La corrupción tiene las patas más largas que la capacidad del PP de dejarla atrás
Alberto Núñez Feijóo dio el 4 de mayo a primera hora de la mañana un desayuno informativo en Madrid que le sirvió un poco como acto de presentación en la capital. Es habitual que los dirigentes de un partido acudan prestos a estos actos protagonizados por su líder. Tienen que verles allí y además verles aplaudir. También se presentan antiguos dirigentes. Así no parece que están total y definitivamente jubilados. Y por salir de casa, porque cuando has sido mucho, te cuesta aceptar que ya no eres nada. Ese día estaban en ese hotel de lujo María Dolores de Cospedal y Esperanza Aguirre. Feijóo hubiera preferido que se quedaran en casa y que no tuvieran que madrugar.
Dos semanas después, han aparecido nuevos audios de la factoría Villarejo de su etapa de gran conseguidor de favores en beneficio del Partido Popular. El detective privado favorito del PP para navegar en los casos de corrupción que marcaron una época. Las coprotagonistas son precisamente Cospedal y Aguirre. Si Feijóo insiste en que todo eso procede del pasado de su partido y que por tanto ya no le concierne, parece mentira que esos monstruos antediluvianos sigan en la lista de invitados de sus discursos. La corrupción tiene las patas más largas que la capacidad del PP de dejarla atrás.
Era una oportunidad que Pedro Sánchez no podía dejar pasar en la sesión de control. Se supone que la cita parlamentaria está para que el Gobierno responda preguntas sobre sus tareas de gobierno, pero eso siempre está aderezado con ataques al rival. Para igualar el marcador, más que nada. Luego, el PP recuerda los ERE y todos contentos.
“Pese a los Villarejos, a la destrucción de ordenadores, ustedes fueron condenados por corrupción por la Audiencia Nacional”, dijo Sánchez. Gran escándalo en los escaños del PP, que suelen responder airados cada vez que se les recuerda que tuvieron que encajar tres sentencias condenatorias en los tribunales. Alguna por algo tan difícil de ignorar como que la renovación integral de su sede en la calle Génova fue pagada con dinero negro. Y como obviamente fue el PP quien pagó la factura, tenían que saber de dónde salieron los fondos.
Sánchez insistió en que el PP había estado más pendiente de “parar sea como sea esa famosa libretita”, refiriéndose a los papeles en que Luis Bárcenas registró las prácticas corruptas. En las conversaciones con Villarejo, Cospedal inquiere al comisario por la forma de hacerse con esa información. Lo más grave es que ambos hablan sin tapujos sobre la forma de presionar al policía de la UDEF que dirigía la investigación. La intención era que no aparecieran los nombres de dirigentes del PP, empezando por Mariano Rajoy, en su informe final.
Seis años después al declarar como imputada ante el juez, Cospedal dijo bajo juramento que entonces no sabía el nombre de ese inspector de policía por el que estaba tan interesada en su reunión con Villarejo. Es lo que tiene el sistema de justicia. No permite el uso de pentotal sódico en los interrogatorios.
Al PP no le interesa mucho que se hable de Villarejo en el Congreso a causa de todos los dirigentes y miembros de sus gobiernos que hicieron negocios con él. Siempre hay algún diputado que se salta el guion, porque se lo pide el cuerpo. Hay algunos que son expertos en tirarse al barranco en estado de gran excitación.
Ana Belén Vázquez estaba tan acelerada en su duelo con el ministro de Interior que saltó con una gran revelación metida como estaba en asuntos de espionaje. “Mire, al señor Villarejo lo fichó la señora (Margarita) Robles como agente doble, y eso lo sabe usted y toda España”. Estas cosas las sabe Vázquez a la antigua usanza. Nada de Pegasus y esas moderneces. Hay que ver lo mal que digieren algunos parlamentarios las lecturas de John Le Carré.
Sánchez también iba a lo loco y quiso demostrar que Catalunya es un oasis de paz con su Gobierno mientras que con el de Rajoy se organizaron dos consultas independentistas. “Mientras ustedes enviaban a Barcelona piolines, con nosotros la selección española de fútbol puede jugar en Cataluña sin ningún problema”.
Más allá de que un conflicto como el catalán no se solucionará con partidos de fútbol, el presidente se estaba carcajeando de una de las imágenes más cómicas del referéndum del 1 de octubre: un buque decorado con personajes de dibujos animados de la Warner para albergar a unos 800 policías. Pero como les estaba llamando “piolines”, algo que han hecho los independentistas en muchas ocasiones, los diputados de la derecha gritaron que la patria volvía a quedar en ridículo.
El PSOE se apresuró después a retocar las palabras de Sánchez y afirmar que “piolines eran los barcos que el Gobierno de Rajoy usó en 2017 para trasladar y alojar en pésimas condiciones a policías y guardias civiles”.
El barco 'Moby Dada' –su verdadero nombre– alquilado por el Ministerio de Interior era un ferry no preparado para largas estancias. Las habitaciones, compartidas por dos agentes, eran muy pequeñas. “Era un cuchitril. En los camarotes no cabían ni las maletas. La comida era horrible. Pasta a todas horas, salvo para desayunar que ponían yogures y alguna fruta”, dijo después uno de ellos. Algunos dijeron haber encontrado hasta ratas.
La empresa Warner exigió que se tapara con grandes lonas la decoración exterior para evitar un 'product placement' indeseable. Lo que ocurrió fue que muchas habitaciones se quedaron sin luz exterior. Tuvieron que retirarlas.
“Han liberado a Piolín. La lucha sigue por los demás”, decían en las redes. Aún continúa. La política española no ha abandonado el momento Piolín desde entonces.
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