Cómo reconocer dos delitos y luego querellarse contra los que lo recuerdan
Hay una atracción irresistible en la política española por utilizar la expresión 'defraudador confeso'. La mayor parte de la información se encuentra en la primera palabra, y lo que le da picante es la segunda. Dentro de la incertidumbre en que se mueven las instrucciones judiciales que ocupan los titulares, no hay nada mejor que saber que el investigado ha reconocido sus delitos, todos o la mayoría. Dentro del sistema de justicia, la presunción de inocencia es esencial. En el mundo real, todo el mundo cuenta con mucha más información –además de una cierta dosis de prejuicios–, lo que permite llegar a conclusiones muy rápidamente.
Alberto González Amador ha unido a la condición de comisionista la de emprendedor. Pocas veces ocurre que una persona a la que Hacienda ha atrapado con las manos en una sociedad pantalla y con facturas nada creíbles con empresas de Costa de Marfil y México convierta su desgraciada tesitura en un modelo de negocio. Según el último recuento, dieciocho personas, entre ellas Pedro Sánchez y María Jesús Montero, y dos organizaciones (PSOE y Más Madrid) han recibido una querella del novio de Isabel Díaz Ayuso o están inmersos en un trámite de requerimiento de rectificación con la amenaza de una querella. No se puede descartar que cuando la gente lea este artículo, haya alguna más.
La suma de las cantidades reclamadas por un supuesto delito de difamación superan la cantidad que se sabe que Amador defraudó. Esa cantidad no es exactamente presunta. Es conocida gracias a un mensaje de su abogado en una comunicación hecha en su nombre y enviada a la Fiscalía.
Los denunciados utilizaron las palabras 'defraudador confeso' u otras similares presentando como un hecho confirmado la comisión de delitos fiscales. La intención del abogado al admitir los delitos era pactar una condena de unos meses que no supusiera el ingreso en prisión del comisionista. El intento de evadir ese dinero había sido tan chapucero que no tenía muchas posibilidades de salir con bien. De hecho, no tenía casi ninguna.
En vez de asignar la responsabilidad estrictamente a su pareja, Díaz Ayuso decidió aplicar la primera norma de su catecismo y presentarse a sí misma como víctima, a ella y a su pareja. Fue en una rueda de prensa en Leganés cuando lanzó la idea de que todo era una conspiración de “los poderes del Estado” contra un ciudadano de a pie. No se ha bajado de esa burra, a pesar de que el Partido Popular no cesa de acusar al Gobierno de inventarse conspiraciones judiciales para que no se hable de los casos de corrupción.
Este lunes, Díaz Ayuso volvió a interpretar sus grandes éxitos en televisión que confirman su condición de gran defensora de González Amador. Sobre lo que ha hecho Miguel Ángel Rodríguez, dijo que no va a dar explicaciones. Se niega a cumplir con lo que el PP exige a Sánchez todos los días. Rodríguez filtró un correo para extender la falsedad de que el fiscal del caso no podía llegar a un acuerdo con el novio por presiones de sus jefes en la Fiscalía. La filtración de los correos que se enviaron los fiscales dentro de la causa del Tribunal Supremo contra el fiscal general ha demostrado que no sabían que González Amador era la pareja de la presidenta del Gobierno madrileño cuando se dieron los primeros pasos en esa investigación.
Ayuso estableció una extraña teoría por la que reconocer la culpabilidad es totalmente normal cuando te investiga Hacienda. Si no te declaras culpable, no puedes negociar con la Agencia Tributaria, dijo. Lo cierto es que si crees que eres inocente, no tienes ninguna necesidad de negociar, aunque tu abogado puede explicar tu posición a Hacienda. Los particulares y las empresas que creen tener razón –sobre todo, si tienen dinero para pagarse un buen abogado– no tienen problemas con ir a juicio, porque creen que pueden ganarlo en primera instancia o en el recurso ante el Tribunal Supremo.
Reconocer la culpabilidad no es un truco jurídico a ver qué pasa. Es la admisión de que te han pillado y que sabes que no vas a ganar. Desde luego, si las condiciones que ofrece la Fiscalía en el pacto no son muy buenas, si no son muy diferentes a las consecuencias de una sentencia de culpabilidad, la defensa puede retirar la oferta o no confirmarla ante el juez, que viene a ser lo mismo. Ahí ya sólo queda prepararse para el juicio.
“Este ciudadano (eso suena a ese novio del que usted me habla) se está defendiendo solo ante todos los poderes del Estado que se han organizado en una operación para intentar destruirme a mí”, dijo Ayuso en Telecinco. Se defiende solo y con la ayuda de la presidenta de Madrid y de su Gobierno, del PP de Madrid y de varios medios de derechas que reciben de ella una considerable cifra de publicidad institucional a pesar de sus bajas audiencias. Desde que denunció al fiscal general, cuenta también con el apoyo de los jueces que proliferan en Twitter. Es una soledad muy bien acompañada.
Resulta llamativo que el respeto sagrado a la presunción de inocencia con Amador que exige la derecha no funciona con Begoña Gómez, que no ha reconocido haber cometido ningún delito. Díaz Ayuso ha llegado a fusilarla de esta manera: “Ha pasado de gestionar saunas a cátedras universitarias con el nombre de La Moncloa”.
Está en la línea de las declaraciones que ha hecho la plana mayor del PP contra la esposa de Sánchez. La han acusado en el Congreso o en redes sociales de utilizar “su condición de mujer del presidente para sus negocios”, de que La Moncloa era “la sala de máquinas de los negocios” de Gómez o que “los recursos públicos llegaron directamente a Begoña para satisfacer sus intereses personales”. Con Gómez, opera la presunción de culpabilidad al cien por cien.
Qué decir del hermano de Sánchez que ha aparecido durante meses en multitud de medios de derecha como poseedor de una fortuna extraordinaria, fuera del alcance de un intérprete de música clásica. Empezando por 1,4 millones de euros en acciones del BBVA. Es sorprendente que se haya tardado tanto tiempo en saber que esa cifra es falsa. Son 71.000 euros. Eso permitió que en programas de televisión como 'La Mirada Crítica' de Telecinco la cifra millonaria, desmentida por David Sánchez, inundara la pantalla citándose como fuente a The Objective. Un número con muchos ceros despierta todas las sospechas.
La segunda palanca ayusiana tiene que ver con lo que Steve Bannon, asesor ultra de Donald Trump en su primer mandato, llamaba “flooding the zone with shit” (llenar de mierda la zona). Habitualmente, nada se acerca más a eso que las acusaciones genéricas y muy graves contra un grupo de personas no identificadas pero reconocibles, que son los enemigos. Ayuso afirmó que su novio ha recibido un tratamiento mucho peor que ministros y periodistas: “Hay una lista de personas que han cometido fraudes muy por encima, incluidos ministros e incluidos periodistas del entorno político del Gobierno, que o han quedado nada o han actualizado sus declaraciones o han hecho paralelas o han negociado, y aquí no ha pasado nada”.
No cuenta quiénes son. No cuenta dónde está esa supuesta lista. No cuenta cómo se ha enterado. Y después de poner en duda la integridad de la Agencia Tributaria, por no hablar del Gobierno, sostiene que el objetivo último de sus rivales “es que la gente deje de confiar en los políticos”.
Una vez que has inundado de mierda la zona, ¿cómo reprochar que sus votantes en medio de toda es confusión crean que su novio está siendo injustamente perseguido por aquellos que odian a Ayuso, Madrid y España? ¿A quién van a creer? ¿A Ayuso o a esos periodistas que ella dice que no pagan a Hacienda?
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