Las elecciones de hoy abrirán una crisis de Estado y acercarán Cataluña a la independencia, según algunos observadores. Para otros en cambio, permitirán un enfriamiento de la situación y la canalización del debate político catalán en términos menos rupturistas. Ambos escenarios son posibles, pero es probable que no se cierren tantas incógnitas como muchos desearían. Todo ello dependerá en buena medida del escenario que definen los resultados electorales: ¿cuánta continuidad se dará bajo el cambio aparente de los resultados? ¿Se está gestando un realineamiento histórico del sistema de partidos en Cataluña? Es probable que lo que haya sucedido en anteriores elecciones nos resulte de poca utilidad para explicar lo que sucederá en estas. Sin embargo, puede ayudarnos a identificar mejor las claves de los resultados. Para ello, ofrecemos a continuación algunas pautas de análisis basadas en los parámetros que se han venido registrando en las últimas citas electorales catalanas. Que sean más o menos útiles, lo sabremos el lunes 26 de noviembre.
1. ¿Cómo se contarán los votos? El sistema electoral
A pesar de las reivindicaciones para tener “estructuras de Estado propias”, después de más de 30 años Cataluña no ha sabido aprobar una ley electoral para las elecciones al Parlament. La comodidad de CiU con las reglas vigentes y el rechazo de los partidos nacionalistas a favorecer mayor proporcionalidad territorial que favorezca la representación de las zonas más urbanas y pobladas han bloqueado esta ley (y quizá lo seguirán haciendo durante años). Por ello, sigue vigente la normativa transitoria que aplica las reglas diseñadas en la Transición para las elecciones generales en toda España, reproduciendo los problemas y las paradojas que estas plantean. Entre ellos, el más destacado es la enorme infrarrepresentación de los electores de Barcelona en comparación con las otras tres provincias. Mientras se produzca una distribución homogénea de los votos en todo el territorio, no se darán graves problemas de proporcionalidad entre partidos. Pero cuanto más diferentes sean los resultados en la circunscripción de Barcelona respecto al resto de Cataluña, más desviación se puede dar entre el peso de votos y el peso en escaños de los partidos, en favor de aquellos mejor ubicados fuera de Barcelona (CiU y ERC). Es lo que sucedió en 1999 y 2003. Sin embargo, pensando en las actuales elecciones, habrá que tener en cuenta que a mayor distancia del primer partido respecto del segundo en la circunscripción de Barcelona, los problemas de desproporcionalidad generado por el sistema electoral serán menos relevantes en términos políticos.
2. Quién puede votar y quién votará
En estas elecciones podrán votar 5.257.252 electores registrados en el censo electoral. Aunque leve (poco más de 27.000 nuevos electores), es el mayor incremento de censo que se da desde 1999. Por supuesto, muchos de ellos no harán efectivo su voto. La media de participación en elecciones catalanas se sitúa en el 60,5% del censo. Solamente se superó esta cifra en cuatro elecciones (1980, 1984, 1995 y 2003). Excepto en 1984 (donde se registró la mayor participación y cuando CiU obtuvo su primera mayoría absoluta), generalmente una participación alta, por encima de la media, ha significado que ningún partido ha obtenido mayoría absoluta. El contexto político de estas elecciones hace prever una mayor movilización de todos los electores. En este sentido, tanto el CIS como el CEO prevén un participación alta.
Se suele hablar de abstención diferencial para referirse a la diferencia de participación que se da entre las elecciones generales y las autonómicas, donde la abstención se incrementa. Si comparamos la abstención autonómica en Cataluña con la que se ha registrado en cada elección general previa (y teniendo en cuenta las diferencias de ciclo y de contexto político en cada caso), aquella suele incrementarse más de 10 puntos, con algunas excepciones (en 1980, en 1988 y en 2003, donde la diferencia se redujo a un inédito 1,5 puntos). Generalmente, cuanto más sube la abstención en las generales, menos se aparta luego de la abstención autonómica. En noviembre de 2011, se dio en Cataluña la segunda mayor abstención en unas elecciones generales (34,8%).
3. ¿Cuánto apoyo social recibirá cada partido? Los votos
En las últimas elecciones, CiU consiguió remontar al 1.202.830 votos, del que había ido alejándose desde 1999. Este domingo, CiU podría superar sensiblemente esta cantidad, volviendo a niveles de apoyo que tuvo Pujol en los años 80 y 90. Dos elementos apuntan en esa dirección: la recuperación electoral en las elecciones generales de 2011, donde consiguió superar el millón de votos, y el efecto de arrastre de votantes de otros partidos (principalmente del PSC y ERC) que señalan algunas encuestas.
Por el contrario, el PSC parece continuar su tendencia a la baja que experimenta desde 2003. A pesar de perder el 20% del electorado en cada nueva elección desde entonces, su espacio se sigue encogiendo. En 2010 obtuvieron 575.233 votos. Si se quedara por debajo del medio millón de electores, los socialistas habrían entrado en una deriva imprevisible. Las encuestas señalan ese escenario, aunque también detectan la posible existencia de voto oculto. Esto podría alimentar algunas esperanzas para el PSC, que hace sólo doce meses obtuvo más de 900.000 votos en las elecciones generales. ¿Podrían perder la mitad de esos votos en tan solo un año? La previsible reducción de la abstención diferencial, a la que antes hemos hecho alusión, parece sugerir lo contrario. Por otro lado, es la primera vez desde 1995 que se presenta sin Ciutadans pel Canvi, el partido creado para impulsar la candidatura de Pasqual Maragall a la Generalitat. A pesar de las dificultades para estimar el valor de la contribución de este partido, disuelto el año pasado, este elemento también puede pesar en su contra.
Desde 1995, el PP catalán alterna subidas y bajadas en la franja de 300.000-400.000 votantes (en 2010, se quedaron 13.000 votos por debajo). De acuerdo con esta evolución, ahora debería corresponderle una subida sensible por encima de esa cantidad. Las encuestas así lo reflejan, aunque no despejan la incógnita del tamaño de esa subida. Cuanto más superen los 400.000 votos, más cerca estarán de obtener un resultado sin precedentes: convertirse en el primer partido de la oposición.
En 2003, ERC obtuvo un resultado histórico al superar el medio millón de votos. Siete años después había perdido el 60% de esos votos, quedándose en 219.173. Todo apunta a que mejorarán notablemente este resultado. En la medida en que hayan conseguido detener la huida de voto hacia CiU, hayan atraído a votantes catalanistas del PSC y hayan recuperado electores de SI y Reagrupament (la escisión que sufrieron en 2009), Esquerra puede volver a situarse por encima de los 300.000 votos. Que vaya mucho más arriba dependerá de las dimensiones del cambio electoral latente que se pueda estar fraguando y del cual las expectativas de ERC dependen en gran medida.
ICV es un partido que ha tenido un electorado muy estable desde 1999 (cuando sólo presentó candidatura en Barcelona y formó coalición con el PSC en el resto). En 2010 obtuvo 230.824 votos. La caída del PSC podría permitirle alcanzar los 300.000 votos. De no ser así, ICV demostraría su incapacidad para aparecer como alternativa a los socialistas en el realineamiento electoral que puede dibujarse en estas elecciones.
Por último, hay que tener en cuenta la evolución de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía. Este partido irrumpió por sorpresa en 2006, al entrar en el Parlament gracias a la captación de electores del PSC y del PP. Aunque inicialmente esta importación de votos parecía provenir a partes iguales de ambos partidos, la polarización en torno a la independencia les ha convertido en una alternativa atractiva para los votantes socialistas menos catalanistas. En 2010 obtuvieron 106.154 votantes. Esta vez podrían incluso acercarse a los 200.000 votantes. De ello dependerá que puedan obtener grupo parlamentario y consolidar su posición en la escena política catalana.
4. ¿Cuánto poder político obtendrá cada partido? Los escaños en el Parlament
El grado de apoyo electoral de cada partido muestra su base social. Pero su traducción en poder político, en términos de escaños, depende del grado de participación electoral y de cómo se comporten el resto de electores. Por eso, hay que tener en cuenta principalmente qué sucederá con CiU y PSC para poder entender el grado de éxito que puede tener el resto de aspirantes.
CiU tiene 62 diputados en estos momentos. La disolución anticipada fue una apuesta para tratar de alcanzar holgadamente la mayoría absoluta. Si no lo consigue, su resultado podría considerarse una victoria pírrica. Especialmente si no consigue superar los 66 escaños que, actualmente, era la suma de sus diputados más los de Solidaritat per la Independència (SI) y que le habían prestado apoyo en votaciones clave. En un escenario de minoría, la presión de ERC alimentaría la inestabilidad durante la legislatura y dificultaría el entendimiento entre CiU y PP (y con ello la búsqueda de una salida pactada para la cuestión catalana). La mayoría absoluta depende, en buena medida, de cuánto pueda subir ERC y de la entrada o no en el Parlamento de la CUP, el partido de izquierda radical independentista (o el menos probable mantenimiento de SI).
Sin mayoría absoluta, el principal logro de CiU habría sido hundir al PSC y dejar con ello una elevada fragmentación de la oposición, dibujando un nuevo sistema de partidos en Cataluña. El PSC cuenta con 28 escaños. Si desciende de los 20 escaños, el PSC pasará a convertirse en uno más de los partidos catalanes pequeños. Por supuesto, la pérdida de la segunda posición agravaría aún más esta situación.
La caída del PSC transfiere apoyo social y poder parlamentario a casi todos los partidos, aunque no todos se beneficiarán por igual. La mayoría de votantes indecisos parecen dudar entre CiU y PSC, y entre CiU y ERC. Esto puede generar un transvase directo de votos del PSC a ERC y CiU, o bien un intercambio indirecto entre los tres partidos: votantes socialistas que se van a CiU, a la vez que votantes de CiU opten por ERC, lo que reduciría el impacto parlamentario de los transvases electorales.
ERC parte con 10 escaños, empatada con ICV. Pero puede mejorar sustancialmente su representación debido a dos elementos: está mejor implantada en las comarcas menos pobladas (y por tanto se beneficia de la falta de proporcionalidad electoral, que le puede dar dos o tres más escaños con pocos votos) y comparte espacio con PSC y CiU, de modo que puede ganar votos de ambos (en una situación de elevada competitividad, que no se dará en estas elecciones, también puede perder en beneficio de ambos partidos). La competencia de la CUP puede ser un problema sobrevenido.
En cambio, el PP (18 escaños) e ICV (10 escaños) es posible que no mejoren sustancialmente su representación, ya que su principal electorado se encuentra en la circunscripción de Barcelona, donde se da una alta competición entre partidos. Está por ver quién se beneficiará más de la pérdida de peso del PSC.
A modo esquemático, si nos fijamos en lo que ha venido pasando en las últimas jornadas electorales, cuanto más suba la participación electoral del 60%, más fragmentación parlamentaria puede producirse y más imprevisible será la configuración final del Parlamento.
5. Qué dicen las encuestas sobre lo que pasará.
Las encuestas son aproximaciones imperfectas a los resultados electorales finales: son fotos tomadas antes de tiempo, que a veces salen distorsionadas y que, en algún caso, se repintan para que resulten más del gusto del que las paga. Con todo, el incremento del número de encuestas que se ha venido produciendo las convierte en un buen predictor de lo que puede acabar sucediendo. En este sentido, todas coinciden, con matices, en tres aspectos clave:
- La mayoría absoluta de CiU parece poco probable. Ninguna encuesta la ha detectado (con excepción del CEO y un barómetro de La Vanguardia del 13 de octubre), debido al estancamiento al alza de su electorado.
- El colapso del PSC parece altamente probable. Todas coinciden no sólo en apuntar el retroceso del PSC, sino en las dimensiones con que lo hace y que se acentúan en las últimas semanas. Ello podría dejarle por debajo de los 20 escaños y con muchas opciones a perder la segunda plaza ante el PP. Aunque las expectativas de los populares se han deteriorado en los últimos meses (probablemente como consecuencia de la política del Gobierno de Rajoy), todas las encuestas señalan que no sólo mantendrá al alza el nivel de apoyo sino que podría convertirse en el primer partido de la oposición.
- El derrumbe del PSC, el posible estancamiento de CiU y la desaparición de los independentistas de SI podrían beneficiar principalmente a ERC y a Ciutadans, como receptores del voto disconforme de socialistas y convergentes. En las últimas semanas también se ha empezado a detectar el incremento de voto de CUP, la otra candidatura de izquierda independentista, que podría ser el nuevo partido parlamentario de estas elecciones.
Por supuesto, estas encuestas no recogen el impacto de los acontecimientos en los últimos diez días de campaña, como la huelga general o la controversia sobre la corrupción política generada por el “supuesto” informe policial aireado por El Mundo.
Estos son algunos parámetros que pueden sernos útiles para interpretar los resultados de estas elecciones. Cuanto más difieran los resultados finales de lo que hemos señalado, mayor cambio electoral se estará produciendo, y más importante será el cambio en el sistema de partidos. En realidad, si en algunas elecciones la historia electoral precedente puede resultar menos efectiva para presagiar escenarios, probablemente sea en estas.
[Nota del autor: Los datos sobre resultados se han extraído de www.idescat.cat].