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Ceuta festeja la reapertura de las fronteras terrestres entre España y Marruecos

Gonzalo Testa

17 de mayo de 2022 08:12 h

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La reapertura de las fronteras terrestres entre España y Marruecos tras 794 días cerradas se convirtió la medianoche de este martes en Ceuta con puntualidad británica en un jolgorio que reunió a tantos atraídos por festejar el evento en calidad de animadores a pie de carretera, unos 300, como los que se decidieron durante las primeras horas de la madrugada a entrar a Marruecos. En sentido inverso apenas hubo trasiego, muy limitado por las condiciones impuestas por Madrid y Rabat.

La población de la ciudad autónoma, sobre todo su mitad árabo-musulmana, que mantiene infinitos lazos familiares sobre la valla que la separa del Reino alauita, ha celebrado con júbilo la recuperación del tránsito fronterizo, todavía muy limitado, un elemento esencial para volver de verdad a la vieja normalidad de siempre.

“Una gran noticia”

Desde 'Puerta de Europa', el remozado chiringuito que tras tres décadas sigue sirviendo “café y bocatas” junto a la frontera, antaño un tumulto de sol a sol, el gerente del local, Hamadi Amar, fue testigo privilegiado durante la tarde del lunes de los preparativos de la vuelta a la vida del paso. “Esto es una gran noticia para todos, para Ceuta entera, es muy positivo, sobre todo si realmente se cumple el compromiso de tener un trasiego ordenado de viajeros y productos”, valora.

Las autoridades españolas han avanzado que, aunque se reabra, poco será parecido en el Tarajal. Hasta su cierre por la pandemia llegaban a moverse por aquí 20.000 personas y 3.000 vehículos al día, una muchedumbre que terminaba escapando al control de las Fuerzas de Seguridad, como el incesante trajín de bultos hacia Marruecos, con el que se quiere acabar drásticamente. Hasta que los dos países no concreten si la ciudad tendrá en esta “nueva etapa” aduana comercial, los aduaneros marroquíes no dejarán pasar “ni un danone” a su territorio, tal y como ha advertido la asociación ‘Residentes Ceuta’, y a la localidad española no se permitirá entrar “ni una bolsa de tomates”, como ha asumido el responsable de Sanidad Exterior local, Ignacio de Rus.

Un potente dispositivo policial

Los prolegómenos de la reapertura de la frontera sirvieron al jefe superior de la Policía Nacional en Ceuta, el exjefe de los GEO Javier Daniel Nogueroles, para mostrar a los medios el “potente” dispositivo desplegado con refuerzos de la Brigada de Respuesta a la Inmigración Clandestina (BRIC), antidisturbios, drones y nuevos sistemas de verificación de documentos para que no haya ni un viajero ni un coche que escape a su escrutinio. Aunque hasta junio, como pronto, no se colocarán los sistemas de “frontera inteligente” que pagará Europa.

Durante las horas previas a la apertura de puertas, los agentes especializados sobre el terreno tuvieron tiempo de derribar dos ‘narcodrones’ sobre las aguas de una bahía iluminada por la ‘luna de sangre’ mientras la delegada del Gobierno, Salvadora Mateos, recorría unas instalaciones todavía en obras: terminarán en dos semanas, pero los acuerdos alcanzados por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en Rabat atropellaron los planes y forzaron fecha (coincidente con la entrada irregular hace exactamente un año de unas 13.000 personas marroquíes) y condiciones.

La reconciliación hispano-marroquí se da por segura, pero todavía no soporta aspavientos: el anunciado posado de agentes de ambos países dándose la mano antes de retirar las verjas que restañaría visualmente antiguas fricciones no se produjo y ni siquiera entre bambalinas hubo un saludo protocolario de las autoridades de la región de Tetuán desplazadas hasta el paso a Mateos.

Reencuentros

Nada de todo eso importaba a Mohamed Sufian, uno de los primeros en superar los controles documentales ansioso de llegar a Castillejos [Fnideq, en árabe], la ciudad marroquí ubicada a apenas tres kilómetros de Ceuta. “Allí me esperan mi mujer y mis dos hijos, una nacida durante la pandemia… Se quedó embarazada y yo todavía no he podido conocer a Umaima”, explica apresurado en los nuevos carriles peatonales adecentados a la carrera por España.

En un coche de alta gama detrás de una docena de motos, las primeras en llegar al filtro que ralentizó una caída temporal del sistema informático de la Policía, Zacarías y un amigo hablan entre carcajadas con “Mohamed, el mejor barbero de Castillejos, que sigue abierto a las doce de la noche para volver a atender a sus clientes de Ceuta”. “Tenemos a nuestra abuela en Tánger, también a nuestros tíos en Marruecos… Ha sido una espera muy larga, pero estamos muy contentos de poder volver a sentarnos con nuestros amigos como hacíamos siempre”, explica, justo detrás, pilotando al lado de su hermano, Munir.

A sus 65 años, Rahma fue de las primeras en llegar, apenas las 21.00 horas, a las inmediaciones de la frontera, donde algunos seguían preguntando al enjambre de periodistas si “de verdad” tendría lugar la reapertura. “Yo voy a cruzar ya a ver a mi familia… Tenemos una alegría inmensa, tiemblo de lo que siento”, se diagnostica la mujer a escasas horas de un momento largamente esperado que Marruecos quiso materializar sin éxito en Jueves Santo y que tampoco se pudo consensuar para la víspera de la Pascua del Sacrificio islámico del 2 de mayo, como se había planteado.

Con el jaleo de fondo de la multitud que corea plegarias musulmanas con festivos manteos incluidos, Mohamed y su esposa esperan pacientemente el avance de la cola de vehículos para “comer un bocadillo de ‘jarlota’ y volver, que mañana trabajamos”. En el asiento de atrás, su hijo pequeño, que solo ha podido ver a sus parientes de Marruecos “una vez” volando, un precio que no muchos pueden permitirse en la ciudad con mayor porcentaje de población por debajo del umbral de la pobreza, va a vivir “por primera vez” el cruce del Tarajal.

Durante los primeros años del siglo XXI hacerlo era un trámite rápido y sencillo que se fue ralentizando hasta la exasperación, horas de espera para ir o volver que fueron estrangulando un cordón umbilical de ocio y afecto en cuya recuperación se fían ahora muchas esperanzas. Hasta el 31 de mayo solamente podrán atravesar las fronteras de las ciudades autónomas nacionales y residentes de la UE y marroquíes con visado Schengen, una aguja en un pajar, lo que explica que las entradas en Ceuta se contasen con una mano durante la primera hora de reapertura.

A final de mes se dará luz verde también a los trabajadores transfronterizos “legalmente reconocidos como tales”. En 2020 eran unos 5.000 entre ambas ciudades, sobre todo empleadas de hogar, pero hoy solo decenas tienen Tarjeta de Identificación de Extranjeros (TIE) en vigor o visado exclusivo para las dos localidades españolas norteafricanas, los documentos que se ha pactado exigir para prevenir una avalancha de peticiones de asilo como la que siguió a la crisis migratoria de hace un año.

“Yo voy a pasar las vacaciones con mis padres… Muy contento, la verdad, muy contento”, se repite Bilal antes de llegar al control policial delante de Jadiya, que junto a varias amigas ve “normal” el éxtasis por recuperar el contacto con sus seres queridos al otro lado de la frontera, una rutina semanal, diaria en algunos casos, hace apenas una década: “Han sido dos años y tres meses”, pierde la cuenta, “y es normal que estemos así… Peor están los que se quedan”.