El otro debate del estado de la nación, entre los socios de elDiario.es: “¡Qué tendrá que ver ETA aquí!”

David Noriega

12 de julio de 2022 23:37 h

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Los diputados se dirigen a sus escaños en el Congreso tras el timbre que reanuda la sesión. David, Olga y Xavi se acomodan en la sala de reuniones de elDiario.es. Son las cuatro de la tarde de otro día infernal en Madrid, los termómetros en ese hervidero que es la Gran Vía marcan 40 grados. En la televisión Cuca Gamarra sube a la tribuna de oradores. Tiene media hora para responder a la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Ante la pantalla, tres socios de elDiario.es se preparan para debatir sobre el debate. Un estado de la nación paralelo que pronto tomará su propio rumbo.

Las primeras palabras de Gamarra son para reclamar un minuto de silencio en memoria de Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA el 13 de julio de 1997. Todos los diputados de todos los partidos lo respetan escrupulosamente, pese a no estar en el orden del día ni haber sido comunicado en los órganos del Congreso que ordenan los plenos. Los diputados del PP lucen lazos azules contra el terrorismo. “No me molesta el minuto de silencio, me molesta porque es una utilización torticera y por cómo lo politiza el PP”, se adelanta Xavi Ripoll. Meritxell Batet acaba recordando que estos homenajes se plantean y los pactan los distintos grupos en la Junta de Portavoces, mientras una de las cámaras que retransmite la sesión enfoca a la diputada, que, pese al reproche por faltar al procedimiento y las normas de la institución donde reside la soberanía popular, esboza una sonrisa.

“Ya está, la sonrisita”, traducía Olga Álvarez en el debate de elDiario.es. “Se ríen porque esto era lo que esperaban. Ahora dirán que Batet es del PSOE y está contra las víctimas”, desarrolla Xavi. Ante sus compañeros, este empresario se pregunta “qué tendrá que ver el debate sobre el estado de la nación con ETA, que hace diez años que no está activa”. “Pero funciona”, añade Olga, “porque hay gente que sigue diciendo lo mismo”.

Mientras Gamarra despliega su retahíla de ataques a la nueva ley de memoria democrática que reconoce a las víctimas del franquismo, David García cambia de tema. Los tres invitados empiezan a perder de vista a Gamarra y también lo que sucede en el Congreso. Preguntado por los nuevos impuestos anunciados por Sánchez, David pone el foco en el dinero que está en paraísos fiscales y reclama que se hagan inspecciones “de verdad”. “Si se permite que haya sitios donde las grandes empresas pueden tributar y hacer ingeniería fiscal y no podemos hacer algo con eso, realmente tenemos un problema y las críticas de que vivimos en una democracia burguesa serían totalmente ciertas”, explica. “Si todas las medidas contra el gran capital van a suponer que lo pagamos los trabajadores, tenemos un problema muy grave. Hablamos de democracia, pero si no se puede hacer algo, quizás nos tenga que llevar al siguiente nivel de reflexión”, desarrolla su razonamiento.

“Estoy de acuerdo contigo, pero creo que muy pocos estamos preparados”, coincide Olga en el diagnóstico. “Soy enfermera y trabajo con auxiliares y celadores, con un sueldo más bajo que el mío. Tengo una compañera que se ha acogido al bono social eléctrico y le explicas de dónde sale, pero no quiere entenderlo. Está metida en que todos son iguales. Es gente a la que quiero, pero no hay forma de hablar con ella”, señala. “Y no todos son iguales, ni todos los partidos son iguales ni todos los periódicos son iguales”, añade, sobre los políticos. El debate del estado de la nación es ya solo un soniquete de fondo.

“Nosotros tenemos la buena costumbre de no hablar de política por chats de whatsapp familiares, porque tenemos una parte que es muy de derechas y otra que es muy de izquierdas”, cuenta Xavi sobre una estrategia que se repite en muchas familias y grupos de conversación. “Tienes que hablar, porque es el día a día”, contrapone Olga. “Hablar, sí, pero los bulos y lo de los menas que cobran más que tu abuela, eso no, que no lo pasen por whatsapp”, defiende este empresario. David, por su parte, cree que mucha gente vive la política “como un partido de fútbol”. “Me recuerda un poco al mundillo hooligan”, apunta. “Yo voy con los míos hagan lo que hagan”, bromea enfrente Xavi.

¿Por qué? “Yo creo que se ha hecho a propósito, lo de meter tanta mierda en la política para que no pienses más que en lo básico. Lo ha traído la ultraderecha, que son cuatro ideas básicas machacadas, machacadas, machacadas”, desarrolla. “La pelea de hooligan es muy fácil y la gente entra. Lo difícil es lo de los lobbies y hacer entender a la gente que tienen que estar regulados para que mejore tu día a día, el colegio de tus hijos, etc.”, añade Olga. “A todo el mundo le gusta sentirse clase media, pero con dos meses sin cobrar ya tienes que estar pidiendo para comer”, avisa.

“El discurso del PP lo tienen listo hace semanas”

Mientras la conversación en elDiario.es transcurre por derroteros ajenos al debate, Gamarra cierra su primera intervención. “Ha dicho lo de siempre. El discurso del PP lo tienen listo hace semanas”, apunta Xavi. “Se pueden poner todas las propuestas que sea encima de la mesa, pero con el PP, cuando está en la oposición, es lo de siempre”, remacha David sobre el tono de los conservadores. “Pero les funciona”, añade Olga.

Esperar al debate sobre el estado de la nación para sacar más medidas es una manera de infantilizarnos a los trabajadores y trabajadoras. ¿Por qué las cosas no se hablan, no se debaten, no se colectivizan? Es como que de repente llega Papá Noel

Pedro Sánchez sube a la tribuna por segunda vez. Empieza a responder a Gamarra y David introduce el plan contra la inflación anunciado por el presidente unas horas antes: “Preocupa el hecho de que haya tardado tanto. Esto de esperar al debate sobre el estado de la nación para sacar más medidas es una manera de infantilizarnos a los trabajadores y trabajadoras. ¿Por qué las cosas no se hablan, no se debaten, no se aterrizan, no se colectivizan? Es como que de repente llega Papá Noel”. “Es campaña”, apunta Olga. “Es que todo es política, como cuando Unidas Podemos anuncia medidas que se están negociando. Es mediatizar”, añade Xavi.

Los tres socios de elDiario.es se confiesan interesados en la política. Xavi está suscrito además a El País y La Vanguardia. Olga, a Público y El País. David, solo a elDiario.es. Todos coinciden en la necesidad de alcanzar consensos. De negociar. “Es algo que brilla por su ausencia”, afirma David, quien subraya que “la democracia representativa tiene límites. No se reúnen con organizaciones civiles, con colegios profesionales o no lo hacen hasta el final. Los intereses particulares, individuales y de esa estructura [de los partidos], que es una empresa al fin y al cabo, están ahí y cuanto más poder copan, más independientes son de la sociedad”. “Ves estos debates y son un espectáculo”, añade. Da por hecho que para alcanzar esos consensos “también toca hacer concesiones”.

En la tele habla Gamarra y reprocha a Sánchez que hubiera mencionado a Feijóo tras decir que no lo haría. “Hay que nombrar al invitado”, bromea Olga. El presidente del Partido Popular está sentado en el escaño del Congreso reservado para el líder de la oposición pero sin voz ni voto. También sin muchos gestos.

“Si se quiere debatir, me parece que no pueda hablar desmerece lo que se quiere hacer. Al margen de que nos parezca bien o mal y se haga fotos con traficantes, tendría que poder participar”, considera David. Xavi, a quien le da “el mismo miedo que Rivera”, opina que su ausencia no cambia nada. “Si no dejan ni libertad de voto, ¿Gamarra va a decir algo que no quiera el Feijóo?”, se pregunta. Olga, por su parte, no cree que tenga que ocupar ese asiento. “Puede estar, pero al gallinero”.

Mientras la portavoz del PP habla de forma muy parecida a como lo hacía cuando su jefe era Casado, hay una frase que hace a David reaccionar rápidamente. Gamarra reclama a Sánchez medidas con efecto inmediato. “Que esta mujer esté hablando de que las ayudas tienen que ser ahora... Yo llevo diez años como educador social en la Comunidad de Madrid y he visto el maltrato institucional al que se ha sometido a las personas perceptoras de la Renta Mínima de Inserción, de la forma tan lesiva que se ha hecho el trasvase al Ingreso Mínimo Vital, cómo el PP ha desatendido a tantísima gente en las colas del hambre. Y yo lo he visto con mis propios ojos, que mucha gente ha tenido que recurrir a asociaciones y a la ayuda vecinal”, lamenta. Con voz calmada, sigue describiendo su experiencia en la Comunidad de Madrid: “He atendido a personas con niños que me han dicho que su hija llevaba comiendo pizza y coca-cola una semana y que está estreñida porque esta señora [la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso] lo ha decidido con esa sorna de que a los comunistas no les gusta la pizza pero a los niños sí. Y que ahora hablen de que las ayudas tienen que llegar en tiempo y forma... Las palabras están muy bien encadenadas y la razón está ahí, pero se te cae el alma a los pies. Es una vergüenza”.

“Una anomalía democrática”

“Este ya sabemos también lo que va a decir”, anticipa Xavi cuando Santiago Abascal sube a la tribuna. “Es una anomalía democrática”, señala David. ¿Les parece que Vox es un peligro? “Lo es porque están alimentando todo ese odio y esa bilis que está en la sociedad. El problema es que está alentando a gente que debería estar callada, votando al PP y yendo a trabajar. No creo que sus políticas ultraliberales –no creo que el fascismo sea más que una cuestión liberal en el contexto que le tocó vivir– vayan a materializarse en España”, razona el educador social.

Xavi no tiene tan claro que la amenaza de la extrema derecha sea incendiar a la sociedad, sino las políticas que pueda poner en marcha si llega al Gobierno central: “No ha tenido ocasión de poder hacerlo. A mí me da mucho miedo por mis cuestiones personales: soy catalán y gay. En Polonia yo ya no puedo ir de la mano con mi marido y en Rusia ya no te puedes ni poner a favor de la homosexualidad. El discurso de Vox es muy parecido, pero todavía no tienen el poder para llegar hasta ahí. Si algún día lo tienen, ¿quién me dice que no lo van a ejercer igual que lo han ejercido en otros países?”. “Igual en esos cuatro años nos damos cuenta y salimos todos a la calle”, apunta Olga. “En Estados Unidos, en cuatro años, han prohibido el aborto [en algunos estados], van a prohibir el matrimonio homosexual [la derogación del derecho al aborto abre la puerta a otras decisiones de este tipo], casi se da un golpe de Estado y ahora tienes a la mitad del país creyendo que se amañan las elecciones”, contrapone él.

Mientras se apuran los últimos minutos de la conversación, Olga lanza una pregunta al aire: “¿Cómo se motiva a toda la gente que no va a votar?”. “A la izquierda se le pide más, siempre se le pide más. ¿Qué le pasó a Pablo Iglesias? ¿Con la gente que me relaciono sabéis qué no le perdonan? Que se cambió de casa. No les sacas de ahí”, explica. “La izquierda se pierde en debates que desde fuera parecen muy tontos, sin embargo a la derecha se le perdona hasta que malverse dinero público”, coincide Xavi, que considera que “la derecha para eso es más pragmática”: “La izquierda es muy incendiaria: 'No voy a votar porque me han enfadado'. ¿Y qué hay al otro lado?”.

David defiende, no obstante, que “es fundamental la dialéctica dentro de la propia democracia que hay”. “El hecho de que aboguemos por un mal menor, la típica coletilla de que la derecha no vota, sino que pasa a fichar, me parecería muy decepcionante que ocurriese dentro de la izquierda”. Tanto él como Olga acaban confesando que ellos mismos dejaron de votar a Carmena por la operación Madrid Nuevo Norte, un desarrollo urbanístico al norte de la ciudad que causó una gran división en la izquierda. Xavi les hace ver que con esa decisión han traído a Almeida, que, por sus gestos, no entusiasma mucho al empresario.

El educador social echa de menos espacios donde debatir, trasladar ideas para que la clase política responda de sus decisiones ante los ciudadanos, como juntas de distrito o foros locales. Más formas de participar que una papeleta cada cuatro años. “El mecanismo es que un diputado esté en la calle y sepa lo que quiere la gente y llegue aquí [al Congreso] y lo diga”, comenta Xavi, y “no permitir que se haga esto y que en un debate sobre el estado de la nación se haga propaganda política por parte de todos”. Abascal sigue diciendo barbaridades sobre el Gobierno, a las que los tres invitados de elDiario.es hace tiempo que dejaron de prestar atención.