Los himnos se han pitado muchas veces, pero el lío empezó en 2009. Fue cuando Athletic de Bilbao y F.C. Barcelona iban a disputar la final de la Copa del Rey en el Estadio de Mestalla, en Valencia. Desde las aficiones se empezó a mover un acto de protesta por motivos políticos, como la polémica en torno al Estatut catalán o la reclamación de que Catalunya o Euskal Herria tuviesen sus propias selecciones de fútbol. Así se gestó la pitada al himno nacional cuando sonaba antes de comenzar al partido, con la circunstancia de que el rey Juan Carlos y la reina Sofía estaban en el palco y también recibieron silbidos. Diez temporadas después, la polémica sigue.
La presencia del Barça en la final de Copa de este sábado, donde se jugará el título con el Sevilla en el estadio del Atlético de Madrid, ha impregnado al partido de la crisis política en Catalunya. Algo a lo que han contribuido las declaraciones de directivos del fútbol y del deporte, políticos o cargos públicos. Una polémica que ha surgido hasta en ocho ocasiones en las últimas diez finales, que por ahora ha dejado sanciones económicas para clubes y un solo condenado, pero por la vía penal.
2009, 2011, 2012... Antecedentes y pitadas
Varios hechos explican qué desencadenó en 2009 la primera gran pitada contra el himno. Por un lado, el Govern catalán del tripartito estaba pendiente del Estatut de Catalunya, recurrido por el PP en el Tribunal Constitucional. Faltaba un año para que el TC fallara sobre el Estatut, pero el nacionalismo catalán ya temía una sentencia dura como la que finalmente emitieron los magistrados. El fallo hizo crecer exponencialmente los partidarios de la independencia.
Por el otro, en Euskadi se celebraron elecciones dos meses antes, a las que no concurrió la izquierda abertzale tras ser ilegalizadas sus marcas. Patxi López logró así llegar a la lehendakaritza tras un pacto entre PSOE y PP. Los dos partidos pudieron sumar mayoría a pesar de que el partido más votado fue el PNV, formando el primer gobierno no nacionalista en la historia.
La pitada de 2009 fue la que inició esta acto de protesta que se repite hasta ahora. El éxito del Barça en la competición y su presencia en ocho de las 10 finales ha provocado que sus aficionados también hayan pitado el himno en 2011, 2012, 2014, 2015, 2016 y 2017. A éstos hay que sumar a los seguidores del Athlétic de Bilbao y del Alavés, que hicieron lo mismo en 2012, 2015 y 2017.
Esta edición fue especialmente polémica por varios motivos. Uno de ellos fue la retirada de una pancarta por la Policía que rezaba “Somos naciones de Europa. Adiós España”, en inglés, sumado a los cánticos contra el país. Además, El otro hecho destacado fue el tratamiento de TVE, que cortó la emisión cuando iba a sonar el himno debido a los pitos que iba a recibir, sumados a los abucheos contra el rey, presente en el palco. No emitieron el momento de lo ocurrido hasta el descanso del partido. RTVE destituyó al día siguiente al director de Deportes de entonces, Julián Reyes, y negó que dicha acción buscase ocultar información a los ciudadanos.
Las críticas y denuncias
El PP ha liderado la campaña de rechazo a la pitada desde lo ocurrido en Mestalla el 13 de mayo de 2009. Aunque tras lo ocurrido en esta fecha optaron por minimizarlo. Mariano Rajoy dijo que estaba “convencido de que la inmensa mayoría de las aficiones de los clubes que jugaban están, como todos los españoles, con el rey, la nación y el himno”. La exvicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega calificó lo sucedido de “incidente aislado”, e instó a “no mezclar política y deporte”. Distinta fue la postura de Artur Mas, que lideraba la oposición en Catalunya en ese momento. Mas equiparó la pitada al himno con el ataque a símbolos catalanes.
La prudencia se transformó en gasolina para la polémica en 2012, cuando llegaron a la final Barça y Athletic. La declaración más gruesa fue de Esperanza Aguirre. Desde su cargo de presidenta de la Comunidad de Madrid, pidió que el partido fuese suspendido si se pitaba el himno. Además, la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes) presentó una querella contra dos organizaciones independentistas que supuestamente impulsaron la pitada. La Fiscalía la rechazó porque el escrito se presentó antes de que se produjera.
Finalmente, la Marcha Real sonó en su versión reducida, de apenas 20 segundos. Tiempo suficiente para que recibiese una monumental pitada, a lo que se sumaron gritos e insultos contra Aguirre por sus palabras.
Sanciones y una condena
En 2015, edición de la competición en la que Felipe VI debutaba en el cargo, fue aún más sonora. La final enfrentaba otra vez a Barça y Athletic, se celebraba en el Camp Nou y habían pasado seis meses desde la consulta del 9 de noviembre que impulsó Artur Mas. Varias organizaciones independentistas repartieron miles de silbatos en los aledaños del estadio, y una 'estelada' gigante cubría la zona de los seguidores blaugranas. El himno sonaba por megafonía de forma atronadora, pero ni eso impidió que los pitidos lo superasen.
Fue la primera pitada en una final de Copa que tuvo consecuencias. Por un lado, administrativas, con multas económicas para el Athletic de Bilbao, el F.C. Barcelona y la RFEF, organizadora del torneo.
La peor parte se la llevó el empresario Santiago Espot, que impulsó la pitada en la final del Camp Nou. Y por la vía penal. La Audiencia Nacional condenó al también presidente de Catalunya Acció a pagar una multa de 7.200 euros por injurias a la Corona y ultrajes a España. El juez José María Vázquez Honrrubia consideró que la actuación de Espot no entraba dentro de la libertad de expresión.
Consecuencias del procés
De cara a la final de este sábado, además de la tradicional pitada, varios colectivos de socios como Manifest Blaugrana, han impulsado una iniciativa para que los aficionados vayan vestidos de amarillo al Wanda Metropolitano en apoyo a los políticos presos. La Assemblea Nacional Catalana y (ANC) y Òmnium se han sumado a la propuesta 'Grocalafinal' (amarillo en la final).
En el plano institucional, los efectos del 155 dejarán la representación de la Generalitat en el secretario general de deportes del Govern, Gerard Figueras. Y por parte del Ayuntamiento de Barcelona, no asistirá Ada Colau, de viaje a Uruguay hasta este viernes, sino la teniente de alcaldía de Urbanismo, Janet Sanz.
El Barça y su afición
Los actuales ocupantes del palco no han mostrado el independentismo militante de la Junta de Joan Laporta. Tanto Josep Maria Bartomeu como su antecesor, Sandro Rosell, han evitado apoyar explícitamente a la independencia, si bien no han podido quedar al margen de la cuestión: la vía catalana de la Diada de 2013 pasó por el Camp Nou. La Junta Directiva de Bartomeu sí ha apoyado, al igual que la mayoría de la sociedad catalana, el referéndum pactado. De ahí la adhesión del Barça al Pacto Nacional por el Referéndum, la plataforma de partidos, patronales, sindicatos y asociaciones para pactar un referéndum con el Estado.
La grada del Camp Nou ha encarado el debate independentista fiel a su estilo pragmático –o de palco del Liceu, según los más críticos. Los cánticos de 'indepedència' se han convertido en algo rutinario cuando se cumple el minuto 17:14 de cada partido sin generar controversias entre los aficionados. El que quiere canta, y el que no, se queda callado. Igual que con los gritos de “llibertat” escuchados en cada partido que ha seguido al encarcelamiento de los líderes independentistas.
Las 'estelades', habitualmente en minoría –el socio culé no acostumbra ni siquiera a llevar banderas o bufandas del Barça– florecen en la grada en ocasiones señaladas: cuando viene el Real Madrid o en los partido de la Champions. Y es que los aficionados no olvidan la sanción de 150.000 euros impuesta por la UEFA al Barça por exhibir banderas independentistas en el Camp Nou en los partidos de la Champions de la temporada 2015/2016, multa que no se ha repetido en años posteriores.
Esta semana Bartomeu ha justificado las pitadas al himno español “en protesta por determinadas actitudes contra el pueblo de Catalunya en los últimos años”. “Siempre defenderemos, por encima de todo, el derecho a la libertad de expresión”, aseveró, tras pedir respeto por las instituciones catalanas y el derecho a decidir de Catalunya. Lo que está claro es que la pitada al himno de España de este sábado no terminará como la primera: la dictadura de Primo de Rivera cerró el campo de Les Corts durante seis meses y obligó al exilio del entonces presidente, Joan Gamper. Ocurrió un junio de hace 93 años.