Sídney (Australia), 19 ene (EFE).- En sus cinco años y medio al frente del Gobierno de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern se ha convertido en una de las gobernantes más populares del planeta gracias a un estilo de liderazgo empático y firme que ha brillado en algunos momentos decisivos de su mandato.
LÍDER MÁS JOVEN
En septiembre de 2017 ganó las elecciones de su país y se convirtió, a los 37 años, en la dirigente más joven del mundo. A la juventud añadió en junio del año siguiente el hito de convertirse en la primera líder mundial que daba a luz durante su mandato (la anterior fue la fallecida pakistaní Benazir Bhutto en 1990).
Al igual que otras facetas de su vida personal y política, Ardern asumió la maternidad con naturalidad, y se convirtió en la primera gobernante que acudía a la Asamblea General de Naciones Unidas con su hija de tres meses, con la que se la vio jugando minutos antes de dar su discurso.
Aquella desenvoltura en sus primeros meses de Gobierno dio a Nueva Zelanda una notoriedad inusitada y dio pie al comienzo en medios y redes sociales de la llamada “jacindamanía”.
ATENTADOS DE CHRISTCHURCH
Su primera prueba de fuego fueron los atentados de Christchurch en marzo de 2019, cuando un supremacista blanco australiano mató a tiros a 51 personas durante un asalto a dos mezquitas, en el que fue el peor atentado terrorista de la historia del país.
Ardern anunció inmediatamente una reforma de la ley de tenencia de armas, hizo gala de empatía vestida con un velo islámico y convirtió el dolor de la minoría musulmana en el de todo el país al pronunciar la frase: “Somos uno, ellos somos nosotros”.
ERUPCIÓN DEL VOLCÁN WHAKAARI
Otro de los momentos trágicos que vivió al frente del país fue la erupción en diciembre de 2019 del volcán Whakaari, que dejó 22 muertos entre trabajadores y turistas de distintos países.
Ardern mostró su liderazgo empático tanto con los familiares de las víctimas como con los rescatadores, a quienes felicitó en persona y en público por su trabajo.
GESTIÓN DE LA PANDEMIA
La pandemia de covid-19 iniciada hace tres años supuso un éxito sanitario rotundo para Ardern, que gracias a unas medidas draconianas limitó el número de contagios y muertos, pero fue también uno de sus mayores quebraderos de cabeza por la oposición a esas medidas, las críticas a la lenta vacunación y las protestas del movimiento antivacunas.
Nueva Zelanda fue reconocida internacionalmente como el país que mejor había gestionado la pandemia y ha registrado apenas 2.500 muertes por covid-19 para una población de 5 millones de habitantes, la tasa más baja en países occidentales.
DESPEDIDA
Ardern llevó su estilo desenfadado de liderazgo hasta el momento en que anunció hoy su renuncia, reconociendo sin tapujos que no le quedaba energía para presentarse a unas nuevas elecciones y que aprovechará para pasar más tiempo junto a su familia.
En una emotiva intervención en la que trató varias veces de contener las lágrimas, Ardern reconoció no tener planes concretos para cuando abandone su cargo el próximo 7 de febrero aunque intentará “ayudar a Nueva Zelanda.