No fue en la sede del Consejo Superior de Deportes (CSD). Tampoco en la de la Liga. Ni en la de la Federación Española de Fútbol. Era necesario un escenario neutral, ajeno a las tres partes que se iban a sentar a aquella mesa. Para la ocasión se escogió el Palacio de Viana, en el centro de Madrid, una de las residencias nobiliarias más antiguas de la capital, perteneciente al Ministerio de Asuntos Exteriores.
Aquella era una cita con aura de gran armisticio más que de reunión deportiva. A un lado de la mesa, Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF). Al otro, Javier Tebas, presidente de La Liga. En medio, Irene Lozano, secretaria de Estado para el Deporte. En el orden del día, un único tema: el regreso del fútbol en mitad de la pandemia. Era 18 de abril de 2020, España aún atravesaba el confinamiento más duro y el campeonato de Liga, suspendido desde el comienzo del estado de alarma, con Tebas al frente, pedía al Gobierno permiso para reanudarse. Pero sobre aquella mesa, en realidad, se dirimía mucho que la reapertura de la Liga.
Al encuentro, que se prolongó durante más de ocho horas, al resultado del mismo, mejor dicho, se lo conoce hoy como el Pacto de Viana. También como la Paz de Viana. Ambos títulos son válidos. A él había llegado Tebas con ese deseo de que la Liga se reanudara. La pandemia resultaba una sangría de dinero para el campeonato y los clubes. Sin partidos no había ingresos de taquilla ni lo que es peor, de retransmisiones por televisión. Sin partidos se cortaba el flujo de financiación continua que el fútbol necesita para mantenerse vivo; para no parar; para que el balón, sobre el césped, y los cheques, en los despachos, no dejen de circular.
Tebas lo consiguió. Se firmó un acuerdo que establecía un calendario y un plan para reanudar el campeonato. Finalmente se hizo en junio. Para lograrlo era necesario el beneplácito de la Federación. Liga y Federación, como dicen desde ambas organizaciones, están “condenadas a entenderse”. Lo están, además, por ley. La Liga organiza de forma autónoma el campeonato de fútbol profesional pero necesita la aprobación de la Federación para ciertas cuestiones, como el calendario o los arbitrajes. Antes de la ley del Deporte de 1990, la que sigue hoy vigente en España, cuando no existía aún la Liga, la federación tenía todas las competencias del fútbol y organizaba y gestionaba el campeonato.
De aquella reunión interminable, que se vivió en la sede del Consejo y en Moncloa como un hito, salió Tebas, como confesó entonces y mantiene hoy, “incómodamente satisfecho”. Había conseguido su objetivo fundamental, que se volviera a poner en marcha la Liga. También, que la Federación, enemiga acérrima, rival crónico, no se opusiera. Pero, a cambio, había tenido que ceder ante ciertas condiciones. “Fue una encerrona. Y muy fea”, lo describe Alfredo Relaño, periodista deportivo y exdirector del diario AS. “Para autorizarle a que abriera el fútbol tuvo que poner más dinero al CSD y a la Federación. Ahora, aunque lo niegue el Gobierno, la Liga da más fondos al CSD que el propio Estado”, continúa. “Él quería sacar el fútbol adelante. No tenía más remedio que aceptar. Pero fue un atropello”.
La Liga, fruto de un acuerdo previo, ya cedía un porcentaje de los ingresos por los derechos televisivos del campeonato para la Federación y el CSD. En el Palacio de Viana se acordó que sería un 1,5% más para el CSD y un 1% adicional para la Federación. En total, casi 30 millones más, hasta superar los 50, para el CSD, para el deporte español, y 17 más, hasta los 33, para la RFEF, para el fútbol.
Tebas, como revela a elDiario.es, llegó a la reunión sin saber que Rubiales estaría presente. Ya en el arranque del encuentro Lozano le anunció ese mayor desembolso que la Liga debía hacer. Inicialmente era incluso mayor, pero el presidente de la Liga logró rebajarlo. En aquel momento, cuenta Tebas, intuyó que tanto Lozano como Rubiales ya sabían de antemano de qué se iba a hablar y que el único “ingenuo” era él. En una libreta que llevaba entonces, y que aún conserva en su despacho, dice que anotó: “Esto es una encerrona”. Cualquier otro, afirma, se hubiera levantado de la mesa y marchado. Él decidió quedarse.
En dicha cita estaban prohibidos los teléfonos móviles. Nadie podía tenerlos. Ni siquiera para avisar en casa, como cuenta también que le sucedió a él, que no llegaría a una celebración de su hija que tenía prevista aquel día. A mitad del encuentro pararon para comer. Mientras lo hacían, recuerda Tebas, se le acercó Rubiales. “Javier, no entiendo que no lleguemos a un acuerdo, porque si no, lo vamos a hacer el Gobierno”, dice que le dijo. Así, en plural: vamos. Y así se dio cuenta de que tendría que aceptar y llegar a un acuerdo si quería que la Liga volviera a disputarse.
Desde el CSD se vio el pacto, y se sigue viendo por sus artífices, como una victoria para todos. La Liga reabriría, Federación y Gobierno se quedaban satisfechos y Tebas conseguía, además, algunos beneficios, como la capacidad de negociar esos derechos audiovisuales por plazos mayores de tres años, como marcaba la ley, y poder conseguir así, con ese mayor margen, mejores condiciones.
En definitiva, más dinero. Pero el encuentro de Viana fue, sobre todo, más allá de los detalles del pacto alcanzado, y por eso se le denominó así, un acuerdo de paz. De una concordia impensable. De un armisticio insólito. De una reconciliación que nadie creía posible en el fútbol español... Y no lo era. La paz, o la tregua, porque eso resultó, de Viana, duró tres meses. En verano, Tebas y Rubiales ya estaban enfrentados públicamente de nuevo. Desde entonces su guerra ha tenido múltiples frentes, el último, este mismo mes, con el acuerdo de la Liga con el fondo de capital riesgo CVC.
Tebas, “el jefe”
De Tebas, 59 años, abogado, nacido en Costa Rica, donde pasó los primeros años de su vida, pero crecido en Huesca, presidente de La Liga desde 2013, dicen en el mundo del fútbol, periodistas, dirigentes y políticos, que es uno de los hombres más influyentes del sector. Un empresario ambicioso y serio. Que piensa en términos pragmáticos, en clave de gastos e ingresos. Cuánto cuesta esto y cuánto se paga por ello. Si salen las cuentas, adelante. Así negocia también. Con datos. Exige algo y lo explica y justifica. Razona. Tebas es “el jefe”.
Enemigo de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, que siempre se ha opuesto a que la Liga venda, como dicta la ley desde 2015, sus derechos televisivos en bloque. Pero amigo del resto de clubes, que han visto crecer, gracias a esa ley y esa venta que supone ingresos para la Liga de 1.500 millones de euros al año, sus presupuestos. Tebas es el hombre que, dicen, convenció al Gobierno de Rajoy para crear aquella ley, reformar así el fútbol español y revolucionar la Liga española.
De Tebas cuentan también que es muy invasivo. Que si por él fuera acapararía todo el calendario de competición, quitaría los partidos de la Selección española y obligaría a que la Federación pagase a los clubes por ceder sus jugadores al equipo nacional. Que quiere controlar la Federación para poder hacer todo eso, para acaparar el poder que aún no tiene, y que para ello ambiciona colocar a uno de los suyos al frente de la misma.
Que ha tratado también de asumir el papel del Estado en el deporte español, comprando y controlando los derechos de explotación de otros deportes, creando un principio de monopolio. Que tiene a los medios de comunicación de su lado por la millonaria inversión de publicidad que La Liga hace en ellos. De Tebas dicen que no para quieto, que apenas duerme ni lo necesita, que contesta whatsapps y correos electrónicos larguísimos a las cinco de la mañana. Que cuando viaja en primera en un vuelo de larga distancia se pone pijama para dormir un par de horas.
Rubiales, un toro impetuoso y desbocado
De Rubiales, canario de 43 años, exfutbolista que militó durante 18 años de carrera en clubes de toda España, licenciado en Derecho, expresidente del sindicato de jugadores AFE y presidente de la Federación desde 2018, dicen que es un carácter. Que cuando se enfada, y sucede demasiado a menudo, se le hincha la vena del cuello que se le hinchaba ya en los partidos cuando era lateral izquierdo. Que resulta casi imposible entenderse con él en sus términos. Que no negocia, que exige. Que sueña con un protagonismo que no puede tener porque la Liga posee más competencias y fuerza. Que a la mínima sus abogados denuncian a quienes considera sus enemigos. De Rubiales dicen que es capaz de romper mesas de cristal de un puñetazo en medio de una negociación si se cabrea. Que es un toro impetuoso y desbocado.
Del presidente cuentan también que se lleva bien con Florentino Pérez. Que tiene acceso a la Moncloa. Que posee un respeto por los valores y los fundamentos del fútbol que a Tebas le falta. Que lucha como si siguiera corriendo la banda sobre el césped. Que sigue defendiendo lo suyo con la misma dureza.
Pero lo más interesante, e importante, es lo que dicen, y en esto coincide todo el sector del fútbol, de la relación entre ellos. “Se detestan de una manera insoportable”. “Es un polvorín que destroza al fútbol”. “Se matan; están continuamente viendo cómo se joden”. “Siempre tienen un conflicto, muchas veces con querellas interpuestas entre ambos”. “Es una guerra visceral entre dos hombres que no razonan”. “Lo viven todo en términos de poder”. “Es una batalla de egos, un tema de protagonismo, y los dos son igual de brutos”. Lo más suave que se escucha cuando se pregunta por esa relación públicamente de enemigos es, como dice un directivo del fútbol que ha asistido a diversos encuentros entre ambos, que las reuniones que tienen son “entretenidas”. Y después de pronunciar entretenidas sonríe de lado, agita la mano en el aire y resopla.
Un enfrentamiento que también es político
La disputa entre la Federación de Fútbol y la Liga no es nueva. Ni siquiera exclusiva de España. “La Liga es una herida abierta y sangrante en la Federación desde hace años. Ellos fueron los organizadores del fútbol y perdieron esas competencias”, explica un ex secretario de Estado para el Deporte. “Pero el fenómeno se replica en cada país. Es un clásico que las ligas se lleven mal con las federaciones, porque al mundo federativo le quitaron el deporte profesional, las ligas, que es donde está la pasta. E intentan recuperarlo mientras las ligas, por su parte, quieren ocupar aún más espacio y competencias de las federaciones para no tener que tratar con ellas ni necesitar su consenso”, añade. El problema hoy con Tebas y Rubiales es que de ese conflicto institucional que se repite en otros países, de esa “condena a entenderse”, se ha pasado a uno personal. Y con el Gobierno en medio.
Dicen en el mundo del fútbol que la Federación es del PSOE y la Liga, del PP, y que, según qué partido gobierne, una u otra salen beneficiadas. Ese favoritismo, que los políticos de ambos partidos niegan que exista, se vería también hoy acentuado con ambos. Tebas es más cercano al PP, porque se ha declarado abiertamente votante de Vox. “No llevan cuernos ni rabos”, ha dicho del partido. Rubiales, hijo de un expolítico socialista andaluz, presume ante los miembros del PSOE de ser “de los suyos” y ante todos de que tiene acceso a Pedro Sánchez. Tebas niega también, sin embargo, esa inclinación. “El pensamiento político no afecta a las relaciones con la Liga. La mayoría de las veces depende más de la sintonía que haya con cada secretario de Estado”, asegura.
“Todos los secretarios que llegan lo primero que me dicen es que esto tenemos que arreglarlo”, revela el propio Tebas. Sin embargo, para él, y dice que ahí está el error, esa no es la clave. “El problema con la Federación no es personal, sino de dos modelos de entender el fútbol profesional. Es lo mismo que pasa con Florentino Pérez. Yo no odio a Florentino ni a Rubiales, sino que entendemos de forma muy diferente cómo tiene que estar organizado y explotado el fútbol profesional”, añade. Esa diferencia es la que hace inviable la buena sintonía o la buena relación personal, más allá de la correcta relación institucional que se deben por los cargos.
“Cada vez que se pelean, acuden al Gobierno para mediar. Y el Gobierno, haga lo que haga, siempre queda mal porque es un enemigo para quien no da la razón”, describe otro ex secretario de Estado ese complejo e inflamable triángulo que forman Liga, Federación y Gobierno. “La Liga es hoy superior en integridad a la Federación. Pero la Federación es muy necesaria. Si fuera confiable y transparente habría que darle más competencias, porque es la que puede garantizar que lleguen recursos a todos lados”, continúa la misma fuente. “Como Gobierno te interesa que los niños y las niñas hagan deporte, que los inmigrantes se integren o que en lugares problemáticos pueda usarse el deporte en la educación. Y para todo eso el fútbol es una gran herramienta”.
Lo que sucede entre Liga y Federación es, lo describen todas las fuentes consultadas, una lucha de poder. Y llega incluso al CSD. Hasta el año pasado, Tebas tenía un puesto en la Comisión Directiva del Consejo. Tras su salida, la Federación y el Comité Olímpico Español (COE), aliado de la Federación en esta guerra, pensaron que llegaba su momento. Así lo decían Rubiales y Alejandro Blanco, presidente del COE: “Ahora nos toca a nosotros”. Desde la Federación sentían que durante años, con el PP en el Gobierno, sobre todo tras aquel decreto ley de 2015 de venta de los derechos televisivos, se había beneficiado a la Liga y que con el cambio de Gobierno llegaría también uno de dinámicas. Los políticos del CSD, aunque se sorprenden, se han acostumbrado ya a que desde el fútbol sus dirigentes les hablen en términos políticos. Algunos llegan incluso a amenazarlos con presentarles enmiendas en el Parlamento si no consiguen lo que quieren. “¿Quiénes son ellos para decir eso? Como si fueran un grupo parlamentario.... El problema es que tienen acceso a políticos en el Congreso a los que se lo dicen y lo hacen”, asegura un exdirigente del CSD.
La realidad, sin embargo, se ha impuesto a la ambición. El Pacto de Viana fue claramente bueno para la Federación. Lograba doblar los ingresos de la Liga y veía así aumentar su presupuesto, de 357 millones de euros este año, casi un 5%. Pero durante el último año la Federación se ha visto derrotada en sus principales disputas con la Liga.
Desde 2019, la Federación se había opuesto a que se disputaran partidos de Liga los lunes y los viernes, como quería Tebas. Perjudicaba, alegaban, al resto de categorías inferiores del fútbol y al fútbol base. En octubre del año pasado el CSD resolvió a favor de la Liga. Podrían jugarse partidos todos los viernes y 20 lunes de la temporada, pero no los sábados y domingos hasta las 14:00 horas, que se reservaban para esas categorías no profesionales.
El conflicto, sin embargo, estaba ya, como tantos otros entre Rubiales y Tebas, judicializado. Tebas justifica la decisión de acudir a la Justicia. “Cuando pienso que alguien comete una irregularidad, me voy a los juzgados, y no a llorar al Gobierno, que es lo que otros me hacen a mí”, afirma. El pasado 21 de junio se resolvió finalmente. La Justicia daba también la razón a Tebas. Rubiales había perdido. La sentencia instaba, además, al presidente de la Federación a “cesar en su conducta”. Interpretaba que en su empeño por controlar los horarios había en realidad un interés por obtener una contrapartida económica mayor.
La segunda gran derrota que ha sufrido también se confirmó hace escasas semanas, aunque se conocía con anterioridad. El 15 de junio el CSD aprobó la profesionalización de la Primera División femenina de fútbol. Es la primera liga femenina profesional de la historia del deporte español y la cuarta profesional tras la primera y segunda división de fútbol y el campeonato de baloncesto masculinos.
“Éste no sólo es un tema deportivo, sino también político, de igualdad, porque hay una diferencia brutal entre hombres y mujeres. Y nosotros hemos desempeñado un papel fundamental para conseguirlo. Gracias a nosotros se ha conseguido crear el convenio colectivo para esa liga”, explica a este periódico David Aganzo, presidente del sindicato de futbolistas AFE.
Aganzo cuenta que las claves de ese convenio, diferente al de los hombres, tiene una excepcionalidad, que se establece un salario mínimo de 16.000 euros y beneficios como la prórroga de un año de contrato en caso de embarazo. Ese salario es casi diez veces inferior al de la liga masculina, de 150.000 euros, pero sin hacer ese agravio, sin marcar esa diferencia, habría sido imposible crear la liga profesional, porque los ingresos entre ambas no son siquiera comparables.
La otra clave, en términos de la disputa entre Federación y Liga, es que la primera pierde el control sobre el fútbol femenino. Con la profesionalización, como sucedió con el fútbol masculino, sale de las competencias federativas. Su gestión directa la realizará el CSD durante los tres primeros años. Tras ese plazo deberá haberse creado una patronal, una organización, como la Liga, que dirija y organice el campeonato. La Liga de Tebas podría entonces hacerse también con su control.
De ahí que desde hace meses, desde que se debate la creación de esta liga femenina, Rubiales esté en contra. Su irritación ha llegado al punto incluso de convertirse en ira. El año pasado, por este tema, y tras chillar que él no iba “a perder competencias”, llegó a ser expulsado de un despacho del CSD del que se negaba a marcharse. Siguió negándose tras la expulsión.
La última derrota, aunque la batalla fue corta en intensidad y duración, ha sucedido este mismo mes. Tras el acuerdo alcanzado por la Liga con el fondo de capital riesgo CVC para venderle un 10,95% del negocio de la Liga por 2.700 millones de euros, tanto Real Madrid —de nuevo la enemistad crónica con Florentino Pérez— y Barcelona, primero, como Federación, después, se opusieron al mismo. Según los primeros, que rechazan aún cada venta en bloque y que se saben las piezas más preciadas del campeonato, la operación “hipoteca” al fútbol español en manos de inversores ajenos al mismo durante medio siglo. Para la Federación era, directamente, “ilegal”. El pasado día 12, sin embargo, el acuerdo, aunque modificado y aligerado para aplacar a Real Madrid y Barcelona, fue aprobado por la asamblea extraordinaria de la Liga. De nada sirvieron las quejas de Rubiales y la Federación aduciendo que perjudicará al fútbol más modesto porque reducirá sus opciones de llegar y competir en la élite.
La 'tercera vía' de Casillas
No todas, sin embargo, han sido batallas perdidas. Rubiales fue reelegido el pasado mes de septiembre como presidente de la Federación. Tres meses antes, Iker Casillas, que había anunciado que se presentaría a las elecciones, retiraba su candidatura. Según explicó el exportero de la selección y del Real Madrid, en mitad de una crisis sanitaria como la que el país atravesaba no era el tiempo adecuado para pensar en la Federación. “Creo que es el momento de sumar y no dividir”, decía en el primer párrafo del comunicado con el que anunciaba su decisión. La verdadera explicación, sin embargo, estaba en el segundo: “Quería un proceso electoral justo, transparente y realmente participativo, buscando lo mejor para el fútbol español, y en esta ocasión creo que no se ha apostado por ello”.
Durante meses, desde que decidió que optaría al puesto, Casillas promovió su candidatura. Se presentaba como el hombre ideal para la Federación. Con él se terminaría de renovar la organización tras la destitución de Ángel María Villar en 2017 tras casi 30 años al frente y tras el periodo de transición de Rubiales. Con él, vendía su equipo a su favor, se lograría también deshacer la disputa histórica entre Liga y Federación y mejorarían las relaciones entre ambas. Con él se acabaría ese duelo a garrotazos en el que Tebas y Rubiales han convertido el fútbol español.
Para conseguir ser presidente, Casillas necesitaba, entre otras cosas, tiempo. El tiempo le daría votos. Tiempo para recorrer España, las federaciones territoriales, los diferentes estamentos del fútbol, desde árbitros a jugadores, para explicarles su proyecto y pedirles su apoyo.
La candidatura fue presentada al Gobierno como esa oportunidad de reformar finalmente el fútbol español y de hacerlo con un candidato querido por todos, de éxito y de consenso. Y para conseguir ese tiempo se pidió que desde el Gobierno no se permitiera que Rubiales convocara unas elecciones anticipadas que dejarían a Casillas sin margen de maniobra, sin ese tiempo necesario, sin votos.
“Pero el Gobierno prefirió mantener un perfil bajo y no hacer nada...”, revela una de las personas que asistió a aquellas reuniones. Rubiales estaba en contra de la candidatura de Casillas. No sólo como rival electoral, sino porque veía en él, y así lo decía, a un candidato de la Liga, a un hombre de Tebas. Rubiales aseguraba entonces al Gobierno que “moriría matando”. Finalmente convocó las elecciones cuando quiso, sin interferencias. Casillas se retiró y él ganó. Seguirá en el cargo hasta 2024. Igual que su archienemigo Tebas. Les quedan, al menos, tres años de guerra por delante. También al Gobierno.