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OPINIÓN | 'La penúltima baza', por Antón Losada

Dos discursos de Sánchez en menos de 24 horas y la feroz respuesta de Díaz Ayuso

Angela Merkel no sale en televisión dando discursos a la nación. Esa función le toca al presidente de la República. Ahora con la crisis del coronavirus ha hecho una excepción. Fue una intervención medida y breve: doce minutos. No anunció muchas medidas concretas, pero sí transmitió la gravedad de la situación (“el mayor desafío” desde la Segunda Guerra Mundial) y prometió que el Gobierno ayudará a todos los que lo necesiten. No se olvidó de los que están trabajando en unas condiciones difíciles: “Aquellas personas que están en las cajas de los supermercados o que reponen los productos están haciendo uno de los trabajos más difíciles en estos momentos”.

Justin Trudeau se prodiga más ante las cámaras. Este fin de semana, el primer ministro canadiense salió a la puerta de su casa –su esposa dio positivo por coronavirus– para explicar lo que el Gobierno está haciendo y agradecer a los colectivos profesionales que están en primera línea. La intervención duró siete minutos.

La calidad de los mensajes de los políticos no se mide por su duración. Sí se puede decir que la energía y la claridad se pierden cuando el discurso se prolonga durante mucho tiempo, no tiene una estructura definida y el agotamiento del orador termina siendo evidente. En una crisis, el jefe de Gobierno o Estado debe asumir un papel de liderazgo y conseguir que los ciudadanos se sientan confiados en que alguien está tomando las medidas más difíciles.

Este domingo, Pedro Sánchez dio una más de sus muchas intervenciones en esta emergencia sanitaria. Estaba justificada por el anuncio de que el Gobierno propondrá al Congreso que el estado de alarma y las medidas de confinamiento social se prolonguen hasta el 11 de abril. No ocultó la gravedad del momento (“se aproxima una ola muy dura”), agradeció a la sociedad su paciencia y generosidad, y reconoció de forma genérica los errores: “Reconozco con humildad nuestras limitaciones para enfrentarnos a esta pandemia”. Por encima de todo, intentó ser optimista: “Esta crisis nos está poniendo a prueba, pero está sacando lo mejor de nuestro país”.

El discurso inicial antes de las preguntas enviadas por los periodistas duró 19 minutos. Fue claro y enérgico, sin perderse en cifras secundarias, y con una cierta dosis de esperanza.

No se puede decir lo mismo de su intervención en la noche del sábado con una duración de 37 minutos. Era un texto disperso, con demasiada información y leído al principio sin energía y de forma dubitativa. Sánchez tenía aspecto de estar muy cansado después de una larga jornada de trabajo. Esa es una buena razón para no esperar al 'prime time' televisivo (empezó a las 21.22 horas) para hablar a la nación. En su intento de ser exhaustivo, hasta dio los datos del aumento del consumo de internet en España. ¿De verdad necesitamos que el presidente nos cuente lo que ya sabemos o suponemos?

Sánchez dio datos el domingo sobre la obligación del Gobierno de ayudar a las CCAA. Anunció que se les iba a enviar en las próximas horas 1,3 millones de mascarillas más, 500.000 quirúrgicas y 800.000 para pacientes. El Ministerio de Sanidad amplió en una nota esa cifra a 1,6 millones e informó de que desde el 10 de marzo se han repartido cuatro millones de mascarillas a profesionales y pacientes. De ellas, 1,2 millones a la Comunidad de Madrid.

Núñez Feijóo afirma que desde el inicio de la crisis Galicia sólo ha recibido 27.000 mascarillas (117.000, según las cifras del Ministerio) y que su Gobierno procederá a comprarlas por su cuenta después de lo escuchado en la videoconferencia de presidentes autonómicos con Sánchez. Dos días antes, el ministro de Sanidad ya había dicho que la ayuda del Gobierno central no impedía a las CCAA comprar por su cuenta material sanitario si tenían acceso a él.

Un problema global

El problema del suministro de material médico se está produciendo en todo el planeta. “Dadnos más putas mascarillas”, decía una enfermera francesa hace unos días en un vídeo grabado en un hospital. La carencia de mascarillas y respiradores son conocidas en Italia.

Miles de médicos británicos han difundido una carta dirigida a Boris Johnson para que ponga fin a la “inaceptable” carencia de material para protegerse. Se sienten como “carne de cañón” cuando cuidan a enfermos protegiéndose con mascarillas que caducaron hace cinco años. En EEUU, médicos desesperados piden a los ciudadanos que les donen esos equipos que no les llegan.

“Estamos compitiendo entre nosotros” (los estados de EEUU), ha dicho el gobernador de Illinois, J.B. Pritzker. “Estamos compitiendo con otros países. Es como el salvaje Oeste ahí fuera. Y de hecho estamos pagando de más” (por esos productos).

Lo mismo comentó el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo. Todos están peleando entre ellos para conseguir unos productos que el mercado no consigue facilitar. Y están elevando los precios. “Estoy compitiendo con California, con Illinois, con Florida, y no debería ser así”. Cuomo ha pedido que el Gobierno centralice el acceso a estos productos y que ponga fin a los precios exagerados con los que productores o distribuidores se están aprovechando. “Hay máscaras por las que pagábamos 85 centavos y que ahora pagamos a siete dólares. ¿Por qué? Porque estoy compitiendo con otros estados (de EEUU) y en algunos casos con países del mundo”.

El mundo occidental, que presume de tener el mejor sistema sanitario del planeta, se ha encontrado con que no puede acceder a un material imprescindible para salvar vidas y contener el avance del coronavirus.

Parece difícil encontrar a un Gobierno que se salve en Europa. Todos son responsables, cada uno en su ámbito. Algunos políticos pretenden aprovecharse de esa situación. Los hay que ya están planificando el día después del coronavirus. Y para eso, más que defenderse, hay que atacar.

Durante el discurso del sábado, Sánchez dijo que el mayor problema reside en la Comunidad de Madrid “y es ahí también donde mayores tensiones existen para atender la avalancha que están soportando los profesionales sanitarios, hospitales y en general el sistema sanitario”. Es cierto y es responsabilidad del Gobierno central y del madrileño.

“No aceptó que la señale como la apestada en su mitin televisivo”, respondió Isabel Díaz Ayuso en su cuenta de Twitter a los pocos minutos. En Madrid han muerto 1.021 personas, sobre un total en España de 1.721 fallecidos, según los datos oficiales del domingo.

El PP tiene el poder en la Comunidad de Madrid desde 1995, y por tanto es el mayor responsable de la Sanidad madrileña desde hace 25 años. La estrategia de atacar al Gobierno de Sánchez a la menor oportunidad es una forma de presentarse como víctima de la situación, no como corresponsable, junto al Gobierno central. De ahí que Ayuso sugiera sin presentar pruebas que Sánchez podría bloquear los suministros comprados por su Gobierno en China.

La actitud de José Luis Almeida, alcalde de Madrid, es diferente. Está claro que colaborará con el Gobierno central, o con Satanás si es necesario, para salvar vidas de madrileños.

Díaz Ayuso tiene también otros asuntos que atender.

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