Madrid, 10 abr (EFE).- Con el país envuelto en la crisis económica más grave de la democracia, España amaneció el 13 de abril de 2012 con la noticia de que el rey Juan Carlos volaba de emergencia desde Botsuana tras fracturarse la cadera durante su estancia en el país africano, adonde había viajado para participar en una cacería junto a su amiga íntima Corinna Larsen.
Una década después, don Juan Carlos ya no está en el trono, ha abandonado la vida pública, no tiene asignación económica del Estado, Felipe VI ha renunciado a su herencia y, desde agosto de 2020, vive en Emiratos Árabes Unidos tras su marcha de España a cuenta de la polémica por sus negocios en el extranjero, cuya investigación ha archivado la Fiscalía.
El viaje a Botsuana supuso un antes y un después en la trayectoria del ahora rey emérito, como reconoció la Casa Real, y precipitó el final de un reinado que se extendió hasta junio de 2014, cuando le relevó su hijo ante el desgaste generado en la Corona por su padre, aderezado por la implicación de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en el caso Nóos.
El incidente de don Juan Carlos se ilustró en los medios con una fotografía de 2006 en un safari anterior en la que aparecía con otro cazador, ambos con el rifle en la mano, junto a un elefante abatido, lo que contribuyó a acrecentar las críticas.
La caída tuvo lugar tras la cacería en la residencia y en plena madrugada. El padre de Felipe VI tropezó con un escalón, se golpeó con el suelo y se rompió la cadera derecha por tres partes.
Ante la magnitud de la lesión, don Juan Carlos fue repatriado a Madrid con urgencia en el mismo avión privado en el que se desplazó al país africano junto al médico de la Casa del Rey para ser operado en la jornada siguiente, día de la República, en el hospital San José.
Diez horas de vuelo en el que don Juan Carlos fue sentado, con tratamiento de analgésicos y sabedor de la conmoción que el caso iba a suscitar en España.
Después de cuatro días ingresado en la clínica, don Juan Carlos, que en aquel momento tenía 74 años, protagonizó un momento histórico en la Corona.
El entonces jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, y su responsable de prensa, Javier Ayuso, llegaron a la conclusión de que era preciso reaccionar con celeridad para aplacar el enfado político y social.
Para ello, idearon el plan de que don Juan Carlos trasladara a cámara un mensaje ante algunos periodistas al salir de la habitación tras recibir el alta.
“Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”, fueron las once palabras de disculpa que el jefe de Estado, apoyado en dos muletas y con rictus serio, pronunció en su propósito de enmienda, inédito en un monarca español.
La escritora francesa Laurence Debray, autora de un libro biográfico de Juan Carlos I con testimonios de su estancia en Abu Dabi, opina que el suceso de Botsuana “encarna el divorcio entre el país y su rey, que pasó de héroe a villano”.
“Si hubiera muerto dos días antes de la cacería, lo habría hecho como un héroe nacional. Pero en plena crisis económica y con el caso Nóos, cayó fatal. Tuvo que ser increíble para él. Adulado y querido durante muchos años en España y en el mundo entero, y tras la caída una noche, te levantas y eres el antihéroe y responsable de todos los problemas del país”, reflexionó Debray el pasado miércoles en la presentación en Madrid de “Mi Rey caído”.
Ante las especulaciones de que Juan Carlos I había viajado a Botsuana sin conocimiento del Gobierno de Mariano Rajoy, la Casa Real lo desmintió a los dos días y el Ejecutivo ratificó posteriormente que estaba “plenamente informado”.
La controversia generó un hondo debate político, en el que hasta dirigentes socialistas censuraron el comportamiento del monarca y por primera vez se habló de un eventual escenario de abdicación.
“Ha llegado el momento también de que la Casa Real se plantee, en este caso el jefe del Estado, que tiene que elegir entre las obligaciones y las servidumbres de las responsabilidades públicas y una abdicación que le permita disfrutar de una vida diferente”, dijo el entonces líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez.
Además del impacto por ocurrir en lo más hondo de la crisis económica, el percance hizo aflorar la figura de Corinna Larsen y la relación íntima que había mantenido con el rey desde 2004 a 2009.
Ella, su hijo, Alexander, de diez años, su exmarido Philip Atkins y el multimillonario árabe Mohamed Eyad Kayadi, quien costeó el safari, acompañaron a don Juan Carlos a Botsuana después de que asistiera en la víspera a la misa de Resurrección en Palma con la reina Sofía, los príncipes, sus hijas y la infanta Elena.
Tras conocer la caída, la reina Sofía decidió permanecer en Grecia, adonde había viajado por la Pascua Ortodoxa, y visitó a Juan Carlos I cuando llevaba tres días operado, un gesto intencionado que los medios resaltaron.
Diez años después, Corinna mantiene en un tribunal de Londres una demanda contra el rey emérito, al que acusa de acoso, seguimiento ilegal y difamación desde que rompieron su amistad al poco del suceso de Botsuana.
Carlos Pérez Gil