El proyecto de Presupuestos Generales del Estado que se discute ahora en el Parlamento alcanza los 266.719 millones de euros. De toda esa inmensa cantidad, una muy pequeña (573 millones) se corresponde al Ministerio de Igualdad. Para la derecha, la discusión de esa partida el miércoles era importantísima, no porque estén muy preocupados por ese gasto, sino porque les permitía poner en el cadalso a la ministra Irene Montero. De ahí a los insultos sólo resta el tiempo que quede hasta que un representante de Vox suba a la tribuna.
Es lo que sucedió en el Congreso en el debate del presupuesto del Ministerio. Carla Toscano, de Vox, intervino para negar la existencia de la violencia machista –“lo que ustedes llaman violencia de género”–, para defender a los hombres acusados de agredir a las mujeres –porque las leyes en España permiten que se les acuse “sin pruebas”–, y para calumniar a Montero.
Es lo que tiene el parlamentarismo en España. Es como las redes sociales pero sin memes ni gifs. Los debates pueden llegar a tener todo lo peor de las redes, pero sin las bromas.
“El único mérito académico que tiene usted es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, dijo Toscano sobre la ministra. Cabe la duda de si los cronistas parlamentarios deben cumplir la labor de barrenderos del debate político con la escoba, la pala y el carrito recogiendo toda la basura que se esparce en los escaños. Pero las palabras quedan ahí, por mucho que los presidentes pregunten a los parlamentarios si quieren rectificar o decidan que se retiren del diario de sesiones.
No es posible mirar a otro lado. La táctica del avestruz no funciona en periodismo ni en la vida en general.
Toscano no pretendía elaborar ningún argumento ni presentar una propuesta diferente. Se trataba de disparar al muñeco, de intentar provocar con insultos. Por su mente, no pasa la idea de que el insulto que utilizó se podría dirigir perfectamente contra ella, porque siempre ha ocurrido así. Cuántos hombres no habrán dicho ante la máquina de café que una mujer ha recibido un ascenso o un puesto porque ya-sabes-qué.
La diferencia es que ese desprecio se suele hacer en privado o en un círculo reducido de personas. Toscano lo hizo en la tribuna principal del Congreso ante todos los diputados y en una sesión seguida por los medios de comunicación. La portavoz de Vox se convirtió en el sueño húmedo de todos los machistas que desean que su desprecio por las mujeres obtenga el reconocimiento social que ellos creen merecer.
Después de las palabras de Toscano, se produjo un gran tumulto en la Cámara. Los diputados de Unidas Podemos golpearon sus escaños en señal de protesta. Los de Vox aplaudían y gritaban: “¡Libertad!”. Se supone que esa es su idea de libertad.
Irene Montero respondió pidiendo que no se olvidara lo que se había escuchado: “Quiero solicitar que se incorpore al diario de sesiones la violencia política que se está ejerciendo en este momento en la sede de la soberanía popular, para que no se borre, para que todo el mundo pueda recordar la violencia política y quienes la ejercen”. Señaló a los escaños de la extrema derecha para concluir diciendo que “les vamos a parar los pies a esta banda de fascistas con más derechos”.
Los diputados de los dos partidos del Gobierno se levantaron para ovacionar a Montero, y también los de otros partidos, como Esquerra. Sara Giménez, de Ciudadanos, se unió a los aplausos desde el escaño. Era difícil esperar que los del PP aplaudieran. Luego intervenía una de sus diputadas, que podría haber mostrado su oposición a tal ejemplo de machismo. Una aspiración poco realista.
La portavoz del Partido Popular no se rebajó hasta el nivel de Toscano, pero no podía dejar pasar la oportunidad de acusar a Montero de todos los males en relación a la 'ley del sólo sí es sí' y a la rebaja de penas mínimas para algunos casos de lo que antes eran abusos sexuales y que la nueva ley considera agresiones sexuales en un grado inferior. La simple presencia de Montero en el banco azul le parecía “un insulto a las víctimas”, dijo Marga Prohens.
Prohens acusó a Montero de no haber escuchado las advertencias del Consejo General del Poder Judicial y las asociaciones judiciales sobre el asunto de las penas. Citó las palabras del vicepresidente de Baleares, Juan Pedro Yllanes, de Unidas Podemos, que rechazó que las primeras decisiones judiciales se debieran al machismo de los jueces, como había denunciado Montero. “Sólo pensaron en la propaganda”, dijo.
La diputada del PP ya estaba lanzada y procedió a repartir carnés de feminista: “Usted ni siquiera es feminista”, dijo a Montero. Prohens no se refirió en ningún momento a la intervención de Carla Toscano. Su feminismo es de eficacia limitada. No llega hasta el punto de defender a otra mujer que ha recibido un insulto machista.
Debería haber un límite a los ataques personales a una política. En la derecha, hace tiempo que se decidió que no los había con Montero. Tampoco hay límites para la vulgaridad en esos casos. Esta misma semana, Carmen Herrarte, concejala de Ciudadanos en Zaragoza, dijo en una comisión municipal que la ministra de Igualdad “está donde está porque la ha fecundado el macho alfa”. No se puede ser más grosera ni más vulgar.
Herrarte no es una demente que se coló en las listas de Ciudadanos un día que estaban todos medio dormidos y a la que tienen escondida en un rincón para que no les dé vergüenza. Es la responsable del área de Economía del Ayuntamiento de la capital aragonesa. Y no hay que perderse lo que respondió cuando los concejales de la oposición protestaron por el exabrupto: “Ustedes no son los que dicen de qué se puede hablar aquí y de qué no. Eso lo hacen ustedes en la China comunista y en Rusia, pero esto es España”.
Como los diputados de Vox que gritaban “Libertad” en el Congreso. Esto es España, donde se llama puta a una adversaria política y luego te ovacionan como si fueras una estrella de la democracia. Y al que no le guste que se vaya a la China comunista o que coja la escoba y se ponga a barrer toda la basura que algunos partidos lanzan sobre la política.