En el mercadillo de la céntrica plaza Dos de mayo del barrio Malasaña de Madrid, Ana Garrido se ha dispuesto a vender sus objetos personales: una tele, una impresora, ropa, jarrones... Tiene que dejar su casa al “no poder pagar”. Garrido es una de las testigos en la Gürtel tras denunciar la trama en Boadilla, cuando era empleada del Ayuntamiento como “personal laboral fijo con oposición”. Desde entonces su vida ha cambiado hasta el punto de estar “arruinada”, según explica a eldiario.es.
“Si no hubiera denunciado, hoy no estaría en esta situación, seguiría con mi puesto fijo en el Ayuntamiento”, explica. También tenía otra opción: “Estar forrada con todas las ofertas que me han hecho por callarme”. Sin embargo, no se arrepiente de haber destapado la trama en la localidad madrileña y “lo volvería a hacer a pesar de lo que sé hoy”. “Es cuestión de principios”, asegura. Para ella esto es parte de su camino, “un paso más dentro de mi lucha contra la corrupción”. “Ahora soy activista”, señala con orgullo y dice sentirse muy apoyada por asociaciones y personas anónimas. “Mucha gente me está ayudando para que pueda comer”, cuenta.
Garrido ha llegado a esta situación después de denunciar la Gürtel en Boadilla en 2009. A partir de ese momento, asegura, empezó a sufrir acoso laboral. Su primera reacción fue pedir una excedencia hasta que se calmaran las cosas y “hubiera un cambio de gobierno”. Pero ese relevo en el gobierno llegó en 2011 y tras volver al trabajo, su situación continuó siendo insostenible, según su testimonio. Fue entonces cuando denunció el acoso ante la justicia, pero aunque ha ido ganando los pleitos judiciales al Ayuntamiento, la sentencia no puede ejecutarse porque no es firme, ya que la institución la ha ido recurriendo y actualmente se encuentra en el Tribunal Supremo. Se queja de que, pese a que este último recurso se presentó en octubre, todavía no hay respuesta de si se acepta o no a trámite, un hecho que va a seguir alargando el procedimiento pese a que denunció a principios de 2012.
Su denuncia contra el Ayuntamiento por acoso laboral y las otras tantas que ha ido presentando por “agresiones, acoso y amenazas” han sido la causa de la crítica situación económica en la que se encuentra. Garrido considera que alargar el proceso es parte de la estrategia de “desgaste” del Ayuntamiento, pero dice encontrarse “fuerte” y “positiva”.
A la pregunta de si confía en la justicia, su respuesta es clara: “Me queda por verlo, pero no es igual para todos”. Garrido reconoce que en este caso en particular, ella ha ido ganando todos los procedimientos, aunque le preocupa que a medida que su caso llega a otras instancias superiores “más politizadas”, pueda terminar en nada. Pero su mayor temor es que le acaben imputando “algún delito falso”. Según cuenta, conoce otros casos de testigos que han destapado casos de corrupción que han acabado como ella “o peor”. “Algunos hemos perdido el trabajo, otros han acabado en la cárcel por denuncias y delitos falsos”, afirma.
En estos momentos, su vida está centrada en la lucha contra la corrupción y en defenderse. Para ello cuenta con el apoyo de otros movimientos sociales que le respaldan. Sin embargo, quiere denunciar el “abandono” por parte de las instituciones. “Mi caso y el de muchos otros demuestran que en este país, denunciar la corrupción en vez de estar premiado, supone un castigo”, lamenta.
La trama Gürtel en Boadilla se encuentra actualmente en el Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional. Sigue en fase de instrucción, que cerrará el ya sustituto del juez Pablo Ruz, José de la Mata.