El día que 'El Gordo' habló: el comisario sacude el Congreso con su relato de 40 años de operaciones sin control judicial

Pedro Águeda

24 de abril de 2021 22:43 h

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Meciéndose al andar por los achaques accedió el jueves al Congreso el noveno compareciente de la comisión que investiga el espionaje “parapolicial” a Luis Bárcenas. Ni los diputados que se habían preocupado por escarbar en el expediente del comisario Enrique García Castaño (Cáceres, 1955) daban crédito tres horas después a lo que acababan de escuchar: episodios estelares y desconocidos de 40 años de actuación policial, en cuatro décadas de democracia, al borde de la ley y también del lado opuesto a ella. Se trataba de “salvar vidas” bajo los criterios de “oportunidad e inmediatez”, dijo el comisario jubilado para desconcierto de unos portavoces que presenciaban el testimonio inédito de lo que una parte de ellos llaman “cloacas del Estado”.

Si algo distingue a los agentes como García Castaño es el uso de mil caras y su consecuente convivencia con la mentira, lo que convierte en tarea casi imposible acceder al personaje en su dimensión real. Pero en el testimonio ante el Congreso de García Castaño había dos factores que contrarrestaban esas prevenciones: los destinos que ha tenido y que él mismo se implicara en las irregularidades/delitos que desveló en el Parlamento.  

García Castaño, 'El Gordo', temido en la Policía, odiado, admirado y, en los últimos años, también repudiado, no tuvo un solo encargo anodino desde que ingresara en el Cuerpo en 1975 procedente de ambientes ultras. Su conocimiento del medio fue una faceta que aprovecharon los mandos de entonces para conocer qué se cocía en el involucionismo. “Poner la zorra a cuidar el gallinero”, describe un observador privilegiado de aquellos años. 

Entre 1994 y 2017, con un único paréntesis de 15 meses, Enrique García Castaño fue el jefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) que pasaba por ser el grupo que ponía los micrófonos, hacía los seguimientos o captaba las fuentes más inaccesibles en la lucha contra el terrorismo y las mantenía a golpe de fondos reservados. Pero que desde que estalló el caso Villarejo ha emergido también como la unidad a la que acudían todas las unidades cuando los asuntos se atascaban, ya fueran grandes delitos de delincuencia común o de corrupción política, de esos que hacen temblar gobiernos. “Recurrieron a nosotros porque somos buena gente, trabajamos bien… o hacemos cosas que no debemos”, le soltó a los diputados con el desparpajo que no le niegan ni sus peores enemigos. En la comisión contó que él acudió a poner los micros a la reunión de Fernández Díaz con el director de Antifrau (“la Fiscalía te lo afina”) y que se fueron a tomar una caña hasta que les avisaron de que regresaran a retirarlos.

García Castaño está jubilado desde 2018, enfermo e imputado en múltiples piezas del caso Villarejo por vender presuntamente datos confidenciales al comisario que da nombre al caso. Las peticiones de la Fiscalía suman decenas de años de condena. Él niega las acusaciones y se considera daño colateral de “una guerra interna”. Refiriéndose a sí mismo, se quejó amargamente a los diputados: “Han quitado de en medio al que más sabía de inteligencia y de terrorismo de este país”.

Desprovisto del poder el que todo lo sabía, quien a todos conocía, a ‘El Gordo’ le han dado la espalda muchos de sus antiguos compañeros, algunos incluso de los que compartían mesa con él en los caros restaurantes de Madrid donde Enrique siempre tenía una mesa lista, a la que se acercaba a saludar éste y aquel empresario. 

A la comisión del Congreso, García Castaño llegó con un papel de su abogado, del despacho de su amigo Baltasar Garzón, excusándose de declarar por la obligación de mantener el secreto profesional sobre materia reservada. Apenas unos segundos duró su continencia. Cuando ya tenía boquiabiertos a los diputados, expuso acaso la razón de su elocuencia: él no se ha dejado la vida en los “servicios al Estado” que defiende a capa y espada para acabar retratado “como el mamporrero de la Kitchen”.

A la incredulidad y el agradecimiento de Unidas Podemos, ERC, la CUP y EH Bildu por la sinceridad del compareciente se sumaron algunos momentos incómodos para los dos partidos que gobernaron España cuando Enrique García Castaño estaba en activo: PP y PSOE. “Si el señor Rubalcaba viviera yo no estaría aquí sentado. Era el mejor ministro del Interior que hubo”, tuvieron que escuchar en el banco socialista.

“Así se trabaja en la Policía: oportunidad e inmediatez”

Su portavoz, Felipe Sicilia, no había tenido mayor dificultad en que García Castaño explicara lo que ya ha hecho ante el juez del caso Kitchen, pieza del caso Villarejo en la que también está imputado. Afirmó que entró sin orden judicial a un pequeño estudio que tenía para sus cuadros la mujer de Bárcenas engañando a la empleada de la limpieza, ante la que se hizo pasar por un vendedor de arte portando una figura del Cristo de su pueblo.

Lo mismo ocurrió con el clonado de tres teléfonos de Bárcenas que el chófer infiltrado le facilitó en una cafetería para que en media hora los especialistas de la UCAO, con su jefe presente, copiaran todo el contenido. Tampoco había orden judicial. “Si alguien te dice que tiene unos dispositivos electrónicos y que al día siguiente te los puede dejar media hora, esa oportunidad, esa inmediatez no se puede perder. Así se trabaja en la Policía”, sentenció el comisario. 

El portavoz de Podemos, Rafa Mayoral, le insistió por la necesidad de una orden judicial para allanamientos y clonados de teléfonos. “¿Sabe usted cuántas vidas he salvado yo por actuar de la forma inmediata que he actuado muchas veces… y después he dado la información a la autoridad judicial? Confíe usted en la Policía, por favor, de verdad se lo digo, confíe en la Policía”, contestó García Castaño. El micro del portavoz morado se quedó abierto y se le oyó susurrar: “Tela”.

“El 11M lo resolví yo rastreando un teléfono sin orden judicial”

Cuando más adelante le insistió el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, por el mismo asunto, el policía le ofreció un ejemplo y le retó a un juicio moral. “Imagínese que te llaman y te dicen que en el aeropuerto de Barajas acaba de llegar Fulanito, que está relacionado con Al Qaeda, que no tiene orden de busca y captura y que tiene un ordenador y un teléfono? ¿Qué hacen todos los servicios de Información del mundo, teniendo esa oportunidad que no se va a tener nunca, que no tiene orden de detención? ¿Qué haría usted señor Rufián? Esa oportunidad no la puedo perder: hay que sacar los datos porque se puede salvar mañana la vida de mucha gente, o si viene a organizar un atentado aquí. Si usted me dice que eso no es legal…”

Y del ejemplo teórico al práctico: “¿Sabe cómo descubrí a los terroristas del 11M? Pidiendo un rastreo de teléfono sin control judicial”. García Castaño se refiere al método en el que la UCAO llegó al piso de Leganés donde el comando de los trenes se escondía y preparaba nuevos atentados. “El 11M lo resolví yo y evité un montón de muertes que iba a haber diez días después”, añadió. El portavoz de Vox, José María Martín Figueredo, intentó sacar la teoría de la conspiración en los trenes destruidos. “Eso es un cuento chino. ¿Qué vamos a volver al Titadine y a la Goma 2?”, zanjó García Castaño. 

El Faisán: “Los policías somos kleenex para ustedes; nos usan y nos tiran”

El Partido Popular decidió adular a García Castaño, como ha hecho con todos los uniformados que han declarado hasta ahora, a excepción del responsable de los casos Gürtel y caja B. Pero la situación tornó en incómoda cuando el portavoz Luis Santamaría recurrió a su costumbre de traer a la comisión de Kitchen una selección de casos que salpican al PSOE, con el consentimiento de la socialista Isaura Leal, la presidenta de la comisión de Kitchen,que actúa de igual modo cuando el resto de grupos se enredan con cuestiones ajenas, caso de la Operación Cataluña.

A Santamaría se le ocurrió sacar el caso Faisán, el chivatazo a una red de extorsión de ETA durante el proceso de paz de 2006 que acabó con dos policías condenados por el Tribunal Supremo. La respuesta de García Castaño fue un compendio del lamento de aquellos que se consideran “servidores del Estado” y que son “cloaca” para sus detractores.

Comisario García Castaño: “Lo que está pasando ahora es una guerra política. Nosotros, como policías, no la entendemos porque nos convertimos en kleenex: nos usan y nos tiran. Ustedes, con el bar Faisán, se lanzaron al cuello del Partido Socialista. Yo fui el que puso el micrófono en el coche del bar Faisán, yo fui el que puse la cámara, yo descubrí todo el entramado del bar Faisán, y había que aclarar todo aquello. Sin embargo, la lucha política convirtió el bar Faisán en una comedia que costó su carrera a dos policías que habían dedicado su vida a luchar contra ETA. Ahora está sucediendo lo contrario, señor del PP, ahora son los del PSOE los que están machacando con este tema (Kitchen). Por medio hay policías. Es muy fácil cogerles y decir: fuera”.

Portavoz del PP: “Le entiendo perfectamente”.

García Castaño: “Ojalá lo entienda”.

“El Gobierno de Aznar me encargó la logística de la negociación con ETA y que no informara a Mayor Oreja. Pregúntele a Otegi”

Antes, el portavoz socialista había preguntado a García Castaño cómo es posible que el director adjunto operativo Eugenio Pino le encargara participar en el espionaje a Bárcenas saltándose la cadena de mando, sin contar con el resto de jefes de García Castaño. Esto, a los policías como García Castaño, les ocurría con frecuencia. 

“Le voy a dar un detalle, cuando el Gobierno del señor Aznar, se me encargó la logística de la negociación con ETA –ahí está el señor Otegi que me conoce perfectamente y que se lo puede preguntar-. Orden directa de que ni mi superior ni el ministro del Interior Mayor Oreja supieran nada. Le puedo dar más casos si quiere”.

Del líder de la izquierda abertzale habló de nuevo el comisario cuando le preguntó el portavoz de EH Bildu, Jon Iñarritu. La pregunta y la respuesta terminaron de cincelar las revelaciones de García Castaño.

Iñarritu: “Era habitual saltarse la legalidad cuando la seguridad del Estado estaba en peligro. ¿A usted le ha ocurrido en más ocasiones?”.

Comisario: “Sí, pregúntele al señor Otegi, Iruin, Pernando Barrena… cuando montamos toda la negociación…”

Iñarritu: “No le dé disgustos al PP que ellos dicen que nunca han negociado con ETA”.

Comisario: “Cómo que no han negociado con ETA. No hay ningún problema. Se ha conseguido la paz”.

Iñarritu: “¿Usted ayudó a que el PP hablara con la izquierda abertzale?”.

Comisario: “Sí”.

Antes de acabar de responder a Iñarritu, García Castaño, sonriente, le dijo: “Recuérdele al señor Otegi que la última vez que le vi fue en Canillas (servicios centrales) y quedó conmigo en invitarme cuando esto acabara”. Se refería a la última detención del líder de la izquierda abertzale, en 2009, por el caso Bateragune, uno de los detonantes del proceso de paz que derivó en el fin de ETA. 

Los colaboradores: el suegro de Pedro Sánchez

La exhibición de las costuras del trabajo de García Castaño dejaron algún momento más de incomodidad en la sala. El portavoz del PP preguntó al policía por un supuesto encuentro entre él y Villarejo con el hoy presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una sauna propiedad del suegro del político, Sabiniano Gómez, en el centro de Madrid. 

“Mire, señor diputado, le tengo mucho respeto porque sé que es usted muy buena persona: no entre en ese juego sucio, es todo mentira. Ese señor es amigo mío hace treinta años (Sabiniano), cuando el señor Villarejo no existía. Ese señor lo que ha hecho es ayudar a la Policía Municipal, a la Guardia Civil, a cualquiera que pasara por allí. El tenía unos negocios y si había algún delincuente, que llevara cocaína, ese señor lo que hacía era ayudar. Espionaje ninguno (…) Nunca se ha detenido a nadie de la izquierda abertzale por esas saunas. Todo lo contrario. Y no puedo hablar”.