En el capítulo anterior habíamos dejado a Albert Rivera con su foto enmarcada de Pedro Sánchez y Quim Torra sobre su atril, a Pablo Casado, estrenando tono moderado y ataques desde la derecha, al candidato Sánchez haciendo de presidente Sánchez, y a Pablo Iglesias en pleno recital de la Constitución, leyendo esos artículos que garantizan derechos sociales y no suelen tener éxito en las tertulias televisivas.
Las redes sociales todavía estaban exprimiendo los silencios de Rivera en el minuto de oro del lunes cuando llegaron otros moderadores, otro plató y otro debate. “El decisivo”, según se encargó de anunciar toda la semana Atresmedia en su particular pugna con TVE. Los populares, hundidos en las encuestas y sabedores de que les quedaba una sola bala, habían caldeado las horas previas acusando a Rivera de “hacer el trabajo sucio al Gobierno” mientras la fontanería del partido auguraba otras dos horas de moderación de su candidato.
En la última semana de campaña el mismo Casado que llamó no hace tanto “traidor, felón, ilegítimo, mentiroso compulsivo, ridículo, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre y okupa” trataba de cautivar a los votantes socialistas de buena fe suavizando los adjetivos. A la entrada, en la sede de Atresmedia Casado no obstante anticipó un “debate vivo”.
Las dos horas largas lo fueron, hasta el punto de que durante muchos tramos los telespectadores no pudieron seguir la discusión, que derivó en tumulto.
Siendo justos, no se puede decir que todos los candidatos contribuyesen igual al barro. Rivera, crecido después de que la prensa conservadora lo hubiese proclamado vencedor del duelo de la víspera, aportó constantes interrupciones al resto de participantes. Una de ellas, antológica, a propósito de una afirmación de Sánchez en la que el socialista aseguraba que el contrato único de Ciudadanos supone “convertir en basura todos los contratos”. “Ya acabó usted de mentir, ahora me toca a mí”, pidió su turno Rivera. Cada vez que el candidato socialista le devolvía la misma moneda, él líder de Ciudadanos replicaba indignado: “Veo muy nervioso al presidente del Gobierno”.
Al cuarto de hora, en pleno día de San Jordi, Rivera ya le había entregado a Sánchez una copia de su propia tesis doctoral -“un libro que usted no ha leído”. Vistos los antecedentes y el gusto por la teletienda que están adquiriendo esos formatos, el candidato del PSOE tampoco fue al plató con las manos vacías. Replicó poniendo en el atril del candidato de Ciudadanos el libro de conversaciones de Sánchez Dragó y Abascal: “Aquí está su pensamiento político”.
A partir de ahí ya hubo bronca en casi todos los apartados. En impuestos, sobre Catalunya, sobre feminismo y por supuesto en el apartado de pactos. En casi cualquier asunto que salió a relucir Casado y Rivera lanzaron graves acusaciones al aspirante a la reelección y viceversa. Además de los grandes éxitos habituales sobre el golpismo y las traiciones, esta vez el líder del PP lo acusó de querer “blanquear el terrorismo a cambio de un puñado de escaños”.
Ajeno a la gresca general, Pablo Iglesias se disponía a protagonizar soliloquios como los del día anterior en Televisión Española defendiendo su programa de política social, aunque esta vez sin recitar la Constitución. En el tramo en que reclamó que los bancos devolviesen los 60.000 millones de euros del rescate y cambios para que Uber y Cabify paguen impuestos en España, Rivera optó por osbtruirle también a él.
Solo habían pasado 46 minutos y el debate se le había escapado de las manos al moderador: Iglesias echó una dura reprimenda a Rivera al que llamó “impertinente y maleducado”. A partir de ahí retomó su discurso propositivo y fue el único candidato que logró dedicarse a presentar su programa de Gobierno.
Los choques entre Casado y Rivera subieron en decibelios porque, esta vez sí, el dirigente popular decidió responder a Ciudadanos. “Del no somos adversarios”, de la víspera, pasó a atacar al que quiere que sea su socio a partir del lunes. “No habéis gobernado nunca”, le dijo varias veces cuando Rivera lamentaba los datos de desempleo equiparando a los gobiernos de PSOE y PP.
Rivera dobló la apuesta del día anterior en TVE. No repitió “que el milagro económico del PP está en la cárcel” pero confrontó con él en uno de los escasos asuntos que separan la ideología de los dos partidos: el aborto o la eutanasia. “Estamos en 2019 y entiendo que a un partido como el PP conservador le cueste avanzar. Creo que hay que ser valientes en los asuntos morales. El señor Casado dijo que no quería regular la eutanasia, yo sí lo quiero regular. El dolor no entiende de ideología, señor Casado”, dijo el candidato de Ciudadanos, empeñado en discutir a su oponente y a las encuestas el liderazgo de la derecha.
Después volvieron a enzarzarse sobre la protección de la familia. Rivera atacó al Gobierno de Rajoy y cuando Casado se metió a llevarle la contraria, hizo un extraño movimiento hacia la cámara como esperando que fuesen los telespectadores los que diesen la razón. Una especie de comodín del público: “Ustedes me están viendo, ¿verdad que no han hecho nada? ¿verdad que ustedes no llegan a final de mes? ¿Verdad que a ustedes les cuesta tener hijos?”. Si hubo algún espectador que respondió desde su casa, eso no salió en la tele.
El partido de vuelta en Atresmedia replicó muchos de los argumentos del día anterior pero sirvió para disipar algunas dudas. Sánchez defendió que no se plantea pactar con Ciudadanos, algo que le había reclamado insistentemente el líder de Unidas Podemos. El candidato socialista lo dijo a su manera en su primera intervención: “No está en mis planes pactar con un partido que ha puesto un cordón sanitario al PSOE”. Pero aunque mantuvo el guante blanco con Iglesias, subrayó que su intención es gobernar en solitario con ministros independientes.
La réplica del candidato de Unidas Podemos fue que los gobiernos socialistas solo miran a la izquierda cuando necesitan los votos de su partido. Y volvió a colocar como ejemplo las medidas sociales aprobadas durante los últimos diez meses.
En su confrontación con las derechas, Sánchez intentó explotar algunos de los grandes éxitos de la víspera. Exhibió una foto del hemiciclo con PP y Ciudadanos votando con Bildu y le preguntó de nuevo de qué color tiene las manos Casado, en referencia a las acusaciones que el líder del PP le había lanzado hace unas semanas.
Y copió la respuesta del lunes al PP por sus críticas al cambio del Código Penal que propone el Gobierno para hacer expreso el consentimiento sexual para que no se repitan episodios como el de la manada. Casado defendió que la necesidad de consentimiento está en las leyes españolas desde 1822.
El candidato socialista leyó una lista de los titulares más salvajes de Vox contra las mujeres, el aborto, los colectivos LGTB y su larga lista de damnificados y preguntó a Rivera si puede pactar con ellos y seguir considerándose centrista. Fue su mensaje central durante toda la noche: si las tres derechas tienen un voto más harán lo mismo que en Andalucía.
Por repetir, Sánchez hasta llegó a calcar su minuto final. Repitió exactamente el mismo de TVE y que pide mirar al futuro y “hacer una moción de censura a la corrupción, la desigualdad y a la confrontación”.
Rivera olvidó la metáfora de los silencios del día anterior y pidió el apoyo de los 95% de españoles que no quieren liquidar España. Casado defendió que el voto útil es el PP y que dividirlo es incrementar las posibilidades del independentismo. Unos minutos antes lo había explicado de una manera más gráfica: “No se puede blanquear el terrorismo, por un puñado de escaños”.
Entre las novedades cabría apuntar también que Rivera salió en defensa del PP cuando Sánchez enumeró sus casos de corrupción. El líder de Ciudadanos desenrolló una tira de papel con supuestos escándalos socialistas que no se acertó a distinguir en pantalla.
También Iglesias salió a echar una mano al presidente del Gobierno en el asunto catalán. Sobreactúan ustedes bastante, dijo a los líderes de la derecha, “le llaman golpista en el Congreso” y puede que sea incoherente“, añadió para que la defensa no lo fuese del todo.
El barullo general impide dar a un vencedor claro de la contienda. Si de lo que se trataba era de exponer un proyecto, Pablo Iglesias fue el que más cerca estuvo de hacerlo, posiblemente porque va último de los cuatro en las encuestas y recibió menos ataques. Si la idea del resto de aspirantes era tumbar al candidato que va en cabeza, Sánchez sale del doble duelo con las mismas posibilidades porque nadie logró tirarlo a la lona en tres horas y media de confrontación durante dos días consecutivos.
Al ganador de las derechas, sea el que sea, lo está esperando, fuera, en la calle, Vox. Este martes llenó otra plaza de toros en Las Rozas -el tercer municipio con más renta de España- con 5.000 incondicionales y otros 15.000 siguiéndolo a través de Internet. El partido de Abascal, que el fin de semana prometió cerrar La Sexta, se conformó este martes con contraprogramar su debate. A las 21:15 cortó la emisión de Youtube del mitin justo cuando iba a subir al escenario Abascal para reproducirlo a partir de las 22 coincidiendo con el inicio del debate. La ultraderecha tan notoriamente ausente en el debate cabalga por libre.