La preocupación por la inmigración está disparada en España. El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el de julio, reflejó que un 16,9% de la sociedad la situaba entre sus inquietudes más importantes, casi diez puntos más que un año antes, cuando la citaba tan solo el 7,7%. La escalada no se corresponde, sin embargo, con un aumento significativo de la llegada de extranjeros al país. Pero sí coincide con el agravamiento de los discursos políticos xenófobos de PP y Vox y de la irrupción de una nueva formación de ultraderecha.
Un repaso a los informes del CIS de las últimas décadas refleja una tendencia al alza en los últimos años. En enero de 2022, la preocupación por la inmigración apenas superaba el 2%. En las encuestas se situaba muy por debajo de otros asuntos como la economía, la vivienda o la sanidad. La inquietud ha ido escalando de forma paulatina y se colocó entre las diez primeras preocupaciones de la ciudadanía en noviembre de 2023.
Este verano ya era la cuarta preocupación para los españoles, solo después del paro, los problemas políticos en general y la crisis económica, y se sitúa en su cifra más alta de los últimos 15 años. La inmigración escaló en las preocupaciones de la sociedad española sobre todo a partir de 2006, en la llamada crisis de los cayucos que provocó un fuerte aumento de las llegadas de migrantes a las costas canarias. Y luego esa percepción experimentó un pico en 2018, coincidiendo con la irrupción de Vox en la primera línea de la política española con sus discursos racistas.
Los datos reflejan que la inmigración centra las prioridades de los españoles cuando la arena política debate sobre este asunto. En este momento, coincide con un pico de saturación de los centros de acogida de menores migrantes las islas Canarias y Ceuta, y se da en mitad del debate sobre la reforma de la ley de extranjería que PP y Junts tumbaron hace un mes en el Congreso. El Gobierno, de la mano del Ejecutivo canario, buscaba una fórmula estable para el reparto de menores migrantes a otras autonomías, pero no consiguió aprobarla y ahora estudia vías alternativas para abordar esa legislación.
Los datos del CIS coinciden, además, con un incremento de la xenofobia en los discursos políticos. En los últimos meses España ha vivido la irrupción de un nuevo partido de ultraderecha, Se Acabó La Fiesta, de Alvise Pérez, que se alimenta esencialmente de propagar bulos racistas para criminalizar a la población migrante. Esa formación obtuvo en las pasadas elecciones europeas tres escaños y algo más de 800.000 votos.
Lo ocurrido en Mocejón (Toledo) hace apenas diez días muestra la forma de operar del dirigente de extrema derecha. Un joven de 20 años asesinó presuntamente a un menor en el pueblo. Antes de que trascendiera ningún detalle de la investigación, el eurodiputado hablaba en su canal de Telegram de una mezquita cercana y sugería que el autor había sido un inmigrante. La información se demostró falsa en cuestión de horas, cuando la Guardia Civil detuvo al homicida.
En plena irrupción de este nuevo fenómeno de extrema derecha y, en constante competición con Vox, que ha profundizado aún más si cabe sus mensajes racistas, el PP ha dado un giro a su discurso en los últimos meses. Durante la campaña electoral en Catalunya para los comicios del pasado mayo, su líder, Alberto Núñez Feijóo, cargó contra la “inmigración ilegal” que “ocupa” casas y vinculó la llegada de migrantes a la delincuencia, al mismo estilo del partido de Santiago Abascal.
Y la formación Alliança Catalana, que hace unos días fue multada por decir que “en una Catalunya islámica habría violaciones en grupo, mutilaciones genitales y matrimonios forzados”, obtuvo dos escaños y 118.302 votos. Tanto esta formación como Vox aprovecharon la campaña para azuzar la xenofobia en un momento en el que, al igual que en el resto del Estado, la sociedad catalana mira a la inmigración como uno de sus principales problemas.
El último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió de Catalunya señalaba que la mitad de las personas encuestadas considera que hay demasiados inmigrantes y que las leyes de extranjería son demasiado flexibles. La percepción cambia en función del voto: entre los seguidores de Alliança Catalana esos valores ascienden al 97% de los encuestados. Y al 88%, entre los de Vox.
La percepción de la inmigración en la sociedad española empeora con el paso de los meses sin que los datos muestren un cambio significativo en las tendencias: el crecimiento es constante desde el final de la crisis económica de 2008. Tampoco el pico de preocupación de julio está relacionado por ejemplo con un aumento extraordinario de las llegadas de inmigrantes a Canarias o a Ceuta y Melilla. En enero y febrero, cuando las llegadas sí experimentaron un salto interanual, la preocupación no era tan alta como en los últimos meses.
Los datos también muestran que, desde 2015, los dos países que más inmigrantes han aportado son Colombia y Venezuela, estos últimos bien recibidos por la derecha. En concreto, tomando como referencia ese año, 357.000 llegaron desde el país caribeño y 292.000 lo hicieron desde Marruecos. En los barómetros del CIS también se da la misma paradoja que ocurre con la percepción sobre la marcha de la economía. Cuando se pregunta a los encuestados por los problemas que les afectan personalmente, la inmigración baja varios escalones en el ranking.
La sociedad percibe que hay mucha más inmigración de la real
Un estudio reciente de la Fundación Iseak, basado en una encuesta con una muestra de más de 3.000 personas, evidencia una importante desconexión entre la percepción y la realidad de la población. La ciudadanía considera, por lo general, que hay muchos más inmigrantes de los que en realidad viven en España, que trabajan mucho menos de lo que lo hacen y que cobran muchas más ayudas sociales de las reales.
Una publicidad electoral de Vox en la campaña madrileña de 2021 comparaba, con datos falsos, las ayudas que recibían los menores no acompañados (que ilustraban con capucha y pasamontañas) con las de una abuela jubilada.
Según el estudio, en España la ciudadanía piensa que la población inmigrante alcanza el 27,8% de la población total cuando el porcentaje real está diez puntos por debajo. Y los encuestados creen que un 50% de la población recibe ayudas sociales cuando el dato real es del 10%.
El estudio no entra a determinar si hay una relación directa entre un aumento de los discursos políticos racistas o xenófobos y una mayor animadversión social contra la inmigración, pero sí detecta algunos sesgos. “En general, nos equivocamos muchísimo”, afirma Odra Quesada, investigadora postdoctoral de Iseak, en referencia a las dificultades de la sociedad para percibir correctamente la realidad de la inmigración. “Pero las personas con educación universitaria, las de ideología de izquierdas y también las de clase alta –relacionado con el nivel de estudios– se equivocan menos”, explica, sobre el estudio.
El CIS también identifica una mayor preocupación por la inmigración en función del sesgo ideológico. La citan un 43% de los votantes de Vox, un 13,41% de los del PP, un 12% de los del PSOE y apenas un 2,1% de los de Sumar. También recoge un descenso de la preocupación a medida que aumenta el nivel de estudios.
Lo que sí observa el trabajo de Iseak es una correlación entre las percepciones incorrectas sobre la inmigración y la desinformación y los bulos. Según cuenta Quesada, para elaborar el estudio dividieron la muestra en dos grupos. Al primero le hicieron el cuestionario, de unos veinte minutos, sin ninguna pauta previa. Al segundo le mostraron dos textos académicos con datos objetivos sobre el tema. Las respuestas posteriores no solo eran más aproximadas a la realidad, también mostraban una mejor predisposición a políticas públicas de integración y en general una actitud más positiva hacia el fenómeno.
Por eso, una de las propuestas que ofrece el trabajo para tratar de acortar esa brecha es una campaña en institutos y colegios para formar a la población joven con herramientas para detectar bulos. “Lo que hacen otros países es enseñar cómo identificar la desinformación en la educación preuniversitaria y determinar qué palabras se suelen usar en informaciones engañosas, descontextualizadas, etc”, añade Quesada.
“En España es súper importante porque una gran parte del votante que está ahora en partidos antiinmigración es un colectivo bastante joven”, explica. Los datos del CIS también apuntan en esa dirección: el segmento de la población más preocupado por la inmigración es el de la franja de entre los 18 y los 24 años: la mencionan el 21,2% de los encuestados.