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CRÓNICA

No intentes enseñar el tango a un argentino o por qué es un error dar clases de geometría variable al PNV

El PNV es un partido serio, dicen en Madrid. Políticos y periodistas se quedan maravillados por la capacidad de los nacionalistas vascos de navegar en aguas turbulentas sin perder el rumbo mientras corrigen el timón con leves movimientos, nunca demasiado bruscos, pero siempre perceptibles. Tal y como se manejan habitualmente PSOE, PP, Podemos y Ciudadanos, lo normal es que a nada que haya galerna todos se vuelvan locos y empiecen a dar bandazos y a lanzar los botes salvavidas antes de que nadie se haya subido a ellos. Algunos tienen la habilidad especial de ir directamente contra el núcleo de la tormenta llevando al barco al límite del naufragio.

En el PNV, nunca pierden de vista cuál es su estrategia fundamental y hasta qué punto debe llegar el inevitable coro de aspavientos y quejas indignadas que siempre acompañan a la política. No se cierran vías que luego vayas a necesitar para obtener tus objetivos. Y nunca olvidan un elemento que en Madrid se ignora: su principal adversario donde importa –la política vasca– no es el PSOE ni el PP, sino Bildu. 

El partido es capaz de llegar en la misma legislatura a un acuerdo de gobierno con el PSOE, otro con el PP para la aprobación del presupuesto y uno más con Bildu con un documento sobre el derecho a la autodeterminación. En momentos diferentes, claro. Si en Moncloa pretenden dar lecciones de pactos ambidextros al PNV, lo mismo acaba Iván Redondo con un esguince. 

El pacto del PSOE y Unidas Podemos con Bildu sobre la reforma laboral pasó en pocas horas de jugada astuta a gol en propia meta hasta llegar a su condición actual de plato principal del menú del día de la derecha. Sería absurdo que lo desperdiciaran. Si tu enemigo se pega un golpe en la cabeza con una puerta, no coges el teléfono para pedir una ambulancia, sino que llamas a tus amigos para comentarlo entre risas.

Es más interesante la reacción de los socios, reales o potenciales, en un momento en que ERC anda más preocupada por el futuro proceso electoral en Catalunya y Compromís por la financiación de la autonomía valenciana. La crisis del coronavirus ha colocado al PNV en una posición mucho más vulnerable que la de hace seis meses de cara a las elecciones vascas, y no por eso ha decidido perder la cabeza para buscarse enemigos en Madrid con la intención de diluir la responsabilidad del Gobierno de Iñigo Urkullu.

En estos casos, nada como un aviso, no amenazante, pero sí de esos que te cuentan: chico, te estás pasando de listo y al final te vas a hacer daño. “Esto de la geometría variable sin coherencia lleva a estos circos políticos que se están montando en estas 48 horas, y quien ha salido más tocado de todo esto es Pedro Sánchez y su Gobierno”, ha dicho a ETB Andoni Ortuzar, presidente del PNV. 

El PNV sabe que tiene seis escaños en el Congreso y que el Gobierno necesita el apoyo de otros grupos para contar con una mayoría viable. Lo que no le parece que tenga sentido es que el PSOE llegue a acuerdos con Bildu, que ni siquiera votó a favor de la investidura de Pedro Sánchez, y que el PNV se tenga que enterar por las alertas del móvil cuando ya está preparando la campaña de las elecciones vascas: “El depósito de confianza del PNV en el Gobierno y en Pedro Sánchez ya tiene la luz de reserva encendida”. Es decir, a Sánchez le da tiempo a llegar a una gasolinera, pero ni de lejos para alcanzar el fin de la legislatura.

Ha habido mucha indignación fingida en ciertos sectores de la izquierda por los acuerdos del PSOE y Ciudadanos que permitieron al partido de Inés Arrimadas votar a favor de las últimas prórrogas del estado de alarma cuando el PP había decidido que la amenaza del coronavirus estaba sobrevalorada. Ese era un pacto que convenía a ambos partidos por razones estrictamente coyunturales. 

Cabe la posibilidad de que en Moncloa estén pensando en buscar vías alternativas de acuerdos con Ciudadanos en relación a los futuros presupuestos ante el riesgo de que ERC se aleje del Gobierno en el segundo semestre del año. Eso pondría en peligro la estabilidad interna del propio Gobierno de coalición por el efecto que tendría en Unidas Podemos. Un intento de pactar a izquierda y derecha con socios incompatibles acabaría siendo la mayor herida autoinfligida y por tanto el mejor regalo a la oposición de derechas. 

Eso que llaman la geometría variable –una táctica que ni siquiera alcanza el rango de estrategia– tiene poco futuro en la polarizada y rabiosa política española. Eso es algo que desconocen barones socialistas como Page o Lambán, que ignoran también cálculos matemáticos básicos. ERC, PNV, Bildu y BNG suman 25 escaños. Ciudadanos cuenta con diez. A veces, la política puede ser insultantemente simple.

A la portavoz del Gobierno le tocó el viernes la labor de apagafuegos. María Jesús Montero apuntó la manguera en todas las direcciones. Hasta lanzó un chorro sobre el PP: “El Partido Popular ha dimitido de todas sus responsabilidades”. No es que sea falso, pero resulta increíblemente poco efectivo que el PSOE se queje de la actitud obstruccionista de Pablo Casado. Y no es tan insólito. Ahora que en España se presta atención a Portugal por primera vez desde los tiempos de Felipe II, es lógico que muchos admiren la actitud de la derecha portuguesa en la oposición, pero esa no es la norma. En EEUU, Reino Unido, Italia y Francia, la mayor parte de la oposición está atizando duro a los gobiernos.

A Montero le tocaba intenta restablecer en público las relaciones con la patronal –Sánchez ya se ha ocupado de hacerlo en privado– y lo hizo volcando inmensas dosis de caramelo sobre el presidente de la CEOE: “El señor Garamendi no es un patriota de boquilla”. Quizá no, pero aún es necesario saber qué es de boquilla en toda esta historia, si Garamendi, el pacto con Bildu, Nadia Calviño o el profesor de latín Pablo Iglesias, AKA Pacta sunt servanda.

Lo que es seguro es que una regla básica en política es que nunca te crees más problemas de los que puedes digerir. 

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