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Qué ocurrió en las elecciones que nunca deberían haberse celebrado

Sánchez vota en las elecciones del 10N en un colegio de Pozuelo de Alarcón, Madrid.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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“El gurú que guía cada paso de Sánchez”. “Se ha pulido muchísimo con la edad, es una máquina”. “El verdadero poder en la sombra”. Estos días, es difícil seguir la información política en los medios sin encontrarse con fantásticos elogios a Iván Redondo, el principal consejero de Pedro Sánchez. En política, te ponen nota por lo último y tanto Sánchez como Redondo disfrutan de los beneficios de haber podido levantar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos. No son tantos los que recuerdan ahora que su decisión de repetir las elecciones fue un error estratégico que tuvo como consecuencia no deseada conceder uno de los mayores regalos que ha disfrutado la extrema derecha en Europa desde que Molotov y Ribbentrop firmaron un pacto de no agresión.

Para hacer balance, no es mala idea recurrir a los expertos que elaboran la materia prima que consumen políticos y periodistas hasta quedar saciados. Las encuestas suelen ser más reveladoras después de las elecciones, aunque la gente las necesita antes. El libro 'Radiografía de unas elecciones no deseadas', editado por Catarata, es un intento del equipo de la empresa Metroscopia de explicar qué pasó en unos comicios que nunca deberían haberse celebrado, los del 10N.

El trabajo está dirigido por Francisco Camas y José Pablo Ferrándiz, que presentaron el libro este jueves en Madrid. Su radiografía explica el camino que recorrió la expectativa de voto de los partidos desde las elecciones de abril. La del PSOE fue descendente, quizá porque sólo el 29% de los encuestados deseaba la repetición electoral. El voto a los socialistas cayó en septiembre al 28,1%, un porcentaje “casi idéntico” al que tuvieron el 10N. “En este descenso tuvo que ver el hecho de que la mayoría de los españoles (53%) señalara a los socialistas como principales responsables de no haber logrado conformar un Gobierno tras las elecciones”, dice el libro.

En la presentación, la pregunta era obligada. ¿En qué estaban pensando en Moncloa para ir tan tranquilos a las elecciones de noviembre? “Había más voluntad política que análisis de datos”, opina Francisco Camas. Se suele criticar a los gobiernos por estar demasiado pendientes de las encuestas. Ignorar esos datos tampoco te lleva muy lejos. Camas cree que la idea de Moncloa era “pillar a Podemos en un mal momento”, una opinión que estaba extendida hace unos meses.

Aunque Podemos perdió siete escaños en noviembre, quien cayó de forma estrepitosa fue Ciudadanos y aquí viene la parte reveladora: el PSOE no se benefició de ese hundimiento. La estrategia de Sánchez y Redondo se basaba en una premisa falsa, la idea un tanto arrogante de que el PSOE, firmemente anclado en el centro, podría recabar votos a su izquierda y, sobre todo, derecha, y acabaría con más escaños y más capacidad para exigir a los socios potenciales que le dejaran gobernar en solitario.

Después de la decisión, viene el mensaje. Ahí el PSOE sufrió su segundo fracaso. Acusó en la campaña una y otra vez a los demás partidos de ser responsables del bloqueo. “El debate de vamos a elecciones porque no nos dejan gobernar no cuajó ni en sus propios votantes”, dice Camas. En otras palabras, si lo rompes, lo pagas.

No había que ser un genio para saber que la coincidencia de la sentencia del procés y las nuevas elecciones estaba cargada de peligro. Moncloa jugó con fuego, quizá con la idea de que no saldría totalmente chamuscada. Una alternativa más ridícula sería que se creyeron los pronósticos electorales de José Félix Tezanos en el CIS.

Podemos salió airoso de la batalla por asignar responsabilidades por el fracaso de las negociaciones de julio. En realidad, sus números fueron malos en las elecciones de mayo y volvió a perder apoyos en noviembre. El 10N fue la peor cita en las urnas desde 2015 en una pendiente que no está claro que haya llegado a su suelo. Aun así, el libro considera que “cuenta con una importante base de apoyos electorales si se tiene en cuenta que las circunstancias no eran propicias”, en esta ocasión por la aparición de Más País y el empeño socialista por reclamar el voto útil.

A mayor gloria de Vox

El partido más beneficiado por la repetición electoral fue Vox, que ganó casi un millón de votos en seis meses. Hay que suponer que sus votantes de abril quedaron satisfechos con la forma en que el partido irrumpió en el escenario político y negoció los pactos autonómicos y locales tras las elecciones de mayo. ¿Pero qué ocurrió en la campaña? “Los temas de campaña les favorecieron”, dice Camas, refiriéndose a la crisis de Catalunya y la sentencia del procés. “Fue una alfombra roja para ellos”. Su expectativa de voto fue creciendo después de conocerse la sentencia y en especial de los disturbios de Barcelona.

La crisis catalana ha provocado un alud dentro del voto conservador en España para disfrute casi exclusivo de la extrema derecha. Más allá de eso, José Pablo Ferrándiz afirma que hay tres razones que explican su éxito en 2019: “Nunca ha habido una condena institucional del franquismo (en realidad, la hubo en una votación en el Congreso en 2002). La gente que votaba a Vox sabía que iba a servir para sumar (en el bloque de la derecha), como se vio en Andalucía. Ninguno de los otros partidos ha confrontado directamente con Vox”. Eso es relevante en el caso de los partidos fronterizos por una parte de su electorado, PP y Ciudadanos.

En el bloque conservador, Vox se convirtió en un voto útil que no era cuestionado por los dirigentes del Partido Popular, empezando por su líder, Pablo Casado.

El libro desmiente una idea extendida por algunos artículos periodísticos en medios de la derecha, según la cual Vox se llevó un bocado significativo en el electorado de izquierdas. Los datos lo desmienten. En sólo seis meses, más de siete millones de votantes cambiaron de voto, de los que dos millones se quedaron esta vez en casa. “Según los datos de Metroscopia, ese trasvase (de votos procedentes del PSOE y Podemos hacia Vox) ha sido de alrededor de 60.000 votantes”, una cifra menor en el conjunto de votantes. Eso no quiere decir que no haya votantes de clase trabajadora o clase media baja en Vox. Los hay, pero antes votaban al PP o Cs.

De cara al futuro, los autores del libro creen que las expectativas para la extrema derecha no son malas en España a causa del predominio del debate territorial. “Vox está penetrando muy bien en el electorado joven. No tiene un electorado envejecido. Es más joven que el del PP”. Camas llega al punto de provocar pesadillas en el partido de Casado: “En estos momentos, Vox le está ganando la partida al PP”.

El hundimiento

Conocer a tus votantes es una de las primeras reglas de un partido. Ahí Ciudadanos fracasó de forma espectacular, según el análisis ofrecido en el libro. El electorado de Cs sentía un profundo rechazo por Sánchez –alimentado por las declaraciones de sus dirigentes desde la moción de censura contra Rajoy–, pero al mismo tiempo tenía claras sus prioridades en abril: “Una de las claves es que más del 80% de sus votantes creía que una coalición entre PSOE y Ciudadanos tras los resultados del 28A era lo más conveniente para España”, dice el libro.

Alguien encargó la encuesta equivocada, porque fue con sondeos como Albert Rivera intentó convencer a los (pocos) críticos de la dirección de que su estrategia de confrontación total con Sánchez era la correcta. En el Congreso, acusó al socialista de dirigir “una banda” y al final la banda acabó estando compuesta por los diez escasos diputados de Cs que sobrevivieron a la catástrofe de noviembre.

Cuando llegó la sentencia del procés, “el votante de Ciudadanos ya se había ido”, opina Camas, por lo que el partido no la rentabilizó. Los últimos mensajes de Rivera (una confusa oferta a Sánchez de colaboración con condiciones) “fueron quizá la puntilla” para las esperanzas de los votantes del partido. 1,3 millones de votantes de abril se fueron al PP, 700.000 a la abstención y 450.000 a Vox, según el análisis postelectoral de Metroscopia.

En su empeño por sustituir a Casado como líder de la derecha, Rivera perdió de vista los dos activos de Cs: “Conformar mayorías desde el centro” y “regenerar la vida política”. Según Ferrándiz, el partido “no perdió su papel regenerador” ante sus votantes por pactar con el PP en Andalucía (eso ponía fin a décadas de Gobierno socialista), pero sí por apoyar a Isabel Díaz Ayuso, del PP, en la Comunidad de Madrid.

No puedes presumir de regenerar nada si llegas a un pacto de coalición con un partido que lleva 24 años en el poder y que tiene las palabras Gürtel y Púnica en su currículum.

Se acaba la paciencia

Es indudable que los políticos están poniendo a prueba la paciencia de los votantes. Durante la gran recesión, diputados de varios partidos alegaban que la mala reputación de los políticos se debía sobre todo a la crisis económica. Es difícil ser muy popular si el paro supera el 25% y los desempleados llegan a seis millones en 2012. Estaban dolorosamente equivocados.

Desde entonces, la situación económica ha mejorado. Lo que no ha cambiado es la pésima opinión de los ciudadanos por el sistema político. “La sensación de inestabilidad política adquiere pues una dimensión casi estructural que deviene en un pesimismo ciudadano prácticamente crónico”, dice el libro.

La fragmentación del voto y la volatilidad continuarán siendo características propias del sistema político español. Cuanto más tiempo dure el Gobierno y más tarde aparezca una crisis económica internacional, más fácil será que los votantes se calmen. No piden demasiado. Sólo que las legislaturas duren cuatro años más o menos y que cuando haya elecciones después se forme un Gobierno.

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