Diez años en Ciudadanos: pacto con Libertas, triunfo en Catalunya, casi sorpaso al PP y el fin de Albert Rivera

Los últimos diez años de la vida política de Ciudadanos han estado marcados por las sucesivas convocatorias electorales a las que ha tenido que enfrentarse la formación que impulsó Albert Rivera en 2006 junto a un grupo de intelectuales. Nacidos en Catalunya para combatir a los nacionalismos, Ciutadans –su nombre originario–, con su líder al frente, decidió en 2015 expandirse por todo el territorio nacional con el fin de ser “decisivos” a la hora de configurar mayorías que dieran “estabilidad” a España en base a “acuerdos transversales” con los grandes partidos constitucionalistas.

Los planes de Rivera, sin embargo, iban mucho más allá de ser una formación bisagra capaz de pactar a derecha e izquierda: su ambición a más largo plazo era gobernar el país. Nunca lo disimuló. Para ello necesitaba detrás un partido fuerte y unido. Con esa hoja de ruta en la cabeza Rivera fue tejiendo su hiperliderazgo sin que nadie le discutiera internamente ninguna de sus decisiones. Incluso cuando en 2017 el partido cambió de ideario y abandonó la socialdemocracia.

Rivera apostó desde ese momento por ocupar el espacio de centro derecha y en las sucesivas elecciones se obsesionó con dar el sorpaso al PP, algo que nunca logró.

Su tolerancia con Vox y su decisión de vetar en cambio al PSOE llevó al partido a otra de las mayores crisis internas de su corta historia: un grupo de críticos le plantó cara, le advirtió de su errónea estrategia de pactos y repudió su “derechización”. Pero Rivera los desoyó y los dejó marchar, retándolos a que impulsaran su propia formación.

El éxito que había alcanzado Inés Arrimadas en Catalunya en 2017 en unas elecciones convocadas por Mariano Rajoy tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución, y el cosechado por el partido apenas dos años después en las generales del 28 de abril, en las que consiguieron 57 escaños, hicieron creer a Rivera que caminaba por la buena senda.

El 10N, sin embargo, le devolvió a la realidad. Ciudadanos se hundió en la irrelevancia pese a los intentos de última hora y casi a la desesperada que hizo el líder por rectificar ofreciendo a Pedro Sánchez un acuerdo para “desbloquear España” y evitar un gobierno con “populistas e independentistas”.

Rivera ahora es historia, la historia de un carismático dirigente político que con 40 años recién cumplidos se vio obligado a 'jubilarse' de la vida pública, víctima de su propia ambición y de decisiones que muchos consideraron equivocadas.

Lo que sigue es la cronología de un partido mimado por eso que se llama el establishment y que llegó a ser primera fuerza en vísperas de la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy.

2009. Rivera imprime el primer giro a su corta trayectoria política, iniciada tres años antes: el 7 de junio concurre a las europeas en alianza con Libertas, una coalición integrada por grupos antieuropeístas, de ideas ultraconservadoras y en algún caso, xenófobas. Para encabezar la candidatura ficha al abogado y exdirector general de la ONCE, y expresidente de Telecinco, Miguel Durán, y coloca a José Manuel Villegas como número dos.

La operación constituye un estrepitoso fracaso al cosechar tan solo 22.903 votos (un 0,15% del total). “Un grave error”, como reconocería con el tiempo el propio Rivera. No solo no lograron entrar en el Parlamento Europeo, sino que abrió la primera gran crisis interna que finalizó con la marcha de dos de los tres únicos diputados que tenían en el Parlament, además del propio Rivera –José Domingo y Antonio Robles– y la dimisión de Villegas de su cargo, pese a que su fiel escudero continuó después a su lado para reimpulsar el proyecto.

2010. Tras el fiasco de ese experimento europeo, Rivera es ratificado en primarias como candidato a la Generalitat de cara a las nuevas autonómicas que se celebraron el 28 de noviembre de ese año en Catalunya.

El lema de la campaña fue “Rebélate”, con el que el líder de Ciudadanos invitaba a plantar cara a los 30 años de hegemonía de CiU y a los partidos del tripartito, incluido el PSC. En el cartel electoral Rivera esta vez aparecía vestido, no como en el de su debut en las autonómicas de 2006, pero con las personas que le acompañaban de fondo sin ropa. La lista la cerró simbólicamente su mentor, el catedrático Francesc De Carreras. Su campaña se basó sobre una idea fuerza: “Nosotros no queremos la Cataluña de las prohibiciones y la imposición. Tenemos la virtud de decir lo mismo en privado y en público”. Ciudadanos mantuvo su representación de 3 diputados.

2011. El partido de Rivera debate si presentarse a las elecciones generales del 20 de noviembre y abre negociaciones con UPyD para tentar una posible coalición. Pero Rosa Díaz, la dirigente de la formación magenta, rechaza esa posibilidad. Ciudadanos obvia esos comicios para no dividir el voto del espacio de centro. UPyD se convierte en cuarta fuerza del país: obtiene 5 escaños y grupo propio en el Congreso.

En la primavera de ese mismo año, Ciudadanos presenta algunas candidaturas a las municipales y mantiene parte de sus ediles de Catalunya. Además debuta con concejales en Molina de Segura (Murcia) y Villanueva del Pardillo de (Madrid). En las autonómicas que se celebran ese mismo día no participa.

2012. Ciudadanos, con Rivera de nuevo como candidato, afronta en Catalunya otras autonómicas. El adelanto decidido por Artur Mas fija el día de la votación para el 25 de noviembre. En la presentación de la campaña, bajo el lema 'Mejor unidos', Rivera vuelve a verse respaldado por escritores y fundadores del proyecto, como Félix Ovejero, Javier Nart o Arcadi Espada, además de por Francesc de Carreras. Rivera coloca como número tres de su candidatura a Carina Mejías, que acababa de abandonar el PP, partido con el que fue concejala del Ayuntamiento de Barcelona y diputada en el Parlament durante varios años. Mejías concurre en la lista como independiente.

La tensión ya es palpable en Catalunya ante el auge del independentismo. De hecho, dos meses antes, el 27 de septiembre, fue votada en el Parlament una moción en la que se pedía convocar una consulta sobre la independencia que cuenta con el apoyo de los nacionalistas y ERC, la abstención del PSC –excepto del diputado Ernest Maragall que votó a favor– y el voto en contra del PP y Ciudadanos.

Rivera consigue aumentar sus apoyos: saca nueve escaños con un discurso basado en los “valores constitucionalistas” y en el que ya alertaba del peligro de ruptura de España. Además, pidió, sin éxito, una ley electoral propia para Catalunya con circunscripción única para todo el territorio, donde el valor de cada voto fuera el mismo, independientemente de la provincia.

2013. Uno de los pocos años sin elecciones de la historia reciente. Rivera se mantiene centrado en su tierra pero con la idea de expandir el partido por todo el territorio nacional. Impulsa Movimiento Ciudadano, la plataforma que le sirve de vehículo para darse a conocer fuera de Catalunya, y a la que invita a políticos e intelectuales de diversa procedencia, como el exministro socialista de Interior Antoni Asunción, ya fallecido. Las señas de identidad siguen siendo el combate del nacionalismo catalán para evitar que se mantengan como llave a la hora de configurar gobiernos nacionales.

2014. El 25 de mayo Ciudadanos se presenta a las europeas, esta vez con su propia marca, sin experimentos raros. El partido logra dos escaños, el del escritor y periodista Javier Nart, que ha terminado abandonando el partido, pero no su escaño en el Parlamento Europeo entre duras críticas hacía la estrategia de pactos de Rivera; y el de Juan Carlos Girauta, que poco después dejó su puesto a otra dimisionaria, Carolina Punset, para concurrir a las siguientes generales. Rivera aprovecha ese año para expandir su Movimiento Ciudadano y abrirse a todo tipo de colectivos con vista a las elecciones generales del año siguiente. Mientras tanto, el PP da síntomas de agotamiento, acorralado por la corrupción y las protestas contra sus recortes. El anuncio de su candidatura a la presidencia del Gobierno no tarda en llegar.

2015. Albert Rivera da el esperado salto a Madrid, abandona Catalunya y deja el partido en manos de Inés Arrimadas, látigo desde entonces de los nacionalistas en el Parlament. Su sustituta se enfrenta con notable éxito a sus primeras autonómicas, adelantadas también por Artur Mas al 27 de septiembre, y logra para su partido 25 escaños, casi el triple de los que heredó de Rivera.

Ciudadanos afronta en ese ejercicio otras citas con las urnas. En marzo, las andaluzas le permiten entrar en ese parlamento regional con 9 diputados, a pesar de concurrir con un candidato desconocido, Juan Marín.

Dos meses meses después, en mayo, encara las demás autonómicas -excepto en Galicia y País Vasco que son convocadas en otras fechas-, y las municipales en las que al partido tampoco le va mal convirtiéndose en la tercera fuerza política municipal, por detrás de PSOE y PP -aunque a bastante distancia de ambos-, con más de 1.500 concejales. Siete de ellos en Madrid capital, con Begoña Villacís al frente de la lista; y cinco en Barcelona, con Carina Mejías como candidata. Irrumpen también en los Ayuntamientos de Valencia, Sevilla, Granada, Málaga, Zaragoza, Murcia, Alicante, Córdoba, Mallorca y Canarias, Valladolid, Oviedo, Gijón y L'Hospitalet de Llobregat, donde vivía Rivera y sigue residiendo su familia.

Ciudadanos entra también en muchos parlamentos regionales, en algunos con fuerza, como en la Asamblea de Madrid donde obtiene 17 diputados con Ignacio Aguado encabezando la lista; y en las Cortes Valencianas, donde logran 13 escaños con Carolina Punset como candidata. Sus resultados son notables en otros territorios: Aragón (5 diputados), Asturias (3), Baleares (2), Cantabria (2), Castilla y León (5), Extremadura (1), La Rioja (4), Murcia(4), Ceuta (1) y Melilla (2).

Pero su otro gran éxito está por llegar. Ese 2015 Ciudadanos entra a lo grande en el Congreso en las generales del 20 de diciembre, con 40 diputados, convirtiéndose junto a Podemos en una de las denominadas “fuerzas emergentes”. UPyD desaparece del espectro parlamentario, como antes había desaparecido de las atalayas mediáticas de la capital.

Rivera promete en ese campaña que si no gana, se abstendría para dejar gobernar al partido más votado. A esas alturas ya no descartaba que fuese Ciudadanos mientras Mariano Rajoy trataba de sobrevivir a sus escándalos y promesas incumplidas.

En la recta final de esa campaña el líder de Ciudadanos se compromete a no pactar ni con el PP de Mariano Rajoy ni con el PSOE de Pedro Sánchez. “Nosotros no vamos a apoyar a Rajoy y a Sánchez, lo hemos dicho muchas veces, y tampoco gobernaremos a cualquier precio. Quien ha de intentar formar gobierno es la lista más votada. Pero, sino puede, hay dos opciones: Gobierno alternativo o elecciones anticipadas”, afirma.

Rivera incumple su palabra. No solo no apoya al PP, que fue la listas más votada y la que saca más escaños, sino que en febrero de 2016, después de que Rajoy renunciara a presentarse a la investidura, cierra el 'Pacto del Abrazo' con Pedro Sánchez. Pese a todo, no consiguen apoyos suficientes para sacar el acuerdo adelante y la legislatura no echa a andar.

2016. El 26 de junio España se vio sometida a la repetición de las generales lo que lleva a Ciudadanos a perder ocho escaños en la Cámara Baja, quedándose en 32. Rivera volvió a asegurar que no pactaría con Rajoy ni tampoco con Sánchez, con el que sus relaciones empiezan a agriarse.

Apenas unos días antes de la cita con las urnas, el entonces candidato de Ciudadanos fue preguntado en una entrevista con el diario El País si “estaba en su horizonte apoyar a Rajoy”. “No está en mi horizonte porque conozco a mis votantes. Quieren cambiar las cosas. Estamos en un fin de ciclo. Rajoy no es la respuesta al revulsivo que necesita España”, replica. Incluso llega a pedir a los diputados del partido conservador que “tuvieran coraje y valentía” para cambiar de líder y pasar página a la corrupción.

Rivera vuelve a olvidar lo prometido y poco después, en agosto, cierra solemnemente en el Congreso un pacto de investidura con el líder del PP, que fue de nuevo la lista más votada. Su fama de “veleta” por sus constantes cambios de discursos se incrementa en algunos círculos. Pese a sus vaivenes y cambios de rumbo, su liderazgo interno sigue intacto.

La situación política se encona porque Pedro Sánchez se niega a abstenerse en la investidura y es obligado a dimitir por los barones del PSOE, que designan una gestora a cuyo frente se sitúa el entonces presidente asturiano Javier Fernández, que facilitó el nombramiento de Rajoy como presidente.

Ese otoño Ciudadanos pincha en las autonómicas convocadas en Galicia y el País Vasco. No entra en ninguno de los dos parlamentos regionales, dos huesos duros que se les siguen resistiendo.

2017. El año del cambio de ideario de Ciudadanos. El 4 y 5 de febrero el partido celebra su IV Asamblea General en la localidad madrileña de Coslada en la que Rivera logra un respaldo a su gestión casi unánime (97,7%). La formación pasa a definirse como de “centro, liberal, progresista y europeísta”. Todas las enmiendas que pedían mantener el ideario socialdemócrata son tumbadas. También las presentadas a las ponencias de Estatutos y de Estrategia. Rivera presume del cerrado respaldo que sus compañeros dieron a sus tesis.

Pese al aplauso general que siempre ha acompañado al líder, ese viraje ideológico le cuesta al partido un goteo de bajas de militantes y cargos públicos, en su mayoría concejales, que tras dejar el partido no renuncian a sus actas y saltan al grupo de los No adscritos.

En el PSOE entretanto, Pedro Sánchez, logra tomar de nuevo las riendas del partido tras ganar unas reñídas primarias a Susana Díaz y Patxi López. Todo el panorama político se revuelve con su regreso a la lona. El pacto de Rajoy con Rivera empieza a sufrir fisuras ante el horizonte judicial por la corrupción que tiene por delante el PP: Papeles de Bárcenas, Caja B, Operación Lezo, Sumario Púnica, caso Auditorio y un largo etcétera.

2017 finaliza para Ciudadanos de la mejor manera posible: con la histórica victoria de Inés Arrimadas en las autonómicas catalanas, convocadas por Mariano Rajoy tras aplicar el artículo 155 de la Constitución ante la declaración unilateral de independencia impulsada por los líderes del procés, que en su mayoría acabaron en la cárcel o huidos. Ciudadanos pasa en esos históricos comicios a ser la primera fuerza política en el Parlament con 36 escaños. Pese a ello, Arrimadas no consigue apoyos para gobernar.

2018. Rivera afronta ese año presumiendo de partido “unido” y dispuesto a gobernar España. Las encuestas les sonríen, apuntando a una fuerte subida en las generales a costa de los descontentos del PP y del PSOE. Algunos sondeos los sitúan a las puertas de La Moncloa. Son tan favorables que incluso la dirección del partido tuvo que mandar mensajes para rebajar la euforia.

A finales de mayo, en el Congreso todo salta por los aires tras la sentencia del caso Gürtel que confirmó la existencia de una caja B en el PP con una “estructura contable paralela a la oficial” y condena al partido como corresponsable a “título lucrativo”.

Rivera compareció entonces en rueda de prensa para anunciar que había “un antes y un después” en su relación con el PP de Rajoy. “No es una sentencia más”, afirmó, sino que “esto lo cambia todo, trastoca todos los planes de la legislatura”. El líder de Ciudadanos no especifica más en la creencia de que unas nuevas elecciones generales podrían reforzar a su partido.

Nunca se sabrá porque pocos días después el PSOE presenta una moción de censura contra Rajoy con Pedro Sánchez como candidato alternativo, con el apoyo de Unidas Podemos –que había fracasado previamente en otra anterior–, de los nacionalistas catalanes y de ERC. El PNV desvela en el último minuto que se une a la iniciativa y la moción fructifica. Sánchez es proclamado presidente del Gobierno. Rivera se queda descolocado y desdibujado en el tablero político. Sus relaciones desde ese momento se tensan con Sánchez hasta el extremo de llegar a las descalificaciones casi personales.

Ese mismo mes de junio Rajoy deja su escaño y todos sus cargos, abriendo el melón sucesorio en su partido. Finalmente, en julio, es sustituido por Pablo Casado tras unas 'primarias' en las que casi todo el partido se revuelve contra la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

2018 no acaba demasiado mal para Rivera tras la celebración en diciembre de las andaluzas, anticipadas por Susana Díaz después de la ruptura del pacto por parte de Ciudadanos, que la había mantenido en el poder los últimos tres años. Rivera e Inés Arrimadas se vuelcan en aquella campaña en apoyo de Juan Marín y el candidato casi consigue triplicar allí sus escaños: de 9 pasa a tener 21 diputados, aunque no consigue superar al PP pese al fuerte retroceso que experimentan los conservadores: bajan de 33 a 26 escaños.

La irrupción de Vox en el parlamento regional con 12 diputados propicia un pacto de Gobierno entre las tres derechas para echar a Susana Díaz de San Telmo. Marín fue designado vicepresidente de la Junta andaluza en un Ejecutivo encabezado por el popular Juanma Moreno gracias a los votos de la formación ultraderechista de Santiago Abascal.

Contento por ese primer acuerdo por la derecha tras la experiencia de Madrid con Cristina Cifuentes, Rivera declara al PP como “socio preferente”, pese a “sus mochilas de corrupción”, negándose a negociar con el PSOE, lo que pronto dio origen a otra fuerte crisis en su partido.

2019. El año que ahora acaba ha sido sin duda el más agridulce para Ciudadanos y para el propio Rivera. El líder de Ciudadanos lo estrena redoblando las presiones a Sánchez para que, como había prometido en la moción, convocase elecciones generales. En febrero se produce la foto de Colón, que unió en el escenario a Rivera con los líderes de Vox y el PP después de una manifestación multitudinaria contra el jefe del Ejecutivo. La foto, de la Ciudadanos había estado huyendo hasta ese momento, provocó un hondo malestar entre algunos dirigentes del partido, como Luis Garicano, o el candidato a la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls, que no ha parado de pedir a Rivera –con el que terminó rompiendo– que se alejara del partido de extrema derecha.

La convocatoria de las generales, sin embargo, no se materializó hasta que días después Sánchez comprueba que no logra sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2019 tras haberse visto obligado a prorrogar los del ministro del PP Cristóbal Montoro. Aunque Unidas Podemos los respalda, los nacionalistas del PDeCAT, ERC y Bildu unen sus votos a los del PP, Ciudadanos, UPN y Foro Asturias para devolver las cuentas públicas al Gobierno. El fin de la corta legislatura se precipita, mientras los asesores del presidente defienden que no puede haber mejor escenario para los socialistas que la foto de las tres derechas juntas en el centro de Madrid. Los comicios se fijan el 28 de abril.

Para entonces Arrimadas ya había decidido dar el salto a Madrid liderando la lista por Barcelona al Congreso. La apuesta a todo o nada deja descabezado el partido en Catalunya hasta que Lorena Roldán es elegida su sustituta. La marcha de Arrimadas, la gran vencedora de las elecciones autonómicas, causa una gran preocupación entre un amplio sector del partido que consideran la decisión “descabellada”. Rivera la asume como propia e invita a los suyos a apoyar a un “tándem ganador”.

El líder de Ciudadanos acude a esa campaña convencido de que podrá aprovechar el aún débil liderazgo de Casado en el PP para ganarle terreno, por lo que explota su perfil más duro y se lanza sin disimulo a ocupar el espacio del partido conservador. En sus mitines hace constantes llamamientos a los votantes del PP y también a los socialistas más moderados y desencantados con Sánchez para que apoyen al “único partido limpio” y capaz de impulsar las reformas que en “40 años el viejo bipartidismo” no ha sido capaz de impulsar.

La estrategia le da frutos y Ciudadanos sube de 32 a 57 escaños mientras el PP se descalabra. La euforia se desata en Ciudadanos el 28 de abril y su líder vuelve a pensar que La Moncloa es cuestión de tiempo, de muy poco tiempo.

A pesar de que sus 57 diputados y los 123 de Sánchez suman una holgada mayoría absoluta, Rivera desoye las presiones del establisment, hiperpresente en la historia de Ciudadanos, que esta vez le pide un acuerdo con los socialistas para evitar que dependan de “los independentistas y los populistas”. El líder de Ciudadanos no hace caso, mantiene su arriesgada apuesta de veto al PSOE, y en las elecciones autonómicas y municipales celebradas poco después, opta por apuntalar a Casado en el poder cerrando con su partido gobiernos bipartitos en Madrid, Murcia y Castilla y León, los dos primeros con el indispensable apoyo del partido de la extrema derecha de Santiago Abascal, al que tanto el PP como el propio Ciudadanos han ido alimentado y 'blanqueando' en los dos últimos años. En Navarra, UPN, PP y Ciudadanos experimentan con éxito la coalición Navarra Suma, que llega a ser la fuerza más votada sin conseguir apoyos para gobernar.

Ese último viraje a la derecha –que Rivera siempre ha negado– y ese veto al PSOE provocan una de las mayores crisis del partido. En Madrid elige a Díaz Ayuso frente a Ángel Gabilondo y lo mismo sucede en otros territorios donde el PP llevaba décadas gobernando. El primero en dimitir es Toni Rodán, secretario de Programas de la Ejecutiva, pero posteriormente le siguen otros miembros de la dirección como Javier Nart, Francisco de la Torre, o Xavier Pericay. Su mentor, Francesc de Carreras deja la afiliación.

Sin embargo, otro de los críticos con la política de pactos, Luis Garicano, rebaja el tono después de conseguir subir de dos a cinco diputados en la Eurocámara en los comicios de ese mismo mes de mayo.

Convencido de que va por buen camino, el líder de Ciudadanos, impertérrito, vuelve a atacar a Sánchez, y en el debate de su investidura, celebrado en julio, denuncia que los socialistas tienen “un plan” que quiere ejecutar con “su banda” para repartirse “el botín”. Los portavoces de Ciudadanos repiten ese exótico argumentario día tras día, sin salirse del guión. Y así continúan hasta que constata que ese “plan” de Sánchez y sus negociaciones con Pablo Iglesias para cerrar un Gobierno embarrancan el pasado verano. Entonces Rivera da un giro inesperado a sus estrategia y justo el mismo día en el que el rey inicia sus consultas, propone al líder socialista su abstención y la del PP a cambio de una serie de condiciones. Ni Casado ni Sánchez entran a su juego.

Tras un intercambio de acusaciones y reproches con el líder de Unidas Podemos, Sánchez opta por dejar que corran los plazos para convocar nuevas elecciones en la creencia de que logrará aumentar sus apoyos. La fecha ya estaba escrita: el 10N.

Ciudadanos mira con pánico su futuro porque a esas alturas eran ya muchas las encuestas que les pronosticaban un imparable bajón como castigo a los virajes 'in extremis' de Rivera. En las radios y periódicos que antes jaleaban a Rivera, ahora se coquetea con Vox. El propio líder había avisado a los suyos: “Estamos cerca del 8.000 pero nos hemos quedado sin sherpas”. Se refería al abandono de algunos medios de comunicación que le habían sido siempre fieles.

Pese saber que corrían grave riesgo de fracasar, Rivera desprecia los llamamientos de Casado para presentarse juntos en la coalición España Suma. El líder de Ciudadanos sabe que los planes del líder del PP en realidad pasan por “fagocitarles” aprovechando su debilidad, y que les lanza la oferta también como respuesta a los descarados intentos de Rivera por ocupar el espacio de su histórica formación.

Las últimas entregas de esos sondeos antes de la cita con las urnas del 10N pronostican a Rivera un máximo de 20 diputados. En Ciudadanos no acaban de creérselo y llaman en la recta final de la campaña a la “remontada”. El dirigente de Ciudadanos hace entonces un nuevo requiebro y vuelve a tentar a Sánchez con su apoyo si acepta un decálogo de condiciones y no cierra el temido gobierno con Iglesias y los “que quieren romper España”. Pero vuelve a ser demasiado tarde. La suerte está echada.

Los malos presagios no solo se cumplen sino que superan todo lo esperado. El 10N se convierte en la peor pesadilla para Ciudadanos que pierde nada menos que 47 de sus 57 escaños quedándose tan solo en 10 en el Congreso.

Esa misma noche Albert Rivera deja entrever que se va. La noticia, no obstante, la materializa al día siguiente en una comparecencia que hace llorar a algunos de los suyos, que se encuentran aún en estado shock. Al borde también de las lágrimas, el líder se despide de su cargo, adelanta que no va a recoger su acta de diputado, y anuncia que deja además la política. Junto a Rivera se ve a Inés Arrimadas. Está hundida. La portavoz parlamentaria supo de inmediato que todas las miradas se iban a dirigir hacia ella para pedirle que intente reflotar el barco. Y en ese empeño está de cara a la V Asamblea General extraordinaria que Ciudadanos celebrará entre el 14 y 15 de marzo.

Para los dirigentes que han sobrevivido al naufragio comienza una nueva travesía, la más dura de toda esta década. Algunos temen desaparecer, como le pasó a UPyD, sobre todo si la operación que Génova ha puesto en marcha para quedarse con sus restos triunfa y hay una desbandada de fugas hacia el partido conservador.