El debate de candidatas sí combate a Vox

“Usted representa lo que representa y yo, a un partido con experiencia que ha hecho políticas a favor de la igualdad de hombres y mujeres. Hay brecha ocupacional, menos mujeres trabajando y también brecha salarial. Tenemos que luchar contra la violencia de género, que es la principal lacra de la sociedad”. La frase la pronunció una representante del Partido Popular dirigiéndose a otra de Vox y, tal y como están las cosas, supone casi un acontecimiento en la política española. La número dos por Madrid de los populares, Ana Pastor, replicó aún a la representante de la extrema derecha Rocío Monasterio sobre el debate territorial: “El Estado de las Autonomías es lo mejor que nos pudo pasar a los españoles, es acercar la administración al ciudadano”. “Hay que tener un poquito de idea de gestión, no le digo mucha, solo un poquito y conocer la Constitución”.

Semejante intervención provocó que el debate tuviese poco que ver con sus precuelas. Cayetana Álvarez de Toledo debió seguirlo esta vez por la tele. Pablo Casado mandó al banquillo a su rutilante fichaje en el último duelo electoral, en La Sexta, que había reunido a candidatas y representantes de los cinco grandes partidos, donde todos los cabezas de cartel son hombres. Para esa audiencia televisiva a la izquierda del partido, reservó el PP a Ana Pastor, expresidenta del Congreso, exministra de Sanidad y de Fomento, rostro amable del PP, última superviviente del marianismo.

La propia elección de representante en el plató televisivo era parte del mensaje. Y para La Sexta Casado escogió moderación. A fin de cuentas, para competir con Vox ya había dicho Álvarez de Toledo las últimas semanas que “no todo lo que no sea un sí es no” en el consentimiento sexual (algo que corrigió Pastor anoche sin hacer sangre con su compañera), que el plan del PP es mandar a Oriol Junqueras a una prisión del Puerto de Santamaría, que los populares deben pedir perdón por la connivencia con el nacionalismo [se refería al catalán, no al español] y que bienvenida sea la llegada de Rosa Díez al Partido Popular , donde de momento ya ha dado un mitin.

Con Álvarez de Toledo lejos de los focos, hubo por fin una dirigente del PP que sí plantó cara a Rocío Monasterio en varios tramos del debate, algo que la plana mayor del partido viene evitando desde que la formación de extrema derecha regaló oxígeno a Casado permitiéndole gobernar primero en Andalucía, y luego en Madrid, Murcia y un puñado de instituciones.

Incluso la candidata de Ciudadanos, Inés Arrimadas, esbozó algún tenue reproche al principal rival de su partido hacia el que han huido en masa sus votantes, según los últimos sondeos publicados. “No hace falta elegir entre defender el cambio climático y la unidad de España”, dijo mirando a cámara.

El combate más o menos unánime a Vox se dio en ese plató a última hora, cuando expiraba el penúltimo día de la campaña y, tal y como está todo, constituyó una novedad -veremos si un espejismo- en la política española. Hay antecedentes sospechosos porque esa misma tarde, las derechas en la Asamblea de Madrid habían firmado una proposición no de ley -esos textos parlamentarios que no tienen consecuencias pero hacen ruido- para pedir la ilegalización de los partidos independentistas y el bipartito que gobierna el Ayuntamiento se había dedicado a plantar banderas de España por los barrios a las puertas de la jornada de reflexión. 

Espere lo que espere en las próximas horas, el silencio estruendoso que permitió aquel apacible alegato de Santiago Abascal con su media hora de xenofobia en prime time durante el debate de candidatos del lunes en la Academia de Televisión no se ha repetido tres días después.

La izquierda, anoche, fue todavía más dura con Vox. Lo que sigue son 20 segundos de la portavoz de Unidas Podemos, Irene Montero: “El machismo se combate no yendo a reventar minutos de silencio como hacen ustedes, se combate con educación”. [...] “Poner en tela de juicio que en este país según a quien ames puedes tener menos derechos o puedes sufrir una agresión homófoba es ser un desalmado, señora Monasterio”. 

En el PSOE la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, también señaló a la enviada de Abascal ya desde el minuto de presentación: “Debería aprovechar este debate para pedir perdón por estar el otro día por estar azuzando a las gentes a las puertas de uno de los lugares donde están los menores no acompañados donde los vecinos han tenido que decirles que tiene una vida absolutamente integrada, absolutamente normal, me gustaría que pudiera pedir disculpas por el comportamiento de la ultraderecha. [...] Y deberíamos  condenar a partidos políticos que señalan a periodistas o que simplemente no los dejan entrar en alguna rueda de prensa porque ideológicamente no comparten sus supuestos”.  

Por una vez, la representante de Vox se quedó sola hablando de la “cadena perpetua”, contra el Estado de las Autonomías, y demás supersticiones neoliberales. Rocío Monasterio llegó a decir que el 97% de los españoles [sic] debería estar exento de hacer la Declaración de la Renta. Y aunque se presentó como “conservadora del medio ambiente”, se quejó de que la cumbre contra el cambio climático vaya a celebrarse en Madrid. Lo hizo también a su manera: “Los 150 millones de euros que se va a gastar a la niña Greta a Madrid, los debería invertir en ayudar a los que tienen diésel”. Al desplegar su recetario neocón, Monasterio apeló a su propia -y polémica- experiencia personal: “Yo en los 20 años que he estado trabajando en la empresa privada lo que he visto es que los políticos deben quitarse de en medio”. La frase tiene su aquel viniendo de una dirigente a la que el Ayuntamiento de Madrid ha tenido que clausurar parte de la mansión en la que vive por haber construido mucho más de lo permitido. La misma profesional, que ha aparecido en las noticias por visar proyectos como arquitecta cuando aún no tenía el título. Minucias: el partido y la propia Monasterio tienden a quejarse de que el actual sistema abusa de una “burocracia infinita”.

Aparte de Vox y Monasterio, quien en la hora y media de pugna dialéctica llegó a acusar a medios de comunicación de una agresión denunciada por una de sus candidatas en Euskadi y que anoche no había sido corroborada por la Ertzaintza, el debate se pareció más a los de la campaña de abril, cuando el PSOE y Unidas Podemos no habían partido peras y aún aspiraban a gobernar juntos. El enfrentamiento entre sus dos portavoces lo fue menos que el de las tres derechas representadas en el plató.

La socialista María Jesús Montero trató de exhibir la cara más progresista del PSOE, reivindicando el feminismo, al que dedicó el minuto final, y las políticas verdes. Si Sánchez se había ido al centro en el debate del lunes, en el que trató de competir en dureza contra el nacionalismo con la derecha, además de tranquilizar a los sectores de orden con el anuncio de que su vicepresidenta será Nadia Calviño, un perfil que aprueban la patronal y Bruselas; su ministra de Hacienda en funciones y en campaña exhibió como trofeos las medidas más izquierdistas de su gobierno, incluidas algunas impuestas por Unidas Podemos, como la subida del salario mínimo profesional a 900 euros.

La socialista Montero llegó a defender iniciativas que ya se esfumaron de su programa electoral como el impuesto a la banca. La otra Montero -Irene, de Unidas Podemos- le deseó suerte para “ganar la batalla a Sánchez y a Calviño” y dio a entender que en el equipo del presidente conviven dos PSOEs distintos y que su interlocutora formaba parte de esa facción con la que aún se puede hablar.

La enviada de Unidas Podemos trató de hacer ver, desde muy pronto, que entre los otros cuatro atriles no había grandes diferencias en política económica: “El modelo que proponen mis compañeros, que es la ley de la selva, lo que plantea es que no haya intervención democrática. Ya se intervino a los bancos, cuando tuvieron pérdidas, 60.000 millones de rescate, resulta que cuando ganan dinero, no. [...] ”No entiendo para qué creen que sirve la democracia, mejor no nos metemos en el alquiler, dejemos hacer negocio a las multinacionales con la sanidad. Para qué servimos?“. Irene Montero planteó la necesidad de un gobierno de coalición con el PSOE que sirva ”para equilibrar la balanza entre los grandes y los pequeños“.

La dirigente de Podemos insistió en la necesidad de que su partido llegue por primera vez a gestionar el BOE para poner en marcha políticas para esa mayoría social que reivindica su partido.

Durante más de hora y media, en los turnos del PSOE se reclamaba el voto para desbloquear el Gobierno y poner freno a la extrema derecha.

Mensajes, todos, reiterados durante la eterna campaña que oficialmente ha durado una semana pero que se inició el pasado 25 de julio, cuando embarrancó la negociación de la investidura.

En el flanco derecho del plató sí hubo tiempo para más rifirrafes. El más brusco se dio mientras Ana Pastor, la política, intentaba presentar al PP como un partido de gestión con experiencia en las instituciones: “Muchas personas que no han gestionado nunca nada ni tiene ni idea de nada...” Arrimadas aprovechó entonces para interrumpirla: “ni robado de corrupción”. Ahí se vivió un momento tenso. “Perdón”, cortó el ataque la expresidenta del Congreso, que se dirigió a Arrimadas para advertir que ella en 30 años nunca había sido señalada ni puesta en duda por nada. La representante de Ciudadanos acabó dando un paso atrás -“yo a usted le tengo mucho respeto- y advirtió que se refería a su partido. Al PP.  El mismo al que se ofrece a apoyar para llegar a La Moncloa, después de haberle entregado autonomías y decenas de ayuntamientos. 

Aunque en el fondo el mensaje centrista de Pastor fue distinto al que desde hace un tiempo utiliza el PP y homologable al que otras derechas europeas aplican a los partidos ultras, la forma no ayudó a la exministra, que evidenció estar más acostumbrada a moderar los debates que a participar en ellos.

Ni Arrimadas ni Pastor se atrevieron a defender en La Sexta la moción de Vox que pedía ilegalizar a los partidos independentistas. Mientras las dirigentes de PP y Ciudadanos abjuraban de la proposición no de ley que incluso llegaron a poner en duda, pese a la insistencia de María Jesús Montero, Rocío Monasterio se felicitaba de que la idea hubiera sido de su partido y animaba a ambas a no renegar de lo firmado. Irene Montero se preguntó si también pensaban ilegalizar a los dos millones de personas que votan independentismo. 

El formato de La Sexta, más ágil que el de anteriores duelos televisivos, sirvió también para que Ciudadanos implorase el voto a unas horas de la jornada de reflexión. Con el partido hundido en las encuestas y la propia supervivencia de su líder, Albert Rivera, a prueba este domingo, Arrimadas pidió “no tirar la toalla” e insistió en que una subida de dos puntos porcentuales podría dar al partido 20 escaños.

Por lo demás, la contienda dialéctica moderada por Ana Pastor, la periodista, evitó la enésima sobredosis de procés. En el apartado sobre pactos, el PSOE defendió anoche un gobierno en solitario con Unidas Podemos como socio desde fuera, el partido de Pablo Iglesias insistió en la coalición, y el PP se presentó como única alternativa viable a todo lo anterior. Arrimadas insistió en que si los números dan apoyará al PP pero que si no, se compromete a no bloquear la formación de gobierno con algunas condiciones. (En el cuartel general de Rivera hace semanas que se temen lo peor).

La representante de Vox, Rocío Monasterio, quien dijo no querer sillones, sino “ideas que pueden llevar a España a un futuro fantástico, se despidió recordando que con ellos está la ”alternativa patriótica“. Cerró su intervención con un ”viva España“, igual que había hecho su jefe de filas tres días antes. Pero a diferencia de Abascal, lo de Monasterio ya no fue un plácido mitin en horario de máxima audiencia.