Hace solo siete días que estalló el escándalo. La Guardia Civil entró en casa de Koldo García en Alicante a media mañana del miércoles para llevárselo detenido al calabozo por su presunta implicación en el cobro de comisiones ilegales en contratos públicos. A esa hora, José Luis Ábalos, el hombre que lo aupó a un alto cargo de responsabilidad en el Gobierno de España, estaba sentado en su escaño en el Congreso. Y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, volaba en viaje oficial destino a Rabat.
Nadie imaginaba entonces las dimensiones de la tormenta política que se cernía sobre el Gobierno y el PSOE. Y nadie calibraba que, en tan solo una semana, iba a desembocar en la abrupta ruptura entre el Partido Socialista y quien fue su ‘número tres’ y todopoderoso ministro de Transportes, desde este martes nuevo integrante del Grupo Mixto.
La noticia del pasado miércoles cayó como una bomba en la Moncloa, en Ferraz y en el Congreso. Tal fue así que logró sepultar otros temas de actualidad política como la resaca de las elecciones gallegas, la tramitación de la ley de amnistía o el encuentro entre Sánchez y el rey de Marruecos. Y, aun así, las primeras reacciones no dejaron entrever la cascada de acontecimientos que se desataría después.
El propio presidente del Gobierno descartó ante la prensa durante el vuelo de vuelta de Rabat que el caso pudiera afectar ni penal ni políticamente a Ábalos, con quien el PSOE tenía apalabrada su inclusión en un puesto de salida para la candidatura de las europeas. En esa charla informal, Pedro Sánchez descartó plantear hacia su exministro medidas disciplinarias de ningún tipo, en un intento de encapsular el escándalo en torno a la figura de su asesor.
“No tengo ni idea, me he enterado ahora, me he quedado estupefacto”, reaccionó el propio Ábalos en los pasillos del Congreso tras ser preguntado por los periodistas a los pocos minutos de conocerse la operación de la Guardia Civil. “Duelen estas cosas, es un golpe y me cuesta creerlo”, añadió tras defender las contrataciones llevadas a cabo por su departamento en el peor momento de la pandemia para hacer frente a la compra de mascarillas.
Al día siguiente, y aunque nadie en su partido le había siquiera insinuado todavía la necesidad de asumir responsabilidades, fuentes del entorno más cercano al exministro admiten que estuvo a punto de tirar la toalla. “No me encuentro bien. No digo nada más porque ya opinan ustedes”, dijo ante una nube de cámaras, micrófonos y periodistas que le perseguían en busca de reacciones.
La bola de nieve no había dejado de crecer en aquellas 24 horas y Ábalos, profundamente afectado, llegó a plantearse ese jueves renunciar a su escaño y abandonar definitivamente la política para “cambiar de vida”, según esas mismas fuentes. Sin embargo, esa tarde, la cúpula de su partido volvió a descartar que su compañero de filas tuviera que dar ningún paso.
Ya en la mañana del viernes, las declaraciones públicas de la persona con más poder orgánico e institucional del partido detrás de Pedro Sánchez, la vicesecretaria y vicepresidenta María Jesús Montero, retumbaron en todo el PSOE y en el móvil de Ábalos. “Sé lo que yo haría”, respondió Montero a la pregunta de si su compañero debía abandonar el acta de diputado.
El exministro recibió ese mensaje como lo que era: una invitación poco disimulada a que cogiera la puerta y se marchase. Y por eso preguntó en su partido por esas palabras. También según su entorno, la respuesta que recibió fue la de que María Jesús Montero había hablado en su propio nombre y que el presidente no se había pronunciado en esa línea.
Pero el sábado por la mañana todo cambió. El secretario de organización, Santos Cerdán, contactó personalmente por teléfono con su predecesor en el cargo y le pidió una reunión para esa misma tarde. Ábalos, que había comprometido una entrevista en La Sexta, solicitó aplazar la cita al domingo. Pero, si le quedaba alguna duda, ese mismo sábado a mediodía Pedro Sánchez se la disipó. “La lucha contra la corrupción ha de ser implacable, caiga quien caiga”, dijo el presidente durante su intervención en un acto de la Internacional Socialista. El diputado, exministro y anterior secretario de Organización del PSOE estaba oficialmente sentenciado.
En su entrevista en la Sexta esa noche esbozó ya los argumentos que ha mantenido hasta el final para retener su escaño. “Se me está planteando que me quede inhabilitado políticamente por confiar en personas que me decepcionaron y que incluso me inhabilita de por vida porque quedo estigmatizado”, sostuvo.
Ese misma idea, la de la estigmatización, ha sido una de las más repetidas por Ábalos durante las conversaciones con la cúpula de su partido para rechazar un abandono de la política que considera humillante. “No puedo acabar mi carrera como un corrupto, porque soy inocente”, dijo durante su comparecencia, solo, este martes en la sala de prensa del Congreso.
La cita entre Santos Cerdán y José Luis Ábalos se produjo finalmente el domingo. El secretario de organización llegó a casa de Ábalos con el encargo de su partido de hacerle ver que la situación se había tornado insostenible, que la derecha no dejaría de instrumentalizar el caso para atacar al PSOE y al Gobierno. Y para aclararle que nadie le acusaba de ser un corrupto pero que sí consideraban que debía asumir la responsabilidad política de haber encumbrado a Koldo García hasta asesor principal del Ministerio de Transportes.
Según fuentes de la cúpula del PSOE, Cerdán tendió la mano a Ábalos y le ofreció el respaldo del partido para defenderlo de cualquier campaña mediática o política que pusiera en tela de juicio su inocencia, que hasta el momento no pone en duda ni la querella ni el auto del caso. Defendió el secretario de Organización socialista en esa conversación la necesidad de diferenciarse del PP respecto a la gestión de casos de corrupción. Y le recordó a su predecesor la razón de ser del Gobierno de Pedro Sánchez que el propio Ábalos trabajó en concretar: la moción de censura a Rajoy como rechazo al escándalo de la Gürtel. También se le advirtió de que, si no daba el paso que le demandaba su formación, cualquier opción de ayuda por parte del Partido Socialista desaparecería automáticamente a presente y también a futuro.
José Luis Ábalos quedó con Santos Cerdán en reflexionar esa noche sobre los argumentos de su partido y en darle una respuesta durante la mañana del lunes. Sin embargo, en esa reunión ya expuso en varias ocasiones que la renuncia a su condición de diputado, además de considerarla injusta, lo dejaba a los pies de los caballos de cualquier querella que alguien pudiera presentar más allá del ‘caso Koldo’ al perder su aforamiento. Ese argumento, el de la pérdida del aforamiento, ha resultado crucial para la decisión definitiva de Ábalos, según todas las fuentes consultadas por este periódico.
En la mañana del lunes, Cerdán volvió a llamar por teléfono a Ábalos desde la sede socialista de la calle Ferraz. Estaba a punto de empezar una reunión de la Comisión Ejecutiva Federal trascendental para el futuro político del exministro y su partido quería saber si ya había tomado una decisión. Pero la postura de Ábalos se mantuvo intacta en su convicción de no abandonar el acta.
La Ejecutiva del PSOE votó entonces por unanimidad una resolución para exigirle la entrega del acta al Grupo Parlamentario. Y fijó una cuenta atrás de 24 horas. “Sabemos que José Luis Ábalos no está investigado ni señalado ni su nombre figura en la investigación. No nos erigimos en jueces, no juzgamos, pero a pesar de todo consideramos que sí existe una responsabilidad política”, argumentó la portavoz del partido, Esther Peña.
En realidad, la dirección socialista ya sospechaba que la postura de José Luis Ábalos resultaba a esas alturas inamovible, pero la constatación llegó este martes. “He decidido hacer caso a los que me quieren y me piden seguir adelante con la defensa de mi reputación hasta las últimas consecuencias. He decidido defender mi honor personal y me gustaría estar haciéndolo respaldado por la dirección de mi partido porque me hubiera gustado tener el beneficio del compañerismo, pero no ha sido así”, lamentó Ábalos.
Ahora, y tras el shock de la ruptura, la instrucción de Pedro Sánchez a los suyos es explícita: dar carpetazo al asunto y evitar cualquier tipo de enfrentamiento con el que fuera su secretario de Organización, ministro y hombre clave en sus primarias de 2017. No obstante, nadie en el Grupo Parlamentario Socialista podía disimular este martes lo traumático que resulta un divorcio de este tipo con alguien que lo fue casi todo en la sede de Ferraz.
“Me da mucha pena, pero la política es cruel. No es entendible lo que ha hecho, tiene que entender la situación y él tiene una responsabilidad. Y eso nuestra militancia no lo soporta”, planteaba una alta fuente parlamentaria socialista en los pasillos del Congreso. El mismo martes, el PSOE oficializó la apertura de expediente para su suspensión de militancia.
Cuando acabó su comparecencia, con la voz quebrada y sin admitir preguntas de la prensa, José Luis Ábalos agradeció a sus compañeros diputados y a la militancia los años compartidos y abandonó la sala de prensa del Congreso para dirigirse al registro. Allí cumplimentó la documentación para dar un paso que nunca nadie imaginó: abandonar la bancada socialista para integrar de ahora en adelante las filas del Grupo Mixto.
“Nunca me imaginé fuera de estas siglas por las que he entregado mi vida desde joven”, había dicho en su última intervención como miembro del PSOE. Al salir del registro los periodistas le preguntaron sobre si pensaba acudir a la sesión de control de este miércoles para sentarse ya frente a los que hasta ahora fueron sus compañeros. “No lo sé, ahora no me debo a ninguna disciplina”, respondió visiblemente afectado, ya camino del parking, para dejar atrás la peor semana de su vida política y una de las más ruinosas para el PSOE de Pedro Sánchez desde que llegó al poder en 2018.