La cura es un jardín
El objetivo era llenar el vacío que durante más de 60 años había partido en dos el casco histórico de la localidad murciana de Cehegín. Era un barrio en diferentes alturas y con grandes desniveles donde una fuerte nevada en 1950 había acabado con parte de las viviendas. Nada se había construido después. La solución llegó con el estudio de arquitectura cómo crear historias y su misteriosa historia del jardín que produce agua, un proyecto que ha logrado curar la herida de la zona con un jardín que hace lo que dice su nombre: recoge el agua de lluvia y limpia en su caída la que toma sucia de la parte de arriba.
“El solar era un gran espacio de desconexión entre la zona alta y baja del casco histórico y donde los habitantes habían creado lo que se conoce como desire paths [caminos de deseo, en español], que eran los caminos que habían ido marcando para moverse entre unas zonas y otras del barrio”, explica Mónica García, quien junto a Javier Rubio forman cómo crear historias. Desde el principio tuvieron claro que el proyecto debía afianzar esos pasos ya marcados por los habitantes, quienes durante más de 60 años habían subido y bajado por un descampado, sin apenas iluminación, y habían surcado el terreno con los recorridos que les facilitara sortear los desniveles.
El segundo reto consistía en idear un sistema que permitiera mantener el jardín proyectado en una región donde el agua escasea. “Aprovechamos la pendiente del terreno para poner en marcha un sistema vertical de depuración natural del agua”, cuenta la arquitecta. Para ello proyectaron estanques que recogieran el agua de lluvia y sucia de la parte alta del pueblo y la fueran limpiando en su caída. En los estanques colocaron eneas, una planta de ribera que se alimenta de la suciedad, por lo que el agua se va limpiando en el recorrido hacia abajo de los diferentes estanques y al terminar el circuito es recogida y reutilizada para regar el jardín.
Plantas en los muros
Tras casi 12 de años de diseño, proyección y obras la herida del casco histórico de Cehegín quedó curada el año pasado con un jardín que va creciendo según pasa el tiempo. “En los muros de contención plantamos jardines trepadores que irán cambiando de color según las estaciones”, cuenta García. El recorrido comienza en la parte alta del barrio con una pasarela de madera ideada a modo de mirador sobre el jardín que da paso a los caminos marcados durante años por los propios vecinos. Pintado de verde, el paseo va conectándose en pendiente de bajada a las diferentes calles del resto del casco histórico.
En la zona central del paseo, hay un terreno plano, cuyo solado está hecho de los restos que quedan al machacar el mármol, un material común en la zona, y cuyo tacto hace detenerse al viandante. “Es una sensación diferente, cruje al pisarlo y permite dejar surcos y dibujos que con la lluvia desaparecen y vuelve a quedar un espacio liso”, señala la arquitecta.
Al final del recorrido, aparece un edificio que funciona como vivero de empresas y que con el tiempo también se convertirá en una gran planta integrada en el jardín al haber plantado en sus muros plantas trepadoras. “El proyecto se integra en el entorno respetando la topografía y las edificaciones adyacentes”, subraya García, quien afirma que solo al acercarte al jardín descubres que está ahí. “No modifica el perfil de la ciudad porque queda escondido pero a la vez devuelve a los vecinos su derecho a pasear y a conectarse con distintos lugares que antes estaban separados”.