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Un procés “festivo y pacífico” se reivindica en el juicio frente a las acusaciones de violencia y rebelión

Imagen de un guardia y un mosso el 20-S en Economía exhibida en el juicio

Oriol Solé Altimira / Pedro Águeda

“Passi-ho bé, passi-ho bé”, cantaban los manifestantes ante la Conselleria de Economía de la Generalitat en la noche del 20 de septiembre de 2017, según recogieron en directo para su informativo nocturno las cámaras de TV3. La secuencia fue reproducida este jueves en el juicio por el 1-O durante el interrogatorio al expresidente de la ANC Jordi Sànchez, quien explicó que se trata de una canción de despedida propia de las fiestas populares. Fue su forma de defender que el destrozo posterior de siete coches de la Guardia Civil fue obra de una minoría y nada tuvo que ver con el espíritu “festivo” y “pacífico” de la protesta.

El enfrentamiento del relato de una protesta pacífica y festiva frente a la versión del asedio a la comitiva judicial que registraba la conselleria adquiere importancia para la causa. No en vano, aquella jornada sostiene buena parte de las acusaciones de rebelión y sedición, los más graves delitos de cuantos responden los procesados. De fondo, la defensa de un procés de siete años sin un solo altercado frente a la violencia presente aquel 20 de septiembre y el supuesto plan que incluía recurrir a ella cuando fuera preciso, como defienden las acusaciones.

Al llegar su turno, el abogado de Sànchez le preguntó si no pudo prever que se fuera a producir un “levantamiento tumultuario y violento” cuando apoyó en Twitter la protesta frente a Economia. “Nunca”, respondió él. “No había un solo precedente. Es más que evidente que (el procés) tiene un ADN pacífico y cívico que nació de manera visible en julio de 2010, en protesta por una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, y que ha ido creciendo sin que nunca hubiera incidentes de violencia”, añadió el que fuera presidente de la ANC, que al frente de la entidad se convirtió en el exponente del independentismo tranquilo y la llamada “revolución de las sonrisas”.

La lejanía entre ambas posiciones se puso de manifiesto desde el principio del interrogatorio de la Fiscalía. Ante Sànchez el turno de preguntar fue para su miembro más locuaz, Javier Zaragoza. El acusado se quejó de la “criminalización” de la Diada que hace el Ministerio Público en su escrito de acusación. El fiscal reconoció que esas manifestaciones son “el ejercicio legítimo de un derecho” y que hubieran sido un “antecedente” sin relevancia “si no fuera por los hechos posteriores”, en referencia a los sucesos frente a la Conselleria.

Y del carácter general del procés a la responsabilidad concreta de Sànchez en la supuesta violencia. Ahí se enzarzaron fiscal y acusado en un tramo importante de la declaración más extensa de cuantas se han producido hasta ahora. Manifestantes queriendo asaltar la Conselleria, siete vehículos de la Guardia Civil dañados y la autoridad judicial escapando del edificio por un tejado ya de madrugada. Este es el relato en el que insistió una y otra vez el fiscal Zaragoza y que Jordi Sànchez intentó rebatir con más suerte en unos episodios que en otros.

“¿Por qué no tomó el megáfono y puso fin a la manifestación?”, preguntó airado Zaragoza. Sànchez le agradeció que tuviera tanta confianza en sus posibilidades, pero alegó que no tenía tanto poder frente a una concentración de entre 40.000 y 60.000 personas. “¡Pero si lo hizo por la noche!”, insistió Zaragoza. Y Sànchez le contestó que a última hora ya había un escenario por el que habían pasado varios artistas, con un potente equipo de sonido que les permitió dirigirse a la masa y que además los medios de comunicación llevaban toda la tarde anunciando que la concentración acabaría a las 12 de la noche.

Aquí se produjo uno de los errores del fiscal Zaragoza, quien aseguró que la comitiva intentaba salir a media tarde, cuando Sànchez se dirigió a los congregados, y no podía porque estos no le dejaban. El expresidente de la ANC tuvo que corregirle. “No, no, no, perdone, a las 19:30 la comitiva judicial no sale porque estaba haciendo su labor. El teniente me dice que va para largo y hago una intervención política porque no hay ningún motivo para desconvocar”, dijo. “Nadie, nadie, nadie estaba impidiendo nada”, añadió.

“¿Pero usted vio cómo quedaron los vehículos de la Guardia Civil?”, lanzó Zaragoza con tono afectado. “Sí, fueron dañados -contestó Sànchez-, pero lo que no es ajustado ni proporcionado es que una acción concreta por parte de unos individuos, se presupone pocos, sea la excusa para criminalizar, penalizar una movilización de 40, 50 o 60.000 personas que estaban presentes de una manera cívica y responsable”. “Señor Sànchez, no se penaliza la manifestación”, zanjó Zaragoza.

“Muros humanos” y violencia en el 1-O

Tras el minucioso interrogatorio sobre tuits, coches destrozados, conversaciones con Forn y Trapero y el cordón de voluntarios del 20-S, la declaración pasó a abordar el 1-O, otra jornada en que ANC y Òmnium Cultural promovieron, según el fiscal, el “alzamiento tumultuario”, propio del delito de rebelión, para imponer la independencia de forma unilateral.

Sànchez negó la mayor cuando Zaragoza le preguntó sobre “muros humanos para proteger colegios”. El interrogatorio bajó de intensidad gracias a una larga explicación del exlíder de la ANC, en la que recordó que ninguno de los autos del Constitucional o del TSJ catalán hacían referencia al derecho de la ciudadanía a participar en el referéndum.

“Que los ciudadanos pudiéramos expresar nuestros deseos en el referéndum no podía tener reproche”, insistió, para a continuación responder con un elogio del “pacifismo” y el “ambiente festivo” en los colegios electorales a la pregunta de Zaragoza sobre si promovió ocupaciones en los centros para torpedear la orden judicial que impedía el 1-O.

La única responsable de la “violencia” el 1-O, reprochó, fue la Policía y la Guardia Civil. “Me consta que en algunos colegios hubo una acción policial desproporcionada y violenta”, aseguró, a lo que Zaragoza replicó preguntando por los lanzamientos de vallas, sillas y cascos a los agentes. “No me constan”, contestó, seco, Sànchez. “Solamente le consta lo otro”, le afeó el fiscal.

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