Cebrián os echa una bronca a todos por haber traicionado la Transición
Los conversos son los peores. Intentan disimular, pero siempre corren el riesgo de que alguien les recuerde su pasado. Para solventar esa situación embarazosa, lo habitual es aguantar el tirón y echarle mucha cara. Es lo que hace Juan Carlos Girauta, que ya va por el cuarto partido, pero que dice que él no se ha movido de donde estaba. Son los demás los que se movían mientras él se quedaba impertérrito en el mismo sitio. Se movió el PSC, se movió el PP, se movió Ciudadanos, se movió la Tierra, se movió el Sol, y Girauta se encontró de repente con que se había quedado en territorio de Vox. El universo gira a la izquierda a gran velocidad dejándole sin más opción que pedir el alta en una nueva formación. Le van a terminar volviendo loco, pero mientras tanto ya tiene otro sueldo de cargo electo.
Juan Luis Cebrián es otro de los que han demostrado una gran habilidad en el movimiento lateral. Claro que él dice que quienes se han movido y de mala manera han sido Pedro Sánchez y el PSOE. En general, la realidad se ha venido abajo ante su descontento. Afirma que estamos gobernados por “idiotas”, y no sólo en España. Prácticamente en todo el mundo. Comenta que cuando estaba en la universidad, gobernaba De Gaulle (en Francia). Estamos en las últimas.
En la presentación de su último libro –'El efecto Sánchez'– que es una recopilación de artículos, contó el lunes con la presencia de Cayetana Álvarez de Toledo. La diputada del Partido Popular cuenta con la lengua más afilada de la derecha española y la puntería más precisa. A fin de cuentas, se nota que ha leído mucho. La verdad es que de Feijóo y Tellado no se puede decir lo mismo. Cebrián tuvo la ocasión de probar sus dentelladas, y eso que fueron amables.
Nunca remisa a la hora de impresionar a la audiencia, Álvarez de Toledo comenzó reconociendo lo evidente. “Si Polanco me viera aquí, me pregunto qué diría. Diría que Cebrián se ha vuelto loco”. Una suposición interesante que es probable que compartan muchos de los periodistas que trabajaron para él.
De ahí pasó a recordar que su estreno en política fue precisamente cargar contra la empresa Prisa de la que entonces Cebrián era su principal directivo a las órdenes de Jesús de Polanco. “Mi primera acción en política fue promover el boicot del Grupo Prisa”, dijo, aludiendo a la respuesta de su partido a un discurso de Polanco que tachó una manifestación del PP de “franquismo puro y duro”.
Ese boicot a los medios de Prisa no acabó en una fecha concreta, afirmó la diputada, sino que se terminó diluyendo con el paso del tiempo, y no quedó claro si ella lo lamenta o piensa que fue el final apropiado.
“No tengo nada claro que el Juan Luis de hoy sea el mismo que el Juan Luis de antes”, explicó después, con lo que le estaba cerrando lo que podríamos llamar la salida Girauta. Pero ese no es su problema. “Cebrián se ha centrado y el PSOE se ha extremado”. Así que un poquito converso, sí que es.
El exdirector de El País y expresidente de Prisa se sintió obligado a negarlo: “Cayetana está contenta, porque he cambiado mucho, pero no he cambiado casi nada”. Entonces, como Girauta, la culpa sería de El País y del PSOE. O del país, con minúscula.
A la hora de castigar al partido al que tanto apoyó desde el periódico que dirigía, no se quedó corto, lo que complació a su interlocutora. “El PSOE no es un partido. Es una secta y amenaza con convertirse en una mafia”, anunció coincidiendo así con los puntos de vista radicales de los medios más combativos de la derecha. Ahora escribe en uno de ellos, The Objective, cuyo presidente del Consejo Editorial es Antonio Caño, a quien Cebrián nombró director de El País para que lo derechizara hasta que la empresa descubrió que la estaban llevando a la ruina. “Intentamos ser de derechas, pero no funcionó”, dijo años después el nuevo accionista mayoritario de la empresa.
Como gran exclusiva, dijo que diputados y ministros del PSOE no son obreros en alusión al nombre de Partido Socialista Obrero Español. Ver a alguien de la trayectoria personal y profesional de Cebrián acusar a otros de no ser obreros es algo que llama la atención. No es que tenga la culpa de eso –cada uno nace donde nace y se dedica a lo que quiere–, aunque los demás tampoco.
Otro de su quinta que está desatado, y que también estuvo en la presentación, fue el escritor Félix de Azúa, colaborador de El País durante décadas y hoy, qué casualidad, también en The Objective. El Gobierno se ha convertido “en una tiranía o en una satrapía o no está claro a qué régimen se dirige”, afirmó. Lo bueno de invitar a escritores como él a una presentación de libros es que utilizan palabras como 'satrapía'.
A sus 80 años, lo único que lamenta personalmente es no ser más joven, porque se iban a enterar los demás. “Si yo tuviera 50 años menos, les diría que ha llegado el momento de la acción, la acción cívica. No digo que nos convirtamos en Hamás”. Es un alivio no tener que imaginarse a Azúa con una cinta verde en la cabeza y un kalashnikov en la mano. Lo malo es que de inmediato anunció que “se ha acabado el tiempo de las palabras”. Acción cívica sin palabras. Suena raro viniendo de un escritor. Ese es un concepto que debería trabajarlo más.
En esa confusión entre El País y el país que ha dado lugar siempre a tantos equívocos, Álvarez de Toledo se refirió al periódico en términos no muy amables. Aunque podría haberse referido al segundo, pareció estar hablando del diario con una frase propia precisamente de alguien que no ha olvidado el boicot que mencionó y del que está tan satisfecha. “Hoy da pena y a veces hasta da risa”, dijo. Cebrián prefirió no seguir esa línea.
Sólo es una casualidad que el acto coincidiera con el primer artículo de un nuevo colaborador de la sección de opinión de El País. Es otro fichaje hecho en el campo de la derecha. Para que sus amigos no le digan que se ha vendido a Prisa, el autor ha comenzado su andadura propinando una buena patada a uno de los grandes iconos de la izquierda en la cultura, Pedro Almodóvar. Esas cosas no pasaban cuando Cebrián dirigía el periódico o presidía la empresa. Una vez, un crítico literario publicó una reseña muy negativa de un escritor de Alfaguara y la cosa no acabó bien. Para el crítico, claro.
En esa línea de abjurar de todo lo que se ha hecho en España desde Zapatero, porque no se le escucharon críticas a la derecha, Cebrián dijo que “hay una traición directa del espíritu de la Transición”. No entiende que este país, como cualquier otro, se pueda gobernar con criterios distintos a los de los años ochenta. Los hay que piensan que deberían vivir en la España del pasado o creer que entonces se alcanzó el punto máximo de inteligencia en la historia de la política.
En este punto, muchos responden con el listado de los errores de la Transición desde su posición ideológica. Ese no es el tema principal. Es más relevante pensar que no es posible repetir las soluciones de hace 40 años pensando que serán tan efectivas como entonces. El mundo cambia y unas cuantas personas de la edad de Cebrián están seguras de que todo se ha ido al carajo. Económicamente, a él le ha ido muy bien, pero ha acabado escribiendo en The Objective. Como para no estar enfadado.
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