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El consejero de Sanidad de Ceuta que recela de las vacunas: un médico querido y arropado por sus vecinos

Gonzalo Testa

21 de enero de 2021 22:08 h

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El consejero de Sanidad del Gobierno de Ceuta, Javier Guerrero (PP), señalado por recibir la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus “hace tres o cuatro días” sin respetar el protocolo sanitario trata de mantenerse en el cargo después de que el jefe de filas de su partido, Pablo Casado, haya presumido de la ejemplaridad del PP tras dejar caer al consejero de Sanidad de Murcia por un escándalo parecido.

Guerrero exportó este jueves a toda España ese estilo directo y campechano que lo caracteriza y lo ha hecho popular en la ciudad autónoma pero lo llevó demasiado lejos: el vicepresidente tercero del Ejecutivo local que preside Juan Vivas (PP) y máxima autoridad sanitaria de la ciudad autónoma aseguró que a él no le gustan las vacunas, que no se pone ni la de la gripe —sólo un tercio de los médicos y enfermeras de la ciudad lo hace— pese a su edad y achaques, y que se inoculó la de la COVD-19 porque se lo “recomendaron” y “pidieron los técnicos”.

De momento y a diferencia de lo que pasó a su compañero de partido en Murcia el ya exconsejero Manuel Villegas que dimitió este miércoles por haberse colado también para recibir la vacuna, Guerrero se mantiene en el puesto aferrado a su popularidad. A Javi Guerrero, como le llama todo el mundo en Ceuta, le quiere toda la ciudad autónoma. O casi toda, porque la oposición lleva varias horas exigiendo su cese: desde el PSOE a Vox pasando por Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía. Coalición Caballas, el primer partido que denunció el caso se limita a pedir explicaciones convincentes y de momento parece darse por satisfecho. Hasta ahora, Guerrero había demostrado tener siete vidas. Devotos suyos en los núcleos de poder del PP nacional tratan de argumentar contra su cese, que algunos medios dieron por hecho este jueves, cuando reunió a una muchedumbre de trabajadores dependientes de su Consejería en la Asamblea autonómica. Ni dimite —“No creo que haya hecho nada malo”, alegó— ni le echan, al menos de momento.

Una máxima de la política local establece que, sea cual sea tu ideología, hay que llevar un maestro y un médico con tirón popular para acudir a las urnas con posibilidades de éxito. En 2011 el presidente del PP regional, Juan Vivas, le metió en el número cinco de su lista pese a que “nunca” se había significado políticamente. 

Se hizo militante del partido y pasó su primera legislatura como diputado raso “adscrito” al Área de Sanidad, pero sin responsabilidades ejecutivas, como los otros doctores con los que compartía candidatura y salieron electos. Así no tenían que renunciar a sus ocupaciones privadas, con emolumentos sensiblemente superiores a los 53.000 euros brutos al año que se cobran en el Consejo de Gobierno.

En el mismo puesto se presentó a los últimos comicios autonómicos, los de 2019, tras los que se hizo cargo de la Consejería de Sanidad y Consumo. En marzo del año pasado, Vivas dejó también al cuidado de su proverbial mano izquierda el Área de Gobernación, tradicionalmente conflictiva, con cerca de 300 policías locales bajo su mando político.

Guerrero, cuentan quienes le conocen “desde niño”, se crió en la calle Real, la columna vertebral del centro de Ceuta. Hijo de militar, la suya es una familia “caballa de toda la vida”. Aunque él no saltó a la política hasta hace seis años, en su entorno más próximo contaba con un entorno muy cercano a la derecha. Uno de sus hermanos, Carlos, el mayor, fundó Coalición Democrática en la ciudad autónoma. De allí salió Alianza Popular y, al final, el PP de hoy.

Casado y padre de tres hijos, coqueto con sus decenas de gafas de colores, es licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada y especialista en Aparato Digestivo por el Hospital Clínico de Madrid. Antes de llegar a la política simultaneó la medicina pública —desde 1984 trabajó en Urgencias y después pasó a su especialidad, donde ejerció los últimos años como jefe de la Unidad de Digestivo y Endoscopia del INGESA— con la privada.

Medio año después de ser nombrado consejero solicitó y consiguió la compatibilidad para compaginar su cargo político con el ejercicio de su profesión privada los lunes y martes de 16.30 a 20.30 horas —en turno no coincidente con el horario de 8.00 a 15.00 “de funcionamiento de las oficinas en la Administración”— y “esporádicamente” dos horas adicionales durante el resto de la semana para atender “casos de urgencia”. A dos carrillos ha lidiado con casos de sarna y rabia.

El político responsable de la sanidad pública de Ceuta que atiende a pacientes en la privada por las tardes es el que este jueves se ha sentado ante los micrófonos a decir que no le gustan las vacunas.

La oposición apenas hizo causa contra su doble ocupación y la población le arropó con elogios, como ahora. “Más allá de cualquier consideración partidista”, explica un veterano de la política local ubicado en el otro extremo de su espectro ideológico, “Javi Guerrero es muy buena persona y es igual con todo el mundo: cariñoso, amable y cercano”. En el PP, algunas de las personas que han ejercido de fontaneros del partido durante la última década le aplauden: “Es empático y mantiene una extraordinaria relación con todos sus pacientes”.

“Es un gran profesional de trayectoria intachable como médico, con elevada popularidad por su carisma y don de gentes y ambicioso políticamente”, completan su retrato algunos que han compartido filas codo a codo en los últimos años sin sospechar nunca que un buen día en mitad de la peor pandemia del último siglo acaparase trending topics y programas de máxima audiencia por haberse saltado el protocolo de vacunación y deslizar sus dudas sobre la vacuna.

Sólo a su “falta de vocación y experiencia” se atribuye que este jueves, con los ojos bañados en lágrimas y antes de ser abrazado por compañeros de Ejecutivo como Yamal Dris, confesase sus recelos ante las vacunas pese a ser diabético y arrastrar problemas de tensión y coronarios acosado como nunca por la presión mediática más que por sus adversarios políticos.

Nunca un pinchazo le habría dolido tanto al consejero “sincero”, un hacedor de favores “a todo el mundo” que durante los últimos meses ha sido colocado como candidato a sucesor de Juan Vivas que lleva 20 años al frente del Gobierno de la Ciudad. Hasta ahora su crisis política más cruda la había vivido en verano, cuando se vio expuesto a críticas y reproches —y “amenazas” que denunció en el Juzgado— que no había escuchado jamás por suspender la celebración de la Pascua musulmana del Sacrificio debido a la pandemia de la COVID-19.

“El pueblo le quiere porque ha hecho muchos favores médicos y los ha hecho con independencia de cualquier otra consideración”, diagnostica un político que comparte actualmente Cámara autonómica con él. Fuentes de su entorno sostienen que tras divulgarse su vacunación ha recibido “innumerables” apoyos, desde el principal club de fútbol de la ciudad hasta la Policía Local pasando por la Diócesis. 

La Hostelería ha convocado una movilización de apoyo ante el Palacio autonómico este viernes a mediodía. “Él fue el primero en ser duro con nosotros para que cumpliésemos todas las restricciones y gracias a eso en el sector no se ha detectado ni un brote reseñable de la COVID-19, por lo que nadie entendería que fuese cesado o dimitiese”, afirma el portavoz de bares y restaurantes, Quino Blanco.

“La Consejería es mi vida y sus trabajadores, mi familia. Eso nadie me lo va a quitar”, advirtió este jueves Guerrero ante las cámaras. “Antes de que yo me vacunase, porque me lo pidieron y recomendaron los técnicos, no ha quedado nadie que haya querido sin inmunizar, siempre en base a los protocolos y la Estrategia del Ministerio”, añadió. 

“Me creo —afirma otro compañero de gabinete— que los técnicos le hayan obligado a vacunarse y se ha dejado la piel en este año de pandemia… En Ceuta hemos asumido con más confianza la enfermedad sabiendo que al frente de Sanidad estaba Javi. Las críticas han sido enormes, pero las muestras de cariño también”.

El PP nacional y Pablo Casado tienen la última palabra.

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