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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Arde el cerebro de Díaz Ayuso y las monjas huyen despavoridas

Isabel Díaz Ayuso se preocupa por los siniestros que pueda haber en las iglesias.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Pablo Casado quería nuevos cabezas de lista para las elecciones autonómicas en Madrid. Gente de su generación y de su confianza personal, y que además fueran lo bastante derechistas como para intentar frenar la fuga de votos hacia Vox. Gente que no hubiera superado aún la Desamortización de Mendizábal. En lo segundo, no llegó a triunfar. Isabel Díaz Ayuso perdió 18 escaños y 11 puntos (del 33% al 22%) en las elecciones a la Comunidad, aunque la suma de las tres derechas le concedió la presidencia.

En los comicios nacionales de abril se había apreciado las limitaciones de esa estrategia. Lo que triunfa en la derecha madrileña no tiene por qué funcionar tan bien en el resto de España. Es lo que contaron a Casado algunos barones regionales y el líder del PP tomó nota. Hasta tuvo un cambio de 'look' en verano, eso y una pátina de moderación para distinguirse de la agitación permanente de Rivera.

Ahora acaba de culminar ese retoque táctico dejando a un lado la reclamación de un 155 eterno contra Catalunya para exigir en su lugar cinco leyes o decretos que sirvan para lo mismo, pero sin invocar ese artículo de la Constitución. Eso le permitirá presionar con más eficacia a Sánchez después de la sentencia del procés. Mientras tanto, Ciudadanos permanece ajeno a la realidad de lo que ocurrió en abril y continúa subido al cajón en Speakers' Corner anunciando el fin de España y del mundo si Sánchez continúa en Moncloa.

El informe de Casado no ha llegado al despacho de Díaz Ayuso. O ha llegado al despacho, pero no a su cerebro. O ha llegado a su cerebro, pero luego ha sido expulsado. Era un trasplante con alto riesgo de rechazo. Por eso, en el pleno de la Asamblea madrileña del jueves, una pregunta de la portavoz de Vox sobre la exhumación de los restos de Franco hizo que las conexiones nerviosas de Ayuso descarrilaran y se proyectaran hacia los años 30: “¿Qué será lo siguiente? La cruz del Valle (de los Caídos), parroquias del Valle. ¿Arderán como en el 36?”, se preguntó la presidenta de Madrid mientras leía sus notas, porque lo llevaba escrito.

Las frases estaban escritas en un papel, así que no podemos especular con que se tratase de una situación como las que afronta Homer Simpson con su cerebro, cuando está pensando en algo que no debería decir y de repente descubre que lo acaba de decir en voz alta. Ayuso –o uno de sus asesores– escribió esas palabras, se quedó mirándolas y decidió que le habían quedado genial. Rojos atacando iglesias y conventos. Las llamas devoran los edificios. Las monjas huyen despavoridas. Qué buena eres, Isabel. Los madrileños no te merecen. Ayuso apartó la mirada del papel y siguió trabajando.

En las campañas electorales, resulta difícil que los políticos apliquen con disciplina una estrategia aprobada por la dirección sin caer por un barranco a causa del exceso retórico o la pasión por hacer daño al rival. Los socialistas han decidido que van a atizar tan duro como puedan a los independentistas catalanes si quieren morder un trozo del electorado de Ciudadanos, ese que hay unos cuantos que piensan con razón o sin ella que está disponible para cualquiera que pase por allí. Eso les ha llevado a llenarse la boca con la palabra España alcanzando niveles que creíamos reservados a Rosa Díez en los días en que está muy nerviosa, que son casi todos.

Pedro Sánchez dijo esta semana que su partido es “la izquierda que no se avergüenza ni oculta la palabra España” –cuando Iglesias y Errejón no han tenido inconveniente en usarla en mítines y entrevistas– y hasta afirmó que “somos la esencia de Cataluña”. En esta competición patriótica, la cuenta de Twitter del PSOE triplicó la apuesta con un tuit que incluía tres mensajes de José Luis Ábalos: “El PSOE es España y lo más parecido al PSOE es España o España es lo más parecido al PSOE”. “El PSOE es el único que tiene un proyecto para España”. “En nuestras siglas está. El único partido que tiene la E de España es el PSOE y por algo será”. 

Había demasiada glucosa nacionalista en un solo tuit y el PSOE decidió borrarlo después.

En una entrevista en Nius, preguntaron a Sánchez por tantas presunciones sobre España: “Para mí, España no es sólo la bandera que nos representa a todos. Para mí, España es la educación pública, el empleo digno, el Estado de bienestar, la emancipación de la gente joven, el empoderamiento de la mujer, es la estabilidad, es Europa”. Es un tipo de respuesta que Pablo Iglesias ha dado en varias ocasiones. Al final, va a resultar que no son tan diferentes.

Errejón al cuadrado

Más País fue el jueves Más Errejón que nunca al saberse que las papeletas tendrán un retrato del líder del partido. Ya ocurrió lo mismo con la cara de Iglesias en las primeras elecciones para Podemos y con las de Errejón y Manuela Carmena en las últimas elecciones locales y autonómicas en Madrid. Cuanto más hablan los líderes de la izquierda de llevar la voz de los ciudadanos a las instituciones y de que la política debe ser participativa, más fotos de los líderes carismáticos salen en las papeletas. Lo mismo es que no confían en las virtudes del diseño, una hipótesis que se entiende al ver el logo de Más País.

Errejón sigue dando pasos para la implantación de su partido en toda España, o al menos en la parte del país que tenga más escaños en liza. Al principio, los responsables de Más País dijeron que se reservarían para las provincias más pobladas en las que el reparto de diputados es prácticamente proporcional. Una forma de conjurar la acusación de que dividirían el voto de izquierdas haciendo perder escaños a otros sin obtenerlos ellos. En el caso de Barcelona, se dio a entender que quizá no estarían allí para no enfrentarse directamente al partido de Ada Colau, un gesto de cortesía con el que sacarlo un poco de la órbita de Podemos.

Estas cosas se dicen antes de ver las encuestas. Cuando te dicen que podrías conseguir dos escaños por Barcelona, parece que las dudas se diluyen. Según La Vanguardia, la decisión de presentarse allí está tomada, aunque intentarán “vestirla de pacto de no agresión”. No es algo personal, son sólo negocios (electorales).

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