Yolanda Díaz presume frecuentemente de sus dotes negociadoras. Ha demostrado esa capacidad en numerosas ocasiones esta legislatura al frente del Ministerio de Trabajo con una veintena de acuerdos entre sindicatos y patronal para la subida del salario mínimo o para la reforma laboral. Lo de ahora es diferente. Dispone de solo cinco días para intentar encajar el puzle de 15 partidos, varios de ellos que vienen de competir en una campaña electoral a cara de perro, y para coser todo lo que queda a la izquierda del PSOE. Si entre todas las formaciones logran ahormar una candidatura de unidad, habrá una posibilidad de impedir un Gobierno de las derechas, esta vez Partido Popular y Vox. De lo contrario, coinciden todas las fuentes consultadas, el 23 de julio será un domingo para hacer balance de daños y medir las fuerzas de quién y cómo ejercerá de oposición contra un gobierno de Alberto Núñez Feijóo, previsiblemente con la extrema derecha en el Consejo de Ministros.
Todo eso es lo que se pondrá a prueba entre el lunes y el viernes, cuando expira el plazo oficial. La vicepresidenta segunda ha insistido a los partidos en que no va a repetir una negociación en el tiempo de descuento y que este miércoles todo debe quedar cerrado. El reto es mayúsculo, no solo para Yolanda Díaz, también para el resto de partidos, algunos todavía en shock por los resultados del 28 de mayo. No se trata solo de conciliar las ambiciones políticas y estratégicas de formaciones mal avenidas como es el caso de Podemos con Más Madrid y Compromís, o viceversa, el acuerdo debe superar también rencillas emocionales que están a flor de piel tras las municipales y autonómicas.
El acuerdo que desea la vicepresidenta segunda del Gobierno es más ambicioso aún. No solo se trata de recomponer la integración que se logró con Unidos Podemos en 2016. Allí estaban, además de Podemos, los comuns, las mareas gallegas, Compromís, Izquierda Unida y Equo. Podemos no había sufrido aún ninguna de las bajas y escisiones que le fueron paulatinamente jibarizando. Yolanda Díaz quiere retejer lo que queda de ese espacio e incorporar a algunas fuerzas como la Chunta Aragonesista, Iniciativa del Pueblo Andaluz y Movimiento por la Dignidad de Ceuta. La ministra de Trabajo ha creado además un partido, Movimiento Sumar, para incluir en la futura coalición a independientes y profesionales vinculados al llamado proceso de escucha con el que lanzó hace un año su proyecto político.
El plan que Díaz y su equipo habían diseñado para lograr esa unidad tenía una duración de meses, hasta después del verano. El adelanto electoral ha reducido el cronograma al mínimo, diez días de los que ya quedan solo la mitad. Desde el lunes pasado, los movimientos han sido fulgurantes. Tras conocer la decisión de Sánchez, Yolanda Díaz llamó a los líderes para mostrarles su voluntad de seguir adelante con su ambición de lograr un acuerdo, para contarles sus planes y para pedirles también que mostraran públicamente su intención de incorporarse al proyecto. Aquello fue ocurriendo paulatinamente entre el lunes y el martes. Primero Podemos, en voz de su secretaria general, Ione Belarra, luego Más Madrid, las direcciones de Izquierda Unida y de Compromís y también de los comuns, Verdes Equo y Alianza Verde.
Las negociaciones pasaron después a un segundo nivel en el que tomaron protagonismo las personas que habitualmente se encargan en los partidos de afrontar este tipo de escenarios. Un equipo liderado por Josep Vendrell, el jefe de gabinete de Díaz, entabló conversaciones con la secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge, el de Izquierda Unida, Ismael González, con Manuela Bergerot y Javier Padilla por parte de Más Madrid, y con Iván Castañón y Amparo Piquer como negociadores de Compromís. De ese primer intercambio nació una primera dificultad: definir el formato del diálogo.
Izquierda Unida había planteado en enero que estas negociaciones se definiesen en una mesa de partidos que Podemos ya rechazó de plano en ese momento. Los de Belarra consideraban que Sumar era una entidad (un partido o un paraguas de partidos) en la que ya estaban comprometidas el resto de fuerzas y con la que debían de negociar de forma bilateral. Este dilema se profundizó en los prolegómenos del lanzamiento de Sumar en abril en Magariños, al que fueron todos los partidos que hoy negocian excepto Podemos. Los problemas entonces estuvieron en el mismo punto. El partido de Belarra insistía en un acuerdo de mínimos entre Sumar y Podemos que estableciese las bases de la futura coalición. No hubo acuerdo.
Este volvió a ser el nudo del inicio de las conversaciones de la semana pasada, con algunas complicaciones. Compromís, tras la reunión de su ejecutiva, pidió también una negociación bilateral con Sumar y no ser el “apéndice” de un acuerdo con Podemos, que a su vez reclamaba a Yolanda Díaz que liderase las negociaciones y no plantease una suerte de asamblea en la que todos los partidos pudiesen hablar con el mismo volumen. A mitad de semana, el diálogo todavía no había entrado en el grueso: la definición del peso de cada partido en la coalición para repartir, a partir de ese consenso, posiciones de salida en las listas, recursos económicos y los nombres de las papeletas en cada una de las circunscripciones.
Si las conversaciones telefónicas y las reuniones de los mediadores no abordaban en estos primeros días esas cuestiones fundamentales, tanto Compromís como Más Madrid sí dejaron entrever, al menos, sus puntos de partida para esta negociación, centrados en una misma premisa: que el peso de las diferentes formaciones lo deben determinar los últimos resultados electorales, los del 28 de mayo en que Podemos sufrió un descalabro sin precedentes, con la desaparición en las instituciones de Madrid y Comunitat Valenciana. “Si antes había una elucubración ahora hay datos de hace tres días”, decían este miércoles desde Más Madrid sobre el peso de cada formación. No obstante, tanto ellos como Compromís han manifestado no tener líneas rojas y la voluntad de acordar.
No fueron los únicos que plantearon condiciones de máximos, también lo hizo Podemos, según fuentes conocedoras de las conversaciones que mantienen un máximo sigilo. Lo más que ha trascendido es que algunas formaciones empiezar a hacer renuncias de algunas exigencias que estaban en el punto de partida. Por más que haya avances no es previsible que se anuncien acuerdos individuales porque en la quincena de partidos todos querrán ver cómo queda el reparto global (y el partido de al lado) antes de dar luz verde al acuerdo. Un escollo más para la negociación que hace imprescindible respetar los equilibrios en una partida a 15.
Puestos de salida
Aunque no siempre es lo más importante en este tipo de negociaciones, los puestos de salida en las listas son una forma muy gráfica de ver quién sale ganando o perdiendo de los acuerdos. En Madrid, por ejemplo, el rompecabezas tiene muy difícil encaje. Se da por hecho que Yolanda Díaz encabece en esa circunscripción la lista y que vaya acompañada de un ‘número dos’ propio. Más Madrid querrá pelear por uno, dos o más puestos de salida, como pretenden también Podemos e Izquierda Unida. En 2019, los dos primeros puestos de Unidas Podemos fueron Pablo Iglesias e Irene Montero, luego Enrique Santiago, de Izquierda Unida y después otros dos de Podemos, Gloria Elizo y Rafa Mayoral. En esas elecciones concurrió Más País por separado y en Madrid lograron representación Íñigo Errejón y Marta Higueras, pero esta última renunció al acta para quedarse en el Ayuntamiento de Madrid, por lo que entró en el Congreso Inés Sabanés (Equo).
En las últimas horas, algunos líderes tradicionales de distintas partes del espacio político han renunciado a concurrir en las listas para las generales. Primero fue Inés Sabanés, dirigente de Verdes Equo, quien decidió dar un paso al lado. Esta semana, la alcaldesa de Barcelona y líder de los comuns, Ada Colau, descartó presentarse con Sumar a las generales para seguir centrada en la política municipal. El viernes, el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, anunció que se retiraba de la primera línea de la política y que tampoco aspiraría a revalidar su escaño de diputado por Málaga. Fuentes del espacio político no descartan que haya más renuncias a repetir en las listas antes de que se cierre el plazo, el 19 de junio.
Garzón argumentó que su decisión buscaba “promover la renovación de las caras públicas que representan este necesario proyecto”. Este domingo, su intervención en la coordinadora federal de IU redundó en la misma idea: la necesidad de “renovar los cargos” y el llamamiento a los partidos a integrarse en Sumar.
Esa cascada de renuncias pone el foco sobre las ministras Irene Montero o Ione Belarra, de Podemos, pero también apunta a otros líderes como Errejón que cumplirá el año que viene una década en la primera línea de la nueva política.
Preguntada este viernes sobre si el ejemplo de Garzón y Colau deben seguirlo las líderes de Podemos, Yolanda Díaz dijo que son esas personas las que deben resolver la cuestión. “Doy las gracias a una mujer que suma, se llama Ada Colau, que ha tomado una decisión. Hoy la ha tomado Alberto Garzón. Esta pregunta hay que formulársela a cada una de las personas”, dijo.
Campaña y estrategia política
Más allá de la cuestión de las listas, la negociación que se da en estos momentos y que ha continuado el fin de semana a través de una formula mixta de encuentros presenciales y reuniones por videoconferencia de los segundos espadas de los partidos están abordando también el reparto posterior de los recursos, una cuestión que cobra aún más relevancia para Podemos, que con la desaparición de tres parlamentos autonómicos y la necesidad de devolver hasta 800.000 euros en microcréditos al no haber cumplido los objetivos de la campaña del 28M, podría verse en apuros económicos.
La vicepresidenta dio por hecho el viernes que la negociación saldrá adelante pero de momento no hay demasiados acuerdos con el partido de Belarra. En cualquier caso, todas las partes han optado por la máxima discreción, el mensaje es que se sigue trabajando y que el lunes se va a entrar en la fase crucial. Según el calendario fijado por Díaz, quedan tres días. El plazo legal, en todo caso, permitiría estirarlo todo 48 horas más. Y el antecedente de Andalucía está en la cabeza de todos, cuando el acuerdo se cerró en el último segundo e impidió registrar a Podemos en la coalición.
Desde el entorno de la vicepresidenta se ha repetido durante toda la semana que el miércoles será el día clave, que si no hay acuerdo entonces es que ya no lo habrá. Sea así o se estire la negociación hasta el último segundo, las próximas horas serán cruciales para ver hasta qué punto los partidos rebajan las posiciones iniciales. Nadie descarta que si no hay acuerdo, Podemos pueda presentar una candidatura para pelear por su cuenta la representación que exige en Sumar. Los resultados de las municipales y autonómicas que les han dejado fuera de la Asamblea y del Ayuntamiento de Madrid no dejan mucho espacio al optimismo, pero la amenaza de que se pierdan esos votos el 23 de julio no sería solo una tragedia para el partido, también para el conjunto de la izquierda y por supuesto, para Sumar en unos comicios que, en caso de tener opciones, se presentan muy ajustados para ese espacio.
Además de los puestos de salida y los recursos, para los partidos es muy importante también la estrategia política, como han remarcado varias fuerzas en público. “Queremos hablar de programa, de políticas públicas y de cambiar la realidad del país”, señalaban el jueves fuentes de Compromís. Fuentes de Más Madrid también trasladan que abordarán en las futuras reuniones temas como quién va a dirigir la campaña, qué estrategia se va a seguir y cómo se va a concretar. Todo después de una campaña de autonómicas y municipales en la que ha habido diferencias sustanciales a la hora de abordar los temas, los mensajes e incluso la cartelería entre Podemos y sus rivales en la izquierda.
Las asperezas entre Podemos y Más Madrid, por ejemplo, son latentes y vienen de muy atrás. Más Madrid no deja de ser una escisión de Podemos, con todo el peso emocional que eso implica para los integrantes de esas fuerzas. Pero en esta campaña, los de Ione Belarra han llevado el pulso más allá con ataques directos tanto en Madrid como en Valencia, con apelaciones a partidos que llaman “izquierda cuqui” o partidos de “centro”, frente a la izquierda “valiente” que dicen representar los de Belarra.
En los demás partidos, y también en el entorno de Yolanda Díaz, causó cierto estupor la obcecación de una campaña municipal como la de Roberto Sotomayor con el Programa de Ana Rosa o con Florentino Pérez, o ciertas campañas de comunicación como la de colocar una lona gigante en el barrio Salamanca de Madrid llamando “cayetanos a sus vecinos”. Y visto el resultado, no creen que sea buena idea repetir esa estrategia si lo que se pretende es frenar el paso a las derechas el 23 de julio.
Debilidad interna de Podemos
El análisis en Podemos es justo el contrario. “Si por algo debe hacer autocrítica Podemos (y quien esto escribe) es por no haber sido capaces de convencer de nuestro diagnóstico a nuestros socios de espacio”, afirmaba estos días Iglesias, en un artículo en el diario Ara. La derecha sabe que la tesis de Podemos de apostar por una alianza con ERC y Bildu para armar una dirección de transformación del Estado en clave republicana, es la única posibilidad de superar su estructura de poder madrileñocéntrica y monárquica que convocaría además a sectores económicos históricamente excluidos del poder de Madrid“, argumentaba.
Esas invocaciones de Iglesias, omnipresente durante toda la campaña, son para algunos de los partidos que ya han dado el paso de integrarse en Sumar una muestra de que no todos en Podemos han entendido el mensaje del 28 de mayo, y sostienen que no tiene sentido que imponga el rumbo el partido que ha salido peor parado de la última cita con las urnas.
Sea como fuere, el cronómetro está activado y la izquierda tiene cinco días para lograr lo que no ha sido capaz en los últimos meses. Tres, si se atiende a los plazos de Díaz. La convocatoria anticipada de las generales sirvió a Sánchez para cambiar el paso a la derecha y al mismo tiempo para postergar la crisis interna de una eventual derrota en las urnas.
Esta segunda premisa la ha aprovechado de rebote Podemos, que no tiene previsto, al menos hasta que se cierre el acuerdo de coalición para las generales (si se cierra), celebrar un Consejo Ciudadano Estatal en el que se analicen los resultados del pasado domingo y se estudien las responsabilidades orgánicas. El exjuez Pedro Yllanes, vicepresident en funciones del Govern Balear dentro de la cuota de Podemos en ese ejecutivo aunque desde hace tiempo alejado de la dirección, pidió este miércoles la dimisión de la cúpula y la integración del partido en Sumar.
Esta semana, sin embargo, sí ha habido movimientos en algunos territorios. El secretario de organización de Podemos Canarias, César Merino, anunció el miércoles su dimisión entre mensajes de autocrítica. “Tal vez hemos descuidado aspectos fundamentales de la realidad cotidiana de las personas, centrándonos en discusiones ideológicas que no han resonado con sus preocupaciones más inmediatas”, dijo. El jueves, la dirección de Podemos Baleares anunció que ponía los cargos a disposición del Consejo Ciudadano Autonómico para decidir los pasos a seguir a partir de ahora. La coordinadora autonómica reconoció que no habían “sabido transmitir la alegría y esperanzas necesarias para ilusionar a la gente a ir a votar”. La desaparición de Podemos en el parlamento canario y el retroceso del partido -emparejado al de toda la izquierda- en el archipiélago balear tienen como consecuencia directa la salida del poder ejecutivo en esas regiones, donde gobernaban en coalición con el PSOE y otras fuerzas de izquierda. En Castilla-La Mancha diez personas de Podemos anunciaron en una carta su dimisión del Consejo Ciudadano Autonómico por los resultados de las elecciones (el partido volvió a quedar sin representación parlamentaria), aunque la dirección regional precisó después que esas personas habían dimitido de sus responsabilidades políticas en 2021 y una de ellas estaba inhabilitada.