Enrique Pamiés, el comisario que desarticuló 50 comandos y al que el PP acusó de colaborar con ETA
El comisario Enrique Pamiés (Lleida, 1961) aprovechó las últimas vacaciones de verano para operarse del hombro que desde hacía tiempo le estaba dando problemas. Podría haber solicitado una baja para hacerlo, pero perder días de trabajo no es su estilo. Y eso que la comisaría provincial de Huesca, donde el Gobierno del PP lo desterró, no parece un reto desbordante para un policía clave en la lucha contra ETA durante las últimas tres décadas que dirigió la jefatura superior en Euskadi entre 2004 y 2012.
La afirmación de que ha participado en la desarticulación de 50 comandos de la organización terrorista podría parecer inflado por su defensa para presentarlo ante el tribunal del ‘caso Faisán’ como incompatible con un colaborador de ETA. Sin embargo, responsables del Ministerio del Interior con unos y otros gobiernos y sus 54 reconocimientos públicos avalan ese dato.
Poco dado a frecuentar pasillos y despachos, Enrique Pamiés –Lleida, como le conocen sus compañeros desde que salió de la academia– pertenece a una nómina de policías anónimos de los que ni su entorno conoció durante años muy bien a qué se dedicaba. Por eso, Pamiés no hubiera tenido muchas posibilidades de llegar a un puesto como el de jefe superior en Euskadi de no haberse cruzado en su vida Víctor García Hidalgo.
El socialista vasco era el encargado de coordinar con las Fuerzas de Seguridad la protección de sus concejales, en la época en que estos eran blanco prioritario de la organización terrorista. Así se conocieron el policía y el político. Su experiencia en la problemática terrorista hizo que el PSOE solo dudara si situar a García Hidalgo al frente de la Guardia Civil o de la Policía cuando ganó las elecciones de 2004. Finalmente, García Hidalgo fue a la Policía y eligió a Pamiés como nuevo jefe superior en el País Vasco. Sólo había un problema: Lleida no era de la cuerda. Como la mayoría de los comisarios, Pamiés es de ideología conservadora y abiertamente nacionalista español. Poco o nada le importó a García Hidalgo.
Enrique Pamiés siempre ha defendido, en público y en privado, que él no dio el chivatazo a ETA, ni aunque este tuviera por objeto salvar un proceso para acabar definitivamente con la violencia. Su entorno va más allá y señala como culpable del soplo al comisario Carlos Germán, responsable de la operación abortada aquel día y al que el juez Grande-Marlaska puso a investigar el chivatazo. Germán señaló desde el principio a Pamiés y sus tesis son las que defendió en el juicio el fiscal, Carlos Bautista. Pero no siempre fue así. En los inicios de la investigación, Bautista firmó un escrito señalando al equipo investigador de Germán como responsable del soplo.
A pesar de lo que pudieran indicar esos trajes con camisa oscura, la cabeza como una bola de billar y el perenne pitillo en la mano, Pamiés es un tipo familiar. No bebe, va de comisaría a casa y allí no suele hablar de trabajo. O no lo hacía hasta que el ‘caso Faisán’ empezó a estar presente casi a diario en los medios de comunicación. Sobre todo en algunos, de esos que siempre sacralizaron el secreto trabajo de los agentes dedicados a la lucha antiterrorista y que sin embargo no dudaron en martillear con la imagen de Pamiés en portadas e informativos. Acostumbrado a manejarse en situaciones límite, fue entonces cuando comenzó el verdadero calvario para el policía.
El fallo de la Audiencia Nacional, a falta de ser ratificado por el Tribunal Supremo, deja por responder infinidad de preguntas que ya nunca tendrán respuesta. El tribunal no hace mención a que en la operación abortada iba a ser detenido Gorka Agirre, histórico del PNV encargado de la delicada relación con el entorno de ETA. ¿Fue el director de la Policía, por indicación de los socialistas vascos, quien pidió a Pamiés que abortara la operación? ¿Lo supieron en la cúpula del Ministerio del Interior o se hizo a sus espaldas?
Alfredo Pérez Rubalcaba tan solo llevaba un mes y medio al frente del departamento cuando se produjo el soplo. A los cinco meses, realizó una de esas remodelaciones que pretenden esconder ceses. Con la excusa de unificar la dirección de la Policía y la Guardia Civil, fulminó al comisario general de Información, objeto de varias polémicas, y al director general.
En su comparecencia con motivo de los cambios, Rubalcaba dedicó afectuosas palabras al comisario Telesforo Rubio. A García Hidalgo, ni lo mencionó. El socialista vasco lleva retirado de la primera línea desde entonces. Hasta que el Supremo resuelva, Pamiés seguirá en su comisaría de Huesca, dedicado a pequeños robos y alguna que otra operación antidroga, echando de menos hacer lo que mejor sabía y sin que le sirva de consuelo saber que ETA, como él la combatió, se ha acabado para siempre.