Aznar le ve las orejas a Vox
Se acabaron los experimentos en el Partido Popular. El éxito de expulsar al PSOE de la Junta andaluza no es suficiente para nublar la mente. El truco de sumar los votos de la Triple Alianza como remedio mágico para llegar al poder no es tan inteligente si se basa en una hemorragia de votos del PP con destino a Vox.
José María Aznar fue uno de los dirigentes que saludaron con una sorprendente tranquilidad la aparición de Vox por considerarlo un satélite del PP, un cómplice algo desabrido pero defensor de ideas similares. Pablo Casado siguió ese camino y por eso no sólo no tuvo inconveniente en pactar con la extrema derecha en Andalucía, sino que parecía encantado de hacerlo. No hubo cordón sanitario, como en Francia y Alemania y a diferencia de Italia y Austria. Más bien al contrario.
Las cosas ya no parecen tan alentadoras cuando varias encuestas nacionales indican que Vox puede acercarse al 10% de los votos y que la mayor parte de ese apoyo procede de antiguos votantes del PP, como ocurrió en Andalucía. En su discurso en la convención del Partido Popular, Aznar tenía como misión nombrar caballero a su auténtico heredero y también deshacer cualquier equívoco sobre la dispersión del voto de la derecha.
“No quiero dejar nada a la interpretación”, explicó Aznar, consciente de que muchos pensaban que él consideraba a la gente de Santiago Abascal como mucho unos entrañables sobrinos descarriados. “Los votos que España necesita para responder con éxito a este desafío (de los independentistas catalanes) contra su continuidad histórica y contra su futuro son los votos que deben ir al Partido Popular y que desde ahora pido para el Partido Popular”.
Aznar pareció referirse a Vox cuando presentó a su partido como la única garantía en una época de partidos nuevos con propensión a levantar la voz: “Sabemos lo que es gobernar. Por eso, estamos lejos de las modas políticas estridentes, estamos lejos del griterío de los alborotadores y de la arrogancia de los simplistas”.
Estridentes, alborotadores y simplistas son adjetivos que se podrían adjudicar a los de Vox (desde el universo mental de Aznar; otros serían algo más duros). Quedó más claro cuando se refirió a los que se quedan siempre “en el lamento o la indignación”. Es decir, el PP aporta soluciones mientras los de Vox se dedican a gritar en el bar y dar puñetazos en la barra.
Es difícil saber si las palabras de Aznar detendrán la hemorragia de votos. El monstruo de Frankenstein desarrolló una particular aversión a su creador. En general, las criaturas terroríficas son gente desagradecida. Lo que el PP intentará a partir de ahora es insistir en que el voto a Vox no es como votar al PP de forma interpuesta.
Aznar vende las virtudes de Casado
Alejado de Rajoy y del Gobierno anterior, Aznar había desarrollado una cierta indiferencia sobre el futuro del PP. Prefería incidir en la crítica a los conservadores que no están dispuestos darse duchas frías en beneficio del liberalismo, esos a los que no les gusta el olor a napalm por las mañanas. Y eso tenía un precio. En su último libro, 'El futuro es hoy', el expresidente concedía tan buenas expectativas a Ciudadanos que llegaba a afirmar que tenía “posibilidades de ocupar el espacio político del Partido Popular”.
Eso lo escribió antes de la elección de Pablo Casado al frente del partido. En estos momentos Aznar está entusiasmado con el que fue su ayudante, luego su delfín durante las primarias y ahora su líder. Le hizo el mayor de los elogios que se regalan en estos casos: admitir que él mismo no era tan listo como Casado cuando tenía su edad actual.
Escuchar a Aznar llevaría a pensar que Casado es un compendio de Churchill, Thatcher y Fraga. Es posible que haya hecho más másters que ellos, pero no ha gestionado ninguna institución en su vida. Para Aznar, “es un líder como un castillo”. El castillo en el que el PP necesita hacerse fuerte si no quiere que la ultraderecha le coma por los pies. De momento, en Vox ya han probado un trozo de Casado y no les ha sabido mal.