Estados Unidos y China concluyeron hoy la séptima ronda de su Diálogo Estratégico y Económico intentando mostrar sintonía, pero con diferencias de peso ocupando la agenda, como la ciberseguridad, las tensiones territoriales o las peticiones de Pekín para ser contrapeso al “Consenso de Washington”.
El presidente estadounidense, Barack Obama, cerró un encuentro de alto nivel que se celebra desde 2009 y que tiene como intención poner las bases para la visita del presidente chino, Xi Jinping, a Washington en septiembre.
El secretario de Estado, John Kerry, que hizo de anfitrión del encuentro, presentó compromisos entre ambas potencias internacionales en materia de energías limpias y lucha del cambio climático, así como lucha contra la proliferación nuclear, lucha antiterrorista o asistencia humanitaria.
Estados Unidos y China, los dos mayores contaminantes del planeta y cabezas de los bloques de países avanzados y en desarrollo, serán clave para que se obtenga un acuerdo de reducción de emisiones en la Cumbre de Naciones Unidas para el Cambio Climático de finales de año en París.
Obama, que se reunió hoy con los viceprimeros ministros chinos Liu Yandong y Wang Yang y el consejero de Estado, Yang Jeichi, acordó con ellos “expandir la cooperación con China en cambio climático y energías limpias” y reafirmar “un propósito común en las negociaciones de París”.
Otro de los puntos de la relación de los que los dos países hicieron gala fueron los intercambios culturales y de estudiantes, que gozan de gran salud, especialmente por la gran afluencia de estudiantes chinos a universidades estadounidenses.
“Nuestra relación es la más importante de este siglo y si se maneja de manera apropiada definirá el siglo XXI”, aseguró anoche Kerry en una cena de gala con los funcionarios chinos.
No obstante, las diferencias han dejado marca en las negociaciones en privado.
En concreto, Obama mostró “las preocupaciones de Estados Unidos sobre el comportamiento marítimo chino y en el ciberespacio, y urgió a China a tomar pasos concretos para reducir las tensiones”, según informó la Casa Blanca.
Estados Unidos anunció a comienzos de mes un ataque informático contra la red que controla las contrataciones y permisos de acceso de millones de funcionarios estadounidenses, algo de lo que Washington culpa en privado a Pekín.
La infiltración, de una sofisticación no vista antes, pudo tener como objetivo conseguir acceso a redes confidenciales, algo que China ha intentado en el pasado, tanto contra servidores gubernamentales como de grandes empresas privadas estadounidenses.
“Hemos mantenido unas conversaciones muy francas sobre comportamiento y estándares en el ciberespacio”, aseguró hoy al cierre de las conversaciones el secretario del Tesoro, Jack Lew.
La construcción de instalaciones con posible cometido militar en islas en disputa del Mar de China Meridional por parte de Pekín, es otro de los puntos de fricción con Washington.
China considera como parte de su zona de influencia aguas ricas en yacimientos de hidrocarburos que le disputan Filipinas, Malasia o Vietnam, algo que preocupa a Washington por fomentar la inestabilidad en la zona.
Estados Unidos intenta negociar con cautela con China los términos de su cada vez mayor protagonismo mundial tanto económico como geopolítico.
Sin embargo, Obama reconoció que China ha dado pasos para que su economía deje de ser un exportador que ganaba competitividad con una divisa devaluada, pero aseguró que quedan desafíos por abordar en cuanto al valor del yuan y la política de inversiones.
En la misma línea, Lew dijo que China está tomando medidas para mantener un tipo de cambio determinado por el mercado y apoyó las ambiciones de Pekín de que el yuan se convierta en un moneda de referencia mundial.
“Reconocemos que va en el interés de China adoptar estándares de transparencia de las principales divisas de reserva”, opinó el secretario del Tesoro.
China quiere que el yuan pase este año a convertirse en una de las divisas con las que se establece el valor de los derechos especiales de giro, la moneda empleada del Fondo Monetario Internacional (FMI), como reflejo su peso en la economía mundial.
Asimismo, Washington ha rebajado también su oposición a que socios europeos se incorporen al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB), un paso más hacia un mayor peso de Pekín frente al llamado “Consenso de Washington” nacido tras la II Guerra Mundial.