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Suena el teléfono y es el presidente del Gobierno: la intrahistoria de los nombramientos de Pedro Sánchez

Suena el teléfono y es el presidente del Gobierno. “¿Dónde estás?”, pregunta Pedro Sánchez. “En Montoro, en Córdoba. Caminando entre olivos”, responde el que estaba a punto de cambiar de vida en un parpadeo. “Perfecto. Es el lugar ideal para el ministro de Agricultura”. Unos días después, este jueves, Luis Planas prometía el cargo ante el rey, sin la mirada del crucifijo ni la presencia de la Biblia, integrado en un gobierno con un 65% de mujeres ministras.

“Prometo mantener en secreto las deliberaciones del Consejo de...” -Carmen Calvo levanta la cabeza al leer y alza un poco el tono- “Ministras y Ministros”. No estaba en el papel, que recogía la fórmula habitual de “Consejo de Ministros” y no lo había hablado antes entre las mujeres integrantes del nuevo Gobierno. Por eso la primera en prometer el cargo justo antes de ella, la ministra de Justicia, no especificó “ministras”. Pedro Sánchez tampoco sabía nada. Calvo, al ver el escrito y pensar en las 11 mujeres y 6 hombres que tenía a sus espaldas, decidió improvisar. La mayoría decidió sumarse a la fórmula iniciada por la vicepresidenta, que con su trabajo en la negociación del 155 y una firme apuesta feminista, reforzada el nuevo jefe de Gabinete de Sánchez, Iván RedondoIván Redondo, se ha ganado toda la confianza del líder.

Pocas veces da la política a un presidente del Gobierno la capacidad de nombrar un equipo con la sensación de que no le debe nada a los pesos pesados de su partido, liberado porque casi todos actuaron en su contra. Nunca ningún presidente había tenido la oportunidad de pensar un gobierno tan rápido que no diera apenas tiempo para conspiraciones fácticas, presiones o filtros. Pedro Sánchez ha nombrado un ejecutivo muy personal, incluso dejando descolocados a un grupo de fieles que esperaban más peso.

Margarita Robles niega encontrarse entre las damnificadas. Habló con Pedro Sánchez el mismo viernes cuando prosperó la moción de censura. “Yo sabía dónde iba a ir desde el primer día”, ha asegurado Robles para acallar el runrún de que la cartera de Defensa no era su primera opción. “Yo llevo desde los 23 años vinculada a la Justicia y quizá no soy la persona más adecuada para acometer los cambios necesarios. Por eso no quise aceptar la cartera de Justicia”, ha dicho tras tomar posesión.

Pero Margarita Robles no quería Defensa sino Interior, según explican varias fuentes del partido. “Algo ha tenido que pasar para que finalmente no haya encajado ahí”, dice una de ellas. Ese 'algo' puede tener que ver con el encaje de Fernando Grande-Marlaska, a quien Pedro Sánchez tenía en sus quinielas desde hace meses para cualquier apuesta electoral de 2019 o 2020 en la que el juez quisiera participar. En este gobierno sobrevenido, si Grande-Marlaska prefería Interior a Justicia, sus prioridades habrían pesado más que las de Margarita Robles. Y eso encaja con la segunda (y principal) razón por la que Robles no ha obtenido lo que esperaba: en los últimos meses, Pedro Sánchez ha perdido algo de confianza en ella por detalles o declaraciones fuera de control como portavoz parlamentaria. Adriana Lastra la relevará ahora en ese papel, aunque también con el extraño regusto de no haber entrado en un Gobierno de 11 mujeres.

Otro mal trago para Margarita Robles es quién se hace cargo de la cartera de Justicia. Dolores Delgado impresionó a Pedro Sánchez hace unos años en una larga conversación sobre Justicia Universal. Una vez decidido que Robles no iría a Justicia, el presidente recurrió a Delgado. Se trata de un nombramiento incómodo para Robles porque supone también un acercamiento entre Pedro Sánchez y Baltasar Garzón, persona del círculo de confianza de la nueva ministra; Garzón y Robles mantienen un enfrentamiento político y personal desde los años 90, cuando Garzón era el gran enemigo del PSOE con la investigación de los GAL y Robles era secretaria de Estado en el Ministerio de Interior.

El sábado fue el día de hacer algunas de las llamadas más formales y más delicadas.

Suena el teléfono y es el presidente del Gobierno. Pedro Sánchez ofrece a la consejera de Hacienda de la Junta de Andalucía, María Jesús Montero, el cargo homónimo en su Gobierno. Montero preguntó a Pedro Sánchez si había avisado antes a Susana Díaz. No lo había hecho. Y eso que ambos habían hablado el viernes, cuando la presidenta andaluza llamó a su mayor enemigo político dentro del PSOE para felicitarle por el cargo. Montero es la que llama a Susana Díaz para contarle lo que ya era un hecho. El nombramiento trasciende antes que el de la mayoría de los ministros: el PSOE andaluz presume de que tendrá una persona fuerte en el Gobierno.

La nueva ministra de Hacienda es una superviviente en la política andaluza a pesar de no ser una susanista militante. A través de personas como Carmen Calvo, Pedro Sánchez establece una conexión con Montero que ha conseguido ser discreta hasta hoy. La relación entre Carmen Calvo y Susana Díaz es tensa, precisamente a cuenta de las luchas orgánicas en el PSOE de Andalucía, y es esa mala relación la que engrasa el acercamiento de Calvo a Pedro Sánchez.

Calvo ve con buenos ojos también a un ministro de Agricultura que dotara de presencia andaluza al gobierno sin reforzar el poder de Susana Díaz. También con base política en Córdoba, como Calvo, Luis Planas se presentó en 2013 a unas primarias para disputar el liderazgo de Susana Díaz en el PSOE de Andalucía. Fracasó hasta el punto de no poder ni reunir los avales necesarios para ser oficialmente candidato, pero ahí se plantó una semilla regada con encuentros entre Planas y Sánchez en Bruselas en la época en la que el secretario general del PSOE ya empezaba a notar tensiones desde Andalucía.

Con Montero y Planas, Pedro Sánchez había tomado decisiones estratégicas de partido que no son cómodas para el aparato territorial. No es el único caso. Magdalena Valerio, nueva ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, es un fiel apoyo de Sánchez en Castilla-La Mancha frente a Emiliano García-Page, a quien la diputada se enfrentó abiertamente durante la batalla orgánica del PSOE. Valerio recibió La Llamada el martes en su trabajo de funcionaria, al que acudió como un día cualquiera pero con la batería del móvil cargada. Sabía que podía sonar y que podía ser el presidente del Gobierno. Ya durante el fin de semana había recibido un aviso para que fuera enviando documentación sobre su trayectoria profesional. Esa mañana al despedirse para ir a la oficina, su hija le dijo: “Mamá, si mañana te nombran, ¿qué te vas a poner?” Valerio contestó que no se preocupase, que con cualquier chaqueta se arreglaría.

Pedro Sánchez ofreció el sábado un ministerio a Guillermo Fernández Vara, que lo rechazó ante la posibilidad de quedarse sin ministerio y sin presidencia de Extremadura en menos de dos años. La primera opción de Pedro Sánchez para Fomento no era José Luis Ábalos, pero ese cargo combinado con el de secretario de organización del partido será importante para extender la red de influencia del nuevo PSOE de Sánchez. Es el mismo modelo que utilizó Zapatero con José Blanco.

En estos movimientos de Sánchez cabe una pregunta que se responderá después de las próximas elecciones autonómicas de 2019. ¿Está el líder de PSOE buscando nuevos perfiles para poder dar relevo, si los resultados no son buenos, a los barones que quisieron acabar con él? Magdalena Valerio ya estuvo el año pasado en las quinielas para unas posibles primarias en Castilla-La Mancha. Sobre María Jesús Montero ya se habló como posible sucesora si Susana Díaz llegaba a la Moncloa.

Suena el teléfono y es el presidente del Gobierno. Josep Borrell estaba en la Toscana italiana, desde donde llevaba días explicando a los periodistas que no tenía ambiciones de gobierno. Borrell no fue el primero al que Sánchez llamó, pero sí fue el primer nombramiento en filtrarse. El presidente y su equipo decidieron comunicar con cuentagotas cada uno de los fichajes que iban cerrando, pero Borrell se escapó a ese plan y confirmó después su intención de aceptar el cargo. Tras la revolución generada al trascender el nombre del veterano socialista, el equipo del presidente transmitió al resto de ministros que se iban nombrando una orden clara: guardar silencio.

Ese mismo lunes Pedro Sánchez le pide a José Enrique Serrano, que fue jefe de Gabinete de Felipe González y Zapatero, que asistiera a una reunión en Moncloa. Ahí Sánchez y Serrano terminan de dar forma al puzle para piezas que ya estaban sobre la mesa y se redacta el decreto que fija la estructura del Gobierno. El presidente barajaba papeles que le habían enviado colaboradores como el propio Serrano o el catedrático de Constitucional Javier García. En esa reunión, Sánchez decide que su Gobierno tendría 17 carteras y se confirma que el CNI irá incluido en la cartera de Defensa, lo que permite a Sánchez ofrecer un gesto de confianza para compensar a Margarita Robles.

Llega el miércoles y hay que hacerlo oficial. Por la mañana surge el fichaje galáctico de Pedro Duque como ministro. ¿De dónde sale Pedro Duque? Del mismo sitio que Luis Planas, Nadia Calviño o Dolores Delgado: de la lista mental alimentada por Pedro Sánchez a lo largo de estos años de poder y renacimiento. Cuando todavía era un diputado prometedor al abrigo de José Blanco, Pedro Sánchez se empeñó en contactar a Pedro Duque para que diera su apoyo a la reelección de Zapatero en 2008. Desde entonces conserva su contacto.

A mediodía se conoce el nombre de la ministra de Economía: Nadia Calviño, que en su toma de posesión expresaría su cariño y cercanía personal por su predecesor en el Gobierno del PP, Román Escolano, “mi preparador y amigo”. También ha destacado como “mentores” a otros exministros presentes como Pedro Solbes. El momento ha suscitado la risa nerviosa de algunos asistentes, sorprendidos por la complicidad y el origen común de ministros de Economía de PP y PSOE.

En todas las quinielas estaba otro nombre para Economía: Manuel Escudero, que se ha quedado “descolocado”, según apuntan fuentes de su entorno. Escudero defendió a Sánchez en sus horas más críticas y desde su vuelta a la secretaría general llevaba meses ayudándole a rebajar las reticencias entre grandes empresarios, concertando reuniones.

El triángulo de nombramientos de Justicia, Interior y Defensa no se despeja en público hasta el último momento. Según fuentes del nuevo Ejecutivo, el motivo es que el presidente quería llegar a su despacho con el rey sin que el monarca le pudiera recriminar haberse enterado de todo por la prensa. Como capitán general de los tres ejércitos, Felipe VI fue el primero en conocer el nombre de la ministra de Defensa, por ejemplo, mientras trascendía por error otro nombre para el cargo, el de Constantino Méndez.

La portavocía del Gobierno se queda asociada al ministerio de Educación y eso significa que una persona bastante desconocida para los periodistas de Madrid será la cara habitual tras la reunión del consejo (de ministras y ministros). Se trata de Isabel Celaá. Los periodistas de Madrid preguntan y sus compañeros del PSE responden: en Euskadi, nadie quería un debate directo en el parlamento contra Celaá.

Quedan apenas minutos para la rueda de prensa de Pedro Sánchez y la incertidumbre sobre el ministro de Cultura, sin embargo, tenía menos explicación. Se llega al último minuto sin que se conociera la apuesta. ¿Qué sentido tenía ir dejando caer todos los nombres de ministras y ministros durante la semana y no comunicar el titular de Cultura? ¿Estaba Pedro Sánchez preparando otro golpe de efecto como el de Pedro Duque? ¿O es que estaba teniendo problemas para encontrar el perfil?

“¡Huerta a Cultura!”, exclama un periodista de eldiario.es en un chat de trabajo, minutos antes de que Pedro Sánchez para el anuncio formal. “¿Pero qué Huerta?”, respondemos. “¿Begoña Huertas?”, pregunta otro. “Màxim Huerta!”, zanja el compañero desde Moncloa. El nombramiento del presentador y escritor sorprende y genera comentarios de todo tipo, tanto fuera como dentro del PSOE. Una fuente del nuevo entorno de Sánchez asegura que Huerta no era la primera opción de Pedro Sánchez. El nuevo presidente del Gobierno, según esta fuente, ofreció el cargo a otros dos escritores: Antonio Muñoz Molina y Javier Cercas. Ambos rechazaron el encargo.

Eso no significa que Pedro Sánchez no confíe en Màxim Huerta. Todo lo contrario. Todas las fuentes consultadas atribuyen la designación final de Huerta a un deseo personal del presidente, con el que ha desarrollado una relación personal desde hace años. La primera vez que coincidieron fue en octubre de 2014, en el programa de televisión de Ana Rosa Quintana. Un mes después, Sánchez hablaba ya de “mi admirado Màxim Huerta” en un tuit publicado después de compartir una tertulia cultural en un bar de Madrid.

“Màxim es un magnífico relaciones públicas, un conversador estupendo, y no se pierde ningún acto cultural interesante en Madrid. Ahí es donde ha coincidido muchas veces con Pedro Sánchez”, nos explica una persona de su entorno. Según estas mismas fuentes, el nombramiento de Huerta no fue de tan última hora. El martes sonó el teléfono y era el presidente del Gobierno.