Por Serranillos del Valle, pueblo de 4.000 habitantes en el suroeste de la comunidad de Madrid, pasó una vez, como si fuera un cometa, un autobús electoral del Partido Popular. A bordo iba, como lo recuerda su alcalde, Iván Fernández, el número veinticinco de la lista electoral del partido. Salvo aquella ocasión, dice, “aquí no viene nunca nadie a hacer campaña”.
Serranillos del Valle es uno de los 26 municipios, de los 179 que tiene la comunidad, regidos por un partido independiente. En este caso, la formación Transparencia y Democracia Serranillos, con la que gobierna Fernández desde 2015 tras haber conquistado en 2019 el 40 por ciento de los votos. Allí, hoy, a pesar de que la campaña en Madrid trasciende Madrid, de la exacerbada personalización de la misma y de la contienda abierta entre izquierdas y derechas en que se ha convertido, ésta se siente, dice el alcalde, como ajena. “No hay, todavía al menos, ningún cartel puesto. Y ni siquiera los grandes partidos, PP, PSOE y Vox, representados en el ayuntamiento, están haciendo campaña”, afirma.
Él, asegura, se mantiene al margen. No pide el voto ni para unos ni para otros porque dice que, además de ser independiente, no se “identifica con nadie”. De hecho, Fernández, como confiesa, tiene un proyecto, un anhelo, un sueño, o sendas cosas, que los partidos como el suyo que gobiernan municipios de Madrid se unan en un proyecto común para presentarse en el futuro a las elecciones autonómicas. “Sé que es una utopía, pero también sé que sería bueno porque nosotros venderíamos gestión y no ideología”, lo ensalza. El regidor se lamenta, además, de que estas elecciones a los municipios pequeños y medianos “nos matan, nos parten por la mitad”, porque todo lo que depende de la comunidad, y en su caso es mucho, desde los temas sanitarios hasta la aplicación del nuevo plan regional de inversiones, “se va a quedar, entre unas cosas y otras, parado durante un año”.
Esa misma idea la secunda, a medio centenar de kilómetros conduciendo hacia el norte, Alfredo García-Plata, alcalde de Torrelodones. Sentado bajo el sol en una terraza de la plaza de la Constitución, la del pueblo, entre bocado y bocado a su tostada del desayuno, se lamenta también del aplazamiento que, primero la pandemia, y ahora las elecciones, está imponiendo a algunos proyectos. García-Plata, en su primer mandato, es el líder hoy del partido independiente más conocido de Madrid, Vecinos por Torrelodones. Hace cuatro legislaturas ya que llegaron al ayuntamiento y ésta es la tercera que gobiernan con casi la mitad de los votos. Se han convertido en un referente en la comunidad.
Torrelodones es, como lo define su alcalde, un “bloque de derechas”. En las últimas elecciones generales, Ciudadanos, PP y Vox sumaron el 70 por cientos de los votos. Como formación independiente cuenta que la relación con la Comunidad de Madrid, como con el Gobierno de España, es buena. Sin embargo, la lucha más política e ideológica, lo que menos entiende y más le exaspera, se cuela también en los plenos del ayuntamiento. “Algunos partidos traen temas que no nos afectan ni que son competencia del municipio. Debe ser que quieren hacer carrera política o marcarse un tanto ante la central. Hablan de cuestiones como, por ejemplo, la ley Celaá de educación”, lo describe.
Ahora, con las elecciones, la campaña y los eslóganes han vuelto a colarse en la agenda. “Vox ha propuesto que aprobemos una moción para que haya paz en la campaña, como si este municipio tuviera algún problema así. Lo hace sólo por llamar la atención. Pura estrategia política, para poner aquí el foco, por ejemplo, de lo que sucedió en Vallecas, como si pudiera suceder lo mismo o sufrieran algún acoso. Para mí eso son provocaciones. Vendes confrontación, polarizas los nichos y te ganas los votos de los desencantados y los revirados”, añade.
En el pueblo, que brota lentamente y llena poco a poco la plaza esta mañana de sábado, como cuenta él, ha “calado” mucho la idea de que Isabel Díaz Ayuso ha hecho una buena gestión de la pandemia y de que ella es “la valedora del comercio y la hostelería”. Tanto que, como apuntan algunas encuestas en toda la comunidad y confirma el alcalde sentir entre sus vecinos, los “desencantados de derechas” que antes votaron a Vox lo harán ahora por el PP.
“Yo era del PSOE. Pero del de Felipe González. Ahora ya no porque el PSOE en sanchismo. Y voy a votar al PP, aunque aquí en Torrelodones no lo haría. El gobierno del ayuntamiento tiene que dirigirse, como los independientes, a las personas que vas a gestionar. Y en la comunidad hay que tener un buen gobierno y yo entiendo que el de Ayuso ha sido bueno y eficaz”. Este aparente cambalache político, que suena casi a trabalenguas, es de Cristóbal Pablos, de 65 años, vecino del pueblo. Un buen ejemplo de un municipio en el que los independientes gobiernan con mayoría absoluta pero que en autonómicas y generales se mueve en ese bloque de derechas que mencionaba el alcalde.
Pablos apunta, además, la que será la clave electoral el 4 de mayo en su pueblo, más allá de esa pugna entre PP y Vox: Ciudadanos. El partido naranja fue, con más del 30 por ciento de los votos, el más votado en las últimas generales. Como lo explica Pablos, por el “efecto Cantó”. El actor Toni Cantó, hoy en el PP, es vecino de Torrelodones. “Es una persona muy querida aquí e influía mucho en la intención de voto”, dice. Hoy, siente él entre sus vecinos, “los votantes de Ciudadanos están muy decepcionados con la deriva de su partido” y votarán a otros partidos.
A una decena de metros, en la misma plaza del pueblo, Ana Castedo y Jaime Rodríguez ultiman su tenderete de Unidas-Podemos. Lo suyo, a pesar del optimismo con el que cuelgan pancartas alrededor de la mesa y colocan octavillas sobre ésta, es predicar en el desierto. Su partido no tiene siquiera representación municipal, aunque consiguió el diez por ciento de los votos en las últimas generales. Ellos leen las elecciones autonómicas en clave municipal para hacer crítica de Vecinos por Torrelodones, “que empezaron vendiendo que eran independientes pero son de derechas y hacen políticas de derechas”. Ambos están acostumbrados ya a que en el pueblo les digan con sorna “¿no votarás al coletas?” o a que en el bar les pregunten si se puede ser del Real Madrid y de izquierdas. Todo, confirman, con humor. “Aquí nunca hay problemas por eso”.
“Mire, no le voy a decir mi nombre, porque sólo por el nombre, si lo publica, ya saben todos quién soy y mejor evitarlo”. Susana, nombre ficticio, parece el caso contrario. Vecina de Cercedilla, donde gobierna también un partido independiente, confiesa temer las posibles reacciones de los votantes de Vox si habla. Sus palabras chocan, sin embargo, con la escena. Susana reparte propaganda de Podemos frente a una mesa con banderas del partido en una de las plazas del pueblo. La mujer, que supera los 60 años, dice también que allí a Ayuso los vecinos la ponen “a caer de un guindo”.
La política, queda claro, es como esa feria que cada uno cuenta según le va. O según quiere que le vaya. O según la imagina, que también. El propio alcalde de este pueblo de la sierra madrileña de 7.500 habitantes, Luis Miguel Peña, que gobierna como independiente con Juntos por Cercedilla tras haberlo hecho antes con Izquierda Unida, se lamenta de lo contrario. A pesar de que es un municipio de izquierdas, Peña siente que sus vecinos perciben como buena la gestión de la presidenta. Él, que gobierna con el apoyo del PSOE y Podemos, no hace, sin embargo, campaña por nadie. “Como mucho, como vecino pido el voto para la izquierda, pero ni participo ni hablo de ningún partido en concreto”, asegura. Tampoco, confirma, le han pedido sus socios en el ayuntamiento que lo haga. Estas elecciones, aunque irán a votar, añade, se sienten también aquí con cierta sensación de desapego.
Lucía Moya, alcaldesa de Chapinería, en el oeste de la comunidad, a 50 kilómetros de la Puerta del Sol, llama a esa sensación “falta de intensidad”. Ella cree que los vecinos tienen ya pensado su voto y que apenas queda margen para implicarse más. En su pueblo, de 2.500 vecinos, hacen campaña PP y PSOE, dice, aunque los segundos no tengan siquiera representación en el ayuntamiento. Chapinería es un caso único en Madrid. Moya gobierna con Independientes por Chapinería, pero además hay otras dos formaciones independientes en el consistorio. El PP, con dos concejales, es el único gran partido con representación. Moya dice que esta realidad no impide que tengan una buena relación con el gobierno autónomo, aunque se lamenta de que para conseguir soluciones lo tienen más fácil “otros municipios vecinos gobernados por el PP”.
En clave autonómica y nacional la realidad cambia. Vox fue, con uno de cada cuatro votos, el partido más votado, seguido de PP y Podemos. Las elecciones en Chapinería tienen pocos fastos. Un par de mesas con pegatinas y programas y poco más. Allí, como a Serranillos del Valle, no llega nadie para hacer campaña. Nunca ha paseado sus calles ni saludado a sus mayores ni besado a sus niños ningún “político de enjundia”. Allí, por no haber, no hay siquiera mítines. La campaña se hace como reuniones de vecinos en las que todos hablan y preguntan. El último mitin lo hizo el PP hace tres legislaturas, mientras por Serranillos pasaba el autobús azul. Colocaron la tarima y el atril y apenas fue nadie. Aquello no les gustaba. No iba con ellos ni con el pueblo. Ni siquiera para curiosear.
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