloa por el crecimiento de al menos 20 escaños que les auguran todos los sondeos, aunque siempre con la necesidad de sumar con Ciudadanos –pese a su hundimiento en las encuestas– y Vox, al que los estudios demoscópicos dan una contundente subida que se teme en las filas populares.
En el cierre de campaña, en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid, Casado llegaba a pedir el “voto prestado a los socialistas de buena fe” así como a exvotantes del PP fugados a Ciudadanos y Vox.
Aunque las encuestas siguen dando como ganador al PSOE, con cerca de 120 escaños, también indican que el PP podría rozar los 100, con unos 30 diputados más que los logrados el 28A, cuando encajó la peor derrota electoral de la historia del partido, con 66 representantes en el Congreso. Casado se ha mostrado públicamente aún más optimista y se ve consolidado como líder de la derecha, también por los últimos bandazos de Ciudadanos –pasó de vetar a Sánchez a abrirse a pactar con él–, hasta ahora su principal competidor.
Este mismo viernes, último día de la campaña, el líder popular consideraba que existe una situación de “empate técnico” entre PP y PSOE basándose en sus trackings internos que, según fuentes populares, dan al PP hasta 110 escaños.
A lo largo de la breve campaña electoral, que se ha prolongado durante algo más de una semana, los populares han tratado de explotar esa idea del “empate” para apelar al voto útil de la derecha con la intención de recuperar los votos que en los últimos meses les robaron tanto Ciudadanos como Vox. “O gana el PP o gana el PSOE”, advertía Casado este viernes, para avisar de que “todas las bolas que vayan a otro equipo pueden ser un gol en propia meta”.
Tras el fracaso de la coalición España Suma que promulgaron los populares, en ese intento de reagrupar en el PP a todo el electorado del centro derecha –la “reunificación” a la que tanto ha apelado Casado inspirado por las tesis de su padrino político, el expresidente del Gobierno José María Aznar–, durante la campaña el líder de los populares ha puesto en valor la capacidad y experiencia de gestión de su partido sobre todo en el ámbito económico, frente a la bisoñez de Ciudadanos y Vox.
Casado ha agitado, además, el temor a una nueva crisis económica que, a su juicio, “ya ha llegado a España” y de la que culpa al Gobierno de Pedro Sánchez. El líder del PP trata de equiparar la situación actual a la de 2008, cuando José Luis Rodríguez Zapatero ganó los comicios antes de la debacle de la economía mundial, para ganar votos tanto del espectro de la derecha como incluso de “descontentos” del PSOE.
Afirma el presidente de los populares que “el PP no quiere ser como Vox y Ciudadanos, sino que es el partido genuino” de la derecha. “No somos lo mismo, son ellos los que imitan al PP, que es la casa común del centro derecha desde el año 89”, zanjaba este viernes. Frente esa “alternativa”, Casado cree que “Sánchez es un náufrago y su gobierno es el Titanic con la orquesta tocando”, por lo que “su única tabla de salvación pueden ser Vox y Ciudadanos, es decir, la fragmentación del voto de centro derecha”.
Durante la campaña el líder popular se ha comprometido a presentarse a la investidura si el PP saca un escaño más que el PSOE. “Si votas a Ciudadanos estás votando a Rivera y si votas a Vox estás votando a Abascal, pero si votas al PP estás sacando a Pedro Sánchez de La Moncloa el mismo lunes”, ha afirmado Casado una y otra vez.
Ante el despegue de Vox en las encuestas el candidato popular se ha visto obligado a conjugar en la campaña del 10N su intención de ejercer de moderado, una estrategia fijada nada más conocerse el adelanto electoral forzado por los barones que culparon de las sucesivas derrotas electorales al giro a la derecha que Casado emprendió tras su triunfo en las primarias, con un endurecimiento del discurso en el último minuto para competir con la extrema derecha.
En su intención de pescar votos de última hora el doble juego se evidenció el miércoles, durante los actos de campaña que Casado protagonizó esa jornada. En apenas cuatro horas el líder del PP conjugó el giro al centro que puso en marcha en septiembre con un nuevo improvisado viraje hacia las tesis más conservadoras.
Por la mañana, Casado ejercía de adalid de la moderación al presentar a su número dos en la lista por Madrid para el 10N, Ana Pastor, elegida precisamente para ese puesto como un guiño al sector más centrista del partido, el más cercano al expresidente del Gobierno Mariano Rajoy, que en los últimos meses le pidió un giro al centro por los malos resultados electorales.
Al mediodía, Casado escenificaba en cambio su otra cara en un acto en Barcelona. El líder del PP asumía las tesis contra el nacionalismo de una de las dirigentes más conservadoras de su partido, la número uno por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo, fuertemente cuestionada a nivel interno precisamente por su radicalidad. Para el acto el líder del PP fichaba además a la fundadora de UPyD, Rosa Díez, que tras un nuevo viraje ideológico –en los últimos meses se había acercado a los postulados de Vox– llegaba a pedir el voto para Casado: “Quiero que ganes las elecciones”, le decía.
En la tarde del miércoles, Casado iba un paso más allá. “El domingo nos jugamos la continuidad histórica de nuestra nación y que se imponga la plurinacionalidad”, afirmaba en otro mitin en Zaragoza, para zanjar: “A mí no me va a temblar el pulso contra los independentistas. Aplicaremos toda la ley y la Constitución”. En ese mismo acto el presidente popular consideraba que “la crisis ya ha llegado” y que “España no va bien”. “España no merece un Gobierno que le mienta y Pedro Sánchez nos está mintiendo”, concluía.
Como otro ejemplo de esos equilibrios está la elección de Casado de las participantes en los distintos debates electorales. En el del viernes organizado por RTVE, donde departieron los portavoces parlamentarios de los siete partidos con grupo propio en el Congreso, la elegida fue Álvarez de Toledo, que repitió su polémica postura sobre el consentimiento sexual al señalar que “no todo lo que no sea un sí es un no”. Al final de la campaña y en un claro intento por confrontar con Vox –que ha pedido la declaración del estado de excepción en Catalunya– la portavoz popular llegó a asegurar que el plan del PP es mandar a Oriol Junqueras a una prisión del Puerto de Santa María o que los populares deben pedir perdón por la connivencia con el nacionalismo.
Para el debate de La Sexta del jueves, protagonizado por mujeres, Casado optó en cambio por Ana Pastor, del sector más moderado, que enmendó la plana a su compañera de filas respecto al consentimiento sexual, al sostener que “cuando una mujer no consiente hay agresión sexual y violación”. A diferencia de Álvarez de Toledo, Pastor si entró en el cuerpo a cuerpo con Vox, llegando a acusar a la representante de la extrema derecha en el debate, Rocío Monasterio, de no tener experiencia de gestión.
Para el PP, el debate a cinco entre los principales candidatos a la Moncloa que se celebró el lunes supuso un “punto de inflexión” en la campaña por los “errores” de Sánchez que, desde entonces, Casado ha tratado de explotar en cada mitin. Una y otra vez, también en el último día de campaña, el líder de los populares ha subrayado que, durante el debate electoral, le preguntó cinco veces a Sánchez si volvería a pactar con Torra y Junqueras y “él miró para abajo ocultó la mirada y calló, es decir, otorgó”. También asegura que en ese debate el presidente en funciones “firmó su testamento político”.
Casado acusa a Sánchez de “ponerse a las órdenes de [el primer secretario del PSC, Miquel] Iceta para no contrariar a sus socios de ERC, Junts per Cat, PNV e incluso Bildu” y ha advertido que la “hoja de ruta” del presidente en funciones pasa por un “gobierno Frankenstein”. “Si el domingo no se puede votar en Catalunya con normalidad, el responsable es Sánchez, porque si hubiera hecho caso a los planteamientos del PP, Torra estaría removido de su cargo”, ha insistido Casado, que ha llegado a acusar al líder socialista de haber tratado de sacar ventaja de la “violencia” en las calles catalanas tras la sentencia del procés.
De hecho, Casado califica a Sánchez de “irresponsable” por haber hecho coincidir las elecciones con el fallo y por instrumentalizar el “calendario de las instituciones”.
Con la bajada de impuestos como principal propuesta para el 10N, la conclusión de la campaña de Casado es que “el PP es quien mejor gestiona las crisis”. “El PP gestiona con austeridad, pero apostando por el Estado de Bienestar”, concluía este viernes, confiando en que el domingo, en las urnas, los ciudadanos perciban a su partido como “la única alternativa para que no gobierne Pedro Sánchez”.
Aunque con cautela, en la dirección popular se reconocen como bastante “optimistas” ante los sondeos. Su principal reto es recuperar la representación perdida el 28A en comunidades como el País Vasco y reforzarse en Catalunya –donde en abril solo lograron una diputada– y que ha constituido uno de los grandes ejes de la campaña. Está por ver cómo influye en las urnas la campaña sucia en redes para beneficiar al PP revelada por eldiario.es que salpicó a Aleix Sanmartin, uno de los asesores de campaña de Casado, y que se reactivaba este mismo viernes, último día de la campaña.
En el último acto de la campaña, ante unas 2.000 personas congregadas en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid, Casado pedía directamente el voto a los exvotantes populares que se fueron a Ciudadanos y Vox: “Quiero comenzar dirigiéndome a todos los españoles, pero sobre todos aquellos que en algún momento votaron al PP y que en las últimas elecciones no y votaron a Ciudadanos o Vox. Ante la gravedad de la situación en España me dirijo con toda humildad y les digo que necesitamos su voto para echar a Sánchez”, zanjaba. También aclaraba: “El PP no facilitará una investidura de Pedro Sánchez”.
Su advertencia era clara: “Si hacemos lo que hicimos en abril tendremos lo que tuvimos en abril”, ha considerado. Por eso pedía “unir esfuerzos en torno al único que puede ganar las elecciones a Pedro Sánchez”. “No podemos dividir esfuerzos. No podemos fragmentar el ímpetu de cambio que tiene España. Lo digo con pleno respeto a Albert Rivera y a Santiago Abascal y con todo el respeto a sus votantes”.
Fuentes del equipo de Casado insisten en que con lograr 10 o 20 escaños más que en las anteriores generales se darían por satisfechos porque supondría un “gran avance” en tan solo seis meses. Con ese crecimiento, apuntan en la dirección del PP, Casado estaría salvado y podría seguir al frente del partido sin que se produzca una crisis interna forzada por los principales barones que aboque a un nuevo proceso de sucesión.
Todo dependerá, explican dirigentes del partido, a cómo de grande sea el ascenso de Vox y de cuántos de esos apoyos resten al PP.
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